INCORPORACIÓN Y CONFERENCIA DEL LIC. JULIO DE ZAN

El 30 de octubre de 1996 se cumplió el acto de incorporación al CEH como miembro de número, el Lic. Julio De Zan. El nuevo miembro fue presentado por el Acad. Señor José Luis Víttori, quién destacó sus antecedentes como estudioso de la filosofía, catedrático e investigador.

"Licenciado en filosofía, el nuevo miembro de número ha realizado estudios de posgrado en Alemania como becario de la Fundación Humboldt y del ICALA -señaló Víttori-. Profesor en varias universidades e Investigador Principal del CONICET, se ha desempeñado en una valiosa gestión como Subsecretario de Cultura de la Provincia de Santa Fe (1989-91). Ha editado numerosos trabajos sobre ética, filosofía política, Hegel y la problemática del pensamiento latinoamericano.

Recordamos, entre sus libros recientes: "Ética comunicativa y democracia" (1991), "América: conflictos, construcción y desafío" (1992), "Libertad, poder y discurso" (1993), "Éticas del siglo" (1994), "Carl Otto Apel: Semiótica filosófica" (1995) y "Hegel: experiencia y método" (1996)".


La conferencia:

Hecha la presentación, el Lic. De Zan disertó sobre "El discurso del fin de la historia". Damos a continuación un resumen de la conferencia.

"El discurso contemporáneo del fin de la historia, que han popularizado autores como Jean-Francois Lyotard, Alexandre Kojéve, Francis Fukuyama y Gianni Vattimo, reconoce sus antecedentes en Hegel y en Nietzsche. Pero ya en estos filósofos la idea de un fin de la historia dentro de la historia dentro de la historia presentaba un significado bien diferente: como consumación universal de la libertad y la racionalidad que inauguraría una historia nueva, según Hegel; como trastocamiento de los valores, consumación del nihilismo y cancelación de todo sentido de la historia según Nietzsche.

En el pensamiento contemporáneo el presentimiento de haber ingresado ya en la pos-historia se apoya en dos series de fenómenos de significado aparentemente opuestos: a) por un lado, en algunos autores, se vincula con la declinación de las ideologías y el fin de los metarrelatos emancipatorios, con el fenómeno de la globalización, la integración sistémica de las sociedades modernas y el triunfo final del Estado homogéneo universal. b) Por otro lado, hay otros autores que destacan en cambio la emergencia de las subjetividades y de los particularismos, la privatización de la existencia como factores de disolución del escenario de la historia, que hacen imposible la idea misma de una historia universal."

Los discursos sobre el fin de la historia que se desarrollan sobre la base de dos tipos de análisis mencionados, son diferentes y, en algunos aspectos opuestos entre sí, pero en última instancia resultan complementarios y se compensan recíprocamente. Porque tanto el triunfo de la globalización en cuanto universalidad homogénea, con sus determinismos sistémicos, como la fragmentación monádica de las subjetividades y de los particularismos cerrados sobre sí mismos, refuerzan el mismo efecto de cierre de la historia humana como tal. Con lo cual parece que la interpretación del fin de siglo como fin de la historia se confirma y es anunciado por algunos (este es el caso de Fukuyama), como la buena nueva del triunfo final de un modelo de sociedad que no tiene rivales porque nos ofrece los medios para satisfacer plenamente todas las aspiraciones que habían impulsado las luchas anteriores del hombre en la historia.

El lenguaje de otros autores no es triunfalista, ni siquiera esperanzado, sin más bien melancólico, o resignado, como el estilo literario de los escritores helenísticos de fines de la antigüedad que documentaban las promesas frustradas de su civilización decadente. Pero independientemente de estos diferentes estados de ánimo, los resultados prácticos son los mismos: la historia está acabada, nada sustancial nos queda ya por hacer.

La relevancia que adquieren hoy estas filosofías del fin de la historia, más allá de las deficiencias que uno pueda señalar en sus argumentos, y de las objeciones que nosotros les vamos a formular, es que ellas llevan al nivel del discurso una actitudes que me parecen profundamente sedimentadas en el estado de ánimo de la cultura posmoderna, especialmente en las generaciones más jóvenes.

Este sumario balance de las teorías del fin de la historia es atacable desde dos planos:

a) desde el punto de vista empírico, o fáctico, se debe tomar nota de la existencia de descripciones muy diferentes de la situación del mundo contemporáneo, en las que se analiza la nueva historia que se está gestando después del triunfo del liberalismo y la globalización de la economía capitalista, como los ya clásicos libros de Michel Albert, Capitalismo contra capitalismo (1992), y de Lester Thurrow, la Guerra del Siglo XXI (1992), sobre "la batalla económica entre Japón, Europa y los Estados Unidos"; o las sugetivas indicaciones de Jacques Derrida en su libro Espectros de Marx (1995), en el que se muestra como la caída del socialismo real no ha significado la desaparición del fantasma de Marx que reaparece y pervive como fuente de crítica y de ideas alternativas.

b) Desde un punto de vista más filosófico se puede mostrar con autores como J. Habermas, la dificultad de pensar una estabilización de las dos instancias mencionadas: de la globalización de una universalidad integrada de manera sistémica, y de un particularismo cultural fragmentado y cerrado; o de lo público regido por las coacciones del sistema económico globalizado, y la esfera privada de la vida social y de las libertades individuales, como si fueran esferas separadas e incomunicadas.

La intersección de estas esferas es inevitable, y con ello la reconstrucción del espacio público del debate sobre las cuestiones de legitimidad y de justicia. Con lo cual renace lógicamente la historia como el ámbito de diversidad de las articulaciones posibles de lo particular y lo universal. y también como el ámbito en el que se cruzan los diferentes procedimientos de integración y de toma de decisiones colectivas, como son los consensos sociales, los procedimientos competitivos y las luchas de poder.



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