EL MÁS IMPORTANTE DESCUBRIMIENTO ARQUEOLÓGICO DEL LITORAL (*)

Las excavaciones en Cayastá ponen al descubierto ruinas de la primitiva Santa Fe

Gastón Gori

A orillas del río San Javier, antiguo río de los Quiloazas, y a poca distancia del pueblo Cayastá, ante un extraordinario panorama de islas, arboledas y campos labrados, se están realizando las excavaciones que pusieron ya al descubierto los más importantes descubrimientos arqueológicos del Litoral, y que apasionan tanto al hombre común como a los vinculados al estudio de la época colonial. Los trabajos de remoción atraen a pobladores de una extensa zona circundante, y que fueron, en cierta manera, los receptores directos de la tradicional creencia de que la primitiva ciudad de Santa Fe había sido fundada donde hoy se encuentra Cayastá.

El traslado de la ciudad, durante la primera mitad del siglo XVII, a su asiento actual planteó, como consecuencia, entre los historiadores, después de 1900, el problema de su exacta ubicación histórica, no obstante los vestigios materiales que de cuando en cuando afloraban de las tierras que se trabajaban donde don Juan de Garay, en 1573, delineó la ciudad donde luego se fundó Cayastá.

El doctor Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, inició en julio del año pasado las primeras excavaciones, secundado por el ingeniero Víctor F. Nícoli. A él se debe la dilucidación definitiva de un problema de carácter histórico, mediante hallazgos incontrovertibles, que prueban la tesis del doctor Manuel Cervera -el historiador clásico de la provincia de Santa Fe- y la posible reconstrucción de la planta urbana con ruinas de la ciudad, tal como se aspira en sendas leyes -nacional y provincial-, por las que se creó un paraje de turismo y de afluencia de personas para las cuales todo documento arqueológico enriquece el conocimiento de la vida de los primeros pobladores criollos y españoles en el territorio del Río de la Plata.

-¿Qué importancia asigna usted a sus descubrimientos? -preguntamos a Zapata Gollán.

-En primer término, concluyen con la divergencia de juicios iniciada en 1930 por Roberto Levillier con relación al sitio de la fundación y con las recientes afirmaciones del ingeniero Nicanor Alurralde, hecha en un trabajo publicado en el Nº 887 de la revista "Ingeniería", ambos refutados oportunamente por el doctor Cervera, quien afirma que el lugar de fundación de la primitiva Santa Fe es Cayastá. Esta opinión también la comparte don Augusto Fernández Díaz, en "Anales de la Sociedad Científica Argentina".

A pocos metros, el río describe amplia curva y las aguas corren recostadas en la barranca derecha, que, altísima, de rápido declive, se desmorona de cuando en cuando, y ruedan, a la luz del presente, restos de cacharros sepultados por la agregación sucesiva de capas que se formaron con siglos de lentitud.

La orilla opuesta, chata, verdosa de juncales, se pierde en la lejanía, entre vegetación que paulatinamente ha de desaparecer, a su vez, en el monte que ribetea el Paraná. Hacia el oeste, cerca nomás de la barranca, la tierra removida de las excavaciones forma montículos, sobre los que van agrupándose los restos hallados, que trasuntan vida legendaria, ruda, pobre, colonial.

Hasta ahora las excavaciones se han limitado a dos sitios: el lugar donde se levantaba un molino, y en las inmediaciones de la tierra que recientemente ha levantado el Instituto Geográfico Militar. En este último lugar se han encontrado las ruinas de la tapia de un edificio de grandes proporciones, que probablemente perteneció al Cabildo de la antigua ciudad. Los trabajos, en ese sitio, se han suspendido para reanudarlos en momento oportuno. Los elementos de construcción que se extrajeron en estas excavaciones son los más antiguos que emplearon en el Litoral argentino los conquistadores: tapias, adobes, ladrillos y tejas. Según un documento de Hernandarias, fue él quien hizo personalmente las tejas y las enseñó a fabricar en Santa Fe, en Buenos Aires, en Corrientes y en Asunción. Las hay de diversas formas, y algunas tienen decoraciones -caprichosas en apariencia- cuya simbología preocupa a Zapata Gollán. Se extrajeron tantas como para reconstruir con ellas parte del tejado. Además, se han encontrado fragmentos de cerámica de Talavera de la Reina, campanillas de ayudar a misa, candeleros de barro cocido, medallas religiosas, algunas monedas con el escudo de España y otros objetos.

Se ha descubierto toda la planta de la Iglesia de San Francisco, la mesa del altar mayor, construída en tierra apisonada, y dos gradas del altar, de madera.

En Cayastá existieron dos reducciones indígenas: San Francisco Javier, de los mocoví, en 1743; y Concepción de Cayastá, de los charrúas, en 1761. Sin embargo, las ruinas que se descubren actualmente no pudieron pertenecer a ninguna de esas poblaciones indígenas, que tuvieron una existencia precaria. Las dimensiones de la iglesia, la gran cantidad de ladrillos y la cerámica española que se encuentra en ese lugar nos demuestran que pertenecieron a una gran ciudad, cuyo radio urbano se extendía a varias cuadras, como puede observarse ya sobre el terreno.

En espacio de lo que fue la nave de la Iglesia, las excavaciones se realizan con vigilancia especial desde que apareció el primer sepulcro, que, por documentos fehacientes, podría ser el de la hija del fundador de Santa Fe y de la segunda Buenos Aires.

Existe en el archivo de los Tribunales el testamento de doña Jerónima de Contreras, hija de don Juan de Garay, en el que manda que se la entierre con el hábito franciscano en la iglesia de San Francisco, al lado del Evangelio y junto a su esposo, Hernandarias, el primer gobernador criollo del Río de la Plata. estamos frente a la probable ubicación de estos restos.

Tales afirmaciones se hacen después de consultar papeles de los siglos XVI y XVII que obran en poder del Departamento de Estudios Etnográficos Coloniales como fondo documental, en virtud de la reciente ley orgánica de los Tribunales. Esta circunstancia permitió estudiar sin demora todos los problemas vinculados a las excavaciones y los hallazgos de las ruinas, en su mayor parte aún no develados con amplitud, ya que las conclusiones definitivas exigen serenidad, largas compulsas de documentos y estudios prolongados fuera del ámbito reciente de los trabajos de descubrimiento, que en su desarrollo apenas si, con todo lo ya hecho, cubren una primera etapa.

Actualmente se está trabajando en el descubrimiento de todos los sepulcros que existen a lo largo de toda la nave y, por otra parte, simultáneamente, la investigación en los protocolos de la época han permitido encontrar, hasta ahora, diecinueve testamentos con disposiciones sobre sepultura en la iglesia de San Francisco. Santa Fe se convierte así, por obra de la inquietud de un hombre que vive para los trabajos en Cayastá, en la ciudad que, probablemente, en el orden mundial, es la única que conserva los restos de sus primeros pobladores -siglos XV y XVI- y de los primeros descendientes de su fundador.

Desde el punto de vista arqueológico, no hay en todo el Litoral ruinas más antiguas de la época colonial, hecho que crea una cautivante posibilidad de estudio con elementos nuevos, cuya magnitud no puede determinarse.

Mientras una nube cubre el sol de la mañana, su sombra se extiende sobre las ruinas, el río y el campo. Pero apenas, en su viaje de altura, deja libre el espacio, la luz vuelve a iluminar intensa -con claridad de verano- sobre los seres y las cosas que en este rincón de Cayastá asisten al asombro del desentierro de la Ciudad de Garay. La ciencia histórica y arqueológica han de alumbrar también aquí, para reconstruir con más materiales la vida y la cultura de hombres que hace cuatro siglos abrieron -según la expresión clásica- puertas a la tierra, y que al afincarse en la de Santa Fe crearon bases para el desarrollo del Litoral argentino y el núcleo de una nueva estirpe.


NOTA:

(*) "EL HOGAR" - 10/03/50 - Buenos Aires.


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