LA CAPITAL. Rosario, julio de 1979

Salamanca y Unamuno

La ruta que desde Burgos nos lleva por Valladolid y Simancas, da en una de las más famosas ciudades de toda España: Salamanca.

Su historia, como la historia de todas las ciudades españolas, llega a épocas remotísimas, Por allí anduvo Aníbal con su poderoso ejército y su impresionante y arrolladora tropa de elefantes en tiempos de las guerras púnicas, tres mil años antes del nacimiento de Cristo, y los romanos tendieron un magnifico puente de piedra que cruza las aguas del Tormes y que hasta hoy une la ciudad con la fecunda y dilatada vega salmantina. Pero no es esta historia, ni la de su célebre Feria Franca, celebrada desde 1467, en que fue instituida por Enrique IV de Castilla en premio a la lealtad de los salmantinos que le protegieron y apoyaron en los más difíciles y amargos días de su azaroso reinado; ni sus monumentos arquitectónicos que dan sin duda a la ciudad un señorío y un carácter singular, con su Plaza Mayor encuadrada en amplios soportales donde trajina un abigarrado gentío frente a la más variada y pintoresca exhibición de escaparates de casas de modas con las últimas novedades en la indumentaria femenina; de rutilantes joyerías y de tiendas de diversos objetos de artesanía popular, especialmente de los famosos orfebres y plateros salmantinos; ni sus iglesias, como la de San Martín con su portada románica, sus sepulcros con estatuas yacentes de obispos y de abades con los respectivos símbolos de su dignidad sacerdotal y de caballeros que duermen plácidamente el sueño de la muerte, la mejilla apoyada en la palma de la mano mientras a los pies un escudero cuida de su yelmo y una jauría vela su sueño desde la base del sepulcro; ni la grandiosa iglesia y convento dominico de San Esteban con su fachada plateresca, sus pórticos del Renacimiento y sus claustros del siglo XVIII; ni los ábsides mudéjares de la iglesia de Santiago próxima al puente roma- no; ni la calle de Libreros cargada de recuerdos y de historia.

La fama de Salamanca, le viene de antiguo por su Universidad. Aquellas Escuelas Generales que según decía Alfonso X el Sabio debían ubicarse en lugar que "había de ser de buen ayre e de fermosas salidas, por que los maestros que muestren los saberes a los escolares que los aprendan vivan sanos en él e puedan felgar e recibir plazer en la tarde, cuando se levantan cansados del estudio".

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En los comienzos del siglo XIII, en 1200, para evitar el desplazamiento de los estudiantes de Salamanca hacia Palencia, donde Alfonso VIII de Castilla había fundado un centro de estudios, el Rey Alfonso IX de León les fundó una Academia. Luego los reyes posteriores y los Papas, protegieron no sólo a los maestros sino también a los estudiantes con lo cual Salamanca adquirió tanta importancia y tanta fama como las Universidades de París, de Oxford y de Bolonia. El bellísimo edificio actual de la Universidad se empezó a construir en la segunda década del siglo XIV durante el reinado de los Reyes Católicos.

Pero la fama actual de Salamanca, le viene, sobre todo, del rector de su Universidad, del rector por antonomasia: Don Miguel de Unamuno.

En la manzana de la Universidad, sobre la histórica calle de Libreros que forma esquina con la calle Calderón de la Barca y próxima al Patio de Escuelas presidido por la estatua de Fray Luis de León, se levanta la Casa Rectoral, residencia que fue de los rectores desde el siglo XIII. Allí vivió Don Miguel y allí se ha formado el Museo Unamuniano con sus libros, sus dibujos, sus cuadros, sus pajaritas de papel y su ajuar doméstico de una sobriedad y sencillez de celda conventual.

En la planta alta de este edificio, tres aposentos forman el singular; y encantador Museo Unamuniano. Sobre la mesa de trabajo, el vaciado escultórico de su mano derecha; un brasero, unos sillones fraileros, un retrato de Sarmiento, otro del poeta portugués Guerra Junqueiro; el original de una caricatura suya de Bagaria publicada y donada para el Museo por "La Nación" de Buenos Aires; el retrato que le pintara Juan de Echeverría, el pintor vasco y gran amigo suyo; la ancha cama de hierro negro; una reproducción del Cristo de Velázquez; un armario con sus famosas pajaritas de papel; manuscritos, libros. Aquí, leo aquellos versos suyos que titula "El Brasero" y que se publicaron en España en 1907:

"Anda, escarba el brasero
que aprieta el frío.
Qué poco dura el sol en estos días!
Y pensar hijo mío,
que el sol se hará ceniza
y en el cielo de Dios la frente inmensa
será un momento".

Aquí, en este ambiente caldeado por el fuego del brasero y de la chimenea del comedor, Don Miguel escribió sus famosos ensayos, sus novelas, sus poemas, sus colaboraciones periodísticas especialmente en "La Nación" de Buenos Aires, su nutrido epistolario.

Aquí vivió y sufrió y desde aquí luchó tenazmente Don Miguel. En la Biblioteca del Monasterio de Santo Domingo de Silos se conserva un álbum donde dejaron sus impresiones algunos de sus visitantes, yo he copiado allí este autógrafo de Unamuno que comienza con unos versos de su poema "El Cristo de Velázquez":

"Conchas marinas de los siglos muertos,
repercuten los claustros los cantares
que olas murientes en la eterna costa,
desde el desierto de la tierra te alzan,
bregando por tu paz las almas trémulas".


Y luego sigue: "Escritos estos versos para mi poema "El Cristo de Velázquez" durante mi estancia en la Semana Santa de 1914, en esta Abadía de Santo Domingo de Silos, adonde vine, hombre de guerra, a disfrutar unos días de paz para poder tornar con nuevo empeño a la batalla, que es mi vida" -Fecha en 12 de abril de 1914 y firma: "Miguel de Unamuno. Rector de la Universidad de Salamanca".

Unas hojas más adelante hay otro autógrafo suyo:

"Con veinte años después vuelvo a visitar en rápida visita este monasterio de Silos. En este tiempo España ha dado muchas más vueltas que años han pasado. Y si entonces dije que vine a disfrutar unos años de paz, yo, hombre de guerra, hoy digo que no he de encontrarla -la paz- si no cuando se me acabe la vida. Pues militia est vita horninis super terram. A la lucha, pues, que es la vida. Miguel de Unamuno". Ya no agrega a su nombre el título rectoral. Es el 4 de julio de 1933, pero con él firma su nuera Mercedes Adarraga de Unamuno.

Tres años después, Unamuno moría en este misma Salamanca que tanto quiso y donde perdurará su recuerdo para siempre.


En esta breve visita me acompaña, amable y solícita, Felisa Unamuno. Tiene con Don Miguel un extraordinario parecido, que acentúa aún más esos ojillos de un mirar inquieto y penetrante. Me habla de la Argentina, de "La Nación", de Buenos Aires, de los amigos que en esta tierra tuvo Don Miguel ...

El sol de una tarde de octubre, dora el festón plateresco de la universidad y las piedras labradas de los altos muros en la calle de Libreros.

Siento una extraña sensación de haberme encontrado en esos aposentos que dejo a mis espaldas, con la presencia real y verdadera de Unamuno. Y al abandonar la que fuera su casa convertida por el gobierno español en Museo Unamuniano con la biblioteca que donara a la Universidad poco antes de morir, mientras me alejo por la calle de Libreros, voy repitiendo aquellos versos suyos en loor de Salamanca:

"Oh Salamanca; Entre tus piedras de oro
estudiaron de amor los estudiantes,
mientras los campos que te ciñen, daban
jugoso trigo.
Del corazón entre los pliegues guardo,
tu alma robusta, Salamanca mía;
cuando me vaya entre tus piedras guarda tú, mi recuerdo".

Y Salamanca ha cumplido fiel y amorosamente, las ansias del Rector.




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