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CAPÍTULO I
Entre Antístenes y Zenón de Citium: el "abridor de puertas" César I. Actis Brú
Quien lo hubiera visto a don Vicente Zazpe, sin saber quien era, vestido siempre con el mismo tipo de ropa invierno y verano, o emergiendo amoratado de las aguas, heladas por el invierno, del río Calamuchita, en Los Algarrobos -donde en Agosto del 1981 redactó su testamento- se habría preguntado si era un filósofo cínico, discípulo de Antístenes o un estoico seguidor del chipriota Zenón. Delgado, enjuto, sus proverbiales sobriedad y abstinencia en el comer y en el beber eran signo del acompañamiento que llevaban su pensar, su decir y su obrar. Pero, aunque se le pareciera, Vicente Zazpe no era Antístenes en Santa Fe, un kunikos, un kuon, un perro del "Cynosargos", liceo para gente plebeya donde se había establecido la escuela cínica, hija de la escuela socrática y madre de la estoica que proclamaba el cosmopolitismo, menospreciaba los deberes patrios, censuraba la esclavitud y preparaba sentimientos de fraternidad. Parecido en su radicalidad, tampoco fue monseñor Zazpe un Diógenes de Sínope (8) quien llevó hasta el exceso la sencillez de su vida, enseñando con su ejemplo, las ventajas de una vida independiente, libre de cuidados y deseos, en la que se oponían: el valor, a los reveses de la fortuna; la naturaleza, a las leyes los prejuicios y conveniencias sociales; y la razón, a las pasiones. Sin embargo -en mis oídos- algunas de sus homilías parecen respirar esa doctrina. Como Zazpe, Diógenes había soportado con paciencia el frío y el calor, marchando sobre la nieve en el invierno con los pies descalzos, y permanecido en el verano largo tiempo sentado sobre la arena abrasada. Pero aunque Zazpe, como Diógenes, despreciara la gloria y la nobleza por considerarlas manifestaciones del vicio y atacara a los magistrados y dirigentes, no perseguía ni hería a todo el mundo, ni se burlaba de la gente y sus pasiones como perro mordaz y ladrador: "mordiendo a los malvados y ladrando a los delicados y voluptuosos". Confieso que entonces, me sentí tentado de ubicar a monseñor Zazpe más en los estoicos que en los cínicos. Y acudí a Zenón de Citium que enseñaba en el hermoso pórtico situado al noroeste del Ágora en Atenas, adornado con pinturas de Polignoto. Este pórtico o Estoa había servido de punto de reunión a los poetas pero Zenón y sus discípulos se lo apropiaron, por así decirlo, y de aquí deriva el nombre de "estoicos" (los del pórtico) aplicado a cuantos profesaban la filosofía de Zenón de Citium (9). Pero don Vicente Zazpe -aunque era refinado en sus costumbres y gustaba de las artes y la cultura- no gozó de la admiración de los gobernantes como Zenón gozó de la admiración del rey de Macedonia, Antígono Gonatas quien quiso llevarlo a su corte, lo mismo que pretendió Ptolomeo Filadelfo rey de Egipto. Más bien, todo lo contrario. He preferido eventualmente, "parecerlo" a Crates de Tebas, maestro de Zenón y discípulo de Diógenes y que fue el último representante ilustre de la escuela cínica y quien abrió la transición entre Diógenes y Zenón. Como Zazpe, Crates recomendaba el imperio sobre las pasiones, el dominio de uno mismo, la renuncia a las falsas necesidades hijas del bienestar, de la cultura y de la riqueza y el desprecio por los usos establecidos y el "que dirán", y como él mismo, hizo donación de sus bienes, quedando reducido a una voluntaria pobreza, pues opinaba que un filósofo para nada necesitaba la riqueza. Como Zazpe, Crates tenía una clara inteligencia, instintos heroicos y dulcísimas costumbres. Como Zazpe, se cubría con pesados vestidos en verano y con ligerísimas telas en invierno, no para hacer lo contrario de todo el mundo, sino para desafiar el dolor, tradición que entraría en las costumbres cristianas y, con el mismo propósito, huía de los placeres y se alimentaba con lo estrictamente necesario. Como Zazpe, era de carácter alegre y comunicativo. En Atenas le llamaban abridor de puertas, porque de improviso entraba en cualquier casa para reprochar al dueño sus vicios y darle consejos. En Santa Fe, a Zazpe la gente le abría las puertas de las casas para que entrara mediante el televisor, la radio, los periódicos y los diarios para dejarse reprochar sus vicios, aceptar sus consejos y recibir -lo que no podía ofrecer Crates de Tebas- la virtud sobrenatural de la Esperanza. Notas:(8) No confundir con Diógenes Laercio. Filósofo e historiador griego nacido en Laertes ó Laerta (Cilicia) que vivió entre fines del si-glo III y principios del II antes de Cristo. (9) No confundir con Zenón de Elea (Magna Grecia, Sur de Italia sobre el mar Tirreno) nacido hacia 494 a.Cristo, discípulo de Parménides. |