LA VIRGEN DE GUADALUPE
EN LAS RUINAS DE SANTA FE LA VIEJA
Hipólito Guillermo Bolcatto (102)

Como parte de los trabajos de conservación y restauración de metales encarados por el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, dependiente de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe, iniciamos con el Ingeniero Adrián A. Pifferetti, en el taller del Museo Etnográfico y Colonial "Juan de Garay", la limpieza de la pieza que nos ocupa registrada con el número 43.415, hallada en mayo de 1957.

La misma fue encontrada sobre el tórax de un esqueleto sepultado en la iglesia de San Francisco de Santa Fe la Vieja (103). Recordemos que el asentamiento de la antigua ciudad se extendió de 1573 a 1660.

Esta virgen con cetro y niño es de una aleación color blanco (¿alpaca?) y presentaba una pátina continua de color marrón a negro. Al culminar la limpieza apareció en todo su esplendor la riqueza y belleza de su factura. Esta imagen, según entendemos, es la Virgen de Guadalupe, Patrona de Extremadura y Reina de las Españas y tiene su origen en el Monasterio de las Villuercas en Extremadura.

En las excavaciones realizadas en Santa Fe la Vieja bajo la dirección del Doctor Agustín Zapata Gollan se encontraron diversas medallas en las cuales se veía la imagen de la Virgen Santísima de pie, sobre una medialuna, con las manos juntas, coronada de estrellas su cabeza, y un conjunto abundante de rayos alrededor de su cuerpo.

Al examinar dichas medallas el académico Humberto F. Burzio, las denominó medallas representativas de Nuestra Señora de Guadalupe, dando pie con esta afirmación a que se formara un argumento contra la tesis de que Santa Fe la Vieja estuvo en el sitio llamado de Cayastá, ya que la devoción al título mariano de Guadalupe se inicia públicamente en Santa Fe, en la segunda mitad del siglo XVIII.

Monseñor Nicolás Fasolino refutó oportunamente esta aseveración estableciendo lo siguiente:

1º- Las medallas encontradas en el Sitio Viejo de Santa Fe, reproducían solamente la Inmaculada Concepción de María Santísima. Es una equivocación, decía, aludir en ellas a la Virgen de Guadalupe.

2º- Las medallas son de factura muy antigua, pero no de la segunda parte el siglo XVIII, sino muy anteriores.

3º- Estas medallas nada argumentan contra la tesis santafesina de que la antigua Santa Fe estuvo en el Sitio Viejo, en Cayastá, antes por el contrario van contra la tesis foránea. (104)

Con lo aseverado en nuestro trabajo creemos que queda superada esta discusión, sostenida en su momento, al establecer que, efectivamente, ya se desarrollaba en Santa Fe la Vieja la advocación de la Virgen de Guadalupe, pero la que se veneraba en el Monasterio Cacereño de España.

Aclaremos que la veneración que se realiza actualmente en nuestra ciudad es de la Virgen de Guadalupe procedente de la ciudad de México y arranca con la aparición de la virgen al indio Juan Diego en el año 1531, debiéndose anotar que la imagen de la Guadalupe Mexicana es muy distinta de la efigie que, con el mismo nombre, se venera en España.

Santa María de Guadalupe, de Extremadura, "La Virgen de las Batallas", "La Capitana" contra el moro, "La conquistadora de nuevos mundos" bien merece ser conocida.


Una bella tradición

La celebérrima imagen de la Virgen de Guadalupe, hallada en las sierras de Extremadura a principios del siglo XIV, está rodeada en sus orígenes, como tantas otras, de una tradición más o menos verídica, pero que, debe ser respetada tanto más cuanto que la consignan en sus historias los primeros cronistas del Monasterio Cacereño, así como muchos extraños a él.

Fr. Fructuoso del Bierzo, o.f.m. nos da una extensa y precisa información desde los orígenes de la Santa imagen hasta su hallazgo en los valles del poético río Guadalupejo, pues desde ese momento entra de lleno en el campo de la historia documentada. (105)

Aunque son muchos los autores que en sus escritos, ya impresos, ya manuscritos, se hacen eco de esta tradición de la Virgen de Guadalupe, voy a narrarla según los datos que nos proporciona el interesante libro del polaco Juan Federico Luca, Conde de Sapieha, publicado en Latín en Varsovia en el año 1721. (106) Tiene dos partes: en la primera habla de la imagen española y en la segunda de una copia venerada en Coden, Polonia.

Nos cuenta ésta que San Lucas evangelista que era al mismo tiempo médico, pintor y escultor, hizo de ella varias imágenes cuando todavía moraba en la tierra. Una de éstas era tenida por el escultor en especial veneración y la llevaba siempre consigo. Tanto apreciaba esta imagen que, cercana su muerte ordenó a sus discípulos que la enterrasen con su cuerpo. Ellos así lo hicieron, dando sepultura a ambos en Acaya. (107)

Hacia mediados del siglo IV fueron hallados los restos de este Evangelista, así como la imagen y los cuerpos de San Andrés y San Timoteo y por orden del Emperador Constantino el Grande trasladados a su sede de Bizancio.

En Constantinopla, donde muy pronto comenzó a ser venerada, se obró un estupendo prodigio en el año 446, siendo Emperador Teodosio el Joven; "azotada la ciudad por un espantoso terremoto que derrumbó parte de la muralla que la circundaba, así como sus 57 torres, las gentes huyeron de ella llevando consigo esta devota imagen. Al llegar a las afueras, he aquí que un niño es arrebatado por los aires y pocas horas después vuelve a caer en tierra sin hacerse daño alguno. Preguntado por el pueblo qué había visto, contestó que un coro de ángeles que cantaban: "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros". Entonces el pueblo, arrodillado ante la Virgen lo repitió y al punto cesó el terremoto."

Hacia el año 581 siendo Papa Pelagio II, fue enviado como Nuncio Apostólico ante el Emperador, el Cardenal Gregorio. En su largo viaje trabó amistad con el español Leandro, Arzobispo de Sevilla, que iba a pedir ayuda contra los moros de parte de su Rey Hermenegildo.

Mientras su estancia en Constantinopla, murió el Emperador Tiberio II, en el año 582, dejando por sucesor a Mauricio, el cual amaba grandemente a Gregorio; pero el Papa, al saber la noticia, envió nuevo legado y llamó a Roma al primero. Entonces Mauricio, en prueba de amistoso afecto, le envió varios regalos, entre ellos la imagen, la cabeza de San Lucas y un brazo de San Andrés. Llegando Gregorio a la Ciudad Santa, lo depositó todo en el Monasterio Benedictino de San Andrés, en el que había sido monje.

En el año 590 falleció Pelagio II, y para sustituirle fue elegido Gregorio, desde entonces llamado Magno. Al trasladar su residencia al Palacio papal, llevó consigo la imagen regalada por Mauricio, la cual, según la tradición, pocos años después obró un nuevo y singular prodigio. Diezmada Roma por una cruel peste, el Papa ordenó una magna procesión que él presidiría llevando esta imagen. Al llegar al Castillo, desde entonces denominado de San Ángelo, apareció ante el pueblo un ángel sobre él, en actitud de limpiar la sangre de una espada y envainarla, con lo que cesó al momento la peste.

A pesar del afecto con que este Papa veneraba esta imagen de María, decidió regalársela a su buen amigo Leandro de Sevilla; pero antes quiso quedarse con una copia y mandósela a hacer a un monje benedictino llamado Agustín, el mismo que años más tarde, en el 596, llevó la fe de Cristo al territorio inglés, siendo su gran apóstol. Terminada la copia, que colocó reverente en su oratorio papal, envió la imagen hecha por San Lucas, así como los Comentarios del Libro de Job, al Arzobispo de Sevilla.

Después de una nueva intervención milagrosa, calmando una desencadenada tempestad en alta mar, la imagen llegó a Sevilla, donde fue recibida triunfalmente por el pueblo en masa y el Arzobispo a la cabeza. Luego la colocó Leandro en el altar mayor del templo donde estuvo por espacio de 118 años.

En los primeros años del siglo VIII, ante la proximidad de los sarracenos varios sacerdotes huyeron con ella y con otras muchas reliquias hacia el norte de España. Después de penoso caminar durante muchos días llegaron a Toledo donde hicieron un breve descanso, pero no creyéndose allí muy seguros, emprendieron de nuevo el camino hacia Portugal, e internándose en unas espesas y altas montañas, distantes de Toledo como treinta leguas, llegaron a un pequeño río y abriendo cerca de él una hoya, enterraron en ella, metida en una urna de mármol, la imagen de la Virgen. A regular distancia dieron también sepultura a las reliquias que con ella habían sacado de Sevilla y libre ya de todo impedimento apresuraron el paso hacia los montes de León y Asturias.

Así pasaron varios siglos, durante los cuales los árabes invadieron casi toda la península y de nuevo fueron echados hacia el sur. Cuando he aquí que en los primeros años del siglo XIV, pastoreando su ganado por las ocultas sierras de las Villuercas un pastor de Cáceres, llamado Gil Cordero, se le perdió una vaca. Después de tres días de angustiosa búsqueda, la halló muerta cerca del río Guadalupe (palabra derivada del árabe y que significa Río de Lobos).

Queriendo aprovechar al menos la piel, se dispuso a desollarla; pero cual no sería su asombro al ver que en aquel momento se levantaba viva la vaca y apareciendo ante él la Virgen María con el Niño en brazos le decía: "No hayas miedo porque yo soy la Madre de Dios. Pon tu vaca con las otras y avisa a los sacerdotes que caben en este sitio y hallarán una imagen mía". El así lo hizo; dio aviso a los clérigos de Cáceres, que cavando en el lugar indicado por la Virgen, hallaron la venerada imagen, que tallada por San Lucas y regalada por el Papa San Gregorio al Arzobispo de Sevilla, fue escondida en aquellos parajes para librarla de la destrucción musulmana.

Esta es la tradición que a través de los siglos a llegado hasta nosotros. Documentalmente no puede demostrarse, pero es muy probable que en ella haya algo de verdad, ya que años más tarde fueron hallados cerca de Guadalupe los cuerpos de San Fulgencio y Santa Florentina, los cuales se sabe que antes de la invasión árabe eran venerados en Sevilla y ante ésta fueron llevados a la sierra donde hoy se encuentran.


La Virgen de Guadalupe y su coronación

El título de Reina de la Hispanidad, y esta es la Virgen de Guadalupe, fue declarada como tal el 12 de octubre de 1928. Sus sagradas sienes fueron ceñidas con imperial corona, y en ella, por voluntad expresa del Rey de España y con el beneplácito de la iglesia española, grabadas estas significativas palabras: "Santa María de Guadalupe... Hispaniarum Regina, ora pro nobis" (Santa María de Guadalupe...Reina de las Españas, Ruega por nosotros). Este y otros datos interesantes brinda Fr. Arturo Álvarez, o.f.m. (108)

España, arrojado los árabes de la mayor parte de su suelo y relegados no más que al reino de Granada, vióse en inminente peligro de caer de nuevo bajo el yugo musulmán, cuando aliado el Rey del norte de África Abul-Hasan con el de Granada, se disponía a reconquistar a toda costa el terreno perdido. El Rey Alfonso XI, comprendiendo la decisiva importancia de la batalla que iba a librar, acude a la Virgen de Guadalupe depositando en ella toda su confianza y a pesar de la superioridad aplastante del ejército musulmán, consigue la más completa victoria en la Batalla del Salado, Salado de Tarifa, riachuelo de la provincia de Cádiz, en cuyas márgenes se libró el 30 de octubre de 1340 la famosa batalla entre musulmanes y cristianos. (109) El Rey Justiciero acude a sus pies a darle las gracias y le edifica suntuoso templo.

Los Reyes de Castilla que le suceden imitan su ejemplo, acudiendo a visitarla y a encomendarle todas las empresas de su reinado.

Muerto Enrique IV de Castilla, le sucede su hermana Isabel I, que unida en matrimonio con Fernando V de Aragón, llevan a cabo las tres gestas básicas de la Hispanidad: la unidad nacional, la liberación íntegra del suelo español y la conquista de un nuevo mundo.


Monasterio de los Jerónimos, Museo de Bellas Artes

Después de la invasión sarracena la imagen de la Virgen de Guadalupe estuvo enterrada en la montañas de las Villuercas donde permaneció oculta más de 600 años hasta que la encontró el vaquero de Cáceres llamado Gil. Se le dio culto en una choza, después Alfonso XI mandó a hacer en el mismo sitio en que la imagen fue descubierta una capilla, luego erigida en Monasterio, que se concedió a los frailes de San Jerónimo de Lupiana. Poco a poco se fue engrandeciendo la Iglesia empezada a edificar por el escultor Juan Alfonso, con tres naves de 180 pies de largo, 90 de ancho y 75 de altura, esbelta cúpula y hermosa sacristía. En 1469 se ensanchó el atrio; en 1475 se hizo la gran sala capitular; en 1510 la grandiosa reja del altar mayor; en 1591 la Capilla de las Reliquias, con altar dedicado a San José, en el que se colocó preciosa arca de cobre con cuadritos de relieve; y en 1613 se hizo el magnífico trono de plata, en que estaba colocada la imagen de la Virgen. En 1622 ardían en la iglesia 85 lámparas de plata. (110)

La vida del Real Monasterio de Guadalupe va unida a los dos grandes sucesos que marcan los dos puntos culminantes de la historia española: la constitución de su nacionalidad en la lucha contra los moros y la expansión de esa nacionalidad con la conquista de América.

Describiendo este Monasterio nos encontramos primeramente con la ingente mole de piedra y ladrillo que forma su armazón. Sus torres, almenas y fuertes, entrelazados por vetustos muros, están coronados por esbeltos capiteles, pináculos y graciosas cúpulas.

En la fachada principal del templo se destacan las magníficas puertas de bronce repujado con escenas de la vida del Señor y de la Virgen.

Ya en el interior del recinto, lo primero que ocurre a nuestra vista es la capilla de Santa Ana, donde se hallan los sepulcros de los Velasco y el interesantísimo "Labatorium", de Juan Francés, artista español que vivió a fines del siglo XV y comienzos del XVI. Ceán Bermúdez le llama rejero y maestro mayor de las armas de hierro en España. Trabajó en el año 1494 la reja de la portada del sagrario antiguo de afuera que se llamaba el Vestuario, en la Catedral de Toledo, y la de la Capilla mayor de la Iglesia Magistral de San Justo y Pastor de Alcalá de Henares. Ejecutó, también, con suma delicadeza y buen gusto en 1505 las rejas de la capilla mayor y coro de la Catedral de Osma. (111)

Fr. Santiago Gorostiza, o.f.m. se encarga de dibujar con todos los detalles la descripción de este lugar. (112)

La espaciosa iglesia, de tres naves, es del más puro sabor gótico del siglo XIV. En ella podemos admirar la grandiosa verja de hierro forjado que separa el presbiterio del resto del templo.

En la Capilla mayor están los sepulcros reales de Enrique IV y su madre, con sus bellísimas estatuas orantes, obra de Giraldo de Merlo. Este escultor italiano o portugués dióse a conocer en el primer cuarto del siglo XVII. Se cree por un lado que era natural de Génova y por otro que era de origen portugués. Vivía en Toledo en 1607, año en que Juan Bautista Monegro, maestro mayor de aquella Catedral, encargó a él y a otros profesores la ejecución de los escudos de armas del cardenal Sandoval y Rojas y del canónigo Juan Bautista Garay, para colocarlos en la Capilla de Nuestra Señora del Sagrario. Concluyó Merlo en 1616 el retablo mayor de la Parroquia de Santa María de Ciudad Real, atribuido por algunos a Juan Martínez Montañés. Consta de cuatro cuerpos de los órdenes dóricos, jónicos, corintios y compuestos, y están repartidas en él más de 50 piezas de escultura, contando los bajo relieves de la Vida de Cristo y las estatuas de varios santos. Habiendo trazado Nicolás de Vergara el Mozo, también maestro mayor de la Catedral de Toledo, el retablo principal del Monasterio de Gauadalupe, y aprobándole Felipe III, no se puso en ejecución hasta después de la muerte de Vergara, por dirección de su sucesor Monegro. Se concertó con Giraldo y le ayudaron Jorge Manuel y Juan Muñoz. "Tiene, ha dicho Ceán, cuatro cuerpos, con las estatuas de los evangelistas, las de cuatro santas mártires, otras tantas de obispos, y en el remate un crucifijo con la Virgen y San Juan, San Pedro y San Pablo. En el basamento están los bajo relieves que representan misterios de la pasión y algunas figuritas de santos, en el tabernáculo las doce estatuitas de los apóstoles, sin contar los lienzos que pintaron Vinzencio Carducho y Eugenio Caxés". También ejecutó Giraldo los bultos del rey Enrique IV y su madre, arrodillados sobre sus entierros en la capilla Mayor de dicho Monasterio, por lo que pagaron 50 ducados, y las estatuas de Santa Paula y de Santa Catalina Mártir, situadas, en dos retablos de la capilla llamada de los cuatro altares, inmediata al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Finalmente, trabajó en mármol la estatua de San José, para la portada de la iglesia de las monjas Carmelitas de Ávila. En todas estas obras se deja ver la gran inteligencia de su autor y le acreditan como uno de los mejores escultores que había en España.

El singular retablo, obra maestra del altar mayor, fue ejecutado según los planos de Juan G. Mora, interviniendo en él los mejores artistas del siglo XVII. En sus intercolumnios se hallan las preciosas estatuas de Merlo y seis grandes cuadros de Carducci y Cagés. Vicente Carducci o Carducho era un pintor español de la corte de los Felipe II y IV, nacido en Florencia. Aunque italiano de nacimiento, él mismo se reputaba natural de Madrid por haber tenido su educación en la capital de España. Recibió las primeras lecciones del arte en El Escorial, contemplando las obras de los buenos maestros allí reunidos.

Imposible parece que haya bastado una vida de 60 años para llevar a cabo el sinnúmero de obras que salieron de sus pinceles. Ceán, que enumeró las existentes sólo en los edificios públicos de España, después de las grandes pérdidas ocurridas durante la invasión francesa, cuenta más de 120 cuadros de este fecundísimo artista , y entre ellos los hay que revelan gran detenimiento, prolijo estudio del natural.

Las dotes que más distinguen a Vicente Carducci son: la facilidad en la composición, la naturalidad en las actitudes, cierta grandiosidad en los plegados de los paños, decoro en la comprensión de los asuntos religiosos, majestad en los retratos de los personajes, y el conveniente fuego y movimiento en la representación de las batallas y hechos de armas.

Su colorido es vigoroso, su toque sólido y seguro, sin embargo la tonalidad general de sus obras resulta algo convencional y no es la distinción lo que más sobresale en sus personajes ideales, cuando representa asuntos religiosos que excluyen el naturalismo.

En cuanto a Eugenio Caxés es un pintor de la escuela de Madrid, que floreció en los siglos XVI y XVII. Nacido en la corte, de familia florentina, en 1577. El Rey complacido de su trabajo, le nombró su pintor en agosto de 1612. Falleció en 1642. Sus dotes como pintor son: un dibujo selecto y un colorido vigoroso, en composiciones llenas de vida y actualidad, aunque no tiene la armonía de Murillo ni la perspectiva aérea de Velázquez. (113)

En el segundo cuerpo admírase el soberbio trono de la Reina de las Españas, obra del ilustre orfebre D. Félix Granada y en él sentada la "Morenita de las Villuercas", guía y principal objeto de esta ingente obra artística. Sobre el altar mayor vemos el escritorio de Felipe II, sirviendo de sagrario. Fue ejecutado en 1561 por Juan Glamín y remata en un hermoso crucifijo atribuido a Miguel Ángel.

El coro es amplio y en él merece destacarse; 1º, la bella escultura de la Inmaculada denominada "de Méjico" por el manifiesto parecido y relación que tiene con la imagen del Tepeyac, colocada aquí en 1499; 2º, la elegante sillería y el grandioso facistol de bronce, atril grande donde se pone el libro o libros para cantar en la iglesia; el que sirve para el coro suele tener cuatro caras para poner varios libros.

Hablando de sacristías, podemos decir que, para ver una, hay que ir a Guadalupe. Su decorado, sus maravillosos zurbaranes y sus proporciones perfectas, hacen de ella una de las mejores de España. Al fondo de la misma está la capilla de San Jerónimo, con tres cuadros de Zurbarán y el famoso fanal de Lepanto regalado por Don Juan de Austria. Francisco de Zurbarán, célebre pintor de la escuela sevillana, conocido como el Caravaggio español. Nacido en Fuente de Cantos (Badajoz) en 1598 y muerto en Madrid probablemente en 1662. Comenzó su carrera artística como Velázquez, amando la verdad hasta el punto de no transigir con ninguna de las formas y efectos de convención y rutina, copiando fielmente lo que veía en la naturaleza. Algo, no obstante, se dejó influir por las obras de Caravaggio, cuya fuerza de claroscuro se conoce que le cautivaba. En el monasterio de Guadalupe pintó para los Jerónimos, además de varias obras, los ocho grandes y admirables cuadros de la Vida del santo doctor y fundador, que son de lo mayor que puede citarse de su mano. (114)

El relicario es otra de las piezas admirables del Monasterio donde todo es regio. Lo embellecen numerosos cofrecillos, brazos con reliquias, arquetas, etc. de exquisito gusto; pero sobre todo lo demás, atrae la atención la "Arqueta de los esmaltes" construida en el siglo XV por el monje Fr. Juan de Segovia "el platero", con restos del primitivo trono de la Virgen.

Al camarín se sube por una soberbia escalinata de cuarenta y dos gradas de jaspe. Es la mansión de la Reina de Guadalupe y como tal lo más hermoso de su casa. Su conjunto (estatuas de Mujeres Fuertes, cuadros de Lucas Jordán, pintor italiano, nacido en Nápoles en 1632 y muerto en la misma ciudad el 4 de enero de 1705, fue discípulo de José de Ribera, llamado "el españoleto", zócalos, pavimento de policromados mármoles...) produce una impresión indescriptible.

Saliendo ya del templo y dirigiéndonos al claustro mudéjar, hallamos a nuestro paso numerosos sepulcros, reales, episcopales y priorales, obras de los más afamados entalladores y pedreros. El espacioso claustro mudéjar, único ejemplar de su clase en España, con el elegante templete en medio, ofrece una estampa llena de artística poesía.

En una de las alas de este claustro se halla el antiguo refectorio jerónimo o habitación destinada para juntarse a comer, convertido hoy en museo de bordados. Si en el Monasterio de Guadalupe existe una sacristía sin rival en España, este museo, por la cantidad y calidad de sus telas, es único en el mundo.

El bordado de Guadalupe, cuyo origen está relacionado con el establecimiento de este Monasterio del francés Fr. Jerónimo, hacia fines del siglo XIV, llegó a tal perfección que las mejores piezas que hoy se exhiben en este museo, salieron de las manos de monjes del Monasterio.

La lista de lo que allí se encierra sería demasiado larga. Baste enumerar la casulla del Condestable, la de los Reyes Católicos, Terno "Tanto Monta", etc. Sobre todo, son dignos de mención los incomparables frontales: el de Enrique II, el de la Pasión, el llamado "rico", el de San Jerónimo y el del Príncipe Felipe II. Ni queda con esto agotado el suntuoso museo; pues ni en valor material ni en perfección artística quedan atrás el "terno rico" y el "trapo viejo", bordados ambos enteramente con hilo de oro y lleno de imágenes tan perfectas que es difícil distinguir si estas son bordadas o pintadas.

Complemento dignísimo de este museo son los numerosos juegos de tela guardados en la capilla de San Juanito para el uso del altar y, sobre todo, la numerosa y riquísima colección de mantos de la Virgen de Guadalupe. Refiriéndonos en particular a los tres mejores llamados: el de la Comunidad (1522), el de la Infanta (Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II (1629), y el rico de la Comunidad (S. XVI), diremos que toda ponderación sobre su riqueza material y artística no puede pasar de una tenue sombra de la realidad.

Entrando luego en lo que fue "Sala Capitular", nos encontramos con el museo de los libros corales, formado por ochenta y seis hermosos ejemplares de pergamino y en gran folio, que abarcan la historia de la miniatura desde el siglo XV hasta el siglo XVIII. Y no sólo se iluminaron en Guadalupe estos libros que quedan, pues de sus escuelas de iluminación salieron varias colecciones para otros monasterios, y en ellas se llevaron a cabo iluminaciones de misales y libros tan importantes como el libro de Horas del Prior y el de Rezo de la Reina Católica (s. XVI).

Por fin, para no alargarnos demasiado, vayamos al claustro gótico o de las "Enfermerías", así llamado porque aquí estuvieron asentadas las famosas escuelas de medicina de Guadalupe. En ellas ejercieron la cirugía los médicos más prestigiosos del tiempo de los Reyes Católicos y de los Austrias. Allí se realizó la primera autopsia. Sus tres cuerpos de elegantes arcadas le dan un gusto y aspecto alegre y lleno de vida.

Estas son, en líneas generales, las más destacadas riquezas artísticas de uno de los más célebres monasterios del mundo.


La Virgen de Guadalupe en América

Guadalupe, el Santuario mariano nacional de la España de los Reyes Católicos y de los Austrias fue también el norte que dirigió la gesta del descubrimiento, conquista y colonización del nuevo Mundo. Si por Colón comenzó a existir América para Europa, con el marino genovés dieron también comienzo y principio las íntimas relaciones de la Virgen de Guadalupe con el mundo por él descubierto.

Así tenemos que en este Real Monasterio, a las plantas de su Virgen Morena, son firmadas por los Reyes Católicos, el 20 de junio de 1492, las sobrecartas para Juan de Peñalosa, ordenándole que faciliten a Colón tres carabelas y los necesarios tripulantes para su expedición a través del océano. Entre los que se enrolan en el primer viaje hallamos al médico de la tripulación Maese Juan, vecino de Huelva y que años antes ejerció mucho tiempo la medicina en los famosos hospitales de Guadalupe.

Cuando, llenos de justo orgullo, regresan a España Colón y los tripulantes, a la altura de las islas Azores una furiosa borrasca pone en peligro sus vidas amenazando envolver entre sus encrespadas olas las f'rágiles naves; pero aquellos hombres de recia fe acuden a Santa María de Guadalupe, prometiéndole que si el mar se serenaba, aquel a quien la suerte designare irá a su templo a rendirle gracias en nombre de todos. Se echan unos garbanzos en una bolsa y es el propio Colón quien metiendo el primero la mano saca el señalado con la cruz. Fiel a su promesa acudió en romería a Guadalupe en los primeros meses del año 1493. Y tan agradecido quedó al favor de la Virgen Morena, que prometió a sus monjes poner su nombre a la primera isla que en su segundo viaje descubriese, como lo hizo el 4 de noviembre de aquel mismo año, trasladando esta palabra al Nuevo Mundo en la isla Turqueira, en las pequeñas Antillas.

El 29 de julio de 1496, de vuelta de su segundo viaje, el ilustre marino acude de nuevo a los pies de la Virgen de Guadalupe y ante ella bautiza dos indios y el mismo hace de padrino.

Y no sólo es Colón quien lleva al Nuevo Mundo la devoción de la Virgen de Guadalupe. Otros muchos le imitan, sobre todo entre los conquistadores que por ser extremeños en su mayor parte, conocían y habían ido en romería más de una vez al Santuario de las Villuercas.

Así tenemos al conquistador de Méjico Hernán Cortés. Nacido en Medellín pueblo cercano a Guadalupe no salió de España sin despedirse y encomendarse a su paisana. Y tan grabada llevó su devoción que en todos los peligros y apuros a ella acude. Así lo vemos cuando picado por un venenoso escorpión en ocasión en que, recostado bajo un árbol, el 1 de julio de 1520, lloraba amargamente la derrota y espantosa carnicería que los indios ocasionaran en su ejército, se acuerda de la Virgen de Guadalupe y le pide que lo libre de una muerte segura. Años más tarde, en 1528, va a España y con toda prisa se dirige a Guadalupe, donde, entre otros valiosos regalos ofrece a la Virgen un escorpión de oro cuajado de esmeraldas y piedras preciosas, dentro del cual venía el esqueleto del que en aquella oportunidad puso en grave peligro su vida. Se genera al influjo de Cortés en la Nueva España una singular devoción a la Virgen de Guadalupe.

Mayor extensión, si cabe, tuvo su culto en América del Sur, donde más aún que en Nueva España, abundaron los extremeños, como Pizarro, Valdivia, Orellana... Pocos años después de la conquista del Perú la hallamos ya extendida grandemente y venerada en numerosas ermitas y célebres santuarios. Valga la pena citar, siquiera por vía de ejemplo, el célebre de Pacasmayo (Perú) donde se venera desde el año 1563 una copia suya llevada de España por el capitán Lezcano; la de Guápulo (Ecuador) que con una floreciente cofradía suya comenzó a ser venerada en 1581; las famosas de Sucre y Potosí pintadas por el fraile jerónimo guadalupense Diego de Ocaña en 1601. Todas estas y muchas más las enumera otro monje jerónimo, Pedro del Puerto, en la relación que escribió sobre su viaje por el Virreinato del Perú en el siglo XVII. (115)

Hemos establecido en este trabajo la devoción mariana que existía en Santa Fe la Vieja en relación con la Virgen de Guadalupe venerada en el monasterio de Las Villuercas en Extremadura, España, lugar a donde todavía llegan los romeros con su canto popular:

Virgen de Guadalupe,
dame la mano
para subir la cuesta
de Puerto Llano.

De Puerto Llano, niña
De Puerto Llano
Virgen de Guadalupe
Dame la mano.


Ilustraciones


Pieza Nº 43415 del Museo Etnográfico y Colonial "Juan de Garay" luego de la limpieza. Aparece en todo su esplendor la imagen de la Virgen de Guadalupe.


Sta. María de Guadalupe, Patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad.



Notas:

(102) Hipólito Guillermo Bolcatto. Investigador, catedrático y músico argentino nacido en Santa Fe, ciudad en la que reside. Becario de la Universidad de Buenos Aires, de la O.E.A. y del Gobierno de España. Miembro del Centro Transdisciplinario de Investigaciones de Estética y de la Asociación Santafesina de Escritores. Ex Jefe de la División Artesanías de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe y ex Técnico del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe.

(103) LIBRO INVENTARIO DE PIEZAS. Museo Etnográfico y Colonial "Juan de Garay", Santa Fe. LIBRO DOCUMENTAL DE LIMPIEZA DE METALES. Museo Etnográfico y Colonial "Juan de Garay", Santa Fe.

(104) FASOLINO, Nicolás Monseñor: "Sobre medallas halladas en Sitio Viejo". Diario "El Litoral", viernes 23 de octubre de 1953. Santa Fe.

(105) REVISTA MIRIAM. Mayo/Junio 1954. Sevilla, España.

(106) LUCA, Juan Federico, Conde de Sapieha: "Monumentos de las antigüedades Marianas en la antiquísima imagen llamada Gregoriana y de la Virgen de Guadalupe de Coden pintada por San Agustín Romano", Varsovia, 1721.

(107) DICCIONARIO ILUSTRADO DE LA BIBLIA. Wilton M. Nelson, editor. Editorial Caribe. España. 1975.

(108) Idem nota 3.

(109) DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANOAMERICANO. Madrid-Nueva York. 1912.

(110) Ibídem

(111) Ibídem

(112) REVISTA MIRIAM, op. cit.

(113) DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANOAMERICANO, op.cit.

(114) Ibídem

(115) REVISTA MIRIAM, op. cit.


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