LA DOBLE LECTURA DE LA ARGENTINA DE MARTÍN DEL BARCO CENTENERA EN JUAN MARÍA GUTIÉRREZ
Graciela Maturo (*)

1.- Introducción

Juan María Gutiérrez (1809-1878) es un preclaro representante de la generación argentina románticoiluminista de 1837, generación liberal en política, impregnada del sentimiento nacional de la patria naciente y adversa al "oscurantismo" colonial hispánico que vieron reflejado en el gobierno de D. Juan Manuel de Rosas. Sin embargo Gutiérrez fue, en continuidad con los meritísimos esfuerzos del erudito napolitano Pedro de Angelis, el más importante articulador de una tradición rioplatense dentro de su generación. Su lectura sagaz y dedicada, que no pudo eludir algunos prejuicios de época, devuelve a los textos coloniales su carácter de basamento histórico cultural.

Intentaré en este breve artículo, que quisiera dotado de mayores méritos por ofrecerlo a la memoria del estudioso y querido amigo Dr. Rodolfo A. Borello, mostrar las divergencias y confluencias de distintos horizontes de lectura en la interpretación que hizo Gutiérrez de la Argentina de Martín del Barco Centenera, a la luz de la hermenéutica gadameriana.


2. - La generación argentina del 37.

Ricardo Rojas dio el nombre de generación de los proscriptos a este importante grupo de la historia argentina, que se autopostuló en 1837 como superador de la antinomia unitarios / federales. Críticos del hispanismo iluminista de Rivadavia, pensaron al país como historia y les correspondió afrontar los riesgos de la organización nacional. Las importantes obras de esta generación, que accedió en su momento a la acción militar y política, pone en evidencia su compleja riqueza y responsabilidad en los tramos fundantes de la nacionalidad, así como sus inevitables contradicciones.

Un hito importante en la emergencia y cohesionamiento del grupo es como se sabe la creación del Salón Literario. El 23 de junio de 1837 su promotor el librero Marcos Sastre juntamente con Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez hablaron en la inauguración de este foro de efímera duración, que congregaba también a Vicente López, Pedro de Angelis y Esteban Echeverría. (F. Weinberg: El Salón Literario de 1837 ). La presencia del erudito napolitano, archivero de Rosas, así como la respetuosa mención del caudillo, lleva a pensar que el grupo no se oponía inicialmente a éste sino que tenía esperanzas en su labor restauradora. Era preocupación del grupo alcanzar "una política y una legislación propias" y "una literatura singular" apropiada al ser americano (Marcos Sastre: Ojeada Filosófica... en F. Weinberg: El Salón Literario. . .pp. 11 7- 133) En ese mismo año de 1837 Esteban Echeverría, futuro adalid de la generación, publicó las Rimas, que incluía el poema La Cautiva, e introducía según Rojas la "romancesca vida del desierto argentino" en la literatura nacional.

El cierre del Salón, y posteriormente de la librería, marca la definitiva distancia del grupo con Juan Manuel de Rosas, detentor de la suma del poder público. Recordemos que en 1838 nació la Asociación de Mayo, integrada por Echeverría, Gutiérrez, Alberdi, Tejedor, Albarracín, Peña, López, José Mármol y Bartolomé Mitre, con sus miembros correspondientes en San Juan (Domingo Faustino Sarmiento), Córdoba y Tucumán. La relación con Andrés Lamas y un núcleo de opositores a Rosas en Montevideo determinó que el Periódico La Moda, expresión del grupo en Buenos Aires, tuviera su continuidad en El Iniciador de la ciudad cisplatina.

Las obras de la generación fructificaron en forma ininterrumpida en los años anteriores a la caída del régimen: Alberdi: Fragmento Preliminar al estudio del derecho, 1837; Sarmiento: Facundo, 1845; Echeverría: Dogma socialista, 1846; Alberdi: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, 1852.

Juan María Gutiérrez fue por entonces una figura menos destacada. A los 28 años inaugura el Salón Literario juntamente con Marcos Sastre y Alberdi, con un discurso que titula Fisonomía del Saber español: cuál deba ser entre nosotros (Véase texto en Félix Weinberg: El Salón Literario ... pp.145-157). Premiado en el Certamen Poético de 1841 en Montevideo, vivió dos años en esa ciudad y luego viajó a Europa con Alberdi; se instaló luego en Chile, donde redescubrió el Arauco Domado de Pedro de Oña, que encabezó con un estudio crítico al que G. Weinberg considera plagiado por Rivadeneira (Weinberg; Prólogo, pág. IX). Viajó Gutiérrez a Perú y el Ecuador, consolidando su interés por el pasado colonial. El futuro albacea y editor de las obras de Echeverría descubrió a Peralta Barnuevo, al que dedicó un importante estudio. Iba madurando su convicción, netamente historicista y romántica, de que la cultura argentina tenía hondas raíces en el período hispánico.

Gutiérrez, al inaugurar el Salón, acudía a Herder y a Federico Schlegel, al mismo tiempo que a la Francia del saber científico y filosófico, denostando a la España decadente de los últimos siglos. Hablaba, ciertamente, de ilustres excepciones, pero fijaba su atención en América, prodigando su elogio al Almirante Colón. Su intuición americanista corre pareja con su defensa de la poesía, y su estilo se hace poético y metafórico en muchos momentos. No vacila en llamar al continente nuevo "la virgen del mundo" en palabras de un autor moderno, y reclama para el poeta un lugar de privilegio:

"Recordemos lo que pasa en nuestras almas al leer las obras de los modernos, Byron, Manzoni, Lamartine, y confesemos a una voz que la verdadera misión del poeta es tan sagrada como el sacerdocio." (Félix Weinberg, pág.155).

Ya desde sus primeros textos se perfilaba su devoción por la literatura y la estética, que lo lleva a convertirse en el crítico literario más importante de su tiempo.

Gutiérrez puso su atención de crítico y exégeta en los textos liminares, sin poder eludir del todo los prejuicios anticlericales y anticolonialistas de su generación. En el caso de la Argentina de Martín del Barco Centenera, su lectura sigue siendo, a pesar de sus desvíos, un texto incisivamente interpretativo y orientador, que conserva su vigencia en la exégesis del Arcediano.


3.- Centenera, crítico de la Conquista.

Uno de los comentaristas clásicos de la obra de Centenera '. el español Félix de Azara, acusó al extremeño de querer desacreditar a los Jefes de la expedición que integró. Juan María Gutiérrez continúa esta perspectiva, y otorga a Centenera el lugar de cronista oficial en la expedición de Ortiz (u Hortiz) de Zárate:

"Se infiere de la lectura de este poema que el autor tenía compromiso con Zárate de escribir los hechos de que éste se prometía ser el héroe.( J. M. Gutiérrez, Estudio. nota en pág. 21). La expedición estaba compuesta, consigna, "de tres navíos, una cebra y un patache, y probablemente abastecida del número de familias y de animales que consta del convenio celebrado con el Virrey del Perú, confirmado por el monarca español el 10 de junio de 1569" (ibídem, pág. 25). Centenera describe los barcos como "mal aderezados", y dice que "anduvieron los navíos sin concierto" hasta alcanzar el puerto de Santander y luego el de Santiago. Escribe Gutiérrez sobre las intrigas americanas que comienzan cuando Centenera enfrenta a Ruy Díaz Melgarejo quien conduce prisionero al gobernador Felipe de Cáceres acompañado por su enemigo Fray Felipe de la Torre. Halla también al misionero José de Anchieta, "en cuyos brazos murió el mencionado obispo de la Torre v acerca del cual le dio algunas noticias propias de la crédula piedad de aquel apóstol brasileño (ibídem, pág.29).

Los males padecidos por la tripulación de Ortíz de Zárate en Santa Catalina son atribuidos por Centenera a la ceguera y codicia del Adelantado, quien abandona a su gente y marcha con 80 de ellos a Ibiaca, beneficiándose de la generosidad de los aborígenes mientras el hambre cundía en el resto de la expedición.. Al que está seguro en talanquera/ muy poco se le dá que el otro muera, remata el Arcediano, y aclara Juan María Gutiérrez "Talanquera: sitio que asegura de algún riesgo".

La incisiva y permanente crítica de Centenera al Adelantado apunta más arriba y alcanza al Virrey Toledo, como lo advierte Gutiérrez: "La maquiavélica y cruel conducta del Vírrey aparece también en los versos de Centenera en toda su fealdad, porque la presenta rodeada de minuciosos incidentes, que le dan un relieve verdaderamente negro y satánico, y podría servir de asunto para una preciosa novela o para una composición dramática de sumo interés poético y filosófico ". (J. M. G. : Estudio, pág. 105).

También critica Centenera a Diego de Mendieta, el sobrino de Zárate que toma el mando de la expedición después de su muerte, y a Hernando de Lerma, a quien trata con ironía que Gutiérrez considera benévola.

Entre las formas veladas de la crítica que ejerce el Arcediano figura la mención de personajes dudosos como Francisco de Salcedo, mediador entre Lerma y el Obispo Francisco de Victoria. Si se tiene en cuenta que Victoria se cuenta entre los firmantes de las poesías que acompañan la edición, cabe preguntarse si ese deán no es acaso una figuración del propio autor. La consideración de este caso hace decir a Juan María Gutiérrez que las octavas 30 y 31 del Canto XXII se hallan entre "las más obscuras" del poema.

Las críticas a los conquistadores se siembran en toda la obra. Centenera llama salteador a Pedro de Mendoza por el saqueo de Roma, y recuerda su enfermedad, "el morbo que de Galia tiene nombre". Muestra al desnudo la indisciplina y codicia de Ortiz de Zárate, la inconducta moral de Mendieta, la soberbia de Juan de Garay, el ánimo intrigante del Virrey Toledo, la ambición de Hernando de Lerma, las miserias políticas del mundo colonial en suma, la crueldad de los capitanes, la falta de fe de algunos clérigos.

Todo ello fue visto y subrayado por Juan María Gutiérrez, quien claramente advierte la índole moral de la obra. Su visión agudamente crítica de la Colonia, que es la propia de su generación, le permite hacerse cargo de la crítica ostensible o encubierta del Arcediano, aunque sin conceder a éste suficiente autoridad moral para ejercer esa crítica.

4.- La exaltación humanista de los naturales en la Argentina

Curiosamente, Gutiérrez no tuvo igual reconocimiento con respecto a la actitud de Centenera en relación con los naturales. Debemos aceptar que el propio autor indujo a una lectura equívoca de la obra cuando la encabezó con aquellos versos del Canto I:

Del indio chiriguano encarnizado
En carne humana origen canto solo...

Si ese "solo" equivale a "solamente", sin duda el Arcediano crea una falsa expectativa de lectura al anunciar que va a ocuparse solo del indio chiriguano, al que de entrada califica de encarnizado en carne humana.

La temática aborigen adquiere amplio desarrollo en la Argentina. El historiador uruguayo Diógenes De Giorgi ubica al tema indígena, juntamente con la crónica de la conquista, como los ejes temáticos de la obra. "Respecto al primero, es la fuente más rica de información etnológica que poseemos sobre la complejísima y confusa realidad tribal que enfrentaron los primeros conquistadores rioplatenses" (De Giorgi, p. 191). No obstante esa importancia, el historiador considera que Centenera tiene constantemente "una visión peyorativa de la masa indígena" (ibidem, p. 192). Tal es también, la apreciación que tuvo Juan María Gutiérrez en el siglo pasado, apreciación en la cual no podemos coincidir.

Nuestra lectura nos ha llevado a reconocer en Centenera una sorprendente valoración del indígena, acorde con la línea humanista de Las Casas y Ercilla. No podemos pasar por alto que Centenera da cuentas en su libro de la vida y carácter de los charrúas o charusúes, los guaraníes, chiriguanos, tambús, chanás, calchines, chiloazas, melpenes, mañue o minuanes, veguanes, cherandíes, meguay, curuces y tapui-miries.

El indígena, cuyos orígenes se entremezclan en su visión inclusiva con el génesis bíblico, empieza a tener presencia viva a partir del canto VIII, cuando el relato del autor se hace autobiográfico. Este canto y los siguientes que documentan la expedición de Ortiz de Zárate, muestran a los indios que pueblan las costas del Brasil auxiliando y transportando a los españoles en sus canoas, sin poder impedir que algunos mueran.

Se instala de hecho un contraste abrupto entre la amigabilidad y solidaridad aborigen y la rígida actitud de los jefes españoles.

La primera descripción orgánica de una tribu la dedica el autor a los charrúas. Gutiérrez no ha dejado de percibir cierto elogio de la barbarie, aunque lo considera involuntario y por debajo de su modelo, Alonso de Ercilla:

"Los charrúas pueden llamarse también los Araucanos del Plata; menos numerosos que éstos sucumbieron mientras que aquellos aún resisten y obtendrán al fin justicia tomando la parte que les corresponde en el banquete de la civilización. Y esta pariedad resulta en la Argentina sin que lo advierta el mismo autor, porque si hay en su poema estrofas que en algo se aproximan a las bellísimas de Ercilla son aquellas en que describe a los valientes con quienes Zárate tuvo los primeros encuentros".(J.M.G.: Estudio p. 54).

Centenera ha planteado un neto contraste entre la entereza de los caciques Zapicán y Andayuba y la ciega soberbia de "Juan Ortiz, que a pocos escuchaba". Las exigencias desafiantes de éste dan lugar a una represalia cuya épica descripción aprecia Gutiérrez entre las mejores estrofas del poema:

El Zapicano ejército venía
Con trompas y vocinas resonando
Al sol la polvareda oscurecía,
La tierra del tropel está temblando:
De sangre el suelo todo se cubría,
Y el zapicano ejército gritando,
Cantaba la victoria lastimosa
Contra la gente triste y dolorosa.

Desde la gesta homérica, en que el poeta supo conferir dignidad tanto a aqueos como a troyanos, la filosofía humanista trabajó a favor de un reconocimiento universal que tuvo esporádicas expresiones en Virgilio, Dante, Nicolás de Cusa y otros autores. Nada casual es que aquel humanismo haya tenido ocasión de manifestarse sobre la arena concreta del encuentro de pueblos en América, promoviendo las defensas veladas o encubiertas de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Ulrico Schmidl, Alonso de Ercilla, Centenera, el Inca Garcilaso, el indio aculturado Guamán Poma, y muchos otros cronistas o autores épicos. Ellos se apoyan implícita y explícitamente en la filosofía humanista del amor, que alienta el diálogo, el reconocimiento del otro, la reconciliación de perspectivas y legalidades disímiles.

El texto de Martín del Barco Centenera ha sido injustamente comparado con La Araucana, ante cuyo levantado estilo lírico parece desmerecer; sin embargo, como lo señalara Alfonso Sola González, y años después otros comentaristas (Emy Aragón Barra, José Luis Víttori La Argentina posee su propia originalidad y merecimientos en una línea épico-cómica de valor histórico y doctrinario. La imprenta lisboana de Pedro Craasbeck acoge pocos años después de la obra del Arcediano al más importante alegato a favor de la legitimidad de la cultura americana: los Comentarios Reales.

Juan María Gutiérrez apunta que la diplomacia de la guerra suele igualar a bárbaros y civilizados. Y así debió pensarlo el Arcediano cuando llama a Yamandú, un cacique de importancia en el poema, nuevo Sinón, y lo convierte en supuesto enviado de Juan de Garay a quien Zárate manda un mensaje. Vemos aquí a los españoles recluidos en la nave capitana, disminuidos y burlados por los indígenas que los desafían a combates singulares:

Que salga aquel cristiano del navío
Que quisiere aceptar el desafío.

Gutiérrez niega a Centenera el haber querido hacer de Yamandú un héroe, y mas bien lo atribuye a la casualidad, cosa que no podemos admitir fácilmente. Anota que Yamandú .. era elocuente, pues por esta palabra debe traducirse la de hablador que emplea Centenera como en desprecio de este malvado, tan perro como artero". Este pagano gigantesco era además hechicero y reacio a la prédica: Trabajé en vano, confiesa el clérigo.

La figura de Yamandú se convierte en símbolo de la cultura autóctono, y así aparece en varios momentos de la Argentina, No deja de advertirlo Gutiérrez en su valiosa lectura, pese al prejuicio que le impide admitir plenamente el humanismo de Centenera. Yamandú es el jefe indiscutido a quien tienen sus súbditos por lumbre, por espejo y lucero.

"Esta fisonomía - anota Juan María Gutiérrez - es tan bella como original en su género". No bastan las calificaciones de perro o de pagano para disminuir la estatura física y moral del cacique, respetado por los suyos y, según Gutiérrez, "tan mal comprendido por Centenera"(J.M.G.: Estudio, p.76).

Otra de las expediciones de la tropa enviada por Zárate y capitaneada por Garay y Ruy Díaz Melgarejo va a dar con la nación chaná, de la cual hicieron dos prisioneros, y luego con los guaraníes, a quienes tomaron por sorpresa. El malón indio es usado tácticamente por los cristianos, que buscan la morada del cacique Cayú y hacen prisionero a su hijo. Vemos al cacique presentándose a recobrar a su hijo, y ofreciendo a cambio una moza. Zárate es poco favorecido en la pintura del Arcediano:

El Juan Ortiz la moza recibía
Y al indio sin su hijo en paz envía

Los cantos XVI y XVII traen la historia de Diego de Mendoza en el Perú, y a la vez una referencia tan encubierta a Tupac-Amaru (Topa Amaro) que indigna al comentarista Juan María Gutiérrez.

Al llegar la expedición a Santa Fe tiene ocasión el autor de describir el encuentro con los calchinos, chiloazas y melpenes, quienes conviven en la zona con los mancebos de la tierra, dedicados unos y otros a la caza y la pesca. La muerte de Juan de Garay se produce a manos de los mañua o minuanes, por la imprudencia del caudillo y la artera conducta de los indios que irrumpen en la madrugada dando muerte a 40 paragüeños con sus bolas, flechas, dardos y macanas.

Los minuanes, envalentonados, hacen alianza con los querandíes y al frente de una amplia coalición reaparece Yamandú, de quien nos dice el cronista "cuya memoria / tenemos muchas veces celebrada"-

En el canto XX se presenta otro personaje, Oberá, un guaraní instruido y sabio, el que aplicando las enseñanzas cristianas llega a atribuirse el carácter de Mesías de los guaraníes, y nombra pontífice a su hijo. Este episodio da pie a Centenera para insertar un cantar guaraní, cuya traducción también consigna:

Oberá, Oberá,
Paitupú, Jesús,
Yendebé, hiye,
hiye, hiye -

Una nota del autor reconoce haber agregado el nombre de Jesús, resultando así un cántico mestizo. (Nota marginal a la octava 10, canto XX)

Los combates y los discursos de dos jefes indios en Santa Fe confirman su nobleza y valentía. Dos guerreros guaraníes, Ritum y Coraci, desafían a dos mancebos, Enciso y Espeluca. Estos combates singulares permiten un acercamiento humano al coraje y la fuerza de los guerreros, sean indios o españoles. Es larga (10 octavas) la descripción de este doble combate que Juan María Gutiérrez ha comparado con la Austríada de Juan Rufo Gutiérrez, en que lucha un español con un mahometano (J.M.G.: Estudio, p. 218).

Los indígenas resultan vencidos pero se advierte la intención del autor de estilizar el episodio a través de un resultado simétrico y por lo tanto simbólico. Ritum ha perdido su mano derecha, Coraci echa de menos el diestro ojo. Como resultado de esta batalla, el gran Tapui-Guazú manda a quemar en la hoguera a los dos jóvenes derrotados y luego se reúne con una junta donde pide hablar con el sabio Urumbín. Tenemos aquí el tipo del cacique shamán, que al consultar las estrellas declara inevitable el triunfo del blanco.

Se presentan al fin dos posiciones que Centenera tipifica en Urumbia y en Curemo: la aceptación pacífica o la guerra. El Arcediano dispone muy bien a sus personajes, manejándose con parejas de opuestos. Curemo es el que huye tierra adentro, hacia los pajonales de la laguna. Berú, indio valeroso, es el más empeñado en su regreso a la junta, pero fracasa, pues el jefe prefiere morir antes que ceder.

Estimamos que no son éstos rasgos desdorosos que permitan rechazar o condenar al indígena.

El combate final entre Urumbia y Curemo sobre paz o guerra es suspendido cuando la sangre de ambos tiñe el verdor del prado. El juez sentencia, con palabras del autor:

Lo que he dicho pronuncio y lo sentencio:
Y pongo al caso fin aquí, y silencio.

Centenera siempre acentúa el carácter defensivo de la lucha. Los naturales construyen una fortaleza cuya idea arquitectónica es atribuida irónicamente a Satanás. Querían librarse la gente indígena de la gente cristiana, insiste el autor. La fortaleza es desbaratada por los españoles en momentos en que la gente guairacana celebraba una fiesta.

Estos son sólo algunos ejemplos de la importancia que otorga el Arcediano a la gente autóctona, sus caciques, su doctrina, su valentía. No se ha repetido sino rara vez la visión del indio encarnizado en carne humana que anticipan los primeros versos. Es más, en los episodios amorosos Centenera arriesga su tesis humanista: también el aborigen es capaz de entrega y sacrificio por amor.

Juan María Gutiérrez ha visto a medías estos aspectos de la Argentina. Retacea al poeta el pleno reconocimiento de su defensa humanista del indígena, defensa por cierto encubierta en el texto, pero a la vez concede y comparte muchos momentos desde una actitud que lo distancia del racismo progresista de otros miembros de su generación. Gutiérrez se manifiesta ligado al romanticismo que, en última instancia, ha reelaborado por complejos caminos el humanismo del siglo XVI.


5.- La doble lectura de Juan María Gutiérrez a la luz de la hermenéutica gadameriana.

Se mezclaron en la generación del 37, actuante en la organización nacional después de la batalla de Caseros, las ideas iluministas de Mayo, el historicismo romántico que condujo a la revaloración de la lengua y horizonte geocultural propio, y aún, poco después, el incipiente positivismo europeo que comenzaba a trasladar su criterio de verdad al desarrollo de las ciencias -

La posición del grupo sobre el período hispánico o colonias americano fluctuó entre la acusación de oscurantismo y feudalismo (Alberdi: Fragmento), la contrastación de la cultura católica tradicional, aprendida en la infancia, con el pragmatismo anglosajón, en dramático duelo (Sarmiento: Facundo, Recuerdos de provincia), y la seria indagación de textos, emprendida casi exclusivamente por Gutiérrez. El estudioso Gregorio Weinberg señala la general "ofuscación" del juicio vigente en aquella hora de crisis, y reconoce a un tiempo lo siguiente: "Juan María Gutiérrez, sin dejar de compartir en líneas generales esa posición, unió a ella una idea más profunda del proceso histórico. No rechazó, desechando de plano, todo lo que era "colonia" o tenía relación directa o indirecta con la metrópoli; comprendió, quizás el único, que era imprescindible entender como una continuidad el desenvolvimiento de estos países, continuidad que no por ello deja de tener fisuras y crisis ... y que la visión del mismo exigía impostergablemente comprender con mayor hondura y amplitud el pasado y todas sus vertientes. Por ello escribe: la vida colonial, que tanto nos interesa conocer bien y por entero." (Gregorio Weinberg, Prólogo, 1957, pág. XV)

Cabe pensar que Juan María Gutiérrez fue capaz de superar el prejuicio ideológico por una cierta posibilidad productiva del comprender basada en un sentido viviente de su propia tradición. Aplicaba pues, intuitivamente, los principios de una correcta hermenéutica capaz de articular el presente con el pasado dentro de un cierto horizonte de comprensión.

Gutiérrez fue de hecho el continuador de la obra revalorizadora de Pedro de Angelis - el recopilador de textos coloniales execrado por Echeverría en famosa controversia -. Su paulatino acercamiento a los textos liminares de su tradición le fue revelando una actitud de escritores españoles o criollos que en los siglos XVI y XVII enfrentaron a sus propias autoridades civiles, militares o eclesiásticas para mirar el ámbito americano con una mirada nueva. La intencionalidad ética impregnada de humanismo y utopía justiciera que proviene en Gutiérrez de su formación en el romanticismo historicista le facilita el hallar coincidencias con aquellas fuentes a las que se asoma con respeto aunque no desprovisto de prejuicios antihispanistas y anticlericales. Se produce en él cierta moderada "fusión de horizontes" que tiene su sustentación en la universalidad de los valores de su propia cultura, y en la romántica recuperación del sentido histórico.

Su lectura de la Argentina es sin lugar a dudas una lectura fundante y reveladora, que sobrepasa los límites del prejuicio generacional para entrar en más de una ocasión en un descubrimiento profundo del texto estudiado. La obra de Centenera, acusada de compartir a ratos la perspectiva de los jefes españoles ante el indígena, se le muestra también en toda su original desnudez, poniendo de manifiesto aspectos de una visión novedosa y enjuiciadora.


6. - Bibliografía

- Emi Beatriz Aragón Barra: La Argentina, nueva visión de un Poema. Presentación de Ana María y Arminda Ester Aragón. Prólogo de José Malpartida Morano. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires, 1990. 291 páginas. - Martín del Barco Centenera: Argentina y Conquista del Río de la Plata, Edición facsimilar de la Junta de Historia y Numismática, con el estudio preliminar de D. Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, 1912

- Horacio Jorge Becco: Bibliografía de Juan María Gutiérrez en RUBA, 5a. ép. Año 4, Nº 4, pp. 604-620, oct-dic 1959.

- El Iniciador edición facsimilar de la Academia nacional de la Historia. Estudio preliminar de Mariano de Vedia y Mitre, Buenos Aires, 1941.

- Hans-Georg Gadamer: Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Traducción de Ana Agud Aparicio y Rafael de Agapito, Ed. Sígueme, 1977.

- Diógenes de Giorgi: Martín del Barco Centenera, Cronista fundamental del Río de la Plata. Ediciones del Nuevo Mundo, Montevideo, 1989. 235 páginas.

- Juan María Gutiérrez: Estudios histórico-literarios. Selección, prólogo y notas de Ernesto Morales. Ed. Estrada, Buenos Aires, 1940.

--------- : Escritores coloniales americanos. Prólogo y notas de Gregorio Weinberg. Buenos Aires, 1957.

--------- : Pensamientos. Prólogo de Ángel J. Battistessa. Buenos Aires, 1980.

- La moda, edición facsimilar de la Academia Nacional de la Historia. Prólogo y notas de José A. Oría, ed. Kraft, Buenos Aires, 1938.

- María S. de Reinel: Juan María Gutiérrez Biblioteca Humanidades Nº 25. La Plata, 1940.

- Alfonso Sola González: Seminario sobre la Argentina de Martín del Barco Centenera. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1950.

--------- : El realismo fabuloso de la Argentina en Megafón, Nº 5, Mendoza, junio de 1977, pág 49-59.

- Carlos M. Urien: Apuntes sobre la vida y la obra del Dr. Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, 1909.

- José Luis Víttori: Del Barco Centenera y "La Argentina". Orígenes del realismo mágico en América. Ediciones Colmegna. Santa Fe, Argentina, 1991. 189 páginas.

- Félix Weinberg: El salón literario de 1837. Con textos de Marcos Sastre, J. B. Alberdi, J. M. Gutiérrez y E. Echeverría. Ed. Hachette, Buenos Aires, 1958.



Notas:

(*) GRACIELA MATURO

Escritora, estudiosa de las Letras, catedrática universitaria. Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigaciones (CONICET). Ejerció las cátedras de Introducción a la Literatura y Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires y ocupa actualmente la de Literatura Iberoamericana en la Universidad Católica Argentina. Fundó en 1970 el Centro de Estudios Latinoamericanos, de amplia trayectoria en la investigación de las letras y la cultura de América Latina. Ejerció la docencia en la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad del Salvador y el Instituto Franciscano. En 1989 fundó el Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad Católica Argentina. Fue directora de la Biblioteca Nacional de Maestros (1990-1993). Su obra publicada abarca la investigación y la crítica literaria, el ensayo y la poesía.

Libros publicados

Poesía

* Un viento hecho de pájaros, 1958. Córdoba, 1960.

* El Rostro, publicado en Cuadernos Herrera y Reissig, Montevideo, 1961.

* El mar que en mí resuena, Ed. Ismael Colombo, Buenos Aires, 1965.

* Habita entre nosotros, Azor, Mendoza,1968.

* Canto de Eurídice, Ed. Ultimo Reino, Buenos Aires, 1982.

* El mar se llama ahora con tu nombre, Ed. Ultimo Reino, Buenos Aires, 1993.

* Memoria del trasmundo. (Plaqueta) Ed. Ultimo Reino, Buenos Aires, 1995.

* Orfeo canta. (Plaqueta) Ed. Río de los pájaros, Concordia, 1995.

* Cantos de Orfeo y Eurídice. Prólogo del Dr. Arturo García Astrada. Edición El Copista, Córdoba, 1996.

* Nacer en la palabra. Recopilación de los tres primeros libros de la autora. Ediciones Culturales de Mendoza, 1997

Inéditos

* El bosque de alondras. Antología poética.

Ensayos

* Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Mendoza, Azor, 1958.

Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina. Buenos Aires, ECA, 1967.

* Julio Cortázar y el hombre nuevo, Buenos Aires, 1967.

* Claves simbólicas de García Márquez, 1972; segunda edición ampliada, Buenos Aires, García Cambeiro, 1977.

* Introducción a la crítica hermenéutica. Buenos Aires, Tekné, 1979. Reedición, 1995.

* La literatura hispanoamericana: de la utopía al Paraíso, Buenos Aires, G. Cambeiro, 1983.

* Argentina y la opción por América, Buenos Aires, Castañeda, 1983.

* Fenomenología, creación y crítica. Buenos Aires, García Cambeiro, 1989.

La mirada del poeta. Ensayos sobre la creación y la expresión poética. Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1996.

* La identidad Latinoamericana como problema y destino. Tekné, Buenos Aires, 1997.

* América como recomienzo de la historia.

Antologías

* Hacia una crítica literaria latinoamericana,1976.

* La mujer, símbolo del mundo nuevo. Buenos Aires, 1977.

* Mitos populares y personajes literarios. Bs As, Castañeda, 1978.

* América Latina, integración por la cultura. Buenos Aires, García Cambeiro, 1985.

* Sábato en la crisis de la modernidad. Bs As,1985.

* Cátedra Marechal. Buenos Aires, Corregidor, 1985.

* Literatura y Hermenéutica. Bs As, García Cambeiro, 1987.

* Imagen y expresión: elementos para una teoría y una hermenéutica literaria desde América Latina, Buenos Aires, García Cambeiro, 1991.

Inéditos

* América Latina: Un proyecto en marcha.

* Premios y distinciones

* Entre otras distinciones ha recibido el Premio de Poesía "Laurel", 1958 por "Un viento hecho de pájaros"

* Premio Municipal Mendoza, 1960 por "El rostro"

* Premio de la Sociedad Argentina de Escritores por "El mar que en mí resuena"

* Premio "Bienal de Literatura" de Mendoza, 1966 por "Habita entre nosotros"

* Mención de Honor de la OEA por "Canto de Eurídice", 1967

* Premio Ensayo Provincia de Santa Fe, 1967 por "Julio Cortázar y el hombre nuevo"

* Faja de Honor de la SADE, 1984 por "La literatura hispanoamericana: de la utopía al Paraíso"

* Premio "Discepolín", 1983

* Premio "Esteban Echeverría" 1995, instituido por la Sociedad Gente de Letras.

* En 1995 fue propuesta por la Universidad Argentina John Kennedy para el premio Gabriela Mistral de la OEA.

* En 1997 obtuvo el 1er. Premio de Poesía de la Asociación Santafesina de Escritores, por su libro Cantos de Orfeo y Eurídice, ediciones del Copista, Córdoba, 1996.

Cursos y conferencias

Ha dictado conferencias y cursos como profesora invitada en las universidades de San Marcos (Lima), Universidad Javeriana (Bogotá), Instituto de Artes, Ciencias y Letras (Montevideo), Universidad de Chile y Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago), Universidad Karlova (Praga), Universidad de Navarra (Pamplona), Universidad Complutense (Madrid), Universidad de Santiago de Compostela, Universidad de La Coruña, Universidad de San Agustín (Arequipa), entre otras.

Ha sido profesora invitada en las universidades argentinas de Córdoba, Catamarca, Salta, Universidad Católica de Salta, Universidad Nacional de Cuyo, etc., y ha dictado conferencias por invitación de numerosas instituciones culturales argentinas y de otros países.

Otras actividades

Dirigió las revistas Azor (Mendoza, 1960-1965) y Megafón (San Antonio de Padua-Buenos Aires, 1975-1989), y la colección "Estudios Latinoamericanos" editada por Fernando García Cambeiro.


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