FRANCISCO DE PAULA CASTAÑEDA
Jorge María Ramallo

Francisco de Paula Castañeda, nació en Buenos Aires en 1776. Cursó las primeras letras con un maestro particular y en la Escuela de San Miguel, y los estudios preparatorios en el Real Colegio de San Carlos o Convictorio Carolino. En 1793 se incorporó a la orden franciscana y a principios de 1798 viajó a Córdoba, donde se ordenó sacerdote dos años después. De inmediato obtuvo por oposición la cátedra de filosofía en la prestigiosa Universidad de esa ciudad, que entonces era dirigida por los franciscanos. En esta época publicó dos libros: El alma de los brutos, y la Vida del obispo Azamor, al año siguiente. Poco después regresó a Buenos Aires donde ocupó una cátedra de teología y se desempeñó como capellán militar durante las invasiones inglesas al Río de la Plata, de 1806 y 1807. Y cuando, en ambas ocasiones, el Cabildo porteño hizo celebrar en la Catedral una misa de acción de gracias por el triunfo logrado contra los invasores, pronunció las homilías de circunstancias, que luego se publicaron con los títulos de Panegírico de la Reconquista (1806) y Panegírico de la Defensa (1807) respectivamente.

Entretanto, en su Convento de la Recoleta del Pilar dictó clases gratuitas de primeras letras a los niños del lugar. A fines de 1814 añadió una Academia de Dibujo, la que en agosto del año siguiente trasladó al edificio del Consulado de la ciudad, donde se incorporaron dos profesores españoles: José Ledesma y Vicente Muñoz. Las clases se inauguraron el 10 de agosto de 1815, con un acto solemne en el que habló el padre Castañeda. Dijo en esa ocasión el benemérito sacerdote:

"No hasta que los niños aprendan los rudimentos de la religión católica que por dicha nuestra profesamos, no hasta que sepan leer, escribir y contar, pues todas estas habilidades pueden aprenderlas de día, preciso es que la noche se emplee en su instrucción y enseñanza; el dibujo o grafidia, la geografía, la historia, la geometría, la náutica, la arquitectura civil, militar y naval, los artefactos de todo género, deben entrar también en el plan de su buena y bella educación; la esgrima, la danza, la música, el nadar y andar a caballo, pronunciar correctamente el idioma nativo, y mil otras particularidades que aunque no prueban sabiduría en quien las posee, pero arguyen mucha ignorancia y muy mala crianza en quien las ignora.
"Entremos gustosos en este plan admirable, encarguémonos los que no tomamos las armas de esta comisión importantísima, y en pocos años veréis los rápidos progresos que obra la necesidad unida con la industria y la libertad".(1)

Estas palabras revelan una concepción pragmática y, a la vez, integral de la educación, que se entronca con la de sus preclaros antecesores: el obispo José Antonio de San Alberto, en Córdoba, y el abogado Manuel Belgrano en Buenos Aires, que tenían en cuenta la inserción del educando en el mercado del trabajo.

En 1817 se sumó a la Academia el pintor y escultor francés José Guth como director. Tres años después la Academia fue clausurado por falta de recursos, pero Castañeda logró que fuera reabierta el 25 de octubre del mismo año 1820, con la dirección del grabador francés José Rousseau, aunque sólo perduró hasta la creación de la Universidad de Buenos Aires, en agosto de 1821.

Al propio tiempo que se instalaba la Academia de Dibujo, el padre Castañeda fundó la Sociedad Filantrópica de Amantes de la Educación, en agosto de 1815, primera entidad de ese carácter entre nosotros, que fue inaugurada en el mes de diciembre siguiente ante una selecta concurrencia y cuyo objeto era promover la educación como sustento imprescindible de la prosperidad pública. Ese mismo año volvió a hablar Castañeda en la Catedral de Buenos Aires, en el aniversario de la Revolución de Mayo, en circunstancias difíciles para el destino de la causa de la independencia, por cuanto por entonces el rey Fernando VII había regresado al trono de España y se proponía recuperar por la fuerza las antiguas posesiones americanas. Sus palabras también fueron publicadas, con el título de Panegírico de la Revolución del 25 de mayo de 1810.

El padre Castañeda fue luego un decidido opositor a la reforma eclesiástica rivadaviana, puesta en práctica en la Provincia de Buenos Aires en 1822, durante el gobierno de Martín Rodríguez, y llegó a fundar hasta once periódicos para expresar sus ideas contrarias al Gobierno. Bernardino Rivadavia, que no pudo soportar esa oposición sistemática, cerró sucesivamente los periódicos publicados y terminó por desterrar a Castañeda de la Provincia de Buenos Aires, por cuatro años. De ahí que el historiador Adolfo Saldías haya podido escribir, en 1907, que fue él,

"quien creó en Buenos Aires ese poder que se llama la prensa, como que por él y contra él, principalmente, se sancionaron las leyes sobre la libertad de imprenta que han prevalecido más de sesenta años".(2)

No obstante el rigor de la medida adoptada, Castañeda no se silenció y continuó su prédica, primero desde Montevideo y luego desde Santa Fe, donde publicó también varios periódicos.

En esta Provincia, con el apoyo del gobernador Estanislao López, para quien - según afirma J. Catalina Pistone - la educación de la juventud era "la base fundamental de la prosperidad y engrandecimiento de la Patria"(3), pudo proseguir su obra educativa y en noviembre de 1823 fundó una escuela en el Rincón de Antón Martín, llamado entonces San José del Rincón, al nordeste de la ciudad capital, donde, además de las primeras letras, se enseñaban artes y oficios, como carpintería, herrería y relojería, y funcionaba, asimismo, una escuela de pintura. A esta escuela añadió luego un aula de gramática - correspondiente entonces al nivel secundario o de estudios preparatorios-, en la que también se enseñaba geografía, dibujo y música.

Todo esto se deriva de una representación que Castañeda dirige al gobernador López el 5 de mayo de 1825, en la que le dice al respecto, lo siguiente:

"La posición geográfica del lugar en que me encuentro, convida a nuevos esfuerzos, porque tengo al Norte limítrofe el Gran Chaco y del Entro Ríos sólo me separa el Paraná Patrio por el Sur. De aquí es que por el interés de la Escuela, me vienen a cada paso flotas llenas de ángeles para ejercitarse en los primeros rudimentos de las artes y de la religión; pero no sólo vienen niños pequeños a educarse sino jóvenes educados ya, importunándome en que los instruya en facultades mayores,
"Don Salvador de Ezpeleta -continúa- fue el primero que entabló esta solicitud de recibir su instrucción con empeño, al que no pude negarme por ser tan justa su demanda.
"Este caballero ha costeado a sus expensas un aula de Gramática que ya está concluida y prontos sus tres preciosos hijos para ser fundadores de un establecimiento donde junto con la Gramática Latina se enseñará la Geografía, el Dibujo, la Música, científicamente, y además ejercitarse en el instrumento de una harpa que se hará común, no sólo a los estudiantes sino también a los escolares, pues estoy convencido que en el tiempo de la primera educación se pueden aprender con facilidad muchas cosas que después jamás se aprenden.
"Las artes mecánicas -prosigue- también se enseñan en mi escuela, para cuyo efecto tengo ya en ejercicio una Carpintería, una Herreria, una Relojería y escuela de Pintura. A largas distancias creerán que miento; pero V. S. y toda la provincia sabe que me quedo corto en la relación que voy haciendo.
"Los indios del Chaco -agrega por último- no me dejan, principalmente los Guaycurús o Mocovíes y Abipones, y no hay conferencia que tenga con ellos en que no consiga un triunfo".(4)

Al respecto comenta el padre Guillermo Furlong:

"Pocas Páginas más bellas que éstas podrán hallarse en la historia de la pedagogía americana y si antes de Castañeda y en regiones cercanas a San José del Rincón hubo un magnífico pedagogo, el fraile Florián Paucke, que hizo maravillas con los indios mocovies, Castañeda, sin percatarse de ello, era continuador de aquella escuela de maravillas inaugurada por el mismo polaco". (5)

Asimismo, es preciso señalar que a este singular establecimiento de enseñanza no sólo concurrieron alumnos de Santa Fe, sino también de Entre Ríos "y hasta de Buenos Aires hubo algunos", según estima Juan P. Ramos en su Historia de la instrucción primaria en la República Argentina. (6) No obstante su notoria repercusión, su existencia se prolongó sólo por cuatro años.

"A pesar de las adhesiones, quizá muchas de ellas platónicas, que rodeaban al Padre Castañeda - se consigna en la reseña oficial de la Provincia - pasó por dificultades de todo género para poder sostener con regularidad su establecimiento, comprendidas las personas que en él vivían.
"'Hay que tener presente -continúa el documento- que este hombre excepcional no cobraba pensión a sus discípulos y que éstos como todos los que le acompañaban, participaron de una recíproca caridad, del trabajo común y de los frutos de la tierra que cultivaban.
"Sin embargo -concluye-, el ilustre Cabildo le socorría con pequeña mensualidad que, a mediados de 1826 le retiró, por lo exhausto del tesoro municipal, con la promesa de apoyarlo de cuando en cuando con los recursos que fuera posible".(7)

Por lo cual, a fines de ese año la escuela debió cerrar sus puertas.

En una nota de presentación enviada en 1827 al gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, ofreciéndole sus servicios, Castañeda le narraba su quehacer educativo en la Provincia de Santa Fe en estos términos:

"Que firme siempre en el propósito de fomentar por todos los medios y modos la instrucción de la Juventud he sostenido por espacio de cuatro años en el Desierto del Rincón de Santa Fe un Colegio de Niños bastante numeroso procurándoles no sólo la educación moral en los primeros rudimentos de la religión y de las Letras, sino también la educación física habituándoles a andar descalzos, sufrir intemperies y emprender trabajos de labranza y pastoría compatibles con sus fuerzas ( ... ) y por esto es que quiero ser partícipe de las necesidades del Entre Ríos para después enriquecer mi Colegio erigiéndolo en Universidad, donde concurran a instruirse todos los jóvenes de América.(8)

En ese mismo año 1827 Castañeda pasó a Entre Ríos, donde estableció una escuela de primeras letras en San Miguel de la Bajada del Paraná y otra en San José Feliciano, que funcionó de acuerdo con el sistema lancasteriano de enseñanza mutua o por monitores, y un aula de gramática. En una carta al gobernador F-chagüe a propósito de la organización de este nuevo instituto, le dice:

"Los tiempos que median entre estas funciones (las religiosas) se dedicarán a la educación física y a divertirse ya en la danza, ya en la maroma [equilibrismo], ya en la lucha, ya en correr a caballo, manejar una canoa, andar en el Paraná, etc. etc.". A lo que, a renglón seguido le añade: "Los Gramáticos además de las tres horas de mañana y tarde tendrán de noche sus paseos y conferencias; a esto está por ahora reducido el método provisorio dejando para mejores tiempos, y para cuando sean menos escasas las facultades el emprender con todo lujo la enseñanza recíproca, el fundar academias de dibujo para lo cual debe contar el gobierno con mi notoria eficacia y tesón infatigable".(9)

Lamentablemente, no pudo Castañeda concretar estas nobles aspiraciones, pues en pleno ejercicio de su actividad religiosa y docente, dejó de existir el 11 de marzo de 1832, en la ciudad de Paraná, a los 56 años de edad. En enero de ese año se había creado una cátedra de latinidad en esa ciudad, que debía haber ocupado Castañeda. Por expreso pedido de Juan Manuel de Rosas, entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, sus restos fueron trasladados a la ciudad porteña, donde fueron depositados en el panteón del Convento de San Francisco, el 28 de julio del mismo año. El 22 de diciembre siguiente se celebraron sus exequias, en cuya ocasión, su hermano en religión, el sacerdote franciscano fray Nicolás Aldazor dijo de él:

"( ... ) detestó las falsas doctrinas tan opuestas al bien de los pueblos y terminó sus alientos confesando el amor a la religión en que había nacido, y a la patria, que habían sido siempre el objeto de sus tareas".(10)

Había desaparecido - agregamos nosotros- un ardoroso combatiente y docente insigne, siempre dispuesto a inmolarse por las causas nobles y justas



Notas:

(1) Cit. por Juan P. Ramos. Historia de la instrucción primaria en la República Argentina. 1810-1910. Buenos Aires, Peuser, 1910, T 1, págs. 29-30.

(2) Cit. por Luis Cano. "El padre Castañeda a 150 altos de su muerte". En Consudec, N' 448. Buenos Aires, 5º miércoles de marzo de 1982, pág. 428.

(3) J. Catalina Pistone. "Orientación educacional en la política de Estanislao López. 18 1 S- 1 83 8". En Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, N' XLVIII. Santa Fe de la Vera Cruz, 1976, pág. 65.

(4) Juan P. Ramos. Ob. cit., T. U, pág. 74.

(5) Guillermo Furlong. Fray Francisco de Paula Castañeda. Un testigo de la naciente patria argentina. 1810-1830. San Antonio de Padua, Ediciones Castañeda, 1994, pág.700.

(6) Juan P. Ramos, Ob. cit., T.fi, pág. 74.

(7) Ibídem, págs. 75-76.

(8) Ibídem, pág. 75.

(9) Ibídem.

(10) Cit. por Cayetano Bruno. Historia de la Iglesia en la Argentina. Buenos Aires, Don Bosco, 1971, Vol. VIII, pág. 546.


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