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UN DEBATE HISTÓRICO NECESARIO:
Capitalismo castas y clases sociales, en la Santa Fe colonial Felipe Justo Cervera (*)
“Pensar históricamente ... José Luis Romero I- INTRODUCCIÓNEn la historia de toda sociedad es frecuente la existencia de temas tabúes; tabúes porque, más allá de su grado de verdad, afectan intereses de mucho peso, o valores consagrados por la tradición, o formas rechazadas por una nueva y avasallante socialización, y entonces se los excluye del circuito aprobado de comunicación social. O también, a veces, porque afectan horizontes ideológicos de sectores que, aunque minoritarios, poseen poder de veto en la sociedad: grupos religiosos, políticos, académicos, militares, étnicos. En la historiografía argentina de la época Colonial ha existido siempre uno de esos temas, cuyo tratamiento se ha obviado, deliberada y largamente: el de su sistema económico y de su estructura social. Hablar de la posibilidad de capitalismo y clases sociales en la Colonia sonó siempre a herejía intelectual, partiendo dicha posición de una postura que valora más la tradición que la razón; más las creencias que la verdad emanada de los hechos de la realidad. Esto, más allá de unos pocos autores (contados con la mitad de los dedos de una mano) que se internaron en el problema, aunque, admitamos, sin profundizarlo; caso concreto de Sergio Bagú (con quien tuvimos el privilegio de trabajar un año), tan sólido conceptualmente como poco difundido y, peor aún, ignorado. Pero a esta altura del desarrollo de las ciencias sociales resulta no sólo útil sino también necesario abordar el análisis de nuestro pasado con criterios interpretativos amplios y objetivos. Esta razón constituye el basamento del presente trabajo: un intento de acercar el ayer al hoy con espíritu más realista y crítico; desmitificando algunas versiones idílicas, a veces meramente peyorativas, fuertemente basadas en el abundante uso de adjetivos superlativos. Es también un intento de desenterrar, para luego encastrar mejor, las piezas de algo que nos pertenece, la memoria de nuestro pasado como habitantes de este paisaje humano, memoria que resulta necesario rearmar con objetividad. II- CONCEPTOSa) En los últimos 2500 años, y desde que comenzara a organizarse nuestra civilización occidental, es indudable que, junto a la creación de las grandes religiones universales (hinduísmo, 1.500 años AC; budismo, 500 años AC; cristianismo; islamismo, siglo VII de nuestra era), del pensamiento y arte griego, y del derecho romano, seguramente el surgimiento, aplicación, y desarrollo del sistema capitalista, constituye el hecho más decisivo y modelador de la historia mundial. Pese a ello nuestra historiografía nacional, con escasa excepciones, ignoró siempre la existencia e imperativo rol del capitalismo en la organización de la sociedad colonial argentina, al igual que la consideración de la estratificación social en la época. Este trabajo se centra sobre ambas cuestiones, pero referido al interrogante de cuál fue el sistema de la Colonia en un espacio menor, el de Santa Fe (Argentina), fundada como centro urbano por Juan de Garay en 1573, sobre la margen derecha del río Paraná, casi en el límite norte de la rica región pampeana templada. En 1660 se traslada 70 kms al sur (a los 31 grados y 32 minutos de latitud sur, y 60 grados y 40 minutos de longitud oeste), sobre una privilegiada encrucijada natural en la relación oeste-este del espacio que hoy constituye la República Argentina, perteneciente entonces al Virreynato del Perú. Esta encrucijada será fundamental en la relación comercial entre Asunción del Paraguay, el noroeste argentino, y el importante mercado del Alto Perú; y convertirá a Santa Fe en “puerto obligado” de transferencia comercial y, ya en el siglo XVIII, en “Puerto Preciso” por disposición real; y, más específica y operativamente, en factoría de dos bienes altamente preciados en la época: yerba mate y tabaco. En ese entonces Santa Fe abarcaba también la actual provincia de Entre Ríos, que recién en 1782 adquiere una virtual autonomía(1) al crearse en su jurisdicción una autoridad propia. Para una ubicación demográfica tenemos que, hacia 1700, la población de la ciudad de Santa Fe alcanzaba unos 2.000 habitantes, llegando a 4500 en el 1800 según Félix de Azara. Nuestro análisis toma los 200 años que van desde principios del siglo XVII hasta inicios del siglo XIX. El interrogante que pretendemos dilucidar es: en el universo conocido como “La Colonia”, ¿en base a que sistema socio-económico se organizó la sociedad santafesina? b) Desde mediados del siglo XV, como consecuencia de los profundos cambios económicos producidos en Europa tras las Cruzadas, con el surgimiento de la banca (cheques, cartas de crédito), el creciente incremento del intercambio comercial con Asia y dentro de la misma-Europa, el surgimiento de Estados centralizados (España, Inglaterra, Francia, Portugal, luego el imperio Austro-Húngaro, Holanda), el desarrollo de la ciencia, el avance en las técnicas de navegación (brújula, confección de primeros mapas), el incremento del nivel de vida, y el ímpetu del capitalismo mercantil en ascenso, se impulsó la expansión europea sobre el mundo. América pasó a ser uno de los espacios invadido y ocupado con objetivos declamados de “abrir nuevas rutas al comercio”y “evangelizar a los paganos”. En realidad, como dice Halperin Donghi, con el fin latente de conquistar riquezas y territorios a cualquier precio(2). Dentro de esta expansión se ubica el Río de la Plata. Penetrado militarmente por Pedro de Mendoza, fundador de la primera Buenos Aires (1536), constituyó punto de partida para la conquista de las tierras aledañas al río Paraná hasta llegar a Paraguay, con la fundación de Asunción por Juan de Salazar en 1537. Desaparecida la ilusión de existencia de minas de plata en la región y, con ello, de rápido enriquecimiento, en sustitución nacerá una economía agrícola en Paraguay y Misiones (en base a la utilización de mano de obra indígena), y una economía ganadera (vacuna y mular) hacia las zonas más templadas del sur, con ejes en Santa Fe (fundada en 1573) y Buenos Aires (refundada en 1580), a través del desalojo de los indígenas de las tierras más accesibles y ricas, así como más fáciles de defender frente a la lógica reacción armada de los expulsados. Este surgimiento económico, que exigía asentamientos poblacionales permanentes, implicó el nacimiento de un nuevo ordenamiento del espacio, desplazando las formas indígenas técnica y socialmente menos avanzadas. Significó también generar una nueva estructura social y establecer principios que rigieran la relación entre los hombres, y entre estos y los bienes. Así nace el tema, y el problema, de la organización socio-territorial de Santa Fe. Y nace, también, el interrogante básico: ¿qué sistema socio-económico, y forma de sociedad, instituyeron esos nuevos pobladores?, ¿qué intereses y necesidades buscaron satisfacer: sociales, individuales, de grupo? c) A manera de adelanto caracterizamos lo concretado en Santa Fe como: Sociedad colonial de capitalismo comercial, en particular a partir del traslado de la ciudad a su actual ubicación (1660), coexistente con el modo precedente de producción campesino-artesanal; altamente dependiente, en cuanto a posibilidades de crecimiento económico de la función “encrucijada natural” (lugar obligado de paso dado su notable ubicación geográfica); en lo que hace a estratificación social se encuentran relaciones sociales de clase (españoles pobres y criollos) junto a castas (indios y esclavos), y un sector minoritario de familias de clase alta que estructuran un grupo endogámico con pretensión estamental, que se organiza como clan, convirtiéndose pronto en “casta dirigente”, y se proyecta exitosamente en la estructura de poder de la provincia durante más de 3 siglos, conformando una oligarquía política, tema este que hemos desarrollado ampliamente en “Nepotismo y Economía en Santa Fe”. El capitalismo comercial se desarrolla con fuerza en Santa Fe como consecuencia del fracaso de la encomienda. La incapacidad de crecimiento autónomo, en una economía sin diversificación productiva (basada exclusivamente en la ganadería y el comercio de yerba mate) ni desarrollo tecnológico, y alta dependencia de un único mercado externo comprador (Alto Perú), llevará a organizar un aparato estatal monolítico y cerrado, basado en el decisivo peso de las instituciones en la organización de la sociedad , que asegure la concentración del excedente económico en manos del grupo controlador de esa forma productiva no diferenciada, aparato prolongado en el tiempo mientras la estructura no se modifique, lo que permitirá la vigencia política del clan hasta 1941. d) Obviamente, enfrentamos lo que, para muchos, es la clave de nuestra historia Colonial: ¿en base a qué sistema se organizó la América Colonial?: ¿Patriarcal? ¿Esclavista? ¿Feudal? ¿Artesanal-campesino? ¿Capitalista? ¿Socialista?. En ese entonces América formaba parte de la periferia del mundo. En esta periferia se crearon formas no puras: en muchas áreas (particularmente mineras y de cultivos industriales) se generaron estructuras de tipo feudal, con mucho de esclavismo (encomienda, mita, yanaconas). Pero en las regiones más pobres, menos capaces de producir grandes y rápidas riquezas a la Corona y a los propietarios de los monopolios comerciales de Cádiz y Sevilla, como, por ejemplo, las llanuras que desembocan en el Río de la Plata (y dentro de ello Santa Fe), aptas únicamente para una economía ganadera, considerada inferior en la organización económica colonial dada su bajísima rentabilidad, surgió una forma artesanal-campesina que derivó, avanzando el siglo XVII, y claramente en el XVIII, en capitalismo comercial con desarrollo de clases sociales. Denominamos artesanal-campesina, siguiendo los lineamientos de André Marchal y Jean L´Homme(3), a una forma económica-social basada en la producción de bienes artesanales y agrarios por propietarios dueños de los medios de producción, donde hay libertad de trabajo, con sustancial contenido de autosuficiencia en un agrupamiento demográfico medianamente importante, de características rural-urbanas (tales como las que se daban en las pequeñas ciudades fundadas por los españoles en el actual territorio argentino), y que mantiene una débil relación de intercambio comercial con el resto de los núcleos existentes en el espacio mayor debido a que posee escasa producción excedentaria. En Santa Fe, en los primeros años de vida se pretendió imponer la encomienda, forma de clara reminiscencia feudal(4) , que entre nosotros también fue esclavista en cuanto el individuo era “obligado”, por la fuerza del Estado, a someterse, convirtiéndose socialmente en “objeto de uso”. El fundador dotó con encomiendas a los españoles que lo acompañaron en su gesta, pero, debido a la rápida desaparición de la mano de obra indígena local, hacia 1610 la encomienda ya se había desvanecido. Recordemos que, como consecuencia del nivel de barbarie de la conquista, en Hispanoamérica el brusco descenso de población constituyó un hecho genérico y temprano: para 1600 es apreciable en todo el continente (y aún años antes en América Central y México), obedeciendo a: muertes en luchas por resistencia a la conquista; destrucción de los grupos familiares por separación forzada del varón para su uso como mano de obra; consecuente descenso de la natalidad; muertes por epidemias causadas por enfermedades traídas por los españoles. Guillermo Beato ofrece datos de la caída de población indígena, para la Argentina y por regiones(5) . Y para Santa Fe Manuel Cervera aclara que, ya en 1619, transcurridos apenas 46 años de fundación de la ciudad, ha desaparecido toda mano de obra indígena en la ciudad. Dice, al respecto: “en 18 de febrero de 1619 se quejan el Cabildo y vecinos de Santa Fe, que por la peste sufrida ha cuatro años atrás, había perecido todo el servicio indio de la ciudad“. Y agrega otra información: ”en 1647 sólo vivían reducidos 70 indios Colastinés y 200 Calchaquíes, según se desprende de la visita hecha en este año por el Gobernador Lariz”(6) ; igualmente recuerda que de los 25.000 indígenas que Juan de Garay repartió en encomienda ... “ya en tiempos de Lozano no existían ni reliquias ..”. También tenemos conocimiento de las pestes ocurridas en la ciudad y provincia en los primeros años del XVII, que diezmaron la población indígena: 1605- 1606, en que asolaron todas las ciudades de la Gobernación, desde Paraguay hasta Buenos Aires; nuevamente en 1615 y 1617(7). e) Consecuencias laborales de la quiebra de la encomienda: esta desaparición del indígena manso, que el español usaba indiscriminadamente y por la fuerza, lleva, de manera obligada, al contrato libre de trabajo al darse, en el área de Santa Fe, una demanda de mano de obra superior a la oferta, en razón de que la reducida tasa de ganancia - propio de una economía muy primaria, que generaba sólo productos relativamente secundarios (cueros, sebo y crines, en esos años), y que por ese mismo motivo no atraía grandes volúmenes de inmigrantes hispánicos- no justificaba tampoco la compra de esclavos para realizar tareas productivas. Basta citar que el precio de un esclavo varón joven (que además debía ser alimentado y vestido) oscilaba entre 400 y 500 pesos, frente a los 7 pesos mensuales que se le abonaba a un peón. Los esclavos (exceptuando el caso de la congregación de los Jesuitas, mayores propietarios de los mismos en Santa Fe) eran comprados, mayoritariamente, por las familias pudientes para dedicarlos a actividades ligadas a la vida doméstica: constituían mano de obra para servicios, no para producción económica (ganadería) ni para transporte con carretas (dada la lógica posibilidad de la fuga del esclavo, en esas travesías interminables). No hay duda entonces que, en fecha que simbólicamente podemos situar a partir del traslado de la ciudad, aproximadamente 1660, ya predominan relaciones capitalistas de trabajo: trabajadores asalariados libres, en un mercado de producción libre. Establecemos aquí una hipótesis, junto con lo que, entendemos, es su comprobación: el fracaso de la encomienda, y la imposibilidad de suplantarla con mano de obra esclava, constituyó el hecho decisivo para el surgimiento del capitalismo comercial en Santa Fe. Al carecer de mano de obra gratuita, o barata, como ocurría en otros espacios de América (caso Alto Perú, y Perú), al productor o comerciante no le queda otra alternativa que ir a un régimen de libre contratación salarial. Pero esto tiene, además, otra importante consecuencia a nivel de ideología empresaria: para el español la encomienda había significado una relación de producción que le aseguraba la apropiación de la casi totalidad del excedente económico. Al tener que reemplazarlo con asalariados su tasa de ganancia disminuye; el hecho lo va a obligar a afinar su organización y a optimizar el uso de recursos, de tiempo, y de relaciones; y este es un factor que empuja a los empresarios a comenzar a pensar con mentalidad capitalista. Por ello entendemos que el fracaso de la encomienda, sumado sinérgicamente a la escasa población, poca oferta de mano de obra, y alto costo de los esclavos, constituyó el factor fundamental en el surgimiento del capitalismo comercial durante la Colonia en Santa Fe. Recordemos que los caracteres esenciales del capitalismo son la existencia de: I- un capital cuyo sentido radica en ser productor de renta por venta en un mercado. II- propiedad privada de los medios de producción. III- una clase social cuyos miembros alquilan libremente su fuerza de trabajo. Como dice Marchal (ob.cit.): “El capitalismo (...)descansa en dos instituciones jurídicas: el derecho de propiedad privada y el derecho contractual”. f) Por último, frente a este tema, para quienes, aún frente a la lógica de los hechos y de sus encadenamientos niegan, como si hechos y relaciones no existieran, la existencia de capitalismo entre nosotros durante la Colonia, cabe una pregunta tan simple como definitoria: si no era capitalismo, ¿qué era?; ¿en que sistema socio-económico descansaba, entonces, la articulación de la sociedad?. No olvidemos que, excluyendo la arcaica forma “patriarcal”, también llamada “campesina cerrada autosuficiente”, tenemos sólo cuatro sistemas económicos: el feudal, el artesanal-campesino, el capitalista, y el socialista, a los que, si se desea, se puede agregar una forma impura: el esclavismo. ¿Cuál de ellos organizaba a la sociedad santafesina? III- ECONOMÍA Y ESTRATIFICACIÓN SOCIAL EN SANTA FEA- Categorías de lo social En Santa Fe la sociedad se organizó en los siguientes estratos: - un grupo superior, demográficamente minoritario, dueño de la riqueza y del poder político, basado en un clan que se articuló como estamento, constituyendo una casta que devino en élite dirigente. - otro grupo, demográficamente mayoritario, organizado como clase social. - un sector de casta, constituido por indígenas mansos y esclavos. - un grupo de empresarios capitalistas, conformado por individuos pertenecientes a la élite dirigente. A continuación analizamos los elementos y caracteres de cada uno de estos estratos: 1- Clan que se organiza como “casta dirigente” estamental Iniciamos con palabras de un historiador argentino de décadas atrás, representante de una posición clásica: José Torre Revello(8). Refiriéndose a la población durante la Colonia dice: “la variedad de matices o de castas puede reducirse ... a tres grandes grupos ... el blanco, el indio, el negro (pág. 352). Como se aprecia, el autor habla de “castas” y no de clases, posición académica que, pese al avance de las Ciencias Sociales en el siglo XX, aún se sigue manteniendo en algunos sectores. Aclarando que el concepto “blanco” se refiere a “español”, Torre Revello establece que: ...“el blanco concentra en sí el ejercicio amplio ... de la función política y civil. De acuerdo con las leyes sólo el blanco puede adquirir ... la jerarquía de vecino”. Para ello se exigía, amén de la nacionalidad, poseer propiedades, caballos y armas, y haber prestado servicios en la milicia” (pág.253). Igualmente, sólo los vecinos estaban autorizados a portar y usar armas (354). Las exigencias para adquirir la categoría de “vecino”, y gozar por ende de beneficios, las reitera también Guillermo Beato(9). Se aprecia así la creación de un entramado perfecto entre las siguientes variables, de clara filiación funcional, entramado que se proyecta como mecanismo institucional de formación de un clan que se organiza como élite: . condición ciudadana: ser “vecino”. . condición étnica-geográfica: ser “español”. . condición económica: ser propietario. . condición de pureza de sangre. . condición política: únicos autorizados para acceder a “cargos de poder”, cargos que, además, se compraban, por lo que, aún dentro del propio grupo de españoles, sólo podían aspirar aquellos que poseían capacidad económica para afrontar el costo de adquisición. . condición militar: únicos autorizados para ser oficiales. . condición eclesial: en la práctica, únicos que podían acceder al sacerdocio en razón de la elevada suma que debía abonarse para ser ordenado. . condición de status: únicos capacitados para ocupar cargos en el Santo Oficio. Lo precedente es de particular importancia pues muestra cómo, a través de este mecanismo-red, la élite privatizó el espacio político (creó un espacio político privado), al que no se podía ingresar a menos que se cumpliera con las condiciones precitadas; condiciones que se hallaban ligadas, estructuralmente, al nacimiento; y el nacimiento estaba unido a la endogamia, hecho reiteradamente practicado dentro de un mismo grupo a lo largo de siglos en Santa Fe. Y entonces aquí tenemos lo estamental en acción. Para la comprensión de lo estamental vamos a utilizar conceptos de dos tratadistas que han profundizado conceptualmente el tema de la estructura y organización social. En primer lugar Max Weber que, en su Economía y Sociedad, tomo II, dice: “llamaremos situación estamental a todo componente ... condicionado por una estimación social específica ... del honor adscripto a alguna cualidad común muchas personas” ... “el estamento exige un modo de vida...” que incluye el matrimonio, hasta que el círculo ... alcanza el mayor aislamiento posible...”. Y René Konig, en su tratado de Sociología (citado en nota 14), ampliando y especificando, aclara que el “estamento”constituye un estrato “fijado legalmente ... que regula la posición ocupada por un individuo” ... en la sociedad, y donde el criterio principal es “el abolengo social, que”... encierra en sí... “las funciones laborales correspondientes a cada uno...”, y fija... “los derechos y deberes” a que debe atenerse durante el resto de su vida. Traduciendo: estamento es un estrato social, reconocido por el sistema legal (como ocurría en Santa Fe con la categoría de “vecino”), con derechos y deberes preestablecidos desde el nacimiento, en razón de su “abolengo”,y que tiene asignado, para el resto de su vida, hasta las funciones laborales que debe o que no debe realizar el individuo, aclarando que lo laboral implica, no sólo lo económico sino cualquier actividad que realice, incluyendo la política y gubernamental. Obviamente, es un estrato al que, por el simple nacimiento, se le asigna una posición superior a la de cualquier otro ciudadano. Aplicando estos mecanismos, que adquieren carácter de instituciones sociales, el grupo devino, no sólo en “clase dirigente” sino, más específicamente, tomando el feliz concepto de Boudon y Bourricad, en “casta dirigente”, situación ésta donde “el nacimiento basta para determinar si un individuo pertenecerá a la élite y tendrá, por tanto ... influencia”(10). A partir de este mecanismo global el grupo dominante creó las castas, y cuando decimos “creó” estamos recordando que las categorías sociales no son hechos “naturales”, sino, precisamente, hechos estructurados por la sociedad(11) . Ampliando el concepto debe recordarse que en la sociedad nada es natural: que todas sus categorías (valores, normas, símbolos, niveles) son creadas por el hombre en interrelación. En el caso de la Colonia la ideología inserta en el sistema jurídico-político-social era establecer diferencias en todos los niveles, por lo que los individuos eran categorizados en “casta”; sólo que la élite se consideraba una casta superior; el resto era inferior. Así, sólo los españoles y sus descendientes tenían categoría de “vecino”, y gozaban de todos los beneficios; el resto de la población quedaba excluida. La discriminación llegó a límites extremos, como el establecido para Hispano América por el Concilio de Trento, en 1555, al prohibir ordenar sacerdote a los indios, mestizos y negros(12); ello más allá del hecho de que para ser ordenado era necesario contar, de manera probada, con recursos financieros para abonar el derecho de ingreso a la importante carrera eclesiástica, la llamada congrua(13). Operando con el entramado institucional precitado, durante la Colonia se conformó en Santa Fe un sólido y poderoso clan, organizado con pretensiones estamentales(14) pese a no existir una realidad histórica previa -con funciones, deberes, y derechos- que lo justificara. El grupo practica en alto grado la endogamia (en el gráfico N°1 se muestran los intramatrimonios a lo largo de dos siglos), no sólo de sangre sino también étnica (sólo españoles), económica (sólo propietarios), profesional (sólo ganaderos y comerciantes), social (sólo “puros“ de sangre). El clan pivotea, fundamentalmente, sobre la unión consanguínea de tres familias iniciales del siglo XVII: Vera Mujica, Echagüe y Andía, y Maciel, a las que se suman otras familias unidas con ellas por repetida consanguinidad, y cuyo listado, a título informativo, es: Fernández Montiel, Santuchos, Izea y Araníbar, Marcos de Mendoza, López Pintado, Lacoizqueta, Del Casal, De Gaete, De Larrechea, Diez de Andino, Domínguez de Pereiro, De Aguirre, Aldao, Larramendi, Candioti, De Iriondo. Durante dos siglos este clan va a monopolizar el poder político, el militar, la propiedad de la tierra, los derechos políticos y el correlativo de ocupar cargos públicos, el derecho al sacerdocio, la apropiación de los símbolos. Para dar un ejemplo del nivel político, podemos recordar que desde 1573 hasta el proceso de la capacidad oficial de repartir riqueza en forma de cesión gratuita de tierras, de la importantísima autorización para vaquear, y de poder acceder a los altos cargos de gobierno. En el primer momento fue la familia del fundador (los Garay, que predominaron durante los primeros 70 años; hasta 1640, aproximadamente); luego les siguió, hasta 1810, el clan premencionado. Partiendo de que los dos cargos políticos fundamentales eran el de Teniente de Gobernador (similar al de Gobernador de nuestros días) y el de Alcalde tenemos que, en los 186 años que transcurren desde 1624 (primer año en que un Vera y Mujica ocupa un cargo político) hasta 1810, las familias Vera Mujica, Echague y Andía, y Maciel (emparentadas entre si por matrimonio), ocuparon durante 70 años el cargo de Teniente de Gobernador, y durante 28 años el de Alcalde; y las 14 familias ligadas con ellos por matrimonio ocuparon otros 10 años el de Teniente de Gobernador y 40 el de Alcalde. En total, en los 186 años que transcurren de 1624 a 1810 (en que se produce el movimiento de mayo, que disuelve el Virreynato y sus autoridades), el clan ocupó, en años que no se superponen, 80 años el cargo de Teniente de Gobernador y 68 años el de Alcalde; ello sin contar cargos menores del poder. En total, y en menos de dos siglos, tuvieron el poder durante 148 años. Para darle más claridad a esto, en el gráfico N° 2 se muestran las relaciones matrimoniales, y creación de una densa red familiar a lo largo de 200 años, del selecto grupo de las 3 familias nucleadoras: Vera Mujica, Maciel, y Echagüe y Andía; se aprecia en él la extraordinaria práctica de la endogamia en el grupo; y estamos hablando de apenas 3 familias. Otro engranaje utilizado para mantener a la clase alta aislada, evitando el ingreso de niveles sociales inferiores, era exigir una supuesta pureza étnica (En ello se aprecia una característica sobresaliente de la sociedad colonial americana, sociedad barroca por excelencia que impuso una cultura de las apariencias por encima de una cultura del mérito; o, en todo caso, reconocía un único mérito: el de la habilidad comercial para acumular riquezas. Respecto al barroco: esta visión cultural predominó, no sólo en el noroeste y noreste, sino también fue visible en Santa Fe, de lo que son ejemplo las iglesias de San Francisco y Compañía de Jesús, así como la imaginería que ha quedado de la época). Sobre el tema la historiadora mejicana María Pastor(15) dice: “aquellos novohispanos que tenían deseos de ascender socialmente debían probar la honorabilidad del linaje de su familia. Ganar el honor significaba tener la certeza de la legítima procedencia sanguínea...”. La prueba de pureza se concretaba a través de una “probanza de limpieza de sangre”, que debía certificarse por autoridad eclesiástica. En Santa Fe tenemos numeroso ejemplos de ese proceso, ligados siempre a nombres de las familias importantes: Sebastián de Vera Mujica, fundador de la familia en Santa Fe, al trasladarse desde España al Río de la Plata, realiza la probanza de “filiación” con fecha 15 de diciembre de 1607(17). Igualmente lo hace un siglo después Diego López Pintado (tío bisabuelo de Mariano Vera y Pintado, gobernador de Santa Fe en1816), con fecha 21 de junio de 1715; en una probanza firmada en Toledo (España), la Secretaría de los “Ilustrísimos Señores Dean y Cabildo de la muy Santa Iglesia de esta ciudad...”, (previa intervención, a su vez, de Escribanos) certifica el estatuto de “limpieza de sangre”(16) de Diego López Pintado (Calvo, ob.ct.). Igualmente tenemos a Julián de Gálvez (que contrae matrimonio con una Troncoso Mendieta), cuyo expediente de Limpieza de Sangre (año 1784) obra en el Archivo de la Curia Eclesiástica de Santa Fe(18), donde se certifica que “sus ascendientes, por ambas líneas, son hijodalgos y de distinguido y noble nacimiento...”. Otro ejemplo es el de José Arias Troncoso (que contrae matrimonio con una Echagüe y Andía) quien, en 1° de Agosto de 1716, pide a la autoridad eclesiástica de Santa Fe se certifique la limpieza de su sangre; también el 14 de diciembre de 1791 se informa sobre la limpieza de sangre de Justo Lorenzo Diez y de Adán de los Ríos (datos en el Archivo del Arzobispado de Santa Fe). Apropiación de lo simbólico por el clan: En relación al poderío y vigencia social del clan durante la Colonia resulta conveniente recordar que toda sociedad se organiza en base a relaciones que incluyen aspectos tanto materiales como simbólicos. Dentro de ello los símbolos políticos forman parte de un ceremonial utilizado para mantener el orden. En el caso de la élite dirigente de Santa Fe, su poder y prestigio se fundamentaba, precisamente, no sólo en la propiedad exclusiva de la riqueza de la época (tierra y ganado), sino también en el uso monopólico y permanente de lo simbólico: el derecho a usar determinada “vestimenta”, a “portar” el Pendón Real, a cursar la carrera religiosa, a exhibir “pureza étnica”, a ser enterrado dentro de las iglesias, a ser elegido “autoridad”, a “portar armas”, a “ser oficial militar”. Como se aprecia, el clan conocía la importancia, y practicaba con profunda eficacia, el mecanismo de la endogamia simbólica. ¿Qué importancia tiene este tema?. Toda simbología genera distinciones y jerarquías, tendiente a construir una forma de realidad social que el resto de la sociedad, al aceptarla, termina “naturalizándola” como la forma correcta de organización y que, como tal, debe respetarse. Los símbolos legitiman el poder. El imaginario y la cultura fuertemente barroca y adscriptiva de la época colonial, más los valores prescriptivos entonces vigentes, otorgaban máxima eficacia en Santa Fe a estos factores simbólicos de organización de la sociedad. En este panorama, una duda es la de la importancia oficial efectiva de los símbolos políticos, y la, en cambio, verdadera vinculación de los mismos con la jerarquía social. Apreciamos que el problema se reduce a un único símbolo, el pendón Real, portado por el Alférez Real en las festividades. El Pendón simbolizaba la figura del Rey; honrar el símbolo constituía la forma aceptada para reconocer la sumisión a la monarquía. En Santa Fe no ha surgido documentación que demuestre que el Pendón tuviera alta vigencia política en los sentimientos de la población. En realidad se tiene un caso testigo ejemplar que demuestra que la importancia que las autoridades y familias dirigentes le asignaban al Pendón era de otra naturaleza; que ella estaba ligada a otorgarle valor y significado, sí, pero como signo de status familiar local. No de símbolo en relación a la autoridad real, sino de signo social de prestigio; de significante de posición. Ese ejemplo lo da, a mediados del siglo XVIII, nada menos que la máxima autoridad de la ciudad y provincia, el eficiente pero despótico y arbitrario Teniente de Gobernador Francisco Antonio de Vera Mujica, que ejerció el cargo ininterrumpidamente durante 24 años, al comprar a perpetuidad, en abril de 1755, el cargo de Alférez real para su hijo José ...¡un niño de apenas 12 años!....(19), y que éste, a su vez, por testamento del año 1789, se lo traspasa a sus hijos en caso de su muerte; mas las actas del Cabildo muestran que el Pendón siguió en manos de José hasta mayo de 1796, en que, al fallecer, es comprado por José Teodoro de Larramendi, uno de los hombres más rico de la ciudad, suegro de Francisco Antonio Candioti, el mayor propietario de tierras de todo el Litoral argentino (800.000 hectáreas) y, probablemente, la más grande fortuna de lo que hoy es la Argentina. Es decir que la familia Vera Mujica tuvo en su poder el Pendón Real durante ¡41 años! continuos, lo que equivale a tres generaciones de seres humanos: la primera es la generación que vive en el momento en que el Pendón pasa a manos de la familia Vera Mujica, la segunda la de los hijos que nacen después y que crecen internalizando que el pendón es de “esa” familia, dado que no tienen experiencia de otro propietario (es decir, para ellos el propietario “natural” es ese), y la tercera la de los nietos, que también nacen en ese lapso de 41 años y crecen naturalizando, igualmente, que dicho símbolo es de “la familia Vera Mujica”; que representa a la familia “Vera Mujica”. El Pendón muestra la importancia social de esta. Frente a ello, y si la historia debe servir, efectivamente, para resignificar el pasado; utilizando, además, el más elemental criterio interpretativo (o como aconseja José Luis Romero, mirar “el revés de la trama”; o, con semántica más académica, buscando la “función latente” de esa conducta), cabe preguntar: en la relación súbdito-rey: ¿qué valor tenía el pendón Real en Santa Fe?. Más aún: ¿tenía, tuvo durante esos años, algún valor oficial simbólico? Es obvio que la respuesta es negativa: no tuvo ningún valor real; era sólo una forma, una cáscara vacía de contenido; su importancia estaba dada por el mensaje que Vera Mujica, la familia Vera Mujica (que junto con las familias Echagüe y Andía, y Maciel, monopolizó el poder durante el siglo XVIII) enviaba a la sociedad local poseyéndolo durante tanto tiempo. Porque ante la sociedad local, para la sociedad local, poseer el Pendón Real era signo de poder y status; de eso se trataba. Cuando Vera Mujica se apodera del Pendón Real está transfiriendo el contenido de este, del plano macro de la política del Reino al plano micro de la posición de una familia en una sociedad local. Y que las autoridades virreynales (primero del Perú, luego del Río de la Plata) nada hayan dicho, ni se hayan interesado siquiera por este “secuestro” del símbolo, muestra que escasa importancia política se le asignaba al mismo para la pequeña y alejada ciudad de Santa Fe. Su trascendencia, en cambio, aparece ligada al hecho de constituir un símbolo diferenciador de jerarquías sociales, tanto dentro del clan como desde el clan hacia el resto de la sociedad. Tierra y ganado, familias “ennoblecidas” por la posesión de esas riquezas, y apropiación del poder político y simbólico, constituyen, entonces, un entramado que genera una oligarquía de clase alta ganadera comercial estructurada como clan. Moutoukias(20) dice: “Al igual que en otras regiones de América española, los grupos dominantes formaban un conjunto polivalente que se apoyaba simultáneamente en la tierra, el comercio y la administración”. Juan Agustín García trabajó también el tema(21) , señalando, para el siglo XVIII, lo dificultoso que era el acceso a la propiedad de la tierra para un habitante común; lo mismo establece Félix Weinberg en su importante prólogo a la obra de Hipólito Vieytes, que se publicara bajo el título de Antecedentes económicos de la Revolución de Mayo. Resulta interesante señalar que este grupo, que concentra la riqueza de la sociedad, y llega a acumular (en particular a lo largo del siglo XVIII) fortunas notables, jamás se interesó, aunque más no fuera en mínima proporción, por el desarrollo del arte, diferenciándose notoriamente de experiencias históricas similares en el mundo en casos de acumulación de excedentes (inclusive se diferencia de Perú, Ecuador, México, así como de Brasil con sus ejemplos de Minas Gerais, en especial Ouro Preto, y Salvador). Profundizando el interrogante cabe preguntarse el porqué de este comportamiento. ¿Qué hay, ideológicamente, en una sociedad que en más de 200 años no se interesó por crear bienes simbólicos (arte), aún en sus formas más simples, con excepción de las religiosas? Si recordamos que los pueblos indígenas que habitaron el mismo espacio (quiloazas y mocovíes: ágrafos, pretecnológicos, y minúsculos en volumen demográfico los asentamientos) gestaron una notable cultura de la cerámica (que puede comprobarse observando la rica colección existente en el Museo Etnográfico y Colonial de la ciudad de Santa Fe, donde asombra la belleza, elaboración, y perfección de las formas, no sólo de los objetos específicamente simbólicos sino, también, de los exclusivamente utilitarios); ¿cómo es posible que españoles y santafesinos, con un mayor nivel de desarrollo y riqueza, infinitamente mayor concentración de población y riqueza, e inclusive conocimiento de la metalurgia, no produjeran arte?. Observando que las únicas manifestaciones, aunque no muy cuantiosas, fueron, exclusivamente, las religiosas cabe la pregunta: ¿tuvo algo que ver, con nuestro interrogante, la actitud restrictiva y reproductivista de la Iglesia?. En este último caso, ¿porque no ocurrió lo mismo en Perú, Méjico, o Brasil? ¿O el factor decisivo fue el muy bajo nivel educativo de la clase dirigente? ¿O fue que el nivel de riqueza en esta zona del litoral no era todavía suficiente para alcanzar ese punto en que el ser humano siente el anhelo de trasvasar parte del excedente hacia el arte? ¿O que la riqueza estaba concentrada en demasiadas pocas manos como para que surgiera una motivación competitiva de status, capaz de generar una actitud orientada hacia el simbolismo estético como forma de mostrar diferencia y superioridad social? En esta misma línea: ¿no importó también el hecho de que el clan fuera tan reducido en cantidad de familias, y tan cerrado, lo que limitaba la competencia de status?. En relación a esto recordemos que, eliminada del poder la familia Garay (mediados del siglo XVII), recién más de un siglo después (hacia 1770) surge un nuevo enfrentamiento entre familias que se disputan la primacía de la ciudad, litigio enredado en las luchas por el manejo administrativo, y consiguiente apropiación personal, de las cuantiosas riquezas que dejaron los jesuitas al ser expulsados en 1767; manejo administrativo que deja al descubierto actos de corrupción de un nivel, y cuantía, inédito. A nivel de control social puede deducirse que esta casta (que demográficamente calculamos oscilaba entre el 8 y 10 % de la población), ante la inexistencia de la función educación pública, tenía un tácito acuerdo con la Iglesia para mantener un esquema de socialización (basado en el peso prescriptivo de lo religioso en la vida social) cuyo objetivo era sostener el statu quo y no permitir generar fuerzas de cambio; esquema altamente reproductor de los principios de jerarquía, distinción, y diferenciación social en que justificaba su predominio el clan, que puede sintetizarse en la respuesta a un interrogante tan simple como profundo:< /br> ¿quién era enterrado en el interior de las Iglesias? ¿quién tenía “derecho”social a ser enterrado en el interior de las Iglesias? ¿porqué tenía ese derecho? Responder objetivamente a estos interrogantes es una forma sencilla y clara de acceder al conocimiento de las bases de organización social de Santa Fe durante la Colonia. 2- Formación de clase social a partir del mercado libre de trabajo Existe una numerosa documentación que muestra la existencia de un mercado libre de trabajo, así como de empresarios que ponen capital y contratan mano de obra para producir un bien. Este grupo conforma así, por definición, una clase social, integrada por españoles pobres y mestizos. Citamos los aportes que sobre el tema han realizado investigadores como Griselda Tarragó, Miguel Rosal, Juan C. Garavaglia, Jorge Gelman, J. Pérez, así como cronistas de la época: Teodoro de Larramendi, Juan Robertson, el “Correo Mercantil de España y sus Indias”. Tarragó(22), que analizó detalladamente el accionar de uno de los más importante empresario comercial y ganadero del siglo XVIII en Santa Fe -Bartolomé Diez de Andino, socio de Francisco Antonio Candioti- ha señalado la existencia de trabajo asalariado. Cuando Bartolomé funda una estancia en Gualeguaychú, en 1759, escribe que “conchavó” a Jph Ballejos para dirigir la explotación, y además, que contrató “gente para cruzar enseres y trabajar” (pág.223). Tarragó transcribe, a su vez, un trabajo de J.Pérez (en citas N° 58-59- 60 de la obra de esta autora), donde éste establece las modalidades de los trabajos en tropilla, señalando que se conformaban generalmente “de uno o a lo suma dos vaqueros, de 6 a 13 desolladores, uno o dos barraqueros, y eventualmente un caballerizo”; se está hablando, así, de grupos de trabajo que oscilan entre 9 y 18 peones. Pérez aclara luego que normalmente había “pocos peones fijos y muchos ...temporarios”. Similar material aporta Gelman en su estudio de una gran estancia de la época colonial(23), de 40 leguas cuadradas (100.000 hectáreas), ubicada en la Banda Oriental, al norte de Colonia, llamada “Las Bacas”, donde se realizaba ganadería y agricultura. Analiza los años 1778 a 1805 en base a sus cuentas administrativas. En ella trabajan peones y esclavos. Los peones varían en cantidad según los meses, con un máximo de 60 para el invierno y un mínimo de 20-24 para el verano. En invierno son 38 para ganadería y 22 para labores agrícolas. Aclara: los peones “son personas libres, que se conchaban voluntariamente sólo por un salario, luego de una negociación con el contratante sobre monto salarial, forma de pago, tareas, etc.”. El procurador José Teodoro de Larramendi, que vivió en persona (como comerciante, gran propietario de tierras, y funcionario) los hechos de la segunda mitad del siglo XVIII, en su informe al Consulado de Buenos Aires del año 1795, al señalar las consecuencias negativas que produjo el cierre del Puerto Preciso en 1780, establece la pobreza que atraviesa la ciudad y, por contraste, recuerda la floreciente economía, y consecuencia sobre la actividad de los trabajadores, que gozó hasta entonces (el informe en Manuel María Cervera, ob.cit. T.III). Garavaglia(24) hace también una vívida descripción del hormigueante mundo de comercio y trabajo de Santa Fe (tomando evidentemente la información de Larramendi, aunque, lamentablemente, obviando citar la fuente), y establece, comparando con Asunción del Paraguay y Corrientes: “Santa Fe merece un lugar más destacado ... Tres son los rubros claves en el accionar económico de la ciudad...”; primero, “ser punto estratégico en el tráfico con Asunción” ... para “los mercaderes peruanos que bajan a realizar las compras de la yerba y tabaco” ; segundo... “el tráfico de ganado y mulas hacia el Perú...”... con la lógica demanda de peones; tercero... “el efecto multiplicador que significa ... ser nexo ... entre esos importantes flujos mercantiles. Se sabe que el flete será siempre una actividad muy lucrativa, y los santafesinos serán los carreteros que conducen la yerba, el tabaco, y el azúcar hasta Santiago, Salta o Cuyo, para volver de Mendoza y San Juan con las pipas henchidas de vino y aguardiente o con las cargas de frutas secas... También la presencia regular de mercaderes foráneos tiene sus efectos: es necesario que alquilen casas y almacenes, que cuenten con servicio doméstico y con un regular mercado de abastecimiento. Todo ello permite la existencia de un número de pequeños y medianos empresarios: éstos ocupan en forma bastante estable a un lote de mano de obra asalariada”. También el comerciante inglés Juan Robertson(25), en su viaje de Buenos Aires a Santa Fe y Entre Ríos, durante enero-febrero de 1812, cita reiteradamente la presencia de peones. En particular, cuando llega a una de las estancias de Francisco Antonio Candioti, establece que “había unos 45 peones” que cuidaban de 30.000 cabezas de ganado y 50.000 caballos. Miguel Rosal, en su analítico trabajo sobre los transportes terrestres(26) en la Colonia, para el que utilizó las guías de comercio, de las que analizó 2.413, destaca la gran división de trabajo que existía entre los trabajadores de las carretas: capataces, carpinteros, picadores, madrineros, boyeros, boyeros de invernada. Y cita el salario de algunos de estos: así, en el caso de la carrera de San Juan a Buenos Aires (el viaje duraba unos 55 días) un capataz ganaba 40 a 45 pesos por viaje, un peón 30 a 35 pesos, un madrinero 12 pesos. Y en la carrera de Mendoza a Buenos Aires, por un viaje ida y vuelta el salario era de 70 pesos para el capataz, 52 para el peón, 36 el carpintero,18 el boyero, 13 el picador, y el boyero de invernada 6. Lo importante es que se está hablando de salarios de trabajadores contratados libremente. Algo similar ocurría con los “muleros”, que conducían arrias: trabajaban por un salario. Igualmente en el Correo Mercantil de España y sus Indias(27) , del día 11 de octubre de 1802 , encontramos una información referida a que en Buenos Aires se ha inventado “una máquina para limpiar el trigo ... ahorrando por este medio 18 peones, que pagados a siete pesos cada uno al mes importan 126 pesos” mensuales de ahorro. Interesa la información sobre la existencia de “peones”. Por último, el tema del trabajo aparece tratado también por Hipólito Vieytes en su “Semanario de Agricultura, Comercio e Industria”, de los días 29 de febrero y 7 de marzo de 1804 (publicados por RAIGAL, B. Aires 1954, bajo el título “Antecedentes económicos de la revolución de Mayo”), cuando analiza el problema de los peones, referido al alto costo de esa mano de obra en razón de su escasez y, en consecuencia, a la negativa incidencia que ello tiene sobre las posibilidades de la agricultura. A esta información debe sumarse lo establecido al comienzo: al fracasar la encomienda surge, necesariamente, el trabajador asalariado libre, que constituye una clase social. Este estrato de clase lo componían los españoles pobre, sus descendientes, y los mestizos, quienes realizaban las labores manuales dentro del sistema, alquilando libremente su fuerza de trabajo amén de producir bienes con criterio de autosuficiencia. Es clase, pero sin posibilidades de ascenso social dada la realidad de una economía estática, vegetativa, más allá de que el sistema institucional se los impedía, jurídicamente en unos caso, fácticamente en otros. Calculamos que este estrato oscilaba en el 60-65 % de la población. Lo que hemos señalado sobre el mercado libre de trabajo es sumamente obvio; mas, se torna necesario reiterarlo porque no se ha derivado de ello la consecuencia que implica: que el asalariado libre, unido a los empresarios que ponen capital para realizar actividades con fines de lucro en un mercado libre, se llama capitalismo; en nuestro caso capitalismo comercial. Hay un hecho importante a señalar en relación a las clases sociales en este período de la vida de Santa Fe. En primer lugar no hubo lucha de clases (como ocurrirá, en cambio, en el período de capitalismo de base primaria exportadora, fines del siglo XIX, principios del XX). En segundo lugar, como en Santa Fe no hay minería no se da un enfrentamiento desenfrenado por la posesión de metales preciosos y de consecuente enriquecimiento rápido, como sí ocurre en Bolivia, Perú y Méjico. Aquí se trata de una economía de crecimiento lento, no sólo por el tipo de bien que se produce (ganadería) sino porque el mercado es muy pequeño y se amplia lentamente, y el incremento de riqueza se concentra en pocas manos y no dinamiza, por tanto, a la población ; por ello las relaciones entre las clases adoptan una forma de patronazgo patriarcal que tiende a generar “identidad” con el patrón. La Santa Fe colonial no fue un espejo terso, pulido y sin arrugas, sino que constituyó una amalgama de formas capitalistas coexistiendo funcionalmente con castas, elementos estamentales, y patriarcales; sólo que nunca se llegó a conflictos sociales. Puede ser importante, sí, señalar el pronunciado nivel de pobreza en que vivían los miembros de esta clase. En un informe del día 6 de junio de 1622, dirigido al Rey de España, el Gobernador del Río de la Plata, Diego de Góngora, a raíz de un viaje que hace por el territorio para conocer su realidad, dice “ “La dicha ciudad de Santa Fe visitó ...hizo padrón de sus vecinos... son 126, y también son pobres la mayor parte de ellos”; y aclaramos que cuando habla de vecinos se refiere a jefes de familia”(28). Juan Alvarez es particularmente punzante al tratar el tema de la pobreza en la época, dando ejemplos sumamente convincentes y hasta curiosos. También aparecen datos en las ya citadas obras de Manuel Cervera y Andrés Roverano, así como en Zapata Gollán(29), aclarando que esa situación continuó aún durante el siglo XIX, detalle que aparece destacada en las narraciones de los distintos viajeros, especialmente, ingleses, que recorrieron las pampas argentinas. El nivel general de vida mejoró recién en el siglo XVIII debido a: I el gran desarrollo del comercio de la yerba hacia el Alto Perú. II la vigencia legal del Puerto Preciso (informe de Larramendi, ya citado). III la firma de tratados de paz que ponen fin a la prolongada guerra con el indígena iniciada hacia 1710. IV el desarrollo de la cría y venta de mulas al Alto Perú, que incrementó el volumen de trabajo, comercio, e ingreso de moneda al circulante monetario local. Es importante aclarar que esta clase social que hemos mencionado no se corresponde, en sus caracteres, con el de las clases que surgen en la etapa de capitalismo industrial. En la Colonia santafesina la clase no aparece como “actor social”, al revés de lo que vamos a ver tras la revolución industrial, en que, tanto la clase media como los obreros actúan, política y socialmente, en reclamo de derechos y de igualdad, y forman asociaciones buscando el logro de representación. En la Colonia la clase es socialmente pasiva: el ejercicio de derechos se limita a la libertad de trabajo. No existe tampoco representación como, en cambio, ya había en Buenos Aires, a nivel profesional y de oficios. Lo que importa es que no quedan dudas que la mano de obra de la Colonia estaba constituida por trabajadores asalariados libre. 3- Casta inferior En el escalón social inferior se tiene, en cifras que difícilmente superara el 25 % de la población, y con carácter de casta, a los indígenas y escasos esclavos; en realidad menos que casta, pues el sacerdote Florián Paucke llega a preguntarse si sería cierto que los indios eran “hombres ... (seres humanos) ...como nosotros” (el agregado en cursiva es nuestro). Lo notable es que el interrogante se lo plantea en la segunda mitad del siglo XVIII, pasados ya más de 100 años desde que Descartes mostrara el uso de la razón como base del conocimiento. Conclusión de los incisos 1-, 2- y 3-: hace a ratificar la existencia mayoritaria de una sociedad de clases junto a dos sectores demográficos minoritarios que tienen carácter de casta: uno estructurado como clan, que adopta actitudes y criterios estamentales frente al resto, y que políticamente se expresa como oligarquía dirigente; el otro, de población indígena y esclava. Obviamente, desde el punto de vista del poder, el clan fue el hacedor de la vida de Santa Fe. Se tiene, entonces, un proceso social complejo, con estratos muy diferenciados, y claramente separados en sus posiciones, en los derechos que poseen, y en las posibilidades de vida. El estrato de clase, si bien es el más numeroso, no posee poder político ni económico. 4- Empresarios capitalistas I Desde la economía cabe establecer que, por lo menos con posterioridad al traslado de la ciudad (1660), Santa Fe se organiza en forma capitalista, orientada básicamente al comercio dentro del circuito del virreynato y de la dependencia colonial con España. Ya a fines del siglo XVII surgieron en ella empresarios capitalistas, ligados fundamentalmente al comercio de la yerba, pero también a la ganadería; es decir, personas que manejan dinero, pero dinero ya devenido en “capital”, convertido en un bien, en un medio (como cualquier otra herramienta) para la reproducción de más bienes (es decir, de más dinero) a través del comercio o la producción. Por otro lado, dado que las encomiendas tuvieron breve vigencia (ya vimos que apenas cincuenta años después de la fundación de la ciudad no existen indígenas encomendados en el Litoral), y jamás existió feudalismo, como tampoco hubo población esclava importante(30), la organización laboral se basó, estrictamente, en el trabajo asalariado; y trabajo asalariado libre, más libre oferta y demanda de bienes, en un mercado donde se coloca capital para producir o comerciar con fines de lucro, es esencia del capitalismo. Los propietarios de tierra, los dueños de los derechos de vaquería, así como los grandes comerciantes, ponían el capital y contrataban mano de obra asalariada para las labores: vaquear, llevar arreos, conducir carretas. Ricardo Salvatore narra las tareas que realizaban los peones en la campaña bonaerense, y que es genérico para todo el Litoral: domar, trenzar cueros, hacer botas, preparar tasajo, cargar y descargar carretas, fabricar ladrillos, manejar el arado mancera, etc.. II La simple mención de los volúmenes de yerba comercializados en Santa Fe, y el monto de los arreos de ganado que se realizaban, da idea de la existencia de un aceitado mecanismo comercial, con existencia de individuos que no sólo cuentan con el capital necesario para movilizar bienes y transporte de gran magnitud, sino, fundamentalmente, poseen el espíritu de empresa, la capacidad para evaluar y arriesgar pérdidas y beneficios en el largo plazo, manejar el crédito a distancia, y armar una red comercial en grandes espacios a través de relaciones interreregionales. Todo ello es propio de los empresarios capitalistas. Y está fehacientemente probada la existencia de dichos empresarios en la Santa Fe colonial, que operaban con yerba, vacas, y mulas, y cuyos apellidos aparecen también permanentemente en la agenda política y que, mayoritariamente, están unidos entre sí por vínculos matrimoniales (gráfico N° 1); así tenemos a los Diez de Andino, Ledesma Valderrama (socio y yerno de Miguel Diez de Andino, también socio del hijo de este, su cuñado Bartolomé), Lacoizqueta, Larramendi, De Larrechea (dos hermanos Larrechea casados con dos hermanas Larramendi), Mendieta, López Pintado, Alonso Fernández Montiel, Antonio de Vera Mujica (casado con una sobrina de Alonso Fernández Montiel), Antonio de Godoy (casado con una Vera Mujica), Luis de Figueroa, Francisco Antonio Candioti, Agustín de Iriondo (futuro consuegro de Candioti), a los que se suman, desde mediados del siglo XVIII, Lassaga (reiteradamente emparentado por matrimonio con la importante familia Echague y Andia), Crespo, y Aldao. Para tener idea de la cuantía de actividad comercial realizada entonces en Santa Fe tomemos la evolución de los volúmenes de yerba entrados a la ciudad por vía acuática, y exportados desde esta en carretas hacia Salta, Tucumán, Potosí, y Santiago de Chile, en promedios anuales y arrobas de 12 kilogramos, que anota Garavaglia en su obra ya citada: antes de 1650 ..... 2.500 de 1675 a fin de siglo ..... 25.000 después de 1700 ..... 50.000 El incremento producido en menos de un siglo es sideral. Igualmente en Poblaciones y curatos (CASTELVÍ. Santa Fe 1939) Manuel Cervera cita un dato que, por si solo, ilustra lo que el tráfico de yerba significaba para la ciudad, a nivel comercial y laboral, : “En 1717 ... salieron de esta ciudad, del 7 al 30 de Noviembre, trescientas carretas de yerba hacia el Perú, Tucumán y Cuyo...”. Hagamos el esfuerzo de ubicarnos mentalmente en la época, y pensemos lo que debe haber significado semejante movimiento de transporte y trabajadores, en tan corto plazo, en una población de apenas 2.000 habitantes. En cuanto al ganado, las cifras oscilaban en 4.000 y 6.000 animales por arreo. Volúmenes de yerba o cantidades de ganado de estas magnitudes no pueden ser movidas por pequeños comerciantes. ¿Podemos hacernos una idea de toda la logística financiera-comercial que se necesitaba para manejar este comercio? ¿Del tipo de empresario que se exigía?. Dados los variados aspectos de la actividad, y los distintos y alejados puntos del espacio regional en que se realizaban los intercambios con otros empresarios comerciantes, pensamos que sin una amplia estructura familiar en que apoyarse la tarea era casi imposible. Debe considerarse entonces, a título de interpretación, el rol de los entramados familiares y de los matrimonios de conveniencia entre las grandes familias dirigentes; es decir, del amplio uso de un mecanismo económico patrimonial en lo logístico, ligado a una mentalidad capitalista en lo organizativo y estratégico. El estar centrada la vida de Santa Fe en la actividad comercial de redistribución de productos generados por otros centros -desde y hacia Asunción, desde y hacia Alto Perú, desde y hacia Chile- es lo que permite calificarla, funcionalmente, como ciudad-factoría. Análisis de caso: Griselda Tarragó(31) realizó un análisis exhaustivo de una gran familia de empresarios santafesinos de la Colonia, los Diez de Andino, padre e hijo, datos que podemos tomar como ejemplo de las actividades de un empresario capitalista; actividades que también rozan características de economía patrimonial. Esto es interesante porque muestra la adecuación funcional que los empresarios realizaban entre acciones encaminadas a preservar el clan (uso del patrimonialismo) y acciones que respondían a los principios operativos del capitalismo. Miguel, el padre (fallecido en 1718), era un sobresaliente comerciante y ganadero, la mitad de cuyo rodeo estaba pastando en Salta (a 1.200 kms de Santa Fe), y tenía otorgado créditos por 31.868 pesos (cifra sumamente elevada para la época) a comerciantes de sitios tan alejados como Potosí, Salta, Jujuy, Paraguay, Santiago del Estero y Tucumán; vendía mulas y vacas en Salta; también mercadería importada de Europa (suponemos que, en gran medida, entrada de contrabando); comercializaba yerba en Salta, y tenía su propia tropa de carretas. Para dar idea de su poderío financiero baste citar que, cuando casa a su hija con el ya citado Ledesma Valderrama, la dota con 26.473 pesos, cifra que equivale a 21 años de sueldos de un capitán de la milicia española, y a más de 300 años de sueldo de un peón. Su hijo Bartolomé (fallecido en 1763) profundiza las actividades comerciales del padre: tiene créditos otorgados en la casi totalidad del Virreynato del Perú: Buenos Aires, Corrientes, Asunción, Córdoba, Mendoza, Santiago de Chile, Santiago del Estero, Salta, Potosí, La Plata (hoy ciudad de Sucre, capital de Bolivia; también llamada Charcas, y Chuquisaca, en distintos años). Vende yerba, vacas y mulas al Alto Perú y Chile, es un importante propietario de tierras en Santa Fe y Entre Ríos, así como gran comerciante de bienes importados de España. La actividad reseñada precedentemente es de tal volumen, tal variedad, y tan increíble multiplicidad de interrelaciones, que resulta impensable en nuestros días para cualquier empresario, aún utilizando la más sofisticada tecnología comunicacional del presente; sin embargo en el siglo XVIII había empresarios que lo hacían. Por sus características Tarragó califica a Bartolomé de “jefe sedentario de empresas”, y aclara: que “desde su base, Santa Fe, ..... valiéndose de una serie de intermediarios (socios, compañeros, parientes) ..... montó una estructura donde se imbricaba la producción de ciertos rubros con su comercialización, en un esquema que tenía su vértice en tres espacios estratégicos: Buenos Aires, Paraguay, y Alto Perú”; y agrega, mostrando la extraordinaria complejidad de este mecanismo: “Dicho esquema implicaba: captar yerba en Paraguay ..... llevarla a Buenos Aires, conseguir allí efectos de Castilla para financiar esa compra, llevar yerba y ganado en pie (vacas y mulas) hasta Salta, Jujuy, (y) Alto Perú...” y “traer desde allí metálico, objetivo principal de toda esta compleja” trama. Ampliando a la precitada autora: la organización empresaria de los Diez de Andino (que corre desde fines del siglo XVII hasta la década de 1760) es un claro ejemplo de economía patrimonial y de empresariado capitalista, operando en un mercado con fines de lucro, y con mano de obra asalariada libremente contratada. Aquí resulta importante señalar que toda economía requiere instrumentos de comando, y mirando la economía de la Colonia es más que claro que el poder político no intervenía en la estructura; el mando económico, todas las decisiones, estaban en manos exclusivas de los empresarios. El manejo de los negocios era de absoluta libertad capitalista. 5- Acumulación e inversión de capital Se plantea, como interrogante lógico, el problema de la forma de acumulación en la época. El lector ya habrá visualizado que el único capital era el de las ganancias obtenidas por comerciantes y ganaderos en las transacciones con el Alto Perú. Y ello lleva al interrogante: ¿en qué se invertía?, y, pensando en derivaciones, ¿en qué medida este capitalismo comercial activaba la economía y generaba cambios en la estructura social?. La práctica corriente era reinvertir las ganancias en las mismas actividades, ganadería y comercio, y en las mismas condiciones técnicas, pues observamos que en todo el largo período en estudio no hubo desarrollo tecnológico en el área santafesina (los avances técnicos alcanzados en Europa, en particular los mecánicos, sólo se aplicaron en el Alto Perú); ello significa que, aunque la acumulación se canalizaba hacia inversión y no hacia consumo, no se gestaban cambios estructurales, ni en lo económico ni en lo social, pues el sistema productivo tendía a incrementarse sólo cuantitativamente en base a la expansión geográfica, concretaba hacia Entre Ríos (proceso este más visible desde el traslado de la ciudad a su actual ubicación), con la consecuente incorporación de tierras a la producción ganadera; ese crecimiento cuantitativo no producía dinamización cualitativa en las estructuras de la sociedad. Esta forma horizontal de expansión fue propia del sistema a nivel mundial, desde el XVI (ocupación de territorios y energía humana -que es otra manera de expansión productiva, en forma de esclavitud, mitas y encomiendas- de América, Asia y África) hasta la década de 1960 en que se inicia el retroceso del imperialismo colonial como consecuencia de los grandes cambios tecnológicos y organizacionales que se producen tras la II Guerra Mundial (cambio del principio de organización del Estado, revolución científica tecnológica, aumento superlativo de productividad, creciente concentración del capital, exclusión social), con su sustitución por un imperialismo financiero-tecnológico, más notorio a medida que finalizaba el siglo XX. Retomando el tema desde lo conceptual, es de hacer notar algo fundamental, referido al trasvasamiento de actores desde la dimensión económica hacia la política : cuando un grupo se expande espacialmente, paralelamente incrementa también, en la misma o mayor proporción, su cuota de poder sobre el resto de la sociedad: esto ocurría con la élite santafesina y su manera cuantitativa horizontal de reinvertir. Gelman, en su ya citado trabajo, basado en investigaciones propias, y apoyándose también en Susan Socolow (“The Merchants of Buenos Aires, 1778-1810”, Cambridge University Press, Cambridge 1978), dice, respecto a la acumulación de capital e inversiones: “Se podrá aducir que un gran comerciante- estanciero, como los hay en el Río de la Plata del XVIII, también dispone de dinero o crédito. Pero, por lo que sabemos hasta ahora, estos personajes preferían destinar la mayor parte de su capital a reiniciar el ciclo de sus negocios comerciales y no a realizar grandes inversiones en mejorar el rendimiento de sus propiedades rurales”. Por tanto, y en lo que hace a las consecuencias sociales de la acumulación, dado su ritmo tan lento y su concentración en pocas manos, no modificaba el carácter estático de las relaciones sociales y de las clases. Además esa reinversión de excedentes se destinaba preferentemente a incrementar la circulación hacia espacios geográficos muy alejados, con lo que su potencial fuerza dinamizadora y transformadora de la sociedad se diluía. Este capitalismo colonial era básicamente comercial; desde la fundación de la ciudad la estructura productiva no se modificó, salvo en lo comercial con el incremento del comercio de yerba desde mediados del Siglo XVII a mediados del XVIII; luego, en la segundas mitad del XVIII, con la expansión geográfica de la cría y exportación de mulas al Alto Perú. Tampoco se modificó la política económica, que continuó siendo de monopolio, aunque se morigeró, y a partir de 1776 cambió de posición geográfica el eje del poder político (de Lima Buenos Aires). Lo importante es situar que el capitalismo comercial, al igual que el capitalismo financiero de nuestros días, no es productor de cambios sociales, al revés de las consecuencias que generó el capitalismo industrial que, con su capacidad de movilización y modificación de estructuras, cimentó económica y socialmente el desarrollo de la inclusiva sociedad moderna. Como conclusión: la forma de acumulación de capital no produjo cambios, ni en el sistema ni en las estructuras más simples de la sociedad. IV- LA PERSISTENCIA DEL SISTEMA¿Porqué el sistema de la sociedad santafesina no decayó, ni mostró siquiera fisuras en el tiempo, y, aún continuó largamente incólume durante el difícil siglo XIX, desaparecida ya la Colonia, como hemos mostrado en Nepotismo y Economía en Santa Fe? Los sistemas decaen cuando enfrentan, si darle solución, dos distintas situaciones: a) surgimiento de graves conflictos de intereses entre grupos. b) cuando el contexto cambia y, paralelamente, el sistema no se modifica para adaptarse a las nuevas circunstancias, produciéndose asincronías desequilibrantes. En Santa Fe durante la Colonia no se dio ninguna de estas situaciones. Y creemos que fue la economía, tan vegetativa y estática en su tipo y formas, la que puso a la Colonia a resguardo de alteraciones. El inmovilismo económico se tradujo en inmovilismo social, en inmovilismo de la estratificación. La única reacción que se observa, a todo lo largo de los siglos XVII y XVIII, fue el intento de emigración masiva de familias entre 1710-1734, a raíz de la presión indígena; intento sofocado con el uso de la fuerza estatal. Pero no constituyó una reacción contra el sistema; lo que pretendían los pobladores era sólo trasladarse, y trasladar la ciudad, a un sitio más seguro en el sur de la provincia, a la zona donde hoy está Rosario. No tenía que ver con cambios, ni en el sistema económico capitalista ni en el sistema de estratificación social. V- CONCLUSIONES1- Durante el período colonial la sociedad santafesina se organizó, en particular desde el traslado de la ciudad, como capitalismo comercial, con desarrollo mayoritario de clases junto a un grupo de élite conformado sobre un clan de etnia hispánica y de base ganadera-mercantil, que monopolizó institucionalmente el poder y se “autoennobleció” adoptando formas estamentales de “casta dirigente”, usando para su supervivencia, amén de los mecanismos institucionales, la intensa práctica de la endogamia y el manejo de lo simbólico para mantener la unidad a través de los siglos. Paralelamente, a los indígenas y esclavos se les asignó categoría de casta inferior. Ambas castas, la de arriba y la de abajo, perduraron durante todo el período, sin modificarse. Entre ambas surgió una clase asalariada demográficamente mayoritaria, constituida por españoles y criollos santafesinos pobres. 2- El capitalismo adquirió fuerzas a partir de las primeras décadas del siglo XVII a raíz del fracaso de la encomienda, fracaso que empujó, necesariamente, al surgimiento amplio del trabajo asalariado para las actividades productivas por imposibilidad financiera de sustituirlo por esclavos en razón del elevado costo de estos. En ello radica, fundamentalmente, el origen y existencia de clase social en la Colonia en Santa Fe. Como actor social esta clase posee un carácter pasivo, al revés de lo que ocurrió con las clases en el período de capitalismo industrial. 3- Otro factor fundamental en el desarrollo del capitalismo en Santa Fe lo constituyó su localización en un área privilegiada de encrucijada natural dentro del espacio de transporte del Virreynato del Perú, que le permitió cumplir exitosamente su función de factoría yerbatera, con el consiguiente crecimiento de los empresarios ligados a dicho comercio. Importante para el desarrollo financiero de las funciones factoría y comercio fue la estrecha relación de los empresarios, y familias del clan, con la Iglesia y sus cofradías, únicas fuentes de crédito en la época, pues se constituían en clientes monopólicos recipiendarios de ese beneficio. La encrucijada, extendida sobre los 40 kilómetros de islas altas que van desde Santa Fe a Coronda, cumplía también una importante función en el tráfico de contrabando que, conectando directamente los puertos de la Banda Oriental (Colonia y Montevideo) con los mercados del noroeste (Tucumán- Alto Perú), eludía la aduana de Buenos Aires. Cabe suponer, desde la más elemental lógica, que muchos comerciantes santafesinos estaban ligados a ese tráfico. 4- La incapacidad de crecimiento autónomo de la sociedad (dado que su economía se basaba, exclusivamente, en el aprovechamiento del recurso natural “tierra”, a lo que posteriormente agregó comercio); su absoluta dependencia de un mercado externo; y el lento crecimiento de la riqueza en una economía no diversificada y de características predominantemente estáticas (en lo productivo, poblacional, y distribución del excedente), generó estructuras rígidas y posibilitó a la élite concentrar cada vez más el poder (a nivel legal, material, y simbólico) como forma de asegurar el mantenimiento de la apropiación de dicho excedente. 5- Otro hecho esencial para el desarrollo del capitalismo comercial lo constituyó (desde fines del siglo XVII, y particularmente durante el XVIII) el cambio de actitud mental de los empresarios santafesinos frente al dinero, que lentamente comenzó a transformarse en “capital”. Es decir, se dio ese pasaje cualitativo fundamental en que de simple medio de “uso” la moneda deviene en medio de “cambio” para la reproducción de más dinero (el caso Diez de Andino es paradigmático). 6- Territorialmente el sistema careció, no sólo de capacidad de expansión sino, inclusive, de capacidad para mantener la integración del área inicial. Así cedió espacio ante núcleos con mayor dinamismo, como Buenos Aires, que tomó terrenos al sur y al este (mitad oriental de Entre Ríos desde el último cuarto del siglo XVIII), y Córdoba al oeste. El poder organizador de la sociedad santafesina quedó circunscripto, y concentrado, sobre el área de encrucijada en la que se asentaba la ciudad- factoría. Recién en la segunda mitad del siglo XVIII comienza a surgir, muy lentamente, un segundo núcleo poblacional al sur, Rosario, sobre el pago de los Arroyos, que adquirirá importancia tardíamente, hacia mediados del siglo XIX tras la apertura de los ríos luego del triunfo de Urquiza en Caseros, pero que, pese al superior poderío económico-financiero que muestra de manera inmediata -pivoteando sobre el puerto, el rico hinterland que la rodea, y el temprano desarrollo del sistema ferroviario de transporte hacia la segunda mitad de ese siglo- no logra competir políticamente con la estructura armada en la ciudad capital en torno al clan. 7- El cerrado accionar del clan organiza un núcleo geohistórico que no posee base territorial de representación política, dado que no hay desarrollo ni estructuración jurídica espacial de la sociedad durante toda la Colonia. La base de representación y ejercicio del poder es estrictamente social: descansa sobre una estratificación familiar. Como sistema el núcleo se completa con la persistencia de una economía que no se diversifica, y con la apropiación de los símbolos que legitiman las diferencias sociales y la propiedad del poder. 8- Si bien el equilibrio de las organizaciones humanas se da como consecuencia del equilibrio entre las fuerzas antagónicas que la conforman (equilibrio inestable autorganizador), en nuestro caso, si se toma a la ciudad como universo de análisis, pensamos que su equilibrio interno, donde no se aprecian procesos de cambio de su estructura, no surge como resultado de antagonismos endógenos sino de la solidez de la organización del sistema impuesto por el clan, solidez altamente facilitada, además, por el nulo nivel de exigencias del resto de la población (sectores pobres, esclavos, e indígenas mansos). Pero si tomamos como universo de análisis el Río de la Plata (como pensamos que es lo metodológicamente correcto) entonces sí el gran equilibrio de la sociedad santafesina aparece como consecuencia de su pétreo cerrar filas, en el largo plazo, frente al permanente antagonismo de los intereses del núcleo Buenos Aires. Notas:(*)Felipe Justo Cervera Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, Docente de la Universidad Católica de Santa Fe y de la Universidad de Concepción del Uruguay, en las áreas de económía y sociología, respectivamente. Dedicado a investigación regional registra 40 obras publicadas. Premio "JUAN ALVAREZ" de la Pcia. de Santa Fe (1982), Premio ARCIEN (1982), 1º Premio en Humanidades por la Pcia. de Santa Fe en el concurso nacional "Grandes temas argentinos" (1987). Bibliografía:(1) Pérez Colman, César. Entre Ríos. Historia, t.I. Paraná 1936. (2) Halperín Donghi, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. ALIANZA EDITORIAL. Madrid 1980. (3) Marchal, André. 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