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LA CAPITAL. Rosario, marzo de 1978
Matemáticos y cosmógrafos, y el mapa de Caboto En las últimas décadas del reinado de Felipe II, que vale tanto como decir en las primeras de la vida de Santa Fe la Vieja, había en España un grupo de hombres singularmente interesante, expertos en Matemáticas y Cosmografía, con ciertos ribetes de filósofos y, desde luego, de teólogos, y vinculados a la política internacional de los reinos de España y Portugal, que empeñados en una permanente y solapada guerra fría, armaban expediciones a la conquista de nuevas tierras entre una maraña de intrigas, de amaños y componendas tratando de asegurar, mutuamente la colaboración de expertos pilotos y cosmógrafos con la consiguiente sustracción de mapas y cartas de marear. De ahí que la Geografía fuera una de las disciplinas que ocuparan preferentemente la atención y el apoyo de los gobiernos de España y Portugal. Se atribuye el origen de la grandiosa Biblioteca del Escorial a un "Memorial presentado a Felipe II por el doctor Juan Páez, cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, bajo la signatura M.S.S. 5731. Según este proyecto, la segunda sala de la Biblioteca estaría destinada conservar las cartas de marear y la "cosmografía de todo lo que hasta hoy se sabe del mundo hecho con mucha diligencia "y, principalmente, agrega el memorial todo lo relacionado con las Indias Occidentales. Además, se colocarían en esta sala, "globos de diversas grandezas con su.' aparejos así para el cielo como para la tierra"; las cartas de las ciudades y las "Pinturas" de las regiones más famosas del mundo, los instrumentos de "astrología" y Matemáticas, los relojes y esos "espejos de extraños efectos que es una principal parte de la perspectiva", y entre los retratos de hombres eminentes vinculados con esta ciencia, se colocarían los de Arquimides, Ptolomeo y Aristóteles. con los de Colón, Hernán Cortés y Magallanes. Uno de los hombres más importantes de esta época fue, sin duda, Juan Lópe2 de Velasco humanista erudito, conocedor del griego y el latín y el árabe; matemático, astrónomo y cosmógrafo, "gran trabajador por amor a la ciencia", dice uno de sus biógrafos, y presidente de las comisiones de matemáticos y cosmógrafos ordenadas por el rey, que ponían los ojos en las estrellas del cielo para medir y señorear la tierra. Castellano viejo, había nacido en Soria y cursado sus estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde fue condiscípulo de otros tantos insignes eruditos que brillaron en la época de Felipe II, como Arias Montano, que intervino nada menos que en la edición de la Biblia Complutense o Biblia políglota en hebreo, griego, caldeo y latín que mandara editar el Cardenal Cisneros. Su erudición, sus viajes y su directo conocimiento del Nuevo Mundo fueron especialmente los motivos por el cual el Consejo de Indias le encomendó la recopilación ordenación de las Leyes de Indias y a quien, en 1571 Felipe II designara Cronista y Cosmógrafo Mayor de Indias, con la obligación de hacer las Tablas de Cosmografía, de observar los eclipses del sol y de la luna, escribir la Historia General del Nuevo Mundo y recopilar las derrotas para la navegación. Las "Instrucciones" de López de Velasco para la observación en los dominios de España, del eclipse de luna en 1580, se encuentran en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo la signatura M.S. 3.635, en el folio 40, con su firma autógrafa y fechadas en Madrid el 7 de agosto de ese mismo año. Felipe II le mandó pág. ochenta y ocho reales que había gastado en cuatro resmas de papel para imprimirlas. Fue López de Velasco quien exhumó y adquirió en Cuenca un manuscrito las Etimologías de San Isidoro, que Felipe II mandó publicar, encomendado esta misión a Alvar Gómez. Murió López de Velasco siendo Secretario de Hacienda del Rey Felipe, el 3 de mayo de 1598, en cuyas funciones, y por mandato real, se había abocado a la investigación del problema de la carestía de la vida. Felipe II, quien había depositado en él toda su confianza, le había designado como sucesor de Pedro de Esquivel en el cargo de Secretario Real, "para llevar a cargo aquellos grandes pensamientos que abrazaban a un tiempo las cuestiones científicas y administrativas" como dice Felipe Picatoste y Rodríguez en su obra "Apuntes para una Biblioteca Científica Española del siglo XVI" publicada en Madrid en 1891. Pedro de Esquivel había nacido en Alcalá de Henares, en cuya Universidad estudió Filosofía, Teología y Matemáticas, cátedra que ocupó luego de egresado. "Felipe II que lo trataba con alguna intimidad, dice el mismo Picatoste y Rodríguez, consultó seguramente con él su doble proyecto estadístico y científico de la descripción general de España deseando poner la Geografía a la altura que debía tener después del descubrimiento real Nuevo Mundo". Fue Esquivel quien por primera vez aplicó la triangulación en las medidas geodésicas y para determinar los puntos principales de la Península, pero murió antes de ver terminado el mapa proyectado. Contemporáneos de estos dos eminentes cosmógrafos y matemáticos españoles, fueron dos italianos de singular interés por sus vidas y sus obras, Juan Turriano y Juan Bautista Gessio. Juanelo Turriani, más conocido simplemente como Juanelo, fue autor del artefacto hidráulico destinado a proveer de agua potable a la ciudad de Toledo "el artilugio de Juanelo" que aparece en un cuadro del Greco. Juanelo nació a fines del siglo XV en los comienzos del XVI, en Italia, en la ciudad de Cremona, y en 1529 entró al servicio del Emperador Carlos V y continuó luego con Felipe II, quien por una Real Cédula del 25 de agosto de 1563, le fijó un sueldo de cuatrocientos ducados con la obligación de residir en la corte y con la autorización expresa de poder vivir en Toledo. Arquitecto hidráulico, matemático y artista, fue famoso en su tiempo por sus conocimientos de mecánica. Había tardado veinte años en construir un reloj para Carlos V, que además de marcar las horas y los minutos, señalaba el curso del sol y de la luna, y de los demás planetas con la aparición correspondiente de los signos del Zodíaco y de algunas estrellas fijas. Construyó acequias, molinos e ingenios hidráulicos. En 1568 terminó su famoso "artilugio" para cuya construcción había firmado un contrato con la ciudad por el cual ésta se obligaba a pagarle, en una vez, ocho mil ducados de oro a más de una renta vitalicia de otros mil novecientos y hasta se dice que se dio mañas para construir un "robot" que dio el nombre de "calle del hombre de palo "a una de la ciudad de Toledo, donde Juanelo murió el 13 de junio de 1575. En el Escorial se conserva el aposento que ocupara, convertido ahora en una sala de lectura, donde tuve ocasión de trabajar durante algún tiempo, mientras, suspendida sobre el dintel de una puerta, vigilaba su efigie, la mirada inquisitiva y dura y la barba en punta bajo el discreto rosicler de su prominente nariz. El otro italiano, cosmógrafo y matemático célebre, fue Juan Bautista Gessio. Vivió en Sevilla, viajó varias veces a las Indias Occidentales y, entre otros trabajos, dedicó al Rey de España, en 1579, un 'Parecer" sobre "la justificación del Estrecho de Magallanes con advertencias convenientes a aquella navegación". Estaba al servicio de don Sebastián, Rey de Portugal, cuando llegó a Lisboa, como embajador de Felipe II, Don Juan de Borja "por las cosas de la demarcación". En esta ocasión descubrió el embajador de España que Gessio era "hábil en la geografía y en hacer mapas y de que podía ser útil a su rey, por lo cual no tardó en escribir a don Juan Ovando, que presidía el Consejo de Indias, solicitándole autorización para tratar de convencer a Gessio sobre la conveniencia de abandonar la corte lusitana y ponerse al servicio del Rey de España. Ovando, de inmediato autorizó esa gestión y Gessio, sin demora, se puso en camino con tal mala suerte que, advertido don Sebastián de semejante deserción, le mandó prender y traerle de nuevo a su corte cargado de grillos, donde permaneció preso durante dos años hasta que logró su libertad bajo muy serias amenazas que no surtieron efecto, pues, Juan Bautista Gessio terminó en España al servicio de Felipe II utilizando, en favor de su nuevo Señor, todos los secretos portugueses sobre sus navegaciones y sus dominios, y revelándole las informaciones que sigilosamente guardaban los mapas y las cartas de marear en los archivos secretos de Portugal. Y un día en aquella corte de Felipe II con sus astrólogos, matemáticos y cartógrafos eminentes, que meditaban y divagaban sobre mapas y cartas de marear y ruteros a las Indias de occidente, se anuncia la muerte de Ovando, Presiden te del Consejo de Indias, y la almoneda de sus bienes, entre los cuales, Juan Bautista Gessio, descubre un mapa del Río de la Plata codiciado siempre por la corte de Portugal. Sin pérdida de tiempo, escribe Gessio, en italiano una carta, sugiriendo a Felipe lila conveniencia de adquirirlo: "un mapa grande, antico, lice, di pergamena iluminato fato di mano di Sebastiano Gaboto, Piloto Maggior". Y luego agrega: "Altre l'esser bello e curioso, sará, necessario sí conserva questa antichita". termina: "V. Mat. ordine quello glí sará pió servicio é fuerte quanti piú umildemente et reverentemente posso gli bacio i piedi". Es este el famoso Mapa de Caboto que hasta ahora se conserva divulgado en tantas publicaciones de historia y geografía. Sin embargo, Caboto no tuvo tiempo, espacio y calma para trazarlo "bello e curioso", en un gran "pergamena iluminato", como decía Juan Bautista Gessio a Felipe II. No pudo hacerlo en los días inquietos y agónicos de Sancti Spíritu entre las asechanzas de los indios y las agrias pretensiones y disputas de Diego García, con quien imprevistamente se topara en el Paraná; ni menos en los días aciagos de la Península, mientras le urgían y acuciaban el Consejo de Indias por el descalabro de la expedición y le embestían los armadores y los tripulantes, y las viudas y los huérfanos de los que dejaron los huesos en aquel lejano y malhadado Río de la Plata, llevándole a la crujía y laberinto de la justicia, en un remolino de pleitos con sus demandas, interrogatorios, peticiones y alegatos, en el apremiante reclamo de caudales y de vidas perdidas. Y entre toda esa balumba de papeles de actuación el malaventurado Caboto acabó en prisión que, aunque en la Corte, sufrió el baldón del presidio. En la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, entre la "Colección Muñoz, en el tomo 79, se encuentra copiado el párrafo de una carta de 1531 que dice textualmente "Sebastián Caboto, no murió;. está preso aquí por delito que se le acusa de su viaje". Y al margen esta especie de escolio del mismo Muñoz: "Caboto fue preso a pedimento de algunos parientes de personas que dicen que es culpado en sus muertes; y por otros que desterró también a pedimento del Fiscal por no haber guardado las instrucciones. Tiene la Corte por cárcel con fianzas". Las instrucciones que debía cumplir Caboto, le mandaban seguir la derrota a descubrir Ofis y Cipango o ir directamente a cargar de especiería al Molucos; y uno de los destierros de que le acusan es el del Capitán de la nave Trinidad, Francisco de Roxas, a quien se dice que dejó en la Bahía de los Patos por esclavo de un indio principal. Quizás, en ese mapa rescatado por la inteligencia. y solicitud de Juan Bautista Gessio, uno de los cosmógrafos y matemáticos del tiempo de Felipe II, no sólo hayan quedado observaciones, sino la mano de aquel joven cosmógrafo Alonso de Santa Cruz que asistió junto a Caboto al desastre de Sancti Spíritu y quien lo había dejado, lógicamente en poder de Ovando, desglosándose de tanta "cosa de geografía", como dice el famoso inventario del que fue rescatado antes de que desapareciera para siempre, en una almoneda judicial. |