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SAN JERÓNIMO. Marco iconográfico Hispanoamericano
Jorge Taverna Irigoyen
El arte de la imaginería, por sobre códigos y lineamientos metodológicos, siempre ofrece nuevos sesgos analíticos que –más allá de la investigación pura- mueven y conmueven a enfrentar otras valoraciones. Algunas, caso de la presente, quizá no constituyan aportes sustantivos sino, más bien, simples selecciones de fuentes más o menos ordenadas y con un fin común de nucleamiento configurador. No obstante, y específicamente la iconografía del Dr. San Jerónimo , arroja un cúmulo de interesantes testimonios dentro del esplendor de las artes en las Indias Occidentales y más específicamente en el territorio que a partir de 1776 constituyó el virreinato del Rio de la Plata. Doctor de la Iglesia cuya fecha se recuerda el 30 de septiembre, es curiosamente Patrono de dos de las ciudades más antiguas y de mayor relieve historiográfico: las ciudades capitales de Santa Fe y de Córdoba. En respuesta hagiográfica, San Jerónimo es representado como penitente, semidesnudo, golpeando su pecho con una piedra y contemplando en éxtasis un crucifijo. Otra representación menos frecuente, es con vestidura de cardenal. En este caso, el capelo cardenalicio, el león, la pluma, la calavera y la corneta del Juicio Final son sus atributos. Adolfo Luis Ribera(1) destaca la imagen existente en la Iglesia Matriz de Santa Fe, antigua e interesante escultura en madera policromada y la que se conservaba por entonces en el Museo de la Catedral de Córdoba: talla de gran tamaño, de posible procedencia hispánica. No se reproduce ninguna de las dos en el valioso material que ilustra la obra. La imagen del San Jerónimo penitente que atesora la ciudad de Garay, de factura hispanoindígena, suele ser remontada a los tiempos fundacionales del primer asentamiento.Y si bien no se precisan datos fidedignos, ya en oportunidad del traslado al actual emplazamiento, la Iglesia Matriz de Todos los Santos, hoy Catedral Metropolitana, figura en 1650 con algunas referencias a su patrimonio religioso y de bienes muebles. El 21 de febrero de 1657, el vicario Francisco Luján y Rojas presenta un auto del Obispo fr. Cristóbal de Mancha y Velazco, dado en Buenos Aires el 22 de diciembre del año anterior 1656, ordenando al Cptan. Juan Cuello Magris, como albacea de Francisco Jorge, entregar 300$ con destino al altar Mayor y ornamentos del Patrono San Jerónimo(2).De acuerdo a la historiadora J.Catalina Pistone, la orden probablemente no fue acatada, y lo presumimos debido a que el Cabildo, en la reunión del 24 de octubre de ese año, conminó a Cuello Magris al cumplimiento de la misma(3). Lo cierto es que la imagen en sí, que era sacada procesionalmente todos los años, para su festividad, y aún en otras ocasiones especiales de prédicas (épocas de sequía, hostigamiento de los indios, pestes) estaba ya entonces en regular estado de conservación. En 1689, el cura vicario Diego Fernández Ocaña hace una petición expresa en relación a los ornamentos del altar mayor. Solicita ayuda al Cabildo a fin de construir otro, por hallarse muy viejo, maltrecho y llano el que sostiene las imágenes de San Jerónimo y San José(4). No hay referencias a las imágenes en sí. Un trabajo de Luis Alberto Candioti, presentado ante la Junta Provincial de Estudios Históricos(5) advierte que no existe documento alguno que precise la oportunidad y la fecha en que fuera señalado Santo Patrono de Santa Fe. (Comprobaremos que ocurre algo similar en lo que respecta a la ciudad de Córdoba). Se deja flotar la presunción de que en actas perdidas del Cabildo pueda haberse consignado tales datos, y aún el autor consigna la factibilidad de que pudo haberse efectuado sorteo, como sucedió en Buenos Aires, donde se prepararon cédulas para que el azar decidiese cuál Santo debía venerar la ciudad, encomendándose a su protección. Lo cierto es que el Santo de Stridón fue el único Santo Patrono conocido de la ciudad de Garay. La primera noticia que se posee sobre la celebración de la fiesta de San Jerónimo, la registra el acta Capitular del 10 de diciembre de 1590. Para esa fecha –en que la ciudad aún no poseía la Iglesia Mayor- los Regidores, todos juntos trataron y acordaron que cometían y cometieron unánimes y conformes, de hacer todas las cosas necesarias para regocijar la fiesta del Patrono San Jerónimo. El suceso, recuerda Luis Alberto Candioti, era presidido por el Alférez Real, entre una muchedumbre convocada oportunamente por el Cabildo, a través de pregoneros que invitaban desde días antes a la celebración. Celebración que incluía –a igual que los festejos patronales de la ciudad de Córdoba- la realización de pujas de toros: acto que corría a cuenta del Mayordomo de la ciudad en su organización. La santa misa, el paseo solemne del estandarte real, la salida procesional del Santo, constituían parte de los oficios. Y todos los 30 de septiembre se renovaban los rituales, salvo en casos muy precisos –según sucedió en 1662, por razones de una incursión armada- en que, al suspenderse los festejos, el Cabildo actuaba con mucho celo para acordar lo más conveniente(6). Es de consignar que la talla policromada del santo, de acuerdo a fuentes diversas, habría permanecido depositada durante largas épocas en la casa del Mayordomo y no en la Iglesia Mayor. Este hecho, hace coincidir a algunos autores respecto al escaso cuidado de la imagen original y su progesivo deterioro, sumado a las salidas procesionales. En acta del Cabildo de 1617, se nombra Mayordomo al Alcalde don Manuel Martin, a fin que tomara las providencias necesarias, con el Cura Rector, para que se haga procesión con la mayor decencia, y se restituya la imagen del Santo al Altar y Capilla, de donde no debe moverse sino en contadas oportunidades. Guardián y Protector, el Santo continuó saliendo del templo por lo menos una vez al año, aunque la ciudad y sus devenires impulsaron a que –plagas, guerras, pestes mediante- las oportunidades de su ofrenda pública se multiplicaran. Floriano Zapata(7) aporta un dato curioso y muy significativo en lo que respecta a los orígenes y naturaleza del San Jerónimo de culto. Hay también en la Matriz un San Jerónimo en actitud de dolorosa penitencia, golpeándose el pecho con una piedra para domar los apetitos que acosaban aquél cuerpo, en medio de los desiertos y de una vida austera consagrada sin descanso a la oración y las meditaciones de la fe y de las grandes verdades del cristianismo. En este punto, hace una aclaración puntual: Esta santa efigie formó parte del oratorio privado de uno de nuestros abuelos, don Gabriel de Quiroga, y fue traída de España a fines del siglo pasado, junto con un San José y un San Antonio que existen en Paraná. Es decir que, de acuerdo a este testimonio, a fines del siglo XVIII el San Jerónimo de la actual Catedral habría sido suplantado por una nueva imagen. Nueva imagen que también abriría más de un interrogante respecto a su conservación, antigüedad y procedencia, en un análisis reservado a especialistas en imaginería. José Rafael López Rosas ratifica en el capítulo Arte Religioso en Santa Fe, existe un San Jerónimo del siglo XVIII, dato que coincidiría con el precedente(8).La talla, sin embargo, ofrece sesgos para la duda, quizá sustentados los más por repintados y malas tareas de restauro sufridas. No obstante, y ateniéndonos a ciertas pautas cronológicas inverificables, una primera imagen de San Jerónimo, sujeta a las ya apuntadas salidas procesionales y otras circunstancias adversas, habría estado expuesta sólo durante un par de siglos. No sería del todo aventurado suponer que la segunda podría haber sufrido un cuidado similar o, al menos, influencias de otras manos sobre su factura original. Al respecto, conversaciones mantenidas hace tres décadas con el Dr. Agustin Zapata Gollán, incentivaron en este autor dichas dudas. ¿Factura hispano-indígena de la talla? ¿Antigüedad remontable? Héctor Schenone ubica a la pieza como de escultor anónimo rioplatense, siglo XVIII, en su notable obra Iconografía del Arte Colonial, Los Santos, que editara Fundación Tarea.Y algo de esto quedó testimoniado en un breve trabajo publicado con anterioridad en esta misma revista por quien firma, sobre la Iconografía religiosa hispanoamericana en Santa Fe(9). El prestigioso Héctor Schenone registra, en otro exhaustivo trabajo sobre Imaginería, incluído dentro de la Historia General del Arte en la Argentina, la existencia de un San Jerónimo menos conocido pero muy valioso, dentro de la provincia de Santa Fe. Se trata del que se adoró en el antiguo asentamiento indígena llamado San Jerónimo del Rey, convertido hoy en la ciudad de Reconquista. Esa imagen, que como el asentamiento poblacional de los abipones sufrió diversas vicisitudes, hoy se exhibe en el altar mayor de la blanca capilla de San Jerónimo del Sauce. Casi perdida entre las cintas que hoy le ofrecen los devotos y las flores de plástico que han reemplazado ya a las tradicionales de papel. En esta piadosa figura, se renuevan viejos patrones iconográficos, pero interpretados a la manera barroca; y sin ser muy original, es de noble y elegante traza(10). La reproducción gráfica de la imagen en la citada obra, muestra la nobleza de su factura italianizante Es de abundar, al respecto, que en general la talla se mantiene en buen estado, salvo el hecho que hace unos años, en su mano izquierda se le ha agregado una barra, en la cual aparenta sobrevolar un angelillo. Esta imagen aparece registrada en diversos documentos que hacen a la historia de esa posta de correos entre Santa Fe y Córdoba, que constituyó durante años la población de San Jerónimo del Sauce. En la época de los jesuitas, éstos habrían asentado una reducción con indios abipones en el Chaco, cerca del arroyo del Rey, bajo la advocación de San Jerónimo como Santo Patrono, cuya imagen de madera policromada habrían traído de Europa, según el estudioso Miguel Angel Bolcatto(11). Cuando los jesuitas fueron expulsados de América, estos indígenas se dispersaron y vuelven a tener protagonismo hacia 1825. Es cuando el entonces gobernador Gral. Estanislao López dispone reforzar la Posta de El Sauce con aquellos abipones dispersos de San Jerónimo del Rey, que habían pasado a la localidad correntina de Santa Lucía, por frecuentes enfrentamientos con los mocovíes. Los abipones traen su estatua y su devoción al santo(12). Ya se ha formulado que –salvo pocas opiniones en contrario- la advocación a este santo por parte de los primitivos pobladores de la ciudad de Córdoba es incierta en sus orígenes. Al fundarla Jerónimo Luis de Cabrera el 6 de julio de 1573, destinó el sitio para la Catedral, el Cabildo, la Plaza Mayor. Sin embargo, como lo apunta Victor Manuel Infante en documentación propia a la que accedí, mucho tiempo corrió hasta que en la Catedral estuviera la figura del Santo Patrono –hipotéticamente elegido en honor del nombre de pila del fundador- en uno de los altares principales del crucero. Según testimonios avalados por la tradición oral, recién a fines del 1800 una familia de altareros, los Font, modelaron una figura del santo un poco más grande del tamaño natural, desnudo, como ermitaño. Imagen en parte tallada y terminada con tela encolada, policromada, sobre una base baja con hierros, para poder sacarla en procesión, en hombros de los seminaristas. Esta acción, repetida todos los 30 de septiembre, día del Patrono, era complementada con telas color morado, que cubrían la desnudez del santo. El propio Infante destaca que esta imagen, que se exhibe hoy en el magnífico Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda, de su dirección, está bien conservada y constituye una de las piezas importantes del patrimonio del mismo. Héctor Schenone, en el ya referido capítulo de Imaginería incluído en la obra Historia General del Arte en la Argentina, destaca asimismo los méritos de un relieve de San Jerónimo penitente, del siglo XVI, que constituye otra pieza del acervo del citado Museo de Arte Religioso de Córdoba. La composición de la escena sigue una fórmula muy reiterada en la época, pero los elementos que la integran, de un resalte finamente graduado, contribuyen a singularizarla entre sus contemporáneos(13). Victor Manuel Infante también refiere a este bajorrelieve policromado, de buena factura, con la primitiva belleza de un árbol trabajado en oros en el plano posterior, que con anterioridad estuvo mucho tiempo en el Seminario de Córdoba. En la Catedral de Córdoba, en el gran altar del crucero, a la derecha del Altar Mayor, se expone la tela al óleo de San Jerónimo enviada desde España y que muestra al santo inclinado, leyendo las escrituras y, desde el ángulo superior izquierdo, iluminado por un haz celestial. Atrás, una cueva que puede ser la de Calquis o la de Belén. A ambos lados de la nave, han sido ubicados los evangelistas Lucas y Mateo, y en la culminación opuesta, un óleo central sobre San Pedro, acompañado por las imágenes de bulto de los evangelistas Juan y Mateo. Rodolfo Gallardo(14)observa que las telas de San Jerónimo y de San Pedro, son de origen incierto. Asimismo recuerda que cuatro altares se armaban a manera de posas en las esquinas de la plaza, donde la procesión se detiene para entonar cánticos y rezos del ritual, y también la procesión del Santo Patrono de la ciudad, San Jerónimo,el eremita de Aquilea, cuya devoción se debe, tal vez, al hecho de ser el nombre del fundador de la ciudad. Hecho que prendió fuerte en su pueblo, y se conserva en una calle lateral de la Catedral, aunque ya no esté en la hornacina de entrada del Cabildo, donde presidía el paso de las horas cordobesas. En un trabajo de Luis Roberto Altamira, referido a los pintores y las pinturas de Córdoba entre los siglos XVII y XVIII, se consignan dos datos confluyentes respecto a este óleo del santo.Hacia 1734 se describe la pobreza de la Catedral, y el Obispo José Antonio Gutiérrez de Zeballos informa a la Corona que en la misma falta todo lo necesario del ornamento interior en tabernáculos, retablos, cajones, sillería y recado de sacristía. Y el Obispo Pedro Miguel de Argandoña, en carta de abril de 1758, ratificó lo expuesto por su antecesor, diciendo que se halla desnuda de ornamentos y más adornos precisos. Un lustro después, se elabora bajo el gobierno de fray Manuel Abad Illana el segundo inventario de la Catedral (el primero se había efectuado en 1744) y ahí aparecen enumerados por primera vez varios lienzos. Y entre los diez correspondientes a Espisodios de la vida de María Santísima, comprados en Lima, una Anunciación, un San Juan Bautista, San Pedro, San Pablo, veintiséis cuadros de los Profetas, trece retratos de los Obispos que hasta 1763 gobernaron la diócesis del Tucumán y la pintura de San Jerónimo(15). El mismo trabajo, y como dato interesante, ilustra el proyecto de Pedro Arnal, para los altares de San Pedro y San Jerónimo en el edificio de la Catedral de Córdoba. Dicho proyecto, obra del citado artista español, fue aprobado oportunamente por la comisión de arquitectura de la Real Academia de San Fernando. Lo conserva como tal, ya que nunca fue ejecutado, el Instituto de Estudios Americanistas de Córdoba. La iconografía hispanoamericana del santo de Stridón se basa, como ha quedado dicho, en su representación como anacoreta, haciendo penitencia y escribiendo en una cueva. Esta es la más popular. Semidesnudo, cubierto en oportunidades por un manto rojo, se golpea el pecho con una piedra mientras contempla la cruz. Símbolos complementarios son libros, el tintero y la pluma, una calavera, un árbol o una rama de la cual se hace pender el capelo cardenalicio, y a veces una vela encendida. La trompeta del Juicio Final, la clepsidra, el león echado a sus pies, una biblioteca, la visión de las Postrimerías, son otros aportes iconográficos que cada imaginero incorpora o no a su interpretación. Cada uno tiene un significado preciso en la vida de San Jerónimo: hasta los lentes, que a veces son adicionados a su rostro, y que se corresponden –de acuerdo a una carta a San Eustoquio- a su progresiva pérdida de visión. Otra menos difundida lo representa como cardenal, aunque -como lo puntualiza Héctor Schenone, a veces ambos tipos puedan aparecer unidos. Y el investigador también aclara, al respecto, que el santo nunca tuvo categoría de purpurado, ya que por entonces no existía dicho cargo. Fue, sí, secretario del papa San Dámaso, hecho que lo involucraría en una equívoca tradición cardenalicia. México, Guatemala, Perú, Ecuador, atesoran tallas, grabados y lienzos de San Jerónimo en iglesias, catedrales y otros repositorios. Las más pertenecen a los siglos XVII y XVIII. En algunos sobresale la influencia europea, fundamentalmente española ,italiana y alemana (caso de Durero en reiterpretaciones de estampas). En otros, caso del anónimo cuzqueño del siglo XVII de la iglesia de Belén, Cuzco, Perú, aparece toda la honda primitividad vernácula articulada en una mística ingenuista: San Jerónimo lee, un ángel le señala el cielo donde aparece Jesús ante un arcoiris, mientras bajan otros ángeles tocando trompetas y los muertos salen de sus tumbas, junto a un esqueleto envuelto en serpientes. Escenas que tanto toman la vida del santo, como su muerte. Y que, más allá de incorporar al culto artísticamente la visión de su figura de Doctor de la Iglesia, traductor del Antiguo Testamento, de los Salmos y otros textos eucarísticos, revelan el poder que mantiene como Protector y Guardían de ciudades varias veces centenarias como Santa Fe y Córdoba, en el territorio del Rio de la Plata. Notas:(1) Adolfo Luis Ribera y Héctor Schenone.El Arte de la imagineria en el Rio de la Plata. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ingeniería y Urbanismo. 1948. Buenos Aires. (2) Cabildo de Santa Fe. Actas Capitulares. Tomo 1.Cfr.Andrés Roverano.Santa Fe La Vieja. Santa Fe, 1960. (3) J.Catalina Pistone.El arte en Santa Fe. Siglos XVII, XVIII y XIX. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe. T.5,2ª. Parte.1974. (4) Cabildo de Santa Fe. Actas Capitulares. Tomo V. Cfr.J.Catalina Pistone.El Arte en Samta Fe. (5) Luis Alberto Candioti. El Patrono de Santa Fe. San Jerónimo.Rev. Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. Tomo XLVI-1973. (6) Ibid. (7) Floriano Zapata- La ciudad de Santa Fe. Sinopsis. La obra del Censo Nacional. Santa Fe, 1899. (8) José Rafael López Rosas. Santa Fe, aquél rostro. Su historia, su política, su cultura. Ed. Municipalidad de Sannta Fe. 1997. (9) J.M.Taverna Irigoyen-Iconografía religiosa hispanoamericana en Santa Fe. Revista América. Centro de Estudios Hispanoamericanos. Santa Fe, 1992. (10) Héctor Schenonne- Historia General del Arte en la Argentina. Tomo I. Academia Nacionnal de Bellas Artes. Buenos Aires, 1982,. (11) Miguel Angel Bolcatto. La india rubia. La Voz de la Ciudad.N° 12. San Carlos Centro, 1999. (12) Ibid. (13) Héctor Schenone-Imaginería. Historia General del Arte en la Argentina. Academia Nacional de Bellas Artes. Tomo I. Buenos Aires, 1982. (14) Rodolfo Gallardo. Las iglesias antiguas de Córdoba. Fundación Banco Boston. s/f. (15) Luis Roberto Altamira. Córdoba.Sus pintores y sus pinturas. (Siglos XVII y XVIII) Instituto de Estudios Americanistas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. 1954. |