César I. Actis Brú *
Resumen
El autor sostiene en este ensayo que el vocablo "Occidente" se acuña en el siglo II antes de Cristo atribuido a Nabucodonossor II y se basa en un texto escrito en griego "koiné glossa" de un libro que fue anexado a la traducción que hicieron los denominados Setenta Sabios (los LXX) de la Toráh (o Ley); que esa "versión" fue encargada a finales del siglo III antes de Cristo por el poder político - cultural helenístico detentado desde el último tercio del siglo IV antes de Cristo por los sucesores del conquistador macedonio Alejandro Filípidas, que constituye su imperio a partir de su victoria en la batalla de Gaugamela; que ese poder helenístico se mantuvo compartido ente Antíocos y Ptolomeos hasta que Roma hegemonizó esa región agregándola a su imperio tomando como centro efectivo el "Mare nostrum" o mar mediterráneo hacia mediados del siglo II y principios del siglo I antes de Cristo; que en el texto griego del evangelista Mateo (capítulo 2, versículo 1) que suele datarse, después de Cristo, entre finales del siglo I y principios del siglo II en pleno proceso de romanización política - aunque no todavía plenamente cultural - "Occidente" ya se supone el centro y "oriente" se menciona como un lugar indefinido en la periferia del imperio romano, con ocasión de la visita de los magos para rendir pleitesía al rey de los judíos.
@ Palabras clave: Occidente, Política, Cultura , Religión, Realidad
Discurso intoductorio
Cuando decimos "Occidente" ¿qué estamos diciendo? ¿a que espacio nos referimos? ¿cuándo se acuña el término? ¿qué significa hoy Occidente? ¿fue, es, asimilable a Europa?
Desde mi infancia, Occidente integró el glosario de mis fantasías y, en las clases de historia de la secundaria, del bachillerato y de la universidad no aparecieron las respuestas, sino apenas insinuaciones, algunas de ellas subyacen en la composición de este ensayo. Por ejemplo:
que la consolidación de "Occidente" se produjo inicialmente por el poder político de Roma tomando como base la cultura griega amalgamada por el judeo cristianismo y comprendió (como hoy) no solamente Europa sino también todo el norte de África, Siria, Palestina,Turquía y América,
que esa construcción de "Occidente" supone los aportes históricos del Islam incluso como reinterpretación del judeo-cristianismo y del trasvasamiento de los escritos filosóficos de pensadores griegos, puestos en valor entre los siglos XI y XIII , para estudios filosóficos y teológicos,
que en la consolidación de "Occidente", además de los macedonios, romanos, bizantinos y las gentes del Norte, políticamente deben mencionarse hitos: Constantino emperador de Occidente en 312, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico: Carlomagno, Federico Barbarroja y Carlos V de Austria y el papa Inocencio III,
que "Occidente" compuso una "cultura occidental" que supone principios éticos emergentes tanto del judeo-cristianismo como del islam, en los cuales la relación "divinidad/humanidad" o "Dios/hombre" implica códigos de convivencia y relaciones teológicas, antropológicas, psicológicas y ecológicas, no siempre respetados a lo largo de la historia,
que en este sentido ético - religioso (cultural, en definitiva) el siglo XX "marca" el inicio de la muerte de "Occidente" con el genocidio de Turquía sobre Armenia; las atrocidades en Europa del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei y las bombas atómicas arrojadas por Estados Unidos de Norte América sobre Japón, en represalia del ataque de "Oriente" a Pearl Harbor,
que debido al fenómeno aún en curso de la "globalización", puede resultar anacrónico la utilización de la palabra "Occidente",
que en consecuencia, "Occidente " no se reconstruirá sin los aportes éticos re-significados del judeo - cristianismo y del islam en una cultura que retome los elementos básicos greco-latinos,
pero la palabra "Occidente" ¿cuando fue acuñada y comenzó a usarse desde una auto- ubicación geopolítica y cultural?.
Responder a esa pregunta pretende este informe que como ensayo he titulado ¿ORÍGENES MESOPOTÁMICOS DE OCCIDENTE? desde un texto griego del Siglo II a C.
Sobre el género ensayo
Según es sabido, el Ensayo es un escrito, generalmente breve, sin el aparato erudito ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la materia.
Su nombre proviene del - por así decirlo - fundador del género, Michel Eyquem de Montaigne (* 1533 - + 1592) quien en 1580 publicó una obra en tres tomos con el título de "Ensayos", ya que en ellos el autor se había propuesto "ensayar sus facultades naturales" y es, en definitiva, este género otro de los frutos de la dinámica intelectual del siglo XVI.
Como podrá apreciarse en la lectura de este informe, se mantienen la descripción y algunas precisiones del método y la bibliografía, datos que no son exigibles de suyo al género Ensayo.
¿Orígenes mesopotámicos de Occidente?
desde un texto griego del siglo II a.C.
El objetivo de la indagación fue localizar algún texto antiguo en el cual apareciera el término "Occidente" como nombre propio y no como una mera, imprecisa y confusa referencia cardinal.
Al mismo tiempo, el término debería ser lo suficientemente sugestivo, como para situar el inicio de la utilización del término el cual, según mi determinación, debía estar formulado en un contexto socio - político - cultural anterior al nacimiento de Cristo.
La determinación surge de la hipótesis que en esa época, "Occidente" ya es el nombre de la referencia central que geopolíticamente se supone.
Por ejemplo: en el texto de Mateo 2,1 - que suele datarse entre los años 64 y 110 de nuestra era - se menciona a los magos venidos de "oriente" - "idou magoi apó anatolon" - que es "otro lugar" lejano, difuso, deliberadamente indeterminado porque quien escribe en ese momento lo hace desde "Occidente" que es el centro del mundo" - que por supuesto - no se nombra.
En consecuencia, metodológicamente solamente se incluyeron en la búsqueda textos anteriores al siglo I de la era cristiana.
Durante varios meses, utilizando para ello dos programas de búsqueda apropiados para textos en hebreo y en griego, fueron corridos y recorridos centenares de esticos de obras profanas y sagradas donde posiblemente pudiera ser hallado ese tesoro, mas, sin resultado positivo alguno.
Revisando la línea metódica por última vez, se decidió refinar la búsqueda e incluir entre las obras sagradas, aquellos textos "bíblicos" escritos directamente en "griego" es decir, sin haber pasado por el "hebreo escrito".
Es del caso precisar que el texto de Mateo griego anteriormente citado, había sido considerado porque ofrece un punto de partida referencial para la investigación y aún conlleva la posibilidad hipotética de que procediera de una fuente anterior "aramea" o "hebrea" como sostienen tanto la tradición católica como algunos especialistas todavía.
Se recorrieron entonces con especial atención los libros llamados "externos" por la exegética Judía, "apócrifos" por la exegética de la Reforma o "deuterocanónicos" por la exegética católica, es decir: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de Macabeos, 3 y 4 Esdras y la oración de Manases que se encuentran incorporados a la versión de los LXX o Septuaginta.
Con indisimulable satisfacción fueron localizados, en un mismo libro, dos textos que parecían al fin premiar constancia e insistencia:
Allí estaban y estuvieron desde el principio.
Los textos
Judit: 1,7-10 "Entonces, Nabucodonosor, rey de los asirios, envió mensajeros a todos los habitantes de Persia y a todos los que residían en Occidente: a los de Cilicia y Damasco, del Líbano y el Antilíbano y a todos los que vivían en el Litoral, a las poblaciones del Carmelo y Galaad, a la Galilea superior y a la gran llanura de Esdrelón, así como también a todos los que habitaban en la Samaría y sus ciudades; a los del otro lado del Jordán, hasta Jerusalen, Betané, Jelús y Cades y más allá del torrente de Egipto, a Tafné y Ramsés lo mismo que a todo el territorio de Gesén, hasta más arriba de Tanis y Menfis, y a todos los habitantes de Egipto, hasta los confines de Etiopía"
Judit: 5,4" (Holofernes, general en jefe del ejército asirio) ¿ por qué ellos solos, a diferencia de todos los habitantes de Occidente, se han negado a venir a mi encuentro?"
Los problemas
Cuando en esos escritos Nabucodonosor II (+ 562) y su General Holofernes utilizan - como hemos visto - entre finales del siglo VII y principios del VI (Jerusalém es sitiada hacia 597) el término "Occidente", estaban acuñando - estimo que sin saberlo - un concepto de manera definitiva que se extendería a lo largo de los siglos con un significado geopolítico y cultural.
Y según esa información, lo hicieron desde un "lugar central" y ese "lugar central" no era (es) otro que la Mesopotamia Imperial asiática - donde, por otra parte, parece haber tenido comienzo la civilización actual - que en ese entonces se jactaba de ser una especie de "Wir sind der Nabel der Welt" (1)según el último(o penúltimo) Nietzche.
En consecuencia, para ese monarca, "Occidente" forma parte de la periferia del imperio y se recuesta sobre las costas del Mar Mediterráneo que, como nos dará cuenta la historia, se convertirá - a grandes rasgos - en el "lugar central" hasta muy entrado el siglo XX, obviamente con sus propias periferias; pero en ello no nos detendremos ahora, sino en algunos de los varios problemas que parecen emerger del texto en cuestión.
1) ¿En que contexto socio - político - cultural fue escrito el texto?
2) ¿Qué características ofrece el texto?
3) ¿Qué lapso media entre el relato oral y la plasmación escrita?
4) ¿Qué grado de veracidad histórica se le puede asignar al/los dato/s consignados en el texto?
5) ¿Puede establecerse una relación de equivalencia entre Occidente y Europa?
¿en qué contexto socio-político-cultural fue escrito el texto?
Los textos que citan a Nabucodonosor nombrando y describiendo a Occidente se encuentran en los capítulos 1 y 5 del libro de Judit ("la judía") que fue incorporado en griego a la versión denominada de los Setenta (LXX) o Septuaginta, en territorio palestinense probablemente entre finales del siglo II y principios del I, aC. junto con otros textos que no estaban integrados al "corpus" de los libros originariamente escritos en hebreo.
La razón de la versión al griego de las Sagradas Escrituras que estaban escritas en hebreo parece que se debió a una doble necesidad: la primera - según la carta que Aristeas ("el pseudo Aristeas") le escribe a su medio hermano Filócrates- la del rey Ptolomeo II Filadelfo (285-247 aC) quien en pleno siglo III aC. (en el 250 aproximadamente) encomendó la traducción de los libros de la Torah - la Ley - para conocer la legislación por la cual se regían los judíos de su territorio y especialmente los numerosos que habitaban Alejandría, y la de éstos (la segunda) que, siendo la comunidad más numerosa fuera de la tierra de Israel y no hablando ya hebreo, necesitaba entender los textos y comprender así las raíces mismas de su cultura.
La sucesiva traducción de los libros e inclusión de nuevos, según hemos citado con motivo de Judith, continuó hasta mediados del siglo I de la era cristiana.
Como es sabido, la lengua ática griega con elementos de la jónica, unificada bajo Filippos, se denominó koinè glôssa o koinè diálektos y fue llevada a los territorios hasta entonces bajo el poder de los persas, por los macedonios de Alejandro llamado el Grande en el siglo IV aC e impuesta a su vasto imperio, aglutinando así diversas culturas en torno al mar Mediterráneo y homogeneizando una dialéctica para - valga la redundancia - permitir la expresión del pensamiento gramaticalmente y retóricamente en todos los asuntos: políticos, económicos, comerciales, militares, jurídicos, etc, hasta muy entrado el siglo IV de la era cristiana, si bien ya para entonces restringida a los asuntos científicos o, como decimos hoy, "académicos".
La "periferia" de los antiguos imperios (ninivitas, babilonios, egipcios, medos y persas) se convertiría entonces a partir de las conquistas de Alejandro en el "lugar central", en el "centro" de una cultura y de una civilización llamado "Occidente", construido pacientemente por los Antíocos y los Ptolomeos desde la muerte de Alejandro, los Romanos, los Bizantinos, el Islam, Carlomagno, Carlos V y amalgamada culturalmente por el Cristianismo (Iglesias Católica, Ortodoxas, Protestantes).
Valen aquí - me parece - algunas consideraciones que pueden enmarcar teóricamente algunos criterios acerca de la realidad y la cultura.
Julio De Zan (2)concibe la realidad "como un sistema de relaciones entre las partes, las cuales dependen recíprocamente unas de otras y a su vez dependen esencialmente de la estructura dinámica del todo del cual forman parte. Nos habla de la realidad como totalidad y ésta comprende un conjunto de elementos integrados de modo significativo y que actúan como una unidad. Por eso el todo no puede ser comprendido haciendo abstracción de las partes; el todo no es algo independiente o autónomo de las partes que lo integran: el conocimiento del todo presupone e implica un conocimiento detallado de las partes. Del mismo modo, las partes no pueden ser entendidas sino es en relación con el todo; no pueden comprenderse en forma aislada. El conocimiento de la parte presupone el todo como condición objetiva de su ser y de su obrar.
El proceso del conocimiento se presenta entonces como un proceso de síntesis e integraciones sucesivas, cada vez más ricas y complejas. Se trata no de un movimiento lineal y acumulativo, sino en forma de espiral; todo análisis de la realidad se convalida en la medida en que sirva para la construcción de una síntesis más enriquecedora".
Sobre la cultura. (3)"En lo referente a lo individual- personal, cultura (del latino "colo": cultivar) es, ni más ni menos "resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse, por medio de las facultades intelectuales del hombre" (4); pero como el hombre es un ser social, es menester buscar una acepción de esta índole: la cultura - con la educación - es uno de los elementos integrales de la civilización. Su concepto es pues, menos extenso que el de ésta. La cultura abarca la instrucción (desarrollo y cultivo de la inteligencia) y la educación (desarrollo y cultivo de la libre voluntad) y van íntimamente vinculadas. Es decir que la cultura atañe al progreso de lo moral, mientras que la civilización atañe al progreso de lo moral y material. (Nótese como suele confundirse cultura con civilización).
Enriqueciendo lo expresado precedentemente, puede decirse "que con la palabra cultura se indica el modo particular cómo, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, de manera que puedan llegar a un nivel verdadera y plenamente humano. Es el ´estilo de vida común´ que caracteriza a los diversos pueblos. Se habla por ello de pluralidad de culturas. Así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan y desvalores ( mejor dicho, antivalores) que lo debilitan y que, al ser participados en común por sus miembros, los reúne sobre la base de una misma ´conciencia colectiva´"(5).
En esta oportunidad no me detendré en la formas mediante las cuales la cultura se expresa: lengua, costumbres, instituciones de convivencia social, etc. sino en los valores y antivalores que basan y sostienen la cultura: valores ( y antivalores) abstractos y concretos en los cuales se cree, que se incorporan a la vida de una comunidad y se practican, muchas veces de modo no plenamente consciente por parte de cada miembro, pero vividos en la cotidianeidad y proyectados (sudados, si vale la palabra) en cada gesto, por insignificante que parezca.
Son ellos (valores y antivalores) los que ´arman´, ´fundamentan´, ´sostienen´ o ´derrumban´ una cultura y, consecuentemente, una civilización."
Ahora bien, ¿cuál es la totalidad y sus partes holísticas de la realidad en el momento de la redacción del texto y cuáles son los valores esenciales de esa la cultura?.
Roma se ha hecho cargo en los siglos II y I aC. de lo que en los textos que nos ocupan llamamos "Occidente".
Es posible que la introducción de algo parecido a un alfabeto en Roma se haya producido debido a los griegos de la Italia meridional -luego llamada Magna Grecia - cuando la monarquía. No sabemos si antes de ella puede hablarse de la existencia de una literatura, porque no se han hallado vestigios en este estricto sentido.
Como parece haber sucedido en la mayoría de las civilizaciones, quizá los primeros testimonios sean las anotaciones sagradas, los anales, apologías registros diplomáticos y legales de los que Roma cuenta con un amplio número.
En la época de la conquista tanto en la literatura como en la vida romana cotidiana, se manifestó la influencia griega, motivada por el estrecho contacto de Roma con las ciudades helénicas a través de relaciones militares, económicas o diplomáticas. Los saqueos de ciudades como Siracusa y Corinto llevaron el arte griego al tiempo que un buen número de griegos que llegaron a Roma como esclavos o diplomáticos.
La élite cultural griega desembarcó en la península Itálica para formar a una amplia generación de hombres y mujeres romanos.
Esta helenización se manifiesta con fuerza desde el siglo II a.C., cuando la mayoría de la aristocracia romana hablaba en griego.
A tal punto es la fuerza de esta influencia cultural que quien es considerado el primer poeta romano es un esclavo griego de Tarento Livio Andrónico (284-204 a.C.), que al ser liberado por su amo le dio el nombre de su estirpe. La importancia de Andrónico radica en que estableció las bases para el desarrollo de una literatura romana original. En esos tiempos del del siglo II aC. en el cual el autor desconocido fijaba por escrito en griego la palabra "occidente" desde algún lugar también desconocido para sostener la fe de los creyentes judíos podemos citar algunos representantes de la literatura grecolatina: Cneo Nevio (270-200 a.C.) adaptador de tragedias y comedias griegas y creador del drama histórico romano -praetexta- y de las primeras comedias, basadas aún en las griegas. Quinto Ennio manifiesta una importante influencia griega como se aprecia en las reformas en la métrica que realizó, introduciendo el hexámetro griego; Plauto (hacia 254-184 a.C.) será el creador de la comedia romana; Terencio (195-159) que nos ha dejado sólo seis obras en las que adapta la comedia griega de una manera muy sutil, con un idioma elegante, personajes más estudiados, psicologías matizadas, alejándose de la chabacanería de Plauto; Catón, autor de innumerables discursos de los que nos han llegado fragmentos de unos 80. Sus obras están caracterizadas por su agudeza, imaginación y expresividad, recurriendo a dichos populares para acercar el discurso al pueblo; Lucio L. Craso (140-91) quien tuvo la oportunidad de recibir formación de los grandes oradores atenienses, brindando su oratoria a la causa senatorial; Hortensio (114-50) que continuó el estilo hasta que fue superado por Cicerón, a quien formaron los maestros romanos y atenienses como genio de la palabra, de amplio vocabulario en el que incluía metáforas, parangones o sinónimos, utilizando la ironía e incluso la violencia dialéctica como ningún otro; Cayo Lucilio (180-100), autor de unos veinticinco libros; Lucio Acio (170-85 a.C.) en sus numerosas tragedias en las que imitaba a los griegos Esquilo y Sofocles y Cátulo (87-54 a.C.) en cuya obra podemos encontrar obras cargadas de sentimiento con versos eruditos o poemas políticos.."(6).
¿Qué características ofrece el texto?
¿Qué grado de veracidad histórica se le puede asignar al/los dato/s consignados en el texto?
"Más de una vez Borges dijo de sus propios cuentos, que prefería
situarlos en épocas relativamente lejanas, de modo que los
detalles fueran difíciles de comprobar y el lector pudiera creerlos
más o menos a ciegas, lo cual sigue el propósito de lograr
la suspensión de la duda".(7)
Quizás el autor de Judith haya pensado de manera análoga
No existe literalmente el texto en hebreo desde el cual iniciar un itinerario terminológico posible puesto que, como advertíamos anteriormente, la versión de Los Setenta fija directamente en griego lo que parece haber sido un "targum", algo así como un apólogo o cuento probablemente en arameo, con finalidad didáctico - sapiencial, que pudo haberse utilizado de manera oral desde la época del post -exilio.
El término que utilizan los LXX para poner Occidente en boca de Nabucodonosor es düsmai (düsmaion) que literalmente significa "puesta" (del sol, etc.), "occidente", "poniente".
Caben aquí algunos comentarios.
El prefijo düs (equivalente a nuestro dis. Por ejemplo dis-conforme) tiene el sentido de "difícilmente", "malamente", "desgraciadamente", "no" y mai (de "maieuo" parir, partear) tiene el sentido de "nacimiento", "aparecer": Maia, por ejemplo, tiene un signficado muy cercano a madre, madrecita, mamita.
Es decir: la palabra compuesta "düsmai" significa "poniente", un contrario de "naciente" que puede traducirse por "topoi eu then" es decir, " territorios desde la aurora" o, el que utilizan los Setenta: "anatolé" que literalmente significa "salida" (del sol), "oriente", "levante".
Así, por un ejemplo: Anatolia (del griego: anatholé: oriente) o Asia Menor es una península emplazada en el Medio Oriente, ocupada actualmente por Turquía -es su parte asiática. Limita al norte con el Mar Negro, al este con las cadenas montañosas del Tauro y el Antitauro, al sur con el Mar Mediterráneo y al oeste con el Mar Egeo y el Mar de Mármara. El Estrecho de Bósforo separa a esta península de Europa. Por ser una región montañosa, ha sido históricamente reducto militar sucesivo de varios pueblos; entre otros de Troya, el Imperio Hitita, los reinos de Frigia y Lidia, el Imperio Bizantino y el Imperio Otomano .
En la antigua Grecia se la conocía simplemente como Asia, extendiéndose posteriormente el nombre a todo el continente, pero luego "desde el centro" fue "anatolia", la de oriente.
El libro de Judit en concreto
Como anota Marcelo Dos Santos : "Desgraciadamente, nada sabemos de su autor, excepto que, sin lugar a dudas, era judío y conocía en detalle la historia de su pueblo. Es obviamente un legalista y un patriota, lo cual no nos sorprende, ya que existen muy buenas razones para fechar la composición de la obra hacia fines del siglo II antes de Cristo.
Se trata de la época de la revolución de los Macabeos, la primera y muy importante revuelta nacionalista judía, por lo que los ideales de unidad, nación, cultura y libertad impregnan todo el libro.
Es interesante hacer notar que, si el Libro de Judit fue escrito hacia 120 ó 110 a.C, el cronista bíblico está, entonces, narrando hechos que ocurrieron cuatrocientos cincuenta años antes, poco más o menos como si nosotros escribiéramos una historia acerca de los conquistadores españoles del siglo XV.
Pero las intenciones del poeta judío no son las de hacer un examen historiográfico de la relación entre los judíos y el imperio caldeo. Como queda dicho, su obra es una narración moral, seguramente concebida para instruir a los niños en la fidelidad a Dios y a la Patria, tratando de desviar la atención del lector de un contexto histórico concreto.
Si leemos el versículo 1 del capítulo primero: "El año duodécimo del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los Asirios en la gran ciudad de Nínive..." Nabucodonosor ascendió al trono tras la muerte de su padre en 605 a.C. Por tanto, el año duodécimo, según la Biblia, hubiera sido 593. Nínive había sido destruída por Nabopolassar siete años antes. Más adelante, al describir la guerra contra los judíos, agrega: "Y en el año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se trató en la corte de Nabuccodonosor, rey de los Asirios, de tomar venganza de toda la tierra como había dicho. (Judit, 2:1)" El año décimooctavo del reinado de Nabucodonosor fue 587 a.C., y he aquí una precisión honrada que coincide con los registros históricos que tenemos, ya que el rey caldeo atacó, sitió y capturó Jerusalén, en realidad, en 586, por lo que no es ilógico que haya iniciado la campaña militar un año antes. Sin embargo, el cronista dice "Nabucodonosor, rey de los Asirios, que reinó en Nínive..." pero Nabucodonosor era caldeo, no asirio, y los caldeos exterminaron, precisamente, a la civilización asiria. De hecho, como se verá más adelante, fue el propio padre de Nabucodonosor quien aniquiló Nínive y la arrasó hasta los cimientos.
Esta mezcla de precisión e inexactitud en el Libro de Judit tiene necesariamente que deberse a los mencionados intentos de apartar a la protagonista historia de un contexto preciso - como hemos señalado en la cita liminar de Borges a este capítulo - ya que la finalidad parece ser parenética y no histórica en el sentido más bien técnico en que hoy entendemos lo histórico.
Como dice el Reverendo Padre Miguel Roure, (citado por Dos Santos) especialista en griego bíblico y traductor del Libro de Judit (8):
"Toda una multitud de elementos dispares deja transparentar que la intención del autor no ha sido la de escribir historia, aún admitiendo que tal vez en sus orígenes se dio un hecho real que pudo dar lugar al libro; hecho que, por otra parte, hubo de ser de poca monta".
Teológicamente, continúa Dos Santos, el género al que pertenece el Libro de Judit es el de novela histórica hebrea, aunque esta definición está muy lejos del concepto moderno de novela histórica. La novela histórica hebrea es un género que no existe desde hace muchos siglos, pero, para los judíos macabeos, debió de ser completamente natural y comprensible. El autor de Judit no escribe, de ninguna manera, como historiador, sino como teólogo. Su intención primaria es probar la intervención directa de Dios en el episodio narrado". Agregamos nosotros que quiere mostrar la acción del Dios de Israel en los acontecimientos históricos echando mano de un episodio que no conoce bien.
Continúa Dos Santos: "En el Libro de Judit todo termina bien, mientras que en la realidad los caldeos conquistaron Jerusalén, destruyeron el Templo y deportaron a sus clases dirigente, lo cual no puede llamarse un final feliz.
"El tipo de judaísmo que impera en Judit es, sencillamente, hermoso: ritual pero sin demasiada formalidad. Por todos los capítulos campea una constante búsqueda de la pureza y de la elevación moral que fueron, por otra parte, los ideales de los macabeos de la época en que vivió su autor. La colectivización de la oración (absolutamente propia de las religiones semitas como el judaísmo y el Islam) no subyuga, en Judit, a la plegaria introspectiva, individual, personal. Y, además, el Libro de Judit es una magnífica metáfora antirracista: la suerte de Jerusalén (buena, en el escritor bíblico, desventurada en la realidad) se decide en Betulia de Samaria, una zona de mala reputación para los "judíos bienpensantes" de la época.
"Finalmente, es de notar que el sentido religioso del conflicto de Judit no lo comprenden los hebreos sino un amonita, que concluye convirtiéndose a la adoración del verdadero Dios. Aunque los caldeos hayan vencido a los judíos, el resultado a largo plazo fue positivo, porque los hebreos están hoy entre nosotros, mientras que cabría preguntarse qué fue de los caldeos babilonios... Si bien el episodio, según Roure, debe haber sido pequeño e intrascendente, su contexto histórico real no lo fue.
La derrota final de los hebreos y la destrucción de Jerusalén que condujeron al Cautiverio en Babilonia, el cual a su vez generó una copiosa tradición cultural en el judaísmo, marcaron uno de los hitos fundamentales en la historia de este pueblo. Los judíos hoy se han convertido en uno de los pilares fundamentales, en lo filosófico, económico y religioso, de la cultura occidental, por lo que la derrota y el cautiverio, como raíces del judaísmo moderno, no pueden llamarse intrascendentes".
Como consideración final sobre estos dos puntos parece oportuno decir que quienes verdaderamente parecen haber - si no "escrito" pero sí - "re escrito" las Sagradas Escrituras con fines de cohesión nacional después del exilio babilónico fueron Esdras y Nehemías: un escriba y un jefe político reformador.
Acerca de los LXX
Entre las versiones no hebreas de las Escrituras Sagradas (en realidad los judíos hablan de "mikrá" la Lectura, proveniente del verbo "likró" = leer ) la griega de los LXX parece haber prevalecido en importancia por varias razones sobre otras, como por ejemplo la Siríaca, la Gótica de Ulfilas, las "vulgatas" latinas e incluso sobre la misma Vulgata de san Jerónimo hasta la canonización definitiva de ésta en el concilio de Trento en el siglo XVI, pero excluyendo los libros 3 y 4 de Esdras y la Oración de Manasés..
En lo que se refiere al Nuevo Testamento, no hay ninguna diferencia entre las versiones católicas y evangélicas de los LXX ya que (salvedad hecha de manera hipótética del texto de Mateo) no pre-existen textos en hebreo.
Pero en el Antiguo Testamento sí hay diferencia entre los LXX con la versión hebrea. La primera se compone de 46 libros y la segunda unos 39 libros. Los LXX agregan varios capítulos a los libros de Ester y Daniel y además añaden los siguientes siete libros: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.
El nombre "apócrifo" es una palabra griega que literalmente quiere decir escondido, supuesto o secreto. También en los tiempos antiguos significaba escritos (a) desconocidos de origen, falsificados o bastardos; (b) no reconocidos o no canónicos. Los judíos usaban este término para referir a libros que carecían de inspiración, escritos dudosos, pero a éstos en concreto los denominan "externos".
San Jerónimo, traductor de la Vulgata Latina fue el primero en calificar a los 7 libros en cuestión como "apócrifos". Protestó para no incluirlos en la Vulgata, pero terminó incluyéndolos.
Desde la Reforma Protestante del siglo XVI, "apócrifos", como sinónimo de falsos, fue usado para referir a dichos libros, pero la versión Católica no los llama apócrifos sino "deuterocanónicos" que literalmente significa segundo canón o segunda lista, con el criterio de que son igualmente inspirados y autoritativos. A los demás 39 libros se les llaman "protocanónicos" o primera canón o lista.
Los textos llamados "apócrifos" incorporados por los LXX no fueron escritos en hebreo ni por profetas hebreos inspirados por Dios. Nunca formaron parte el Antiguo Testamento hebreo. Los judíos los rechazaron por cuatro razones:
(a) No están de acuerdo con el espíritu de la ley de Moisés;
(b) No se originaron en Israel;
(c) No fueron escritos en hebreo
(d) No fueron escritos antes de la muerte de Esdras.
Por lo general, los Apócrifos fueron escritos entre 150 A.C. y 100 D.C. - más de dos siglos después de la muerte de Esdras.
Por un período de tres siglos la iglesia rechazó los Apócrifos. Algunos de los llamados "Padres de la Iglesia" hicieron estudios y los clasificaron como no inspirados. Hasta el año 395 de nuestra era formularon 11 listas de libros considerados como inspirados por Dios y en ninguno de ellos aparecieron los Apócrifos como inspirados(10).
¿Qué lapso media entre el relato oral y la plasmación escrita?
El tercero de los comentarios que juzgamos compartibles es tomar nota que entre el Nabucodonosor "histórico" del siglo VII y VI aC. y el Nabucodonosor "bíblico" del siglo II ó I aC. median unos 500 ó 400 años.
Sería necesario intuir la conexión y correspondencia entre aquellos que "oyeron" lo que dijo el rey (y dijo también Holofernes), aquellos que "transmitieron" lo "escuchado" (ya no "oído" meramente), y el "escriba" que puso por escrito ese "dicho" como "cosa" y "sucedido"(no ya lo "escuchado", ni lo "oído" meramente).
En cuanto a los datos históricos, varias distorsiones son perceptibles a simple vista en el texto griego: 1°) Nabucodonossor no era Asirio sino Caldeo Babilónico y su padre había arrasado la Nínive de Asiria reduciéndola a escombros; 2° la narración marca como una victoria de Israel sobre los Caldeos el acontecimiento del cual es protagonista Judit o "la judía", cuando en realidad los Caldeos reducen a esclavitud y destierro en Babilonia a los judíos, como anteriormente los Asirios habían procedido con los israelitas del norte.
Finalmente podríamos decir que, la conexión y correspondencia se articulan y constituyen en el siglo IV con Alejandro, hijo de Filippos, llamado el Grande, su imperio y una civilización impulsada por una cultura que, a lo largo de los años, desde la victoria en la Batalla de Gaugamela, en el año 331 construyó paradigmas dinámicos del Poder dentro de los cuales fue "leída", "comprendida" e "interpretada" la realidad en todos sus aspectos, incluso el religioso, por los mismos conquistadores romanos durante varios siglos, de lo cual la versión de Los Setenta o Septuaginta es la expresión más completa.
Europa como Occidente
Europa es el nombre de heroínas variadas entre las cuales figuran que de Poseidon engendró Eufemo; una de las Oceánides, hija de Océano y Teti, la madre de Niobe, esposa de Foroneo; y la hija de Nilo, uno de las esposas de Danao.
Pero la más famosa es la hija de Agenor y Telefassa; la que fuere amada por Theous o Zeus.
El rey de los dioses vio a Europa mientras ella estaba jugando con sus compañeras en la playa de Sidon, o de Tiro de donde era rey el padre de ella.
Inflamado de amor por belleza del de la muchacha, Zeus se transformó en un toro de un color deslumbrante, con sus cuernos similares a un cuarto de la luna (Astarté), y fue a agacharse a los pies de la muchacha joven. Esto, al principio la asustó, pero tomó coraje y sus dedos acariciaron el animal y entonces ella subió sobre él, en las ancas. El toro inmediatamente se internó en el mar a pesar de los gritos de Europa que iba tomada de sus cuernos, penetrando en las olas alejándose de la playa. Arribaron por fin a Creta donde, cerca de una fuente, Zeus se unió a la muchacha bajo los plátanos que, en memoria de un amor tan singular, conservaron el privilegio de nunca perder las hojas.
Es del caso mencionar a los fines de nuestro trabajo, que en el relato mítico hay varios Agenor.
El nuestro es un rey de Tiro (Canaán), hijo de Poseidón y Libia. Cuando Cefeo y Casiopea aceptaron la boda de su hija Andrómeda con Perseo por haber matado éste al monstruo marino que los acosaba, llamaron a Agenor y le prometieron la mano de su hija, con la esperanza de que les liberase de Perseo, al que no querían como yerno. Agenor se presentó con un pequeño ejército e interrumpió la boda, pero Perseo les rechazó usando como arma letal la cabeza de la gorgona Medusa. Después de esto Agenor renunció a reclamar a Andromeda y se casó con Telefasa, también llamada Argíone o Antíope. Cuando su hija Europa fue raptada por Zeus transformado en toro, Agenor ordenó a sus hijos que la buscaran y no retornasen sin ella. No pudiendo conseguirlo, éstos se instalaron en distintas regiones lejos de su tierra natal, fundando prósperas comunidades. Así, Fineo fundaría Tinia (en el mar Negro), Taso colonizaría la isla homónima, Cilix dio nombre a Cilicia (Asia Menor), Cadmo a Cadmea, de la que surgiría Tebas (Beocia), y Fénix volvería a Canaán una vez muerto su padre cambiando el nombre de la región por el de Fenicia en su honor.
La expansión del cristianismo en Europa, incluyendo en ellas por ejemplo, las campañas Carolingias a los sajones y la cruzada de Inocencio III a los países bálticos, incorporó a las "nuevas gentes" o "nuevos hombres" ( los "mann") al Occidente que se iba cada vez más homogeneizando sobre la base de las nuevas culturas que irían excluyendo paulatinamente a aquellas que le dieron origen como por ejemplo, las expulsiones de los nazaríes de España y de los judíos de Europa a finales del siglo XV y principios del XVI.
Desde entonces podría arriesgarse la opinión de que erróneamente decir "Occidente" fue igual a decir "Europa" desde la batalla de Lepanto hasta la Primera Guerra Mundial y digo erróneamente porque Occidente había sido en sus inicios conformado con los aportes culturales del Norte de Africa, Siria, Palestina y Bizancio. Baste un ejemplo, las grandes escuelas filosófico - teológicas que conformaron el substrato ideológico de Occidente fueron las de Alejandría y Antioquía a tal punto que influyeron de manera decisiva en la definición de dogmas ( o verdades de fe divinamente reveladas) en Concilios y disputas a lo largo de la historia.
Conclusión
El vocablo "Occidente" se acuña en el siglo II antes de Cristo y se basa en un texto escrito en griego "koiné glossa" en un libro que fue anexado a la traducción que hicieron los denominados Setenta Sabios (los LXX) de las Sagradas Escrituras del judaísmo más específicamente de la Toráh ( o la Ley).
Que esa traducción (o "versión" como es más correcto decir) fue encargada en el siglo III antes de Cristo por el poder político-cultural helenístico detentado desde el último tercio del siglo IV antes de Cristo por los sucesores del conquistador macedonio Alejandro Filípidas, que constituye su imperio a partir de su victoria en la batalla de Gaugamela en Mesopotamia a orillas del Eufrates en el año 331 antes de Cristo.
Que ese poder helenístico se mantuvo compartido ente Antíocos y Ptolomeos hasta que Roma hegemonizó esa región agregándola a su imperio tomando como centro efectivo el "Mare nostrum" o mar mediterráneo hacia finales del siglo II y principios del siglo I antes de Cristo.
Que en el texto griego del evangelista Mateo (capítulo 2, versículo 1) que suele datarse, después de Cristo, entre finales del siglo I y principios del siglo II, "Occidente" ya se supone el "centro" y "oriente" se menciona como un lugar indefinido en la periferia del imperio romano.
Que a finales del siglo IV después de Cristo el poder político-cultural romano encomendó a San Jerónimo en una "versión oficial" ante la profusión de versiones latinas vulgares - "vulgatas" - de las Sagradas Escrituras con el agregado del Nuevo Testamento que terminó a principios del siglo V.
Que la consolidación de "Occidente" se produjo inicialmente por el poder político de Roma tomando como base la cultura griega amalgamada por el judeo cristianismo.
Que esa construcción de "Occidente" supone los aportes posteriores del Islam incluso como reinterpretación del judeo-cristianismo y del trasvasamiento de los escritos filosóficos de pensadores griegos, puestos en valor entre los siglos XI y XIII incluso, para estudios teológicos.
que en la consolidación de "Occidente", además de los macedonios, romanos, bizantinos y las gentes del Norte, políticamente deben mencionarse hitos: Constantino emperador de Occidente en 312, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico: Carlomagno, Federico Barbarroja y Carlos V de Austria y el papa Inocencio III.
que "Occidente" compuso una "cultura occidental" que supone principios éticos emergentes tanto del judeo-cristianismo como del islam en los cuales la relación "divinidad/humanidad" o "Dios/hombre" implica códigos de convivencia y relaciones teológicas, antropológicas, psicológicas y ecológicas, no siempre respetados a lo largo de la historia.
que en este sentido (ético -religioso, cultural, en definitiva) el siglo XX "marca" la muerte de "Occidente" con las atrocidades del nazismo y las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki en represalia del ataque de "Oriente" a Pearl Harbor
que en consecuencia, "Occidente " no se reconstruirá sin los aportes éticos re-significados del judeo - cristianismos y del islam en una cultura que retome los elementos básicos greco-latinos.
Griegos y judíos
"Más allá de las aventuras de la sangre, más allá del casi infinito y ciertamente incalculable azar de los tálamos, toda persona occidental es griega y judía. No se dirá lo mismo de otras estirpes. La cultura germánica, por ejemplo, me atrae singularmente, pero es sabido que su culminación más cabal se produjo en Islandia, la última Thule de Virgilio, isla perdida que sólo pudo gravitar desde lejos en la historia del mundo. Sobre el monumento épico más antiguo de las literaturas germánicas, el sombrío Beowulf anglosajón, cae la luz de la Eneida, que es luz romana que refleja luz griega, y hasta los nombres de divinidades septentrionales que perduran en la nomenclatura de los días -Wednesday, día de Woden; Thursday, día de Thor - son meras traducciones vernáculas de Mercurio y de Júpiter."
"El orbe occidental es cristiano; el sentido de esta afirmación es que somos una rama del judaísmo, interpretada por sus teólogos a través de Aristóteles y por sus místicos a través de Platón. Como el Budismo o el Islam, el Cristianismo es un juego antiguo y delicado y complejo de hábitos mentales y emocionales que la voluntad no puede cambiar. Carlyle (observa Spencer) creó haber abjurado de la fe calvinista de sus mayores, pero en su nuevo mundo sin Dios persiste incólume el rigor de esa fe. El nietzcheano que se cree más allá del bien y del mal, juzga y condena a su enemigo según las tablas de los diez mandamientos."
"Jesús, en el Paraíso Recuperado, opone las artes y las letras hebreas a las helénicas, cuyo defensor es el diablo; en realidad los dos polemistas se complementan y son máscaras o facetas de Milton para el cual (pese al 'asqueroso hebraísmo' de que lo ha acusado Ezra Pound) su controversia era académica, ya que Israel y Gracia estaban reconciliados en él. Para esta reconciliación trabajó toda la escolástica; antes que los cristianos la emprendieron Filón de Alejandría y Maimónides. El método alegórico del primero inaugura el vasto proceso. Filón cree percibir las puras esencias platónicas en los ángeles del Pentateuco; desde el punto de vista de la crítica esta interpretación es indefendible, pero anticipa la fusión de las dos culturas."
"Los hechos que acabo de recordar son elementales y se aprenden (y olvidan) en las escuelas; no así lo que sugieren o enseñan. Sugieren que más allá de aversiones o preferencia, de filosemitismo o antisemitismo, somos irreparablemente judíos y griegos o, si se quiere, judíos helenísticos. Modificar esa condición secular no depende de nuestro arbitrio."
Notas
* César I. Actis Brú- Escritor, poeta y ensayista (22 libros publicados), Miembro Titular del Consejo de Investigaciones en la Universidad Católica de Santa Fe, Jefe de Relaciones Institucionales del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, Presidente del Centro de Estudios Hispanoamericanos, Miembro de la Asociación Amigos de Santa Fe la Vieja, Profesor de Teología Dogmática II, Antropología Teológica y Docente del Seminario Científico en la Facultad de Ciencias Económicas y Seminario Interdisciplinario de Síntesis Cultural en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Católica de Santa Fe, Docente del Seminario de Literatura Regional en el Instituto Superior Fray Francisco de Paula Castañeda, Miembro de la Sociedad Argentina de Teología, Miembro del Servicio Bíblico de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz.
(1) "Nosotros somos el ombligo del mundo". "Así hablaba Zaratustra", Friedrich Nietzche
(2) -De Zan, Julio Darío - "Introducción al trabajo interdisciplinario" - Cuadernos Interdisciplinarios Nro. 1 - Ciclo de Síntesis Cultural - Universidad Católica de Santa Fe.
(3)Actis Brú, César I. -"Algunos aportes para el diálogo epistemológico" - Ediciones Amaltea Santa Fe - Santa Fe - 1998.
(4) Espasa Calpe, Diccionario Enciclopédico Universal.
(5) "La Evangelización en el presente y en futuro de América Latina" - III Conferencia Episcopal - Puebla de los Ángeles - México - 1979.
(6) Caracterización basada principalmente en "Historia Universal" de César Cantú, "Estudio de la Historia" de Arnold Toynbee, e "Historia de Roma" de Teodoro Momsen.
(7) Martínez, Guillermo; "Borges y la matemática, Eudeba, Buenos Aires, 2003.
(8) Dos Santos Marcelo, El II libro de Judit, Nueva Literatura Argentina - Buenos Aires 2005.
(9) De Melitón de Sardis o Sardes - 171 (año ); De Orígenes - 230; De Atanasio - 326; De Cirilo - 348; De Hilario de Poitiers - 358; De Concilio de Laodicea - 363; De Epifanio - 368; De Gregorio Nacianceno - 370; De Anfiloquio - 380; De Rufino- 395; Además el concilio en Laódicea en 363 parece haber prohibido la lectura de los Apócrifos en las iglesias.
(10) Borges, Jorge Luis, "Israel, 1958", SUR revista bimestral Nº 254 septiembre-octubre de 1958, (Págs. 1 y 2).
Bibliografía
Biblioteca:
- Cantú, César - "Historia Universal" - Torino, 1837.
- Toynbee, Arnold - "Estudio de la Historia" - Oxford, 1961.
- Momsem, Teodoro - "Historia de Roma" - Leipzig 1887.
- De Zan, Julio - "Introducción al trabajo interdisciplinario" Cuadernos Interdisciplinarios N° 1 - Universidad Católica de Santa Fe - 1988.
- Actis Brú, César I. - "Algunos aportes para el diálogo epistemológico" Ediciones Amaltea Santa Fe - 1998.
- Martínez, Guillermo - "Borges y la matemática", Eudeba, Buenos Aires, 2003.
- Dos Santos, Marcelo, El libro II de Judit, Nueva Literatura Argentina - Buenos Aires, 2005.
Mapas:
Mapa de los tiempos de Nabucodonosor citado en Judit
Mapa de Occidente en la época de redacción de Mateo
Mapa del imperio Macedónico en la época de redacción de Judit
- Artehistoria.com. Ediciones Dolmen, S.L. - 2002.
Asistentes para el Trabajo Intelectual:
- La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina - III CELAM - Puebla de los Ángeles - México 1979.
- Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Corominas, Joan - Gredos, Madrid, 1996.
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- Dheilly J. Diccionario Bíblico, Editorial Herder, Barcelona, 1970.
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- Diccionario Griego - Español, Ediciones Spes, Barcelona, 1959.
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- Novi Testamenti Biblia Graeca et Latina - Ioseph M. Bover - Editio Altera - Matriti MCML.
- El Libro del Pueblo de Dios, la Biblia, versión rioplatense, Trusso Levoratti, Buenos Aires, 1981.
- Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight:
The Catholic Encyclopedia, Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online
Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.
- BibleWorks, LLC Copyright © 1998:
WTM - The Westminster BHS Morphological Database.
GNM - The Friberg Greek New Testament Morphology Database.
BNM - The BibleWorks Greek New Testament Morphology.
BLM - The BibleWorks LXX Morphology.
BGM - The BNM and BLM in a single version.
SCM - The Morphology for Scrivener's GNT.
BYM - The Morphology for the Robinson-Pierpont GNT.
STM - The Morphology for the Stephanos GNT.
APÉNDICE I
En los albores del período histórico, en la franja situada al sur de Siria, atravesada por el valle del Jordán, estaban establecidos los cananeos. Allí se hallaba uno de los más antiguos focos de civilización conocidos: Jericó, cuyos habitantes venían desempeñando el papel de intermediarios en las relaciones comerciales entre el mundo mesopotámico y el valle del Nilo. Pero el verdadero protagonista de la historia palestina es el pueblo hebreo, semita, cuyas creencias, recogidas en la Biblia, se cuentan entre las doctrinas religiosas y morales que mayor influencia han ejercido a lo largo de la historia.
Al parecer, en torno a 1200 a.J.C. los israelitas, cruzaron el río Jordán e irrumpieron en el país de los cananeos - que los llamaron hebreos, que quiere decir extranjeros o gente de la otra orilla -, lo hicieron aprovechándose de la debilidad de Egipto, que se iba replegando progresivamente de Asia.
Pero apenas establecidos, el reflujo de los llamados pueblos del mar alcanzó a Palestina. Pertrechados ya con armas de hierro, uno de estos pueblos, los filisteos (de cuyo nombre deriva el de Palestina) acabó por someter toda la región, subyugando a cananeos e israelitas.
Hacia el año 1000 a.C., con el rey David, los israelitas modificaron a su favor la situación, y los filisteos desaparecieron de la historia. David fijó la capital en Jerusalén e Israel entró en una fase imperialista que le llevó a dominar una amplia región entre el Mediterráneo y el alto Eufrates. Pero los pueblos conquistados (moabitas, edomitas, ammonitas) no tardaron en sublevarse, y el reino de Israel, tras la muerte de Salomón (922 a.C.), hijo y sucesor de David, se escindió en dos Estados: Israel, al norte, centrado en la región de Samaría, y Judá, al Sur, con capital en Jerusalén. La presencia del poderío asirio en el escenario palestino en el siglo IX a.C., obligó a Israel a aliarse con Judá y con los Estados sirios.
Tras la derrota de Asiría, reinando Acab (o Ajab) en Jerusalén, y en tanto este imperio recobraba fuerzas, Israel hubo de enfrentarse con sus anteriores aliados sirios antes de lanzarse a la recuperación del perdido esplendor de los tiempos de David.
El resurgir asirio bajo Sargón II (sigloVIII a.C.) se tradujo en la destrucción de Israel. Los asirios habían adoptado la costumbre de deportar las oligarquías de los pueblos conquistados, a fin de que éstos, privados de jefes, fuesen fácilmente sometidos. La clase dirigente de Israel sufrió esta suerte.
En cuanto a Judá, Senaquerib, sucesor de Sargón, sitió Jerusalén (701 a.C.), pero no consiguió expugnarla, pues la amenaza egipcia y los desórdenes internos le aconsejaron levantar el asedio. Judá reconoció un vasallaje formal respecto de Asiría, y ello le permitió conservar su identidad, pero en cuanto esa potencia empezó su declive, los judíos reafirmaron su independencia - 640- 609 a.C. Incluso se lanzaron a una política expansiva, posible por el vacío que había dejado en la región la decadencia de Asiría. Pero cuando emergió el Imperio neobabilónico, hacia 600 a.C., Judá volvió a entrar en la esfera de influencia de un poder extranjero.
Nabucodonosor II, en 609, conquistó Jerusalén, destruyó el templo de Salomón y deportó a la aristocracia judía a Babilonia. Este período, conocido como de cautividad, inició el fenómeno de la diáspora y representó, paradójicamente, un momento de auge de la cultura hebrea, con la compilación de la Biblia y la sistematización de otras doctrinas tradicionales. Cuando el Imperio neobabilónico fue destruido por los persas, éstos permitieron a los judíos deportados regresar a la patria a condición de reconocer su vasallaje. No todos retomaron, pero los que lo hicieron constituyeron un foco cultural y religioso cuya máxima expresión fue la reconstrucción del templo de Salomón (completada hacia 515 a.C.).
El prolongado período de paz bajo la dominación persa, en cuyo transcurso el arameo desplazó al hebreo como lengua de uso, dio paso, sin sobresalto alguno, a la incorporación de Judea al imperio de los sucesores de Alejandro Magno (siglo III a.C., Tolomeos de Egipto primero, Seléucidas de Siria después).
El nuevo ámbito político facilitó aún más la diáspora judía, y se inició un provechoso contacto con el mundo cultural helenístico. La traducción de la Biblia al griego en Alejandría (versión de los Setenta) significó un paso decisivo en la difusión universal de las doctrinas hebreas.
Sin embargo, los Seléucidas, rompieron la tradición de tolerancia de la que se habían beneficiado los judíos hasta el momento, y trataron de imponer una helenización forzosa en la cultura y la religión. La resistencia quedó plasmada en los libros bíblicos de Daniel y Ester y en la rebelión capitaneada por los hermanos Macabeos (160 a.C.). El debilitamiento del Imperio seléucida, carcomido por las luchas internas, devolvió a los judíos cierta tranquilidad e incluso la independencia durante un siglo, gobernados por unos sacerdotes-reyes descendientes de los Macabeos, hasta la anexión por Roma a mediados del s. I a.C.
Roma ya había conquistado Siria y aprovechó las luchas dinásticas que sacudían Jerusalén. Los romanos reconocieron como rey a Herodes (73-4 a.C.), hijo de Antípatro, un alto dignatario judío favorable a Roma. Herodes, muy helenizado aunque cumplidor de la ley mosaica, llevó el orden y una relativa prosperidad a su pueblo, pero se ganó la enemistad de los celosos de la ortodoxia. Éstos alimentaron un clima apocalíptico y de expectativas mesiánicas, que convirtieron Palestina en un hervidero de rebeliones que los reyes, siempre sostenidos por Roma, no consiguieron superar, arrostrando ellos mismos una gran impopularidad con independencia de lo acertado de su gestión.
Esta atmósfera de deterioro estalló en 66 d.C. en una rebelión que culminó en el año 70, siendo Tito emperador en Roma, con la toma de Jerusalén y la destrucción definitiva del templo.