ACTIVIDADES DEL CENTRO

PRESENTACIÓN DEL "CANCIONERO DE SANTA FE"

Como parte del programa de actos organizados para recordar los 100 años del nacimiento del Dr. Agustín Zapata Gollán, fue presentado el 26 de abril de 1995 en la sala de conferencias del Museo Etnográfico el libro "Cancionero de Santa Fe", recopilación de refranes, coplas, letrillas de zambas, cielitos y vidalas, fórmulas mágicas, sentencias, etc. apuntadas por el autor en una labor de años, mientras reconocía los yacimientos arqueológicos de la provincia.

La presentación del "Cancionero" estuvo a cargo de la Sra. Esmeralda Gandolla de Estrada -Subsecretaría de Cultura de la Provincia- la Lic. Alicia Ambrosio -autora de la selección, clasificación del material y notas ad hoc- y el escritor José Luis Víttori -presidente del CEH-confiándose a la Sra. Ana María Zancada la lectura de fragmentos de la obra.


 Alicia Ambrosio, Esmeralda Gandolla de Estrada, José Luis Víttori y Ana María Zancada al iniciarse el acto.




ENTRE LA ADMIRACIÓN Y EL RECUERDO (*)
Esmeralda Gandolla de Estrada

"Debo confesar que en estos meses que llevo cumpliendo con la cultura de mi provincia, en el cargo de subsecretaria de esa amplia franja de la administración santafesina, hoy enfrento un desafío que me toca muy de cerca.

Desde muy chica conservo recuerdos imborrables de Agustín, con el que la familia de mis abuelos y mis padres mantenían una amistad entrañable de frecuentación cotidiana que tenía un arraigo más profundo que el lejano parentesco.

Era una niña apenas cuando aprendí a quererlo como a un abuelo cariñoso que me alzaba en sus rodillas y me enseñaba muchas de las canciones infantiles aquí recopiladas, o dibujaba viñetas con la figura de mis hermanos.

Y mientras aprendí a querer y respetar a Agustín, me fui enterando de su magnífica labor como historiógrafo, arqueólogo, investigador, grabador, pintor, etnógrafo y escritor de copioso acervo cultural.

Esa carga de recuerdos afectivos me asalta esta tarde, cuando no sé si tendré la entereza para discriminar lo afectivo de la misión oficial.

Se me ocurre que estas pocas palabras, dichas en mi carácter de titular de la Subsecretaría de Cultura, le tienen que ser muy gratas a Agustín, cuya presencia nos acompaña esta tarde, al iniciarse el programa de actos recordativos de su personalidad y su titánica obra cultural en pro de su querida Santa Fe.

El reconocimiento y la admiración de los que estamos aquí presente en su Museo Etnográfico es la mejor muestra de que este merecido homenaje se prolongará en el juicio de los estudiosos del futuro y de todos los que siguen apasionando por ese remoto pasado de la colonia hispánica, que para Agustín no tenía secretos.

Hago votos para que la admirable y empeñosa tarea de Agustín Zapata Gollán siga teniendo comentadores de valía continuadores como los que prolongan su dedicación a través de la Asociación de Amigos de Santa Fe la Vieja, Centro de Estudios Hispanoamericanos y la Asociación Conmemorativa de la Primera Yerra".



(*) Palabras de la Señora Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Santa Fe, Ecna. Esmeralda Gandolla de Estrada en la presentación del "Cancionero de Santa Fe".




"CANCIONERO DE SANTA FE" (*)
Lic. Alicia M. Ambrosio

Mediante Ley Nº 2902 de fecha 23 de julio de 1940, la Legislatura santafesina crea el departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales con el objeto, entre otros de: "realizar investigaciones originales de carácter etnográfico, histórico, arqueológico y folklórico, vinculadas con esta provincia, y reunir y organizar el material etnográfico, lingüístico, toponímico, arqueológico e histórico, necesario para las investigaciones". El Poder Ejecutivo designa, a posteriori, al Dr. Agustín Zapata Gollán como su Director. Con este simple dispositivo administrativo, uno más de los tantos que se han producido seguramente se producirán en la Administración Pública, ignorando sus propios protagonistas la trascendencia del mismo, se están "abriendo las puertas" a nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestra arqueología. Don Agustín inicia entonces la recopilación de coplas, adivinanzas, letrillas y demás manifestaciones folklóricas que hoy, 55 años después, sentimos orgullo de presentar. Quienes miran con cierto recelo a la burocracia estatal seguramente pensarán: ¡Recién después de cinco décadas publican este trabajo…! Pero quienes buscamos el lado positivo de las cosas preferimos destacar el celo puesto por los funcionarios y el personal del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales en conservar el material, comprendiendo la relevancia del trabajo del Dr. Zapata Gollán y esperando el momento oportuno para su publicación.

Por cuestiones personales, en junio de 1991, pasé a prestar servicios temporariamente en este Museo. Entre las funciones que me asignó el Arq. Luis María Calvo, su actual director, figuraba la de ordenar las fichas de relevamiento del "Cancionero de Santa Fe" y del "Diccionario de Dichos, Refranes y Modismos". En esa tarea centré mi atención. Opté por comenzar con el Cancionero. Mientras separaba las fichas, paralelamente, inicié el trabajo de investigación en los archivos en el período que va desde 1940 hasta 1991 con el objeto de detectar información que avalara documentalmente la labor de don Agustín. Así fui tomando conocimiento de la inestimable ayuda de Carlos Carlino, de la desinteresada colaboración de José Pedroni y de la necesidad permanente del Dr. Agustín Zapata Gollán de mencionar el tema del Cancionero. No faltó el colaborador espontáneo que arrimó su anécdota. Tal es el caso, por ejemplo, del señor Eduardo Alcántara quién me contó historias referidas a los viajes en la lancha a la isla Los Chepes en busca de informantes.

En ese revisar los archivos encontré una copia del "Cancionero de Santa Fe" -tal título elegido por Agustín- ya organizada en cuanto a la clasificación del material. No obran en los documentos indicaciones específicas sobre los motivos en que basó su clasificación. Si bien de la simple lectura del índice se supone que la realizó conforme a la temática. Sin embargo, queda por determinar por ejemplo, por qué incluyó bajo el título de Canciones Varias a algunas que bien podrían formar parte de las amorosas o pintorescas.

Pero no es mi intención ahora hablar sobre las características particulares de cada grupo; para ello están los comentarios que realicé al inicio de cada uno, y seguramente no faltará quien, con mejor criterio que el mío, enriquezca con el suyo el estudio de esta recopilación.

Quiero mencionar especialmente la tarea realizada respecto de la identificación de los informantes. En este aspecto, la investigación fue también ardua. Consistió en cotejar una por una las más de dos mil fichas que componen la recopilación para poder brindar con la mayor precisión posible el nombre y el apellido de cada informante, su edad, el lugar al que pertenece, la fecha de la recopilación y todo dato que sea de interés. En algunas ocasiones, el recopilador nos ofrece una detallada descripción, como en el caso de Daniela Alzugaray de la que nos informa: "Llegó a Santa Fe a los 6 ó 7 años, en 1870. Fue maestra durante varias décadas, cuneta que los indios todas las tardes, al anochecer, se reunían 'para saludar a la Virgen antes de dormir'. Relata coplas recitadas por los criollos que empiezan a llegar a San Javier alrededor de 1850". También nos enteramos que Zapata Gollán cumplió el doble de recopilador e informante, a tal punto de constituirse en el único que informa sobre las canciones y juegos infantiles, por ejemplo.

Una vez diagramando el libro, el señor José Luis Víttori, accedió gentilmente a realizar el prólogo. Busqué entonces en los archivos fotográficos material que permitiera ilustrar el presente volumen. Lamentablemente las pocas fotos localizadas no eran aptas para ser impresas.

La concreción en forma de libro del "Cancionero de Santa Fe ha sido un trabajo duro. Le correspondió a don Agustín internarse en pueblos e islas de nuestra provincia, tomar contacto directo con generaciones de criollos y hombres de esta tierra, sin distinción de clase social, raza o credo y recabar de boca en boca ese folklore tan rico e ignorado que el pueblo celosamente custodia en las primeras décadas de nuestro siglo. Cincuenta años después, he tenido el privilegio de compartir su sueño y contribuir desde mi puesto de trabajo a que ese sueño se convierta en realidad. Cuando los medios de comunicación masiva, con su seducción constante, nos suelen alejar de nuestras raíces, sale a la luz esta obra, una más de las tantas de Don Agustín, que nos trae a la memoria aquel pasado no tan lejano en el que nuestros abuelos se reunían alrededor del fogón, o en torno a la mesa familiar, a recitar coplas, a cantar canciones, a jugar a las adivinanzas, probablemente aprendidas de sus abuelos.

Quiero expresar mi agradecimiento en primer término al Director y a todo el personal del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales por haber salvaguardado del paso del tiempo este importante material y por haber confiado en mí en la realización de este trabajo. A la Fundación Arcien, por haber coparticipado en la edición del libro y en particular a los señores Jorge Reynoso Aldao y Jorge Mollerach por su desinteresada colaboración. Por último quiero agradecer a todos los que de una u otra manera, desde un cargo de alta jerarquía o desde su humilde puesto de trabajo, realizaron su aporte para que aún después de su partida entre nosotros se sigan cumpliendo los sueños de don Agustín."



(*) Exposición de la Lic. Alicia Ambrosio en la presentación del "Cancionero de Santa Fe" el 26-04-95 en el museo Etnográfico.



EN MEMORIA DEL DR. AGUSTÍN ZAPATA GOLLAN (*)
José Luis Víttori


Con la presentación del "Cancionero de Santa Fe", iniciamos esta noche el programa de actos en homenaje al Dr. Agustín Zapata Gollán en el centenario de su nacimiento.

Don Agustín no sólo exhumo las ruinas de la vieja Santa Fe, trescientos cincuenta años después de su abandono por los fundadores; quiso saber también cómo eran y cómo vivían los primeros santafesinos que en 1573 habían marchado en seguimiento de Juan de Garay, aguas abajo del seguro refugio de la Asunción, para acompañarlo en la histórica aventura de "abrir puertas a la tierra".

Alguna vez, observando el lugar desde el mirador del Museo Fundacional, mientras avistábamos la llanura solitaria, he pensado en voz alta cómo sería encontrarse ahí a fines del siglo XVI, solo un puñado de gentes en medio de la inmensidad, en el campo abierto y agreste, a cientos de leguas del único sitio poblado en el litoral fluvial. La sensación de soledad puede habérmela transmitido don Agustín en algunas de las visitas que solíamos hacerle -jóvenes escritores curiosos del pasado rioplatense- acompañando al doctor Bernardo Canal Feijóo, al padre Guillermo Furlong y otras personalidades, en le tiempo de las excavaciones, y es seguro que a ese desamparo él debe haberlo sentido en las altas noches de Cayastá, al agonizar los fuegos de su campamento, mientras meditaba de cara al cielo austral, en la aventura de unas vidas pretéritas, apenas arraigadas en la desolación del desierto.

"…los que salieron a fundar a Santa Fe no tenían ante sus ojos espejismos de grandezas y tesoros que alucinaban otros. Santa Fe iba a ser sólo una ciudad del camino; una posta en la ruta a Buenos Aires y en la ruta a Perú. Santa Fe iba a ser una encrucijada.

Junto a los caminos desolados del Río de la Plata, entre los escombros de las ambiciones fallidas de los conquistadores, clavó sus raíces en la tierra criolla", escribió en "Las puertas de la tierra", obra temprana y sin embargo madura en las excelencias de su prosa, en la melancolía de su tono en la agudeza de sus intuiciones del tiempo remoto: "Tal vez el día en que se levantó el rollo en medio de la plaza, Garay trazaría en la arena una cruz con su tizona marcando los cuatro rumbos de los caminos que se encontraban en la encrucijada de Santa Fe: al norte, la cabeza de la cruz se perdía en los montes del Paraguay, al sur los pies se hundían en la Patagonia, al poniente un brazo se clavaba en el Perú y en el naciente el otro brazo señalaba la ruta del Brasil y de España. Y esta cruz, que tal vez marcó en la arena del pueblo criollo el fundador, fue la Vera Cruz de Santa Fe".

Leyendo sus libros sobre la conquista del Río de la Plata y las fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires, podría decirse que el estuvo allí en sus sueños o, al modo de Borges, que Zapata Gollán fue soñado por los antiguos pobladores para que hablara de ellos y por ellos a la posteridad como un testigo memorioso, diciéndonos quiénes eran, cómo vivían, qué hacían en su mísero caserío a orillas del Río de los Quiloazas o del Salado. Y el lo hizo cumplidamente, en una obra plena de hallazgos y de amores, dando testimonios de esas vidas, sentimientos, labores, diversiones, costumbres y creencias; uno más entre ellos, curiosos viajero del tiempo capaz de revivir en sus imaginaciones, los pleitos, las penurias, los desvelos, los insabores, austeridades o animosidades de las gentes cuyos restos óseos vemos hoy en su descanso secular de la ciudad fantasma. Todo ellos redactado con la agudeza, la ternura irónica, el sentido metafísico del tiempo y de la vida, en un estilo exigente que sin embargo fluye con la felicidad de un narrador innato; de un escritor que "piensa por imágenes", capaz de revivir historias heroicas sin la sumisión cronológica y documental de la historiografía o de las ciencias del hombre, suelto de pluma, rico de fantasía y pleno de ensoñaciones en la invención de sus símbolos y en la creación de metáforas afortunadas.

En su larga y desvelada trayectoria de etnógrafo capaz de una escritura bella y elocuente, y por eso mismo de eximio escritor, Agustín Zapata Gollán nos fue develando sus escenas de la vida rioplatense: "Por eso los santafesinos, sentados al filo de la barranca en un día cualquiera de 1600 o de 1700 o de 1800, sienten por los pueblos vecinos la misma antipatía. Solos pelean contra los indios y solos defienden sus ciudad contra la miseria. No esperan la ayuda de nadie ni confían en nadie. Son recelosos y valientes. Viven alerta con el mejor pingo ensillado y atado al palenque y entran a la iglesia con las armas en la mano y subrayando el coraje de sus espuelas…" (Pág. 119).

Santa Fe, en los últimos tiempos de la Colonia es un caserío pardo y chato, aplastado al filo de la barranca junto al agua revuelta y turbia del puerto. Sus vecinos visten, casi todos, pilchas ralas de vejez y de uso que a veces muestran la urdimbre o el recato de los remiendos. Bajo los árboles se ven hombres ociosos, hoscos de aburrimiento. Las mujeres tienen los ánimos mustios, pero se revuelven en las hendijas de puertas y ventanas pespuntenado de arriba a bajo, con sus miradas menudas, al forastero que cae de tarde en tarde. En el río, las canoas se deslizan pesadamente como yacarés muertos que flotaran con sus panzas hinchadas y tensas. Unos barcos silenciosos parecen abandonados en la orilla; bajo el cielo inmenso gritan estridentes las gaviotas; en la isla se levanta la alharaca de las gallinetas, mientras el ruido, como una bailarina, se reboza en el manto cabrilleante de lentejuelas que le ofrece el sol de la tarde" (Págs. 123/24, O. Cit.).

En obras posteriores, Zapata Gollán nos hablará de caballos y jinetes, de las marcas para el ganado y de la yerra, de las muestras de armas, de las vaquerías y el gaucho; recapitulará los "cuentos de don Juan Zorro"; describirá supersticiones y amuletos, animará juegos y diversiones públicas en la escena imaginaria, recopilará tradiciones y leyendas, descifrará testamentos y codicilos, haciéndonos ver -como le pedía Flaubert a su discípulo Mauppassant-, en un detallado, gozoso e incesante inventario de tradiciones, pero al modo de las crónicas españolas antiguas, la vida del pueblo, el sentir, el alma del pueblo de Santa Fe, semejante a las mejores crónicas de vidas al genio del peruano Ricardo Palma.

Y cuando, con su muerte, la obra se hubiera dicho terminada en su dimensión múltiple y la misión cumplida en este mundo, todavía nos entregan las carpetas que dejó, desvelos inéditos como este "cancionero". Encalladas y perseverantes encuestas de campo, en amistosas charlas con los criollos de las orillas, mientras recorría la provincia para verificar en el lugar la existencia de yacimientos de interés arqueológicos, don Agustín escuchaba y anotaba decires, coplas y canciones de boca de esos testigos memoriosos y escuetos a la vez en su expresión, gérmenes vivientes de la literatura folclórica y de la música popular. Intenciones, picardías, refranes, coplas patrióticas, pies de zambas y cielitos, fórmulas mágicas, sentencias cariñosamente registradas a lo largo de las décadas, vienen a completar ahora con esta publicación, el horizonte espiritual de Santa Fe, pulsando en las antiguas calles del sur y en la dilatada campaña fluvial, con el sello inconfundible de los siglos que sumaron desde bien lejos las coplas de Jorge Manrique al "Romance elegíaco" de Luis de Miranda, al intencionado "Refranero de viandantes" de Fray Reginaldo de Lizárraga, insertando en la posteridad, desde el siglo XVI español a nuestros días, la índole rítmica del castellano que es, según Lugones, esencialmente octosílaba.

Así en la cadencia popular del "Martín Fierro", en los cuentos de Fray Mocho, en los pares octosílabos de los refranes, en las frases sentenciosas o, ya lo hemos dicho, en las coplas y relaciones de este Cancionero.


Nace el cardo en la ribera,
La flor morada en la loma;
¿En qué rincón de este pago
tendrás tu nido, paloma?

Así como Agustín Zapata Gollán supo interrogar e interpretar los fragmentos que la tierra entregaba en las afanosas excavaciones de Santa Fe la Vieja, para después clasificarlas y exhibirlas en un lenguaje inteligible, así también supo rescatar del fondo de los tiempos rioplatenses, girones de la inventiva y el humor popular en unos versos conservados en el imaginario colectivo y retenidos en la memoria de centenares de informantes, "troperos y mensuales del campo y pescadores de las islas", con quienes habló y a quienes supo preguntar con inextinguible y ávida curiosidad, en compañía de su colaborador, el poeta Carlos Carlino.


Mi nombre no te lo pongo
Por no ponerte en peligro,
De nombre me llaman "pena"
Y de apellido "martirio".

A pesar de sus muchas ocupaciones en torno, primero, a la exhumación de las ruinas, luego a su conservación y estudio; entre las investigaciones de campo y de gabinete, los viajes emprendidos para documentarse en los archivos de Lima y Cádiz, la redacción de sus libros y opúsculos, sus conferencias, su natural disposición de dibujante y grabador, don Agustín mantuvo memoria y oídos abiertos a los dichos de la gente, a las sentencias de antigua prosapia doméstica, a los "cantos" de las murgas y las comparsas en carnaval, y si mucho anotó en sus cuadernos, mucho recordaba también y comunicaba oralmente en sus conversaciones, sorprendido y divertido a la vez del ingenio anónimo que acunaba las expresiones por el memorizadas en caudalosa y jubilosa evocación. Por un motivo personal, me detengo en esta relación (Nº 44, Pág. 356/57):


Trebolito de mi vida:
¿De dónde salís brotando?
Me han dicho que todo el día
Andás por ahí llorando.


R.:
No lo niego que te lloro,
Pero si por mi no fuera
Las hojitas de tu amor
Volarían campo afuera.



Así como el "oía" tiempo después, en las palabras, las voces de sus confidentes, yo escucho desde los dias de mi infancia la voz de quien informo esos versos, mientras rasgueba una vidala: Lola Barragán -una mulata vivaracha, dulce y paciente que intentó por voluntad de mi madre enseñarle a tocar la guitarra entre los seis y los siete años. No logró consumar su mandato musical con ese chico demasiado travieso que llegó a quererla de por vida, pero que no supo responderle con el solfeo y las escalas; en cambio sí aprendió con ella a escribir y a leer, anticipando el tiempo de escuela. Y siente que por ella (en mi caso) y por todos ellos (en el caso de Agustín), las hojitas del amor por estas "minucias" no volaron campo afuera…



(*) Palabras leídas el 26 de abril de 1995 en el acto académico de la presentación del "Cancionero de Santa Fe", organizado por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia y el Centro de Estudios Hispanoamericanos, en la sala mayor del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de la ciudad capital. El señor académico Don José Luis Víttori presidente del CEH, intervino como representante de la Academia Argentina de Letras, en su carácter de miembro correspondiente.

El doctor Agustín Zapata Gollán, nacido en Santa Fe el 23 de noviembre de 1895, exhumó las ruinas de Santa Fe la Vieja. Fue profesor de sociología en la Facultad de Derecho de la UNL, director ad honorem del Instituto de Investigaciones de Arqueología e Historia en el período hispánico; miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, miembro delegado de la Academia Nacional de Bellas Artes y de varias academias extranjeras. Más de cien libros, monografías, y conferencias, a lo largo de medio siglo, documentan sus trabajos de investigador y escritor, por cuyo mérito el Rey de España le acordó la Orden de Isabel la Católica. Periodista, literato, historiador, xilógrafo, pintor, poeta, fue también profesor de Historia del Arte en la Escuela Provincial de Artes Visuales.


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