VALOR Y USO DE SANTA FE LA VIEJA
Sentido de sus ruinas para la historia de la ciudad hispanoamericana
Luis María Calvo (35)

A partir del abandono del asentamiento fundacional de Santa Fe, la que había sido una ciudad, despojada de la vida que la nutría, inició un proceso de degradación que la convirtió en ruinas.

Durante los siglos siguientes persistieron las referencias acerca de la localización del sitio, que resultaban evidentes para los pobladores de la región y que algunos viajeros o científicos introdujeron en sus crónicas, mapas y cartas geográficas, indicando el topónimo y su ubicación.

Progresivamente, desde la década de 1660, Santa Fe la Vieja se fue transformando y se redujo, finalmente y cuanto más, a una huella toponímica, una disquisición historiográfica o un vestigio hallado al azar.

En 1949, los trabajos realizados por el doctor Agustín Zapata Gollan, no sólo pusieron al descubierto los restos materiales de la vieja Santa Fe sino que, además, la instalaron como un referente ineludible para el conocimiento de la historia de la ciudad en Hispanoamérica.

En el presente trabajo nos proponemos realizar un recorrido por ese proceso, iniciado con el abandono de la ciudad y marcado por dos momentos diferentes, de desarticulación primero y de recuperación significativa después.


PRIMERA PARTE: GÉNESIS Y DEVENIR DE SANTA FE LA VIEJA


Abandono de la ciudad y gestación del topónimo Santa Fe la Vieja

Al iniciarse la mudanza de Santa Fe, se generó, aunque sea por un tiempo, la contemporaneidad de dos asentamientos para una misma ciudad: uno en el sitio señalado por Garay y otro en el que se formaba incipientemente en el encuentro del Saldo y la Laguna Grande de los Saladillos. Con el objetivo de diferenciarlas, para la nueva entidad urbana se resolvió la adopción del nombre de Santa Fe de la Vera Cruz, mientras que la ciudad que se abandonaba comenzó a ser llamada el sitio viejo, luego ciudad vieja de Santa Fe y finalmente Santa Fe la Vieja.

Veamos algunas de las referencias notariales que hemos podido relevar sobre esta cuestión:


Sitio viejo

En 1660, es decir en pleno proceso de trasmuta, el cura de la Matriz anota en el libro de defunciones:

Salí del sitio viejo por mandado del señor vicario general ...

A continuación transcribe la memoria de los entierros realizados en su ausencia y cierra sus anotaciones diciendo nuevamente:

Hasta aquí la memoria del licenciado Antonio Tomás de Santuchos en el sitio viejo ...

Concluida la mudanza y ya abandonada totalmente la ciudad fundacional, en 1663 el capitán Francisco Hernández declara unas cuadras que tuvo en el sitio viejo de Santa Fe (36).

En 1673 Andrés Álvarez del Castillo recuerda que había participado de "corredurías" que se hicieron en el sitio viejo (37).

Y cuando en el mismo año el sargento mayor Bartolomé Caro otorga su testamento, hace referencia al solar que tenía en el sitio viejo de esta ciudad (38).

Asiento viejo

Otra de las maneras de nombrar a la ciudad abandonada fue la de asiento viejo.

El capitán Juan Gómez Recio declara que había dado en dote a sus hijas unas casas que tuvo en el asiento viejo (39).

Mientras que doña Jerónima Rodríguez en 1684 declaró que su marido, Juan González de Ataide, había sido vecino del asiento viejo de esta ciudad (40).

Ciudad vieja de Santa Fe

Una de las referencias más tempranas en la generación del topónimo Santa Fe la Vieja la encontramos en el testamento del licenciado Manuel Hurtado Cabral, otorgado todavía en esta ciudad vieja de Santa Fe el 21 de octubre de 1661 (41). Y agrega que manda ser enterrado en su iglesia de San Francisco y que acompañen su cuerpo los pendones de las cofradías que hoy se hallan en esta ciudad vieja de Santa Fe.

Pueblo viejo

Por su parte, la ya referida doña Jerónima Rodríguez, en su testamento otorgado en Santa Fe de la Vera Cruz, se declara vecina de esta ciudad de Santa Fe y natural del Pueblo Viejo que se despobló (42).

A cincuenta años de la trasmuta, para algunas transacciones privadas, todavía se apelaba a antecedentes de propiedad en la vieja ciudad:

El 24 de enero de 1717 el maestro don Pedro González Bautista, cura rector de la Matriz, vendió al capitán Pedro de Barbarrey un sitio en la traza de la ciudad, que hubo de doña Juana García y ésta a su vez de sus padres en el Pueblo Viejo (43).

Registros cartográficos

Parece ser que en el siglo XVIII cristaliza el topónimo Santa Fe la Vieja, sin que se abandone del todo el de Pueblo Viejo que perdura hasta mediados del siglo XX.

Aunque poco abundantes, son diversos los mapas en que el sitio de Santa Fe la Vieja aparece señalado.

Sin duda, el más importante de todos es el "Mapa Geográfico de América Meridional" grabado en 1775, obra de Don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, eminente geógrafo español. En ese mapa, del que se exhibe un ejemplar en el Museo de América en Madrid, se señalan algunos topónimos relacionados con la ciudad de Garay, como los arroyos de Antonio Tomás, Feliciano y Hernandarias, en la margen izquierda del Paraná. Y en la costa santafesina entre Santa Fe y San Xavier se ubica, con toda precisión, un punto con la referencia explícita y textual que dice, tal como las denominamos hoy: Ruinas de Santa Fe la Vieja (44).

En 1790 se dibujó un mapa de la frontera de Santa Fe al Gran Chaco y en él también aparece Santa Fe la Vieja (45).

Don Félix de Azara por su parte acompaña sus "Viajes por la América Meridional" con un mapa en el que se indica: Santa Fe la Vieja que ahora llaman Cayastá (46).

Registros textuales

Cuando se funda la reducción de San Javier de indios mocovíes se elige para su primera localización un lugar cercano a donde había estado fundada Santa Fe:

Llegamos al pueblo viejo de Santa Fe, que dista del nuevo como diez y ocho leguas, - dice el Padre Burgés - y allí cerca en una loma limpia se hizo la población (47).

El 7 de julio de 1743 se concretó la fundación en el Paraje del Pueblo Viejo con asistencia del maestre de campo Antonio de Vera Muxica.

El mismo Azara, ya mencionado, dice en su "Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata": se fundó esta ciudad en el sitio que hoy tiene el pueblo de Caiastá (48).

También puede mencionarse un informe presentado en 1794 al Cabildo por el síndico procurador de la ciudad don Gabriel de Lassaga, en el cual se hace la siguiente referencia: desde aquel paraje (hoy llamado el pueblo viejo) cuyas ruinas aún existen (49).

Antecedentes catastrales

Mudada la ciudad de Santa Fe a su nuevo emplazamiento, las tierras urbanas y el ejido del asentamiento fundacional, pasaron a propiedad del Cabildo.

Por acuerdo capitular del 15 de abril de 1698 esas tierras fueron dadas en merced al sargento mayor Antonio Márquez Montiel (50).

En 1761 fueron adquiridas al albacea testamentario de don José Márquez Montiel, hijo de Antonio, por don Gabriel de Quiroga. En la escritura se registra que la propiedad se trata de:

las tierras en que estuvo fundada la ciudad y pueblo Santa Fe la vieja, con sus ejidos, con más una legua de tierra a la parte del Sud que llega a los montes de los Calchines y otra legua a la parte del norte desde el dicho pueblo y su ejido, con todo lo que tiene de distrito desde el río Paraná hasta el río Saladillo ... (51).

Los sucesivos traspasos de propiedad fueron consignados minuciosamente por José Carmelo Busaniche en su trabajo "La tradición de Cayastá como asiento de Santa Fe la Vieja", por lo cual nos eximimos de abundar en pormenores, limitándonos a recordar que en 1867 el gobierno de la Provincia firma un contrato de colonización con el conde Tessieres de Bois Bertrand y dispone la fundación de un pueblo en el paraje de Cayastá, en las cercanías del lugar denominado El Pueblo Viejo.

En una de las "Sinopsis" incluidas en el Primer Censo General de la Provincia, de 1887 dirigido por don Gabriel Carrasco, se consigna acerca de la localidad de Cayastá:

Fue allí donde se fundó la primera ciudad de Santa Fe que fue destruida por los indios. Aún se conservan las señales de la antigua fundación.

En el mismo Censo, Carrasco nos dice:

El paraje en que existió la ciudad primitiva se conoce auténticamente porque aún quedan vestigios de la antigua fundación que hemos podido constatar personalmente (52).

También el padre Vicente Calone, prefecto de Misiones, en 1897 anota sobre Cayastá:

Nada hay en esta colonia que recuerde el lugar preciso donde estaba la capital de la provincia, a no ser por los cimientos que se descubren en la barranca del río por el desmoronamiento (53).

En su prolijo relevamiento de antecedentes, Busaniche también agrega un informe de Federico Achembach publicado en el Boletín del Departamento de Agricultura y Ganadería de 1900. En ese informe consta que cuando se fundó la colonia de Cayastá en 1867, todavía quedaban restos de la ciudad fundada por Garay: cuyas taperas y vestigios entonces aún existían.

En 1916, según dice también Busaniche, Carlos Arguimbau todavía pudo apreciar la existencia de estos restos.

El propio doctor Agustín Zapata Gollan registra que antes de iniciar sus excavaciones, había realizado algunos sondeos en la zona que los vecinos del lugar conocían con el nombre de Santa Fe viejo.

En esas ocasiones los descendientes de los primeros pobladores le relataban que sus antepasados habían alcanzado a ver restos de muros, que atribuían a la primitiva Santa Fe y donde ellos mismos -dice Zapata Gollan - al arar la tierra o en los derrumbes periódicos de la barranca provocados por las crecientes del Paraná, recogían tejas, algunas monedas, medallas y otros objetos que por su naturaleza, pertenecían a una antigua población española (54).

Antecedentes historiográficos

En 1923, la Comisión de Fiestas Conmemorativas de la Fundación de Santa Fe, conformada para celebrar su 350 aniversario, publicó un opúsculo con fines de divulgación popular, cuyo autor fue Julio A. Busaniche, titulado "Apuntes sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Santa Fe". Además de consignarse que el primer asentamiento de Santa Fe estuvo en Cayastá, se reprodujo una fotografía de la barranca, tomada desde el río, con el siguiente epígrafe: Vista actual del sitio donde fue fundada Santa Fe, en Cayastá (55).

Ese mismo año el gobierno de la provincia de Santa Fe mandó levantar un monolito en una de las lomas más altas, junto a la barranca, con una placa dedicada por el gobernador Enrique Mosca, que el 15 de noviembre se trasladó hasta el sitio para rendir homenaje a los fundadores de la ciudad.

El 4 de febrero de 1942, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional nro. 12.765, el sitio fue declarado Lugar Histórico Nacional.

Pocos meses antes de que el doctor Agustín Zapata Gollan iniciara sus excavaciones, otro gran historiador santafesino, el doctor Manuel María Cervera produjo un informe al ser requerida su opinión sobre la ubicación de Santa Fe la Vieja por parte del senador Armando G. Antille. En ese informe, publicado en agosto de 1949 en la Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Cervera dice:

Hasta hace varios años, el lugar preciso en que Don Juan de Garay fundó en 1573 la ciudad de Santa Fe [...] era un hecho histórico generalmente aceptado. Correspondía ese lugar al asiento del actual pueblo de Cayastá y no era raro ver aplicarse el nombre de Santa Fe de Cayastá al referirse a la ciudad antigua. Así lo reconocía la tradición santafesina, transmitida a través de las generaciones, la opinión de los historiadores y el cúmulo de documentos que en nuestros archivos provinciales eran el testimonio más precioso de ese aserto (56).

SEGUNDA PARTE: DESCUBRIMIENTO Y RESIGNIFICACIÓN DE SANTA FE LA VIEJA

Los trabajos arqueológicos del doctor Agustín Zapata Gollan

El propio doctor Agustín Zapata Gollan nos refiere que desde la creación del Departamento de Estudios Etnográficos Coloniales en 1940, se interesó por el tema de la primitiva ciudad de Santa Fe (57).

Mientras profundizaba sus investigaciones en fuentes históricas, hizo algunas excursiones a la zona de Cayastá, al lugar conocido como Santa Fe viejo, donde realizó algunos sondeos.

En julio de 1949 comenzó sus excavaciones en el sitio donde se levantaba el pilar -el monolito - con la placa colocada por el gobernador Mosca en 1923 junto a una inscripción que recordaba el Milagro de la Virgen, ocurrido allí en 1636, y a la que en 1939 había agregado otra el gobernador Manuel María de Iriondo. En ese lugar se había formado la loma más alta y larga, a corta distancia de las barrancas del río.

Zapata Gollan excavó una trinchera que cortaba la loma en el sentido este a oeste, aproximadamente a diez metros al sur del monolito. A una profundidad de 60 centímetros aparecieron fragmentos de tejas y ladrillos y evidencias de muros de tapia.

Despejado un recinto rectangular, constató que éste medía más de 38 metros de longitud, con tres puertas, una en uno de los lados cortos y dos en los laterales. El muro corto del lado sur apareció luego de ser demolido el monolito.

El 28 de agosto de 1949 el doctor Raúl A. Molina, miembro de la Academia Nacional de la Historia, junto con el arzobispo de Santa Fe, monseñor Nicolás Fasolino, Presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos, y de otros miembros de la Junta, visitó el lugar donde ya se había descubierto el primer sepulcro.

El 4 de noviembre de ese mismo año Zapata Gollan se dirigía al ministro de Justicia y Educación de la Provincia dando la noticia de haber descubierto las ruinas de la iglesia de San Francisco, en las que habían aparecido tres sepulturas con restos humanos y vestigios de madera de cajas mortuorias, clavos, broches y botones que acompañaban al sepulcro.

Ese mismo mes la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos colocó un nuevo monolito de granito indicando el carácter de Lugar Histórico Nacional del emplazamiento de la ciudad fundada por Garay.

Mientras tanto, Zapata Gollan proseguía con sus excavaciones y exhumaba el claustro de San Francisco y cuatro edificios próximos al conjunto franciscano.

Simultáneamente, la aparición de publicaciones firmadas por el ingeniero Nicanor Alurralde, que ponían en duda la identidad de lo exhumado, decidió a Zapata Gollan a reunir otras evidencias que le permitieran ratificar la autenticidad de sus hallazgos.

En esta segunda etapa invirtió lo que había acontecido durante el proceso de la mudanza y trasladó la planta de la nueva Santa Fe a la de la vieja para continuar las excavaciones y confirmar su identidad.

Una de las pruebas de la identidad del sitio: la traza de Santa Fe de la Vera Cruz es trasladada a Santa Fe la Vieja

Santa Fe la Vieja tuvo una vida de más de ochenta años, y cuando se la mudó la nueva ciudad fue una prolongación de aquella, no sólo institucionalmente sino también en lo relativo a su conformación étnica y social, actividad productiva y comercial, tradiciones constructivas, costumbres y hábitos de vida.

También esa prolongación se denota en cuanto a la historia urbana. Cuando en el acuerdo capitular del 12 de abril de 1651 se resuelve la mudanza, el Cabildo dispone que se reproduzca la planta de la ciudad en el nuevo asentamiento:

... se lleve la planta de cuadras, Plaza pública, calles, sitios y solares de esta ciudad y ejido de ella, todo medido con distinción y claridad y siendo a propósito el dicho puesto, o en el que más conveniente parezca, quede marcada, señalada y dispuesta dicha planta y nueva fundación y los vecinos siéndoles mandado y dado orden como haya de ser, puedan ir mudándose sin dificultad (58).

Y se enfatiza:

... la medición y marcación se harán de acuerdo con la traza actual de la ciudad ...

En razón de haberse perdido el pergamino en el que Garay había dibujado la traza y el repartimiento de solares, cada uno de los vecinos debió exponer sus derechos a sus propiedades y así ocupó un solar de idénticas dimensiones y localización que en el sitio antiguo.

No sólo se reprodujo el padrón de tierras urbanas, sino que también se mantuvieron los derechos de sepultura de acuerdo a los padrones que las iglesias llevaban de sus enterratorios.

En el testamento otorgado en el sitio viejo por Juan de Espinosa, fechado el 14 de abril de 1660, se hace referencia al padrón de sepulturas:

... está dicha sepultura al entrar a dicha capilla a mano derecha, como consta del padrón del dicho convento y título que tengo (59).

También lo hace en su testamento Antonio Suárez Altamirano, ya en Santa Fe de la Vera Cruz, en enero de 1661:

Item, mando que si Dios fuere servido llevarme de esta presente vida mi cuerpo sea sepultado y se entierre en la Iglesia Matriz de esta ciudad y en la sepultura donde se enterró a mi padre cuyo derecho me compete atento a que en esta nueva población de presente no hay capacidad para sitio señalado, es mi voluntad y pido a mis herederos que cuando se haya hecho la iglesia en forma, mis huesos se muden y traspasen a la dicha Iglesia y se pongan y sepulten en la parte y donde tocare esta dicha sepultura de mis padres, según que consta y está en la Matriz del sitio antiguo de esta dicha ciudad (60).

Todavía a veinte años del traslado, el 21 de abril de 1683, Bartolomé Caro (61) mandaba ser enterrado en la Iglesia Matriz en la sepultura que fue de mis abuelos el capitán Francisco de Porras que consta del padrón viejo.

Conociendo bien éstos y otros antecedentes, que ponían de manifiesto la similitud y continuidad que vinculaba a Santa Fe la Vieja con Santa Fe de la Vera Cruz, Zapata Gollan midió dos cuadras hacia el oeste de la esquina de San Francisco y una hacia el norte. Sus excavaciones en el ángulo suroeste le permitieron exhumar los restos de la iglesia de Santo Domingo. Luego, desde esa esquina rumbo al norte, midió otras dos cuadras e inició otras excavaciones donde aparecieron los restos de la iglesia de La Merced.

El descubrimiento de las tres iglesias, en perfecta concordancia con la localización que habían tenido en la ciudad nueva fue uno de los principales argumentos que le permitieron probar la identidad de lo descubierto.


Otras pruebas de la identidad del sitio

Entre otros hallazgos, el conjunto de monedas y medallas exhumadas por el doctor Zapata Gollan, permitieron al capitán de navío Humberto F. Burzio, experto en numismática, afirmar que esas piezas pertenecían a la época en que Santa Fe estuvo en su primer asentamiento (62).

En tanto que los ingenieros Augusto Fernández Díaz y Víctor F. Nícoli apoyaban la misma tesis con profundos y documentados trabajos historiográficos.

Finalmente, dos dictámenes permitieron dar por terminada la polémica iniciada por los argumentos inconsistentes del ingeniero Nicanor Alurralde y a la que el doctor Zapata Gollan no respondió sino con la prosecución de sus excavaciones.

La primera en expedirse fue la Sociedad Argentina de Antropología, que en 1951 aprobó por unanimidad el dictamen firmado por su presidente, profesor Salvador Canals Frau. (63)

En 1952 habría de hacerlo la Academia Nacional de la Historia, aprobando por unanimidad el informe de los académicos padre Guillermo Furlong SJ y doctor Raúl A. Molina. (64)


Los trabajos históricos de Zapata Gollan

El doctor Zapata Gollan no limitó sus investigaciones al campo de la arqueología sino que, luego de diversas e intensivas campañas que le permitieron recuperar un alto porcentaje de la primitiva ciudad, se abocó a profundizar sus estudios en las fuentes históricas con el objetivo de recrear el ambiente y la vida de los pobladores de Santa Fe en la primera mitad del siglo XVII.

La vida militar, de la que participaban todos los vecinos en las ciudades españolas de aquella época, fue abordada en La Milicia en Indias.

Los objetos personales de uso menos evidente, fueron indagados en Supersticiones y amuletos y en Testimonios secretos de Santa Fe la Vieja, intentando descifrar a través de testimonios materiales aspectos de la vida espiritual, alejada de las prácticas religiosas ortodoxas exploradas a su vez en Iconografía Religiosa en Santa Fe la Vieja.

Los elementos vinculados con la vida doméstica tuvieron su tratamiento en Ajuares y enseres domésticos, trabajo en el que investigó acerca del equipamiento de las viviendas y su mobiliario, como así también en el vestido y complementos del indumento femenino que dejaron testimonios arqueológicos.

Los resultados de estudios realizados en las últimas décadas de su vida, en archivos españoles y en documentos del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, dieron lugar a títulos como La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata, Historia del trabajo en Santa Fe la Vieja, La hija de Garay. Su vida y su muerte, Juegos y diversiones públicas, La vida en Santa Fe la Vieja a través de sus Ruinas, y muchas obras más.


TERCERA PARTE: CONTRIBUCIÓN DE SANTA FE LA VIEJA AL CONOCIMIENTO DEL PASADO URBANO Y ARQUITECTÓNICO DE LAS CIUDADES HISPANOAMERICANAS

Es sintomático que a partir de los trabajos arqueológicos de Zapata Gollan, el asentamiento fundacional afianzara su topónimo de Santa Fe la Vieja y que pasara a desuso el de Pueblo Viejo.

Esa preferencia fue acompañada por un proceso de re-significación del sitio, en el que se le dio nueva vida, recuperando su identidad y convirtiéndolo en una fuente relevante para el conocimiento de las ciudades hispanoamericanas del período colonial temprano.

En efecto, hoy Santa Fe la Vieja ofrece la posibilidad de indagar en aspectos espaciales y vivenciales, poniendo al caso particular en relación con otras ciudades de su época que ya no cuentan con testimonios de esa primera etapa de su historia urbana.

Si bien no fueron raros los traslados de ciudades españolas en América (65), en general éstos se produjeron al poco tiempo de fundadas, lo que no permitió su consolidación no sólo urbana y edilicia, sino tampoco social, económica y productiva. Luego de mudadas, estas ciudades crecieron sobre sí mismas destruyendo y sustituyendo los vestigios de sus primeros tiempos.

En el contexto más amplio de Hispanoamérica podemos mencionar las ruinas de Caparra en Puerto Rico y las de San Agustín en la Florida.

En la cuenca del Río de la Plata, y en relación estrecha al contexto en que surgió Santa Fe, encontramos los casos de Villa Rica y de Ciudad Real, en el Guayrá, ciudades abandonadas por el avance paulista en la primera mitad del siglo XVII y cuyos sitios fueron excavados por Igor Chmys y Oldemar Blasi. (66)

En la Argentina podemos mencionar dos casos que podrían tener cierta similitud con el de Santa Fe la Vieja: San Miguel de Tucumán y Concepción de Bermejo.

San Miguel de Tucumán, fue trasladada en 1685, a ciento veinte años de su fundación. Las ruinas del sitio original, conocidas como de Ibatín, ofrecen un recurso importante para el estudio de los orígenes de nuestras ciudades y en 1965 fueron objeto de tareas arqueológicas en las que participó la Lic. Amalia J. Gramajo de Martínez Moreno, autora de un exhaustivo informe publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Antropología. En ese trabajo la autora destaca las relaciones que pueden establecerse entre Ibatín y Santa Fe la Vieja:

Corresponde en consecuencia y ante la importancia del trabajo futuro, que bien se puede medir por este primer aporte investigativo, que prosigan ellos en el asiento de Ibatín para así llegar a un mañana de un total esclarecimiento en lo posible para las ruinas de Ibatín. Ruinas que no sólo tienen singular semejanza con las de Cayastá (primitiva ciudad de Santa Fe), sino que por varios motivos reviste interés y trascendencia. (67)

No obstante lo señalado, Ibatín no ha recibido la misma atención de Santa Fe la Vieja, y tanto su preservación como su investigación no han tenido continuidad, ni tampoco se le ha dado un uso adecuado para un bien patrimonial de su significación.

La ciudad de Concepción de la Buena Esperanza del Bermejo es otro caso también contemporáneo al de Santa Fe la Vieja y que, aunque, distante, formó parte del mismo contexto étnico y cultural cuyo centro difusor fue Asunción. Fundada el 14 de abril de 1585 por Alonso de Vera y Aragón, Concepción no fue mudada sino evacuada y abandonada alrededor de 1631-32 como consecuencia de la hostilidad presentada por grupos aborígenes que terminaron por destruirla.

La ciudad tuvo una vida mucho más corta que las primeras Santa Fe y San Miguel de Tucumán y por lo tanto un tiempo menor de desarrollo y consolidación. Las huellas que han dejado sus espacios resultan mucho más endebles que los de Santa Fe la Vieja, sin embargo sus restos arqueológicos permiten establecer relaciones importantes entre ambos casos.

Sus ruinas fueron descubiertas en 1943 por Alfredo Martinet y luego fueron investigadas por el profesor Elso S. Morresi. Hoy se las conoce como las Ruinas del Km. 75 por encontrarse sobre ese kilómetro de la Ruta Nacional nro. 95 en la provincia de El Chaco.

Entre los tres casos argentinos, Santa Fe la Vieja se distingue por la envergadura del sitio, los resultados de la obra del doctor Zapata Gollan y las posibilidades que ofrece para la investigación.

El arquitecto Humberto Rodríguez Camilloni destaca la importancia del hallazgo de las ruinas de Santa Fe la Vieja, como un acontecimiento de importancia trascendental para la historia de la conquista y colonización del continente sudamericano. (68)

El estudio de caso de Santa Fe la Vieja permite establecer relaciones con otras realidades urbanas propias de las fundaciones españolas en América.

Los datos provistos por el registro arqueológico y por la investigación histórica ofrecen la posibilidad de identificar, tipificar y comparar aspectos muy diversos de la vida de nuestras ciudades coloniales tempranas. Sin desconocer otras cuestiones, en este trabajo nos limitaremos a hacer hincapié en aquellas que son relativas a los espacios urbanos y arquitectónicos, a su materialización y modos de producción.


La traza

Sabemos que las primeras fundaciones en el Río de la Plata corresponden a fuertes, por lo tanto, asentamientos que no reúnen las características físicas ni institucionales de las ciudades: el fuerte de Sancti Spiritus (1527), el puerto de Santa María de los Buenos Aires (1536), los fuertes de Corpus Christi y Buena Esperanza (1537) y el de Nuestra Señora de la Asunción (1537).

Iniciada una nueva etapa en la historia de la conquista de esta región, Asunción despliega su acción fundadora de ciudades en el Chaco, en el Guayrá, en el Paraná y Río de la Plata.

Villa Rica del Espíritu Santo en el Guayrá (1579) y Concepción del Bermejo en el Chaco Gualamba (1585), nacen como ciudades, y se les da una traza desde su fundación, sin embargo, aunque en ambos casos se señala un plan de manzanas con tendencia a la regularidad, éstas no alcanzan a configurar una retícula y mucho menos un damero con calles paralelas entre sí. (69)

Son las fundaciones de Garay, Santa Fe (1573) y luego Buenos Aires (1580) las que establecen una vinculación con la tradición de ciudades de traza regular iniciada en la Santo Domingo de Ovando (1502) y cristalizada en el damero de Lima.. Tal como lo señala el arquitecto Jaime Salcedo-Salcedo, se puede establecer una línea en la que Santa Fe inaugura en la región rioplatense ese modelo urbano, de la misma manera que contemporáneamente acontece en otras partes del actual territorio argentino con las fundaciones de Mendoza, San Juan y Córdoba.


Medida del amanzanamiento y de las calles

El arquitecto Alberto Nicolini ha resaltado que una de las causas que provoca la apreciación de semejanza entre las ciudades hispanoamericanas no deriva sólo de la uniformidad de un diseño geométrico en forma de cuadrícula, sino también de la regularidad de la medida las "cuadras" o manzanas, que operan como módulo del conjunto. (70)

El mismo Nicolini, ha basado su análisis en la unidad de medida utilizada entonces, el pie y su múltiplo, la vara, para profundizar sobre esta cuestión y, a la vez, encontrar las variaciones formuladas en el extenso territorio que conformó el Virreinato del Perú, sobre todo, a partir de la traza de Lima.

Las medidas de las cuadras oscilan entre 450 pies de varas castellanas, siguiendo el modelo limeño, y 420 pies en el caso de Buenos Aires, fundada por el mismo Garay siete años más tarde que Santa Fe. Las medidas de las calles varían entre 40 y 33 pies de ancho respectivamente. (71)

Acerca de Santa Fe, la pérdida del plano original de la ciudad y la inexistencia de datos presentan un obstáculo para determinar las medidas dadas en el momento fundacional. Sin embargo, estos datos podemos obtenerlos de estudios catastrales en base a documentos posteriores y de las mensuras en el sitio de Santa Fe la Vieja.

Así sabemos que las manzanas santafesinas medían entre 132 y 134 varas, medida que, tal como lo propone Nicolini, si se convierte en pies (tres pies equivalen a una vara) se resuelve y presenta regularidad: las manzanas santafesinas habrían medido 400 pies equivalentes a 133,33 varas, cifra periódica e imposible de precisar en números enteros.

En Santa Fe la Vieja en 1645 todavía se medía un sitio contando 24 pies de frente (72). Sin embargo esa unidad de medida cayó en desuso para las propiedades urbanas y al convertirse en varas surgieron las pequeñas divergencias que hicieron oscilar las medidas de los solares (cuyos lados equivalían a media cuadra) entre las 66 y las 67 varas.

Las calles, según Zapata Gollan, medían 12 varas, lo que equivale a 36 pies, medida que se asimila a los 35 pies que para Mendoza y otras ciudades señala Nicolini.


Sectores de la ciudad

Entrando a considerar el uso y caracterización del suelo urbano, Armando de Ramón nos dice que en la planta primitiva de Santiago de Chile (73), conformada por 126 manzanas, sólo un sector contaba con edificios, mientras que el resto de la traza estaba constituido por las llamadas cuadras de viña. Estas cuadras, enteras, es decir pertenecientes a un solo propietario, eran cultivadas con árboles frutales y especialmente con viñas.

De Ramón trae una cita de Pierre Chaunu referida a las ciudades europeas de aquella época en la que se menciona: El parral urbano, productor de un mediocre y fuerte aguardiente ...

Estableciendo relaciones entre las diferentes ciudades hispanoamericanas, para el caso de Santa Fe la Vieja podríamos recordar la noticia que incorpora fray Antonio Vázquez de Espinosa: hay muchas viñas, de que se hace cantidad de vinos de los mejores de aquella tierra ... (74), que nos ha servido en otra ocasión para referirnos a los cultivos urbanos (75).

O también podemos mencionar el naranjal de Santa Lucía, que Zapata Gollan menciona en diversos trabajos y que pudimos localizar dentro de la traza primitiva en una de las manzanas periféricas de la ciudad.

Las evidencias arqueológicas acompañan esta sectorización de la ciudad en áreas central y periférica que hemos caracterizado en nuestro trabajo Espacio urbano y sociedad en Santa Fe la Vieja.

Tal como lo ponen en evidencia los sondeos realizados por Zapata Gollan, las manzanas periféricas tienen una muy baja ocupación de unidades edilicias, en gran parte inexistente.

Por su parte, la profesora María Teresa Carrara ha podido confrontar las características tipológicas del material cerámico procedente de diversos sectores de la traza, marcando las diferencias entre una cerámica europea o hispano-indígena en las manzanas centrales y una cerámica de tradición aborigen, sin influencias externas, en las manzanas periféricas.

Es decir, a través de los vestigios materiales Santa Fe la Vieja permite confrontar las referencias históricas que se plantean para diversos casos americanos, establecer relaciones más complejas y extraer conclusiones integradoras de los aspectos urbanos, étnicos y culturales.


Unidad doméstica y tejido urbano

Acerca de las unidades de arquitectura doméstica existen pocas referencias documentales tempranas, por lo que no es fácil reconstruir los modos adoptados por los conquistadores para construir sus viviendas en distintas partes de América y de nuestra región.

Para el actual territorio argentino podemos mencionar entre las descripciones que Carlos Luque Colombres aporta para Córdoba, la correspondiente a las casas de Juan Pérez Cabral (76):

... casas de la morada ... y las dichas casas tienen, por la puerta que entra a ellas, un patio y dentro, una sala y una cocina, además del corral y huerta.

Esta y otras descripciones que trae el mismo Luque Colombres pueden ser confrontadas con algunas de las correspondientes al caso de Santa Fe, como ser la casa que en 1651 tenía el escribano Juan de Cifuentes (77):

... una casa con sala y tres aposentos, colgadizos de una parte y otra, dicha sala y un aposento cubiertos de teja y los otros con una cocina cubiertos de paja, cercado de tapia el dicho sitio con su puerta de calle ...

Las descripciones proporcionadas por otros documentos similares no son mucho más claras ni precisas, aunque de su lectura se desprende que existe una común manera de resolver el tema de la vivienda en ciudades distantes y pertenecientes a diferentes contextos regionales.

Sin embargo, no fue hasta el descubrimiento de Santa Fe la Vieja que se pudo confrontar este tipo de referencias con vestigios materiales y conocer, además, los modos de implantación de lo edificado dentro de los solares, en términos espaciales precisos y no ya vagos y difusos como los que indican los textos notariales.

Por esto, el arquitecto Carlos Moreno (78) ha valorado de un modo muy especial el aporte proporcionado por la obra de Zapata Gollan en Santa Fe la Vieja, y lo que ésta significa para documentar físicamente una etapa de la arquitectura doméstica rioplatense de la que no perduran otras huellas.

En nuestros estudios sobre el tejido urbano en la ciudad colonial, al avanzar sobre el resto del período hispánico, hemos podido establecer la secuencia de relaciones que se establecían entre el espacio público y el ámbito privado de la vida familiar: calle, primer patrio, cuerpo principal de la vivienda, traspatio o segundo patio, corrales, huerta, etcétera.

La vivienda en Santa Fe la Vieja está en los orígenes de los tipos de arquitectura doméstica que luego podemos reconocer en Santa Fe de la Vera Cruz, pero también en otras ciudades de la Audiencia de Charcas, según lo demuestran ejemplos del siglo XVIII que todavía subsisten en Salta como las casas de Uriburu y de Arias Rengel.

Precisamente, nuestras investigaciones se han centrado en el estudio de la ciudad colonial reconociendo a la vivienda como el principal elemento constitutivo del tejido. A través de un conocimiento profundo de esta cuestión, apartado de deducciones convencionales o superficiales, es posible reconocer las relaciones que establecían los espacios públicos y los privados, en una compleja imbricación entre espacios abiertos y cubiertos que tiene su necesaria incidencia en el paisaje de la ciudad.

Los trabajos de Zapata Gollan en Santa Fe la Vieja nos permitieron contar con recurso inmejorable: los vestigios de la propia materialidad de las viviendas, que confrontados con una exhaustiva compulsa documental nos dieron la posibilidad de establecer continuidades en la tradición de la arquitectura doméstica y, a la vez, comprender mejor el uso de los espacios abiertos en la vieja Santa Fe.


Los espacios interiores

Respecto a la definición de los espacios interiores, durante los inicios de la ciudad europea en América, las dificultades obtener los materiales necesarios y la disponibilidad de mano de obra, determinaron que los locales construidos tuvieran usos simultáneos o alternativos.

La investigadora paulista Aracy Amaral nos previene que al intentar reconstruir mentalmente aquellos tiempos debemos evitar ver con los ojos de hoy a una sociedad distinta a la nuestra.

Los mismos espacios eran compartidos para usos diversos y hoy incompatibles: dormir, comer, estar, almacenar, cocinar, y sólo en las viviendas más importantes, la disponibilidad de varios locales -salas y aposentos, cocinas - permitieron una gradual especialización de sus usos. Aunque a los aposentos no debemos entenderlos como dormitorios, sino tan solamente como cuartos con usos complementarios.

Así, es como los cuerpos principales de las viviendas, exhumadas por el doctor Zapata Gollan, se nos presentan como una tira de habitaciones indiferenciadas -tan sólo más largas las salas que los aposentos- y comunicadas entre sí. Sería el mobiliario el factor determinante en la caracterización de los espacios y en la definición de sus usos, mediante la instalación de estrados, cajas, escritorios, cujas, pabellones, chuces y rodapiés de los que dan cuenta testamentos, inventarios y cartas dotales correspondientes a esas mismas propiedades de cuyos vestigios disponemos en Santa Fe la Vieja.

En cuanto a las iglesias, los tres casos exhumados son de nave única y sin transepto. Tampoco presentaban torre campanario, al menos construida de material de tierra. Las medidas principales de la iglesia de San Francisco de la ciudad vieja son similares a las de la ciudad trasladada la que, tal como lo pudo determinar el arquitecto Mario J. Buschiazzo durante su restauración, tampoco tuvo originariamente torre ni crucero.

El arquitecto Humberto Rodríguez Camilloni nos recuerda que la planta de iglesia de una sola nave fue habitual en la arquitectura religiosa hispanoamericana, especialmente en el siglo XVI (79), de la que perduran pocos ejemplos, por lo que las estructuras arquitectónicas exhumadas por Zapata Gollan adquieren una singular importancia.

Pero las ruinas de la iglesia de San Francisco en Santa Fe la Vieja nos aportan más elementos que permiten relacionar la arquitectura local con la de otras regiones americanas de su época. El mismo Rodríguez Camilloni llama la atención sobre dos pequeños muretes que, perpendiculares a las paredes de la nave, anteceden al presbiterio. Si bien se conserva sólo la parte baja de esos muretes, Rodríguez Camilloni supone que formaron parte de una estructura que, según la tradición mudéjar, compartimentaba el espacio diferenciando el presbiterio del resto de la nave de la iglesia.


Materialidad

En cuanto al valor de Santa Fe la Vieja para el estudio de la materialidad y tecnología constructiva en las primeras ciudades americanas, podemos citar a Aracy Amaral quien en A Hispanidade em Sao Paulo (80) para situar las tradiciones constructivas y arquitectónicas portuguesas en el Brasil en relación con las experiencias de la América español, se detiene especialmente en confrontar la arquitectura paulista temprana con la de Santa Fe la Vieja, utilizando las referencias que le aporta el doctor Agustín Zapata Gollan:

... los pisos de tierra, el uso de la tapia de diversas modalidades, taipa de pilao (tierra apisonada), como francesa y el tejado, que de inicio fuera de paja pasa a ser de tejas, aunque con un atraso grande en relación a las construcciones de San Pablo, pues, basado en testamentos, en Santa Fe, a mediados del siglo XVII no más de 30 edificios ostentaban tejas, al paso que los inventarios de San Pablo acusan tejas a partir de 1596. (81)

Igualmente la autora destaca el énfasis que Zapata Gollan hace del uso de las técnicas de tapia como de la importancia de la madera en las construcciones, e introduce la siguiente reflexión:

Sempre é curioso e útil comparar ou observar as construçoes paulistas, tendo em vista edificaçoes da mesma época de lugares próximos as procedencias de espanhois que para ca vieram ou aqui estiveran temporariamente. (82)

En efecto, los muros de los edificios de Santa Fe la Vieja fueron preponderantemente de tapia, técnica que en aquella época se utilizaba tanto en el Paraguay como en otras regiones que disponían de otros materiales además de la tierra.

La tapia también aparece en las excavaciones de Concepción del Bermejo (83) y de Villa Rica del Espíritu Santo, al igual que en Caparra en Puerto Rico e Ibatín en Tucumán, como en las documentaciones históricas relativas a Córdoba, Buenos Aires y Mendoza.

Aún en el caso de Córdoba, en el siglo XVI prevalecía el uso de la tapia, y la piedra (piedra bola y piedra labrada) no se impuso hasta el siglo siguiente.

Cuando Hernán Busaniche estudió Santa Fe la Vieja, Zapata Gollan todavía no había exhumado muros de tapia, pero sí los había puesto en evidencia a través de su consistencia y coloración ocre. Los muros habitualmente medían entre 60 y 80 centímetros de ancho en las viviendas y 1,20 metros en los templos es decir: entre dos tercias de vara y una vara de ancho para las primeras, y una vara y media para las segundas.

Las estructuras de las cubiertas apoyaban directamente sobre los muros, sin que se registren vestigios de una práctica que los jesuitas introdujeron en las Misiones del Paraguay, embutiendo en los muros los parantes de madera para apoyar los techos de madera y teja.

Busaniche observa la existencia de dos contrafuertes en San Francisco en el lado del oeste, mientras en el lado del este los muros de las celdas actuarían como tales. Similar solución detecta en iglesias y capillas del Altiplano Altoperuano (Tahua, Llica y Porco).


Los muros in antis

La prolongación de los muros sobre las fachadas generaba pórticos cubiertos, tal como puede verse en Santa Fe la Vieja y la iglesia de San Francisco de la ciudad actual. Por un lado esta solución tiene que ver con exigencias climáticas y de mantenimiento de la propia fachada.

El arquitecto Mario Buschiazzo, refiriéndose a la iglesia de San Francisco en la actual Santa Fe, aporta una profusa lista de casos similares: misión californiana de San Antonio en San Francisco (EE.UU.), capilla de El Overo, en Paila, y de San Antonio, en Cali, ambas en el valle del Cauca (Colombia), iglesia de Maras, cerca de Cuzco, y balcón de Herodes, en Cuzco (Perú) y la iglesia de La Merced, en Potosí (Bolivia). Entre los casos argentinos menciona a la capilla de Yavi, la iglesia de San Francisco de Jujuy (antes de su reforma) y la iglesia del Señor de los Milagros en Piedra Blanca (Catamarca) (84).

Como indica el mismo Buschiazzo, esta modalidad es una variante de aquella otra de prolongar el cañón de la nave en las iglesias abovedadas que se remonta, a su vez, al gótico hispano, con ejemplos posteriores en el barroco ibérico y americano, como en el caso más próximo y modesto de la capilla de Candonga, en Córdoba (85).

Esta modalidad de porche semicubierto con una estructura de técnica lignaria, tempranamente representada en las ruinas de Santa Fe la Vieja, vincula las tradiciones arquitectónicas de regiones muy distantes del imperio español en América, desde California al Río de la Plata, pasando por la región andina y el actual noroeste argentino, en las que los historiadores de la arquitectura han reconocido formas singulares de capillas abiertas o de indios que posibilitaban la catequesis y la celebración de misas en el espacio exterior.


Formas de producción. Los carpinteros. Organización del trabajo.

Conocemos el contrato de construcción celebrado en San Miguel de Tucumán el 26 de octubre de 1610 entre Pedro Fernández de Andrada y Diego de Solís para que éstese encargue de toda la obra de carpintería de sus casas (86):

asistir a trabajar en las casas del dicho Pedro Fernández de Andrada hasta las cubrir todas en costilla que se entiende poner las vigas y soleras y tixeras y canes y cintas arriba y hacer las puertas de la dicha casa que son nueve pares y cuatro pares de ventanas con sus puertas y balaustres torneados y un estrado y una tinaxera, todo lo cual trabaxando personalmente hasta tanto que se acabe lo susodicho.

Pedro Fernández de Andrada se obliga a dar a Solís:

... cinco indios que no sean oficiales.

Además de pagar por la solicitud y trabaxo que el dicho Diego de Solís ha de tener en hacer lo susodicho, 400 pesos, en reales, carretas, bueyes y lienzo, además de que mientras dure la obra le ha de dar de comer y ropa limpia.

Es interesante la confrontación que puede establecerse con el contrato celebrado en Santa Fe la Vieja el 6 de agosto de 1636 entre el alférez Juan de Vargas Machuca, y Juan Cabrera, carpintero (87).

Por ese contrato, Cabrera se obliga a:

- hacer y armar de toda la madera necesaria, la cual dicha madera ha de labrar sin dejarla de la mano con llaves, tirantes y canes para sobrado y lumbreras, y todo lo demás necesario, y ha de asentar las puertas y corredores por las dos partes de este y poniente con doce horcones

- que el dicho Juan Cabrera irá a cortar al monte y traerá de algarrobo o espinillo, que ha de labrar y asentar con todo y lo necesario y canes.

- la cual casa se ha de ser de cuatro aguas

Para lo cual Vargas Machuca se obliga:

- darle para ir por dichos horcones tres indios pagados a su costa por tres días, y una carreta y bueyes

- le ha de dar, más un indio a su costa para que ayude

- y más ha de traer los palos que fueren y hubiere menester para umbrales y trasumbrales

- los umbrales y trasumbrales y las tablas se han de aserrar con dos indios que para ello se obliga a darle

Por el trabajo de Cabrera, Vargas Machuca se obliga a pagar cuarenta pesos de a ocho reales, y por otros diez pesos el carpintero se obliga a hacer dos pares de puertas para dicha casa.

De este par de contratos de la primera mitad del siglo XVII, distantes tres décadas y medias entre sí y correspondientes a dos ciudades de contextos geográficos muy distintos, surge la semejanza de condiciones de producción de la obra arquitectónica. Zapata Gollan resaltó el protagonismo que en esa etapa de la vida de nuestras ciudades tuvo el carpintero, artesano capaz de trabajar la madera y por lo tanto de proporcionar los complementos indispensables para las obras de arquitectura: estructura de la cubierta y galerías, aberturas y rejas de madera, y que también se ocupó de levantar los muros ya que la tapia, técnica corriente en las diversas ciudades, precisaba fundamentalmente de encofrados móviles.

También se denota la diferenciación de tareas: aquellas que requieren de ciertos conocimientos y práctica quedan en manos del carpintero, mientras que para su asistencia y trabajos menos especializados, la mano de obra indígena (indios de encomienda o libremente concertados) es indispensable.

En lugares distantes como en Santa Fe la Vieja como en San Miguel de Tucumán encontramos una similar organización de la labor constructiva.


CUARTA PARTE: USO DE SANTA FE LA VIEJA

El proceso de re-resignificación de Santa Fe la Vieja y el de reconocimiento de su valor para la historia más temprana del período colonial, fue acompañado desde un inicio por la incorporación de usos con fines de conocimiento científico y didáctico.

Zapata Gollan no se limitó a realizar sus excavaciones arqueológicas y a profundizar sus investigaciones históricas, sino que también propuso, planificó y ejecutó una serie de acciones concurrentes en el objetivo de que la valoración del sitio estuviera acompañada de un uso adecuado.

El primer paso fue obtener la expropiación del predio, lo que le permitió continuar con sus trabajos pero también preservar lo exhumado. El predio afectado no se limitó al remanente de la traza fundacional que se había salvado de la erosión del río y del avance urbano del vecino pueblo de Cayastá. También se incluyó el entorno inmediato, entendiendo que ciudad colonial y contexto siempre fueron inescindibles, no sólo en cuanto al paisaje, sino también a su vida productiva: traza, ejido, tierras de labor y tierras para estancias conformaban en la ciudad hispanoamericana un sistema espacial integrado e interrelacionado dentro del cual se desplazaban sus pobladores en sus tareas cotidianas.

La progresiva construcción y sustitución de las necesarias estructuras protectoras tuvo el propósito de conservar los restos arquitectónicos -cimientos y partes bajas de muros - y también el de permitir la visita y el goce por parte del visitante.

El Museo de sitio y la que llamó Casa Réplica, tuvieron el objetivo de complementar la oferta educativa del predio. El pórtico de ingreso proporcionó un punto de referencia desde la ruta de acceso y un sector para la recepción del visitante. Las instalaciones del comedor-bar La Posta y los pabellones sanitarios fueron incorporados para ofrecer los necesarios servicios para el público.

Las misiones de expertos de la O.E.A. convocados por el doctor Agustín Zapata Gollan tuvieron el objetivo de terminar de trazar las líneas de acción que luego se articularon en un Plan de Puesta en Valor, que potencia los recursos patrimoniales de Santa Fe la Vieja con fines y usos acorde con su significación.

Para comprender estas líneas de acción es necesario reconocer las características que encuadran a Santa Fe la Vieja en lo que el ICOM entiende por Museo y en lo que la legislación del patrimonio español define como Parque Arqueológico.


El concepto de Parque Arqueológico

En la conceptualización del sitio de Santa Fe la Vieja como Parque Arqueológico se puede aplicar la experiencia desarrollada por el Instituto de Conservación y Restauración español, por entender que reúne los caracteres diagnósticos que definen a este tipo de sitios (88):

1) Es un yacimiento o zona arqueológica declarada Bien de Interés Cultural juntamente con su entorno:

En el caso de Santa Fe la Vieja ha sido declarado Monumento Histórico Nacional por decreto nro. 3129 del 25 de marzo de 1957.

Anteriormente había adquirido el carácter de Lugar Histórico Nacional, pero la exhumación iniciada en 1949 por el doctor Agustín Zapata Gollan - sin agotar el potencial arqueológico del sitio - puso a la luz estructuras de significación especial que determinaron que a los pocos años se ampliaran los alcances de la declaratoria y se lo inscribiera como Monumento.

2) Presenta un alto grado de interés científico, educativo e histórico:

La importancia de Santa Fe la Vieja ha sido y es reconocida a nivel nacional e internacional como un testimonio significativo de la vida de las ciudades hispanoamericanas en los primeros tiempos de la conquista y de la colonización, abarcando un período que va desde su fundación en 1573 hasta su abandono entre 1660 y 1670.

El potencial arqueológico del sitio no fue agotado por las excavaciones realizadas por el doctor Agustín Zapata Gollan a principios de los años '50. Actualmente la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe mantiene un convenio con la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario que involucra específicamente a las investigaciones de tipo arqueológico.

La posibilidad que ofrece Santa Fe la Vieja para la continuación de las excavaciones le otorga un valor adicional al permitir la contemplación del trabajo de los arqueólogos por parte del público visitante.

Las singulares características del yacimiento lo han convertido en un referente ineludible de la arqueología histórica argentina, y su interés a nivel americano se vio ratificado al ser elegido como sede de la Segunda Conferencia Internacional de Arqueología Histórica Americana que se llevó a cabo en agosto de 1995.

Además, el sitio es de especial interés educativo tanto para los diferentes niveles de enseñanza (desde el escolar hasta el universitario) como para distintos tipos de visitantes, de diversas edades y procedencias, que en él encuentran múltiples recursos para el desarrollo de modos de aprendizaje no formal.

3) Su estado de conservación es lo suficientemente bueno como para que sea posible la exposición al público de sus componentes principales.

En Santa Fe la Vieja se conserva un área equivalente a las dos terceras partes de la traza fundacional, y dentro de ella un conjunto importante de estructuras arqueológicas correspondientes a diversos tipos arquitectónicos (que remiten a diversas funciones, usos sociales, domésticos y simbólicos):

- el Cabildo

- las iglesias de San Francisco, Santo Domingo y La Merced.

- las casas de Alonso Fernández Montiel, Francisco de Páez, del general don Cristóbal de Garay (nieto del fundador), del portugués Juan González de Ataide, del escribano Juan de Cifuentes y muchas otras.

4) Ha sido dotado de una infraestructura apropiada para su consideración como área visitable o abierta al público.

El sitio de Santa Fe la Vieja cuenta con diversas obras de infraestructura (además de las propias para la protección de los vestigios in situ) que la convierten en área visitable: área de acogida ubicada directamente sobre la ruta provincial nro. 1, comedor-bar, pabellones sanitarios, áreas de descanso, Museo de sitio y auditorio, y una cerca que delimita claramente el predio.

5) Su conversión en zona visitable ha tenido en cuenta la doble interacción entre el yacimiento y su entorno (micro entorno) y entre el parque y su entorno (macro entorno).

En cuanto al sitio propiamente dicho, incluye la totalidad del yacimiento y corresponde a la totalidad de lo que se conserva de la traza fundacional (equivalente a sus dos terceras partes).

Pero además, comprende un área (expropiada por el gobierno de la Provincia de Santa Fe en el mismo momento) que preserva la relación y contextualización del yacimiento con parte de su entorno natural.

Por un lado con la antigua zona de extramuros que perteneció al ejido de la ciudad dedicado a la explotación rural. Y por los otros con sus bordes naturales: las barrancas sobre el río San Javier (llamado de los Quiloazas en tiempos de Santa Fe la Vieja) y sobre los antiguos anegadizos que hoy reciben el nombre de Pozo de las Gringas.

En ese sector del ejido, se recrean actividades rurales tradicionales que tienen su origen en los tiempos de Garay y Hernandarias de Saavedra, como la marcación de ganado y demostraciones de destrezas criollas (89).

6) La clave o guía de dicha conversión ha sido la consecución de la mayor rentabilidad social posible.

La posible rentabilidad social del sitio es mucho mayor de aquella que actualmente reditúa, pero la ampliación de la oferta también debe ser graduada para evitar impactos negativos en la conservación y consideración del sitio como bien cultural.

Su rentabilización, siguiendo a Xavier Ballbé Mallol (90), podemos considerarla en tres niveles:

a) Rentabilización cultural, a partir del desarrollo de sus potencialidades educativas científicas, divulgativas y de creación cultural que contribuyan a consolidar una identidad cultural:

La potencialidad educativa de los Museos tiene que ser permanentemente actualizada, desarrollada, y adecuada a las demandas reales y a las expectativas utópicas de la sociedad a cuyo servicio está. Para ello se requiere una disposición atenta y sensible a los cambios y a los distintos planteamientos educativos y requerimientos sociales.

En este sentido el aprovechamiento educativo y turístico requiere de una permanente tarea de mejoramiento y adecuación didáctica del equipamiento museográfico, en las estructuras y áreas visitables, y del incremento en la elaboración y publicación de textos destinados a diversos públicos (para los expertos, los estudiantes primarios, secundarios y universitarios, niños y público en general).

b) Rentabilización socio-económica, en cuanto atañe a las posibilidades de generar empleo, contribuyendo al crecimiento económico local y regional.

c) Rentabilización financiera, en cuanto a la diversificación y multiplicación de los ingresos, amortización de inversiones y reducción de los gastos de mantenimiento.

Para ello es necesario multiplicar la oferta del sitio y, a la vez, alcanzar una mayor publicidad en medios regionales y nacionales, y su inclusión en las rutas turísticas nacionales.


La conceptualización del sitio arqueológico como Museo

Por su parte, en el artículo 3ro. de los estatutos del ICOM redactados en 1974 se define el concepto de Museo:

El museo es una institución permanente, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierto al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe para fines de estudio, de educación y de deleite, testimonios materiales del hombre y su entorno.

En el artículo 4to. (inc. b):

El ICOM reconoce que responden a esta definición, además de los museos designados como tales: [...] Los parajes y monumentos naturales, arqueológicos y etnográficos, los monumentos históricos y los sitios que tengan la naturaleza de museo por sus actividades de adquisición, conservación y comunicación.

La inclusión conceptual del Parque Arqueológico en lo que se entiende contemporáneamente como Museo, no impide señalar que le distingue del museo tradicional su capacidad de provocar en el visitante un estado de re-creación (de volver a crear) un contexto que la arqueología ha recuperado parcialmente en su espacialidad pero no en su temporalidad: En su mismo espacio pero no en su mismo tiempo, dice Celso Martín de Guzmán (91).

El mismo Martín de Guzmán destaca que el Parque Arqueológico reúne dos características esenciales e insustituibles que le definen como un sitio óptimo para la experiencia cultural: ser un museo de sitio y estar en el sitio del museo.


CONCLUSIONES

A partir de los trabajos del doctor Agustín Zapata Gollan, Santa Fe la Vieja dejó de ser una referencia inerte y fue recuperada para otras formas vivenciales, naturalmente diferentes a las que le dieron entidad en los siglos XVI y XVII, y se convirtió, en cambio, en una fuente excepcional para el conocimiento y en motivo de fruición que acerca al hombre del presente a la vida de una ciudad en tiempos tempranos de la ocupación española en nuestro territorio.

En sus numerosas investigaciones históricas Zapata Gollan se alejó intencionadamente de consideraciones analíticas y reductivas, y evitó realizar recortes que pudieran desvincular cada uno los aspectos investigados de la trama compleja de relaciones que implica la vida de una ciudad y sus pobladores.

En 1953 el mismo Zapata Gollan escribía:

El descubrimiento de Cayastá, que ha exhumado las ruinas de la ciudad fundada por Juan de Garay en 1573 y abandonada a fines del siglo XVII, convierte a Santa Fe en uno de los centros más importantes del país para el estudio de nuestra arqueología y de nuestra historia del período hispánico (92).

El valor de Santa Fe la Vieja, vislumbrado ya en aquel momento, ha sido reconocido por cuántos se interesan en el período que ésta representa, tanto por quienes han impulsado trabajos similares en Concepción del Bermejo o en Ibatín como por aquellos que encuentran en el estudio de este caso una referencia comparativa con tiempos que no han dejado huellas similares en otras ciudades argentinas y americanas.

El descubrimiento inicial, fruto de las primeras exhumaciones comenzadas en 1949, se actualiza permanentemente en la posibilidad que ofrecen las ruinas y sus testimonios para que cada visitante haga uso del sitio realizando sus propios descubrimientos como parte de un aprendizaje significativo.

Valor y uso son dos atributos que, precisamente, marcan la impronta de Zapata Gollan en Santa Fe la Vieja.



Notas:

(35) Luis María Calvo Investigador argentino nacido en Santa Fe, ciudad donde reside. Arquitecto, Historiador, y Catedrático. Miembro de la Academia Nacional de la Historia, de la Junta Provincial de Estudios Históricos, del Centro de Estudios Hispanoamericanos, Asesor de la Asociación Amigos de Santa Fe la Vieja y de la Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra y actual Director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de Santa Fe. Es miembro correspondiente de academias nacionales y extranjeras.

(36) Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (en adelante DEEC): Escrituras Públicas (en adelante EP), tomo 2, f. 871. Testamento del capitán Francisco Hernández, Santa Fe, 12 de enero de 1663.

(37) DEEC: (Expedientes Civiles, en adelante EC) tomo 59, Expte. 140, "Autos entre doña María Leal y Andrés Álvarez del Castillo sobre unos indios de encomienda".

(38) DEEC EP tomo 5, f.892. Testamento de Bartolomé Caro, Santa Fe de la Vera Cruz, 21 de abril de 1673.

(39) DEEC EP tomo 5, fs. 93v/94.

(40) DEEC EP tomo 5, fs. 628/634. Testamento de doña Jerónima Rodríguez, Santa Fe de la Vera Cruz, 7 de enero de 1684.

(41) DEEC:EC tomo 56, Expte. 71, "Testamento del licenciado Manuel Hurtado Cabral y autos obrados por fallecimiento del dicho", año 1660, fs. 1/68.

(42) DEEC:EP tomo 5, fs. 628/634. Testamento ya citado.

(43) DEEC EP tomo 11, fs. 140v.

(44) MUSEO DE AMÉRICA DE MADRID: Mapa de América Meridional, número de inventario 11.601.
"Mapa Geográfico de América Meridional. Dispuesto y gravado por D. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, Geogfo. Pensdo. de S.M. Individuo de la Real Academia de Sn. Fernando y de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País; teniendo presentes varios mapas y noticias originales con arreglo a observaciones astronómicas. Año de 1775".

(45) Confeccionado por el Oficial Subalterno de la Tesorería de la Real Hacienda de Santa Fe BUSANICHE José Carmelo, pág. 59.

(46)Mencionado por José Carmelo Busaniche, pág. 61. Busaniche agrega, además, que la copia existente en el Museo Mitre, que lleva la firma de Azara y está fechada en Buenos Aires el 31.08.1798 lleva la siguiente leyenda: "Santa Fe la vieja ahora Cayastá".

(47) Relación del Padre Burgés, en FURLONG G. Op. cit., pág. 25.

(48) AZARA Félix de. "Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata". Buenos Aires, Ed. Bajel, 1943, pág. 221.

(49) CERVERA Federico Guillermo, "Las ruinas de la ciudad vieja de Santa Fe y su ubicación en Cayastá", En: "El Litoral", 2 de julio de 1953 y "Pertenecen a la ciudad vieja de Santa Fe las ruinas de Cayastá". En: El Litoral, 18 de mayo de 1953, citado por BUSANICHE J.C., pág. 59.

(50) CERVERA Federico. Ubicación de la primitiva ciudad de Santa Fe según los títulos de tierras. En: "Las Ruinas de la Primitiva ciudad de Santa Fe". Instituto de Investigaciones de Arqueología e Historia, Universidad Nacional del Litoral, publicación nro. 1. Santa Fe, 1954, pág. 29.

(51) Transcripto por BUSANICHE, pág. 58.

(52) Citado por BUSANICHE J.C., pág. 72.

(53) Citado por BUSANICHE, pág. 73.

(54) ZAPATA GOLLAN Agustín. Las Ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe. Santa Fe, Imprenta de la Universidad, 1053, pág. 9.

(55) BUSANICHE Julio A.. Apuntes sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Santa Fe, escritos por ... con fines de divulgación popular. Santa Fe, Comisión de Fiestas Conmemorativas de la fundación de Santa Fe, Imprenta Oficial, 1923.

(56) CERVERA Manuel María. Algo más sobre la primitiva ubicación de Santa Fe. En: Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, nro. 19. Santa Fe, agosto de 1949, pág. 39.
El mismo doctor Cervera ya se había ocupado de este tema en: Ubicación de la ciudad de Santa Fe fundada por Garay. Estudio histórico por el doctor Manuel M. Cervera. Santa Fe, Imprenta "La Unión". 1932.

(57) ZAPATA GOLLAN A. Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe ...

(58) AGPSF: ACTAS DE CABILDO, acuerdo capitular del 12 de abril de 1657, tomo III, fs.195/7.

(59) DEEC:EP 2.537/9.

(60) Transcripto por: FURLONG Guillermo y MOLINA Raúl. Las Ruinas de Cayastá son de la vieja ciudad de Santa Fe fundada por Garay. Fallo de la Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires, Editorial Arayú, 1953.

(61) DEEC:EP 5.891v/94v.

(62) BURZIO Humberto F. Pertenecen a la época de la ciudad vieja las piezas numismáticas encontradas en Cayastá. Publicado primero en El Litoral, Santa Fe, el 14.12.1954, y luego en Las Ruinas de la Primitiva ciudad de Santa Fe, págs. 73/78.

(63) Dictamen sobre Cayastá de la Sociedad Argentina de Antropología, fechado en Santa Fe el 22.09.1951. Publicado en: Las Ruinas de la Primitiva ciudad de Santa Fe, págs. 69/72.

(64) Dictamen de los académicos P. Guillermo Furlong y Dr. Raúl A. Molina, aprobado en la sesión del 31.03.1952. Publicado en: Las Ruinas de la Primitiva ciudad de Santa Fe, págs. 67/68.

(65) El arquitecto Humberto Rodríguez Camilloni menciona, por ejemplo, los casos de Santiago de los Caballeros de Guatemala (Guatemala), fundada en 1524 y trasladada en 1527, y de León de los Caballeros de Huánuco (Perú), fundada en 1539 y trasladada en 1541. Cfr. RODRÍGUEZ CAMILLONI Humberto. El estudio y conservación de las Ruinas de Santa Fe la Vieja. En: Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, nro. 24. Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, julio de 1979.
Para el caso del actual territorio argentino podríamos mencionar Barco, fundada en 1550 por Juan Núñez de Prado, trasladada por primera vez por Francisco de Villagra, y por segunda vez en 1552, para dar lugar en 1553 a Santiago del Estero. Mendoza, fundada en 1561 por Pedro del Castillo y trasladada en 1562 por Juan Jufré. San Miguel de Tucumán, fundada en 1565 y trasladada en 1685. Córdoba, fundada en 1573 por don Jerónimo Luis de Cabrera, que se mantuvo durante cuatro años como fuerte hasta que en 1577 tuvo su emplazamiento definitivo con un nuevo repartimiento por Lorenzo Suárez de Figueroa. Fundaciones efímeras fueron Nieva, fundada en 1561 en el valle de Jujuy, y en el Valle Calchaquí: Londres (1558), Córdoba (1559) y Cañete (1560).

(66) CHMYS Igor. Contribuicao Arqueológica e Histórica ao estudo da comunidade espanhola de Ciudad Real do Guairá. En: Revista de Historia, Universidad do Paraná, Brasil, nro. 2, págs. 77-126; y
BLASI Oldemar. Aplicacao do metodo arqueológico no estudo da estrutura agraria de Villa Rica do Espiritu Santo. En: Boletín da Universidad do Paraná, Conselho do Pesquisas, Curitiba, Brasil, nro. 4.
Ambos citados por MORRESI Eldo. S. Las Ruinas del Km. 75 y Concepción del Bermejo. Primera etapa de una investigación de arqueología histórica regional. Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia-Chaco, 1971.

(67) GRAMAJO DE MARTÍNEZ MORENO Amalia J. La primitiva ciudad de San Miguel de Tucumán en Ibatín. En: Relaciones, tomo X, Nueva Serie. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, 1976, pág. 164.

(68) RODRÍGUEZ CAMILLONI Humberto. El estudio y conservación de las Ruinas de Santa Fe la Vieja. En: Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, nro. 24. Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, julio de 1979.

(69) MORRESI E.S. Op. cit.
Acerca del material arqueológico exhumado en las Ruinas del Km. 75 ver también:
MORRESI Eldo S. Heredad Hispánica en el Chaco. Concepción del Bermejo (1585-1631/32), recreada en las Ruinas del Km. 75, por nuevas evidencias arqueológicas. Instituto de Historia de la Faculta de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia-Chaco, 1978.

(70) NICOLI Alberto. La traza de la ciudad hispanoamericana en el siglo XVI. En: Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo", nro. 29. Buenos Aires, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, 1992-1993.

(71) RODRÍGUEZ CAMILLONI Humberto. El estudio y conservación de las Ruinas de Santa Fe la Vieja. En: Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, nro. 24. Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, julio de 1979, pág. 64.

(72) DEEC: EP 1.540/40v. Venta de Juan de Espinosa a Antonio Gómez de Castro, 5.11.1645.

(73) RAMÓN Armando de. Historia urbana. Una metodología aplicada. Buenos Aires, Clacso, Ediciones Siap-Planteos, 1978.

(74) VÁZQUEZ DE ESPINOSA Antonio. Compendio y descripción de las Indias Occidentales, transcripto del manuscrito original por Charles Upson Clark. Washington. Smithsonian Miscellaneous Collections, 1948.

(75) CALVO Luis María. Santa Fe la Vieja. 1573-1660 ... y Espacio Urbano y Sociedad en Santa Fe la Vieja....

(76) Transcripto por: LUQUE COLOMBRES Carlos A. Orígenes Históricos de la Propiedad Urbana de Córdoba (Siglos XVI y XVII). Instituto de Estudios Americanistas "Doctor Enrique Martínez Paz", Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 1980, pág. 125.

(77) Inventario de los bienes de Juan de Cifuentes Valdés, escribano, difunto. 12.5.1651. DEEC: EC 54.287v.

(78) MORENO Carlos. La Casa y sus Cosas. 3. Buenos Aires, 1994, pág. 47.

(79) RODRÍGUEZ CAMILLONI Humberto. El estudio y conservación de las Ruinas de Santa Fe la Vieja. En: Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, nro. 24. Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, julio de 1979, pág. 71.

(80) AMARAL Aracy A. A Hispanidade em Sao Paulo. Sao Paulo, Livraria Nobel S.A., 1981.

(81) AMARAL Aracy A. A Hispanidade em Sao Paulo. Sao Paulo, Livraria Nobel S.A., 1981, pág. 35.

(82) AMARAL Aracy A. A Hispanidade em Sao Paulo. Sao Paulo, Livraria Nobel S.A., 1981, pág. 38.

(83) MORRESI E.S. Las ruinas ..., Op. cit. pág. 117.

(84) BUSCHIAZZO Mario. Arquitectura colonial santafecina. En: En: Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo", nro. 11. Buenos Aires, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, 1958, pág. 80.

(85) Ibídem, pág. 80.

(86) Documentos Coloniales relativos a San Miguel de Tucumán y a la Gobernación de Tucumán. Siglo XVII. Introducción y comentarios de Manuel Lizondo Borda. Publicaciones de la Junta Conservadora del Archivo Histórico de Tucumán, Serie I, Vol. II. Tucumán, 1937, págs. 266/67.

(87) DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS Y COLONIALES: ESCRITURAS PÚBLICAS, tomo 1, f. 1795. Transcripto por ZAPATA GOLLAN Agustín. La urbanización hispanoamericana en el Río de la Plata. Publicación nro. 6 del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales. Santa Fe, 1971, págs. 129 y 130.

(88) QUEROL M. Ángeles. Filosofía y concepto de Parque Arqueológico. En: "Seminario de Parques Arqueológicos", 1993, págs. 13/22.

(89) Estas actividades están a cargo de la Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra, que anualmente organiza la Fiesta de la Yerra, en el mes de junio, que recuerda la primera marcación de ganado en el Río de la Plata, registrada en las actas de Cabildo de Santa Fe en 1576; y la Fiesta Provincial de la Doma, en el mes de noviembre, en adhesión a las celebraciones de los aniversarios de la fundación de Santa Fe.

(90) BALLBÉ MALLOL Xavier. Financiación y gestión integrada de un parque arqueológico. En: "Seminario de Parques Arqueológicos", Madrid, 1993, págs. 115/121.

(91) MARTÍN DE GUZMÁN Celso. Vertiente social del Parque Arqueológico. En: "Seminario de Parques Arqueológicos". Madrid, 1993, págs. 193/210.

(92) ZAPATA GOLLAN Agustín. Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe, pág. 25.


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