SANTA FE LA VIEJA– SANTA FE DE LA VERA CRUZ
Dos nombres, una sola identidad
Leo W. Hillar Puxeddú (*)

A diferencia de la colonización que hicieron los venecianos y los genoveses, y luego los sajones, que fue de fachada, es decir de factorías mercantiles en las costas marítimas; la colonización española se caracterizó por penetrar profundamente en los continentes, ya fuese en tierras yermas y áridas, ya en zonas montañosas o de ríos y de selvas.

Es que a diferencia de la rubia Albión, si bien a España le interesaban también las cosas materiales, corrían paralelas y parejas con ellas, o las superaban, la “utopía” de la comunidad universal fraterna que bullía en la mente de Carlos V, la responsabilidad y paz mundial de esa comunidad y, la obligación espiritual de ser vanguardia evangelizadora cristiana que, no solo evangelizaría sino que los frailes que lo predicaran se rebelarían, en el nombre de la justicia de Dios, ante los abusos de los codiciosos colonizadores y de muchos funcionarios americanos de la Corona. De una Corona que desde Isabel y Fernando, pasando por Don Carlos V y Felipe II protegerían a los nativos que pasaron a ser vasallos de sus reinos y no esclavos.

Toda esta “Gran Aventura”, tiene su tan peculiar fisonomía porque frente a la escisión de la moral y la política que propugnaba el racionalismo iluminista del naciente Estado todopoderoso, el idealismo español buscó integrar lo ético en lo social. Es así que la primera manifestación del derecho social laboral en América fueron “Las Leyes de India”.

Y bien, nuestra región Litoral, no escapaba a esas directrices y concepciones del tardío medioevo español.

Donde hoy descansan vigilantes las ruinas de Santa Fe la Vieja, se dieron cita conquistadores que penetraron el subcontinente de la América del Sur que, como señalamos al principio, no sólo buscaron puertos marítimos de intercambio sino que crearon los “reinos” interiores de Indias.

Si la ubicación del centro colonial primigenio estaba aislada, los emprendedores hombres de la conquista abrieron nuevas vías para que el “universo” soñado por Carlos V fuera realidad. Así Asunción del Paraguay, madre de ciudades, envió a Don Juan de Garay a “abrir puertas a la tierra”, para que el reino hispano-indio se comunicara, creciera e irradiara desde la fundada Santa Fe, puerta y encrucijada: para el Norte con Paraguay y las Misiones; hacia el Este a lo que sería luego Buenos Aires, el Atlántico y las Españas; para el Oeste múltiples destinos: la Córdoba del Tucumán, Cuyo y Chile; para el Noroeste el Tucumán, el Alto Perú y el Perú; para el lejano e incógnito Sur hacia reinos fabulosos de la imaginación de la época como la Ciudad de los Césares, al igual que en la América española del norte (hoy Texas, Arizona, Nuevo México) las fabulosas ciudades de Quivira y la de Cíbola.

Esta Santa Fe, fundada por Juan de Garay en 1573, fruto de la estrategia geopolítica y comercial de los asunceños, constituyó en nuestra Argentina, como bien se ha dicho recientemente, la primera ciudad-puerto del país que ha tenido continuidad histórica hasta el presente; pero no solo eso, sino núcleo estratégico y dinámico por largas décadas, de movimiento comercial, de viajeros, cultura y evangelización misionera.

Zapata Gollan resalta el tema del sitio y el plano de la ciudad. Es muy importante ello porque la corona era muy exigente en este tema que tenía especial relevancia para el desarrollo del núcleo urbano y además por razones de prospectiva, de destino futuro.

La traza “damero” tan característica de las ciudades hispanas, era prioritaria, previa aun a la constitución del ayuntamiento o cabildo, y así procedió Garay, fundó teniendo el plano ya proyectado y trazado antes de establecer el gobierno de vecinos.

En algunas ciudades hispanas la exigencia de la traza “damero” no fue respetada. La traza irregular y desordenada fue común en las colonias portuguesas Vg.: Brasil y algunas excepciones hispanas.

Santa Fe, fue trazada urbanísticamente siguiendo las prescripciones reales, es decir, se guardó el trazado “damero”, tal como hoy se puede verificar en las seculares ruinas. Juan de Garay obró en base a su plan. Como bien señala Zapata Gollan, el fundador adjudicó personalmente los solares a los pobladores desde los que corresponden a la Plaza Mayor. Como en toda América hispana, cada solar era la cuarta parte de una manzana. Frente a la plaza reservó media manzana para la Casa del Cabildo y otra media manzana para la Iglesia Mayor o Matriz. Las ordenes religiosas de los Franciscanos, Mercedarios y Dominicos, recibieron solares en distintos lugares de la nueva ciudad, como así también hizo la reserva para la Compañía de Jesús y para el Hospital.

Había nacido una ciudad más, con la impronta cultural y urbanística hispana, y con una esencia espiritual proveniente del amor del cristianismo. Ciudad que un buen día tendría que trasladarse a Meridión, pero siendo un fiel calco de la original.

Santa Fe pasó a ser Santa Fe la vieja y la trasladada fue Santa Fe de la Vera Cruz; pero era la misma solo que en una latitud distinta pero cercana. Todo era hogaño como antaño; la Plaza Mayor, la Casa del Cabildo y la Iglesia Matriz, las mismas órdenes religiosas, los mismos solares recibieron los vecinos fundadores o sus descendientes. También mantuvo el espíritu de supervivencia y de dinamismo. En las entrañas de lo urbano y de lo humano corría la savia de un mismo organismo, existía una continuidad de propósitos y de metas. Era la vieja Santa Fe rediviva en el pago de la Vera Cruz. Parafraseando al escritor argentino Hernández Arregui decimos: “Solo las sociedades que tienen conciencia de su eslabonamiento cultural, que es tanto solidaridad con los orígenes como certeza de un futuro, pueden considerarse comunidades históricas.”

Por eso el respeto, la importancia y el afecto que merecen estas ruinas que testimonian la vieja Santa Fe, ya que de ella nos viene la savia que nutrió y nutre las vivencias del ayer y del presente de esta Santa Fe de la Vera Cruz.



Notas:

(*) LEO W. HILLAR PUXEDDÚ

Abogado, Profesor de Historia. Ex catedrático de Historia Argentina y de Historia Americana en las Universidades Nacional del Litoral, Católica de Santa Fe y Nacional de Rosario. Miembro del Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe; de las Juntas de Historia de las provincias de Santa Fe, Córdoba y la Rioja. Miembro de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Ex director del Museo Histórico de la Provincia de Santa Fe.


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