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LA CAPITAL. Rosario, mayo de 1980
Vivienda e indumento en Santa Fe la Vieja La información documental y el material arqueológico exhumado en las ruinas de Santa Fe la Vieja, nos permiten reconstruir, idealmente, el alhajamiento de la vivienda y la indumentaria de sus moradores. En el solar cercado de tunas y zanjas, donde croan las ranas y los grillos ejecutan su música monocorde y triste, se levanta la vivienda, la casa de tapias, agobiada bajo el peso de las tejas del techo, nido de murciélagos. Tres piezas en hilera, de norte a sur. La puerta de calle de goznes, se abre al frente de San Francisco o de Santo Domingo. Dos o tres ventanas hacia el poniente y el naciente, con rejas de madera torneada donde han sujetado en la cruz de cada reja, una palma o una rama de olivo, bendecidas el último "Domingo de Ramos", impiden que entren rayos los días de tormenta. El Capitán, el cabeza de familia, con los arboles y el primer canto mañanero de los gallos, abandona su lecho, en ese dormitorio, casi como una celda monjil. Una cuja de cuatro pilares torneados que sostienen una especie de baldaquino o pabellón de pesadas cortinas que recatan discretamente el lecho con su colchón de cerda del tuse de la tropilla de yeguarizos o de "chala" de maíz cosechado en la chacra, con sábanas de Ruan de fardo, cobijas o mantas de la tierra, y sobre las almohadas, como una nota de coquetería, los acericos labrados, y una sobrecama azul. En las paredes, que no ocultan o disimulan la tierra apisonada de las tapias, algún cuadro cuazqueño o traído de España con una escena religiosa, o la imagen de un santo o de la Inmaculada. En un rincón del aposento una caja "abaulada" guarda las piezas de la indumentaria femenina y algunos metros de paño de la tierra o importado y también algunas camisas de Holanda, una pollera de grana, quizás enaguas de Ruán; un mantillo de bayeta de Castilla, tal vez un faldellín de paño de Londres, o un manto de Toledo, y un par de camisas con sus pecheras labradas; un jubón acuchillado, con botonadura de cristal; un manto sevillano o un jubón de damasco negro, o una saya de perpetuana de raja verde o de paño de Quito; un jubón de chamelote; y hasta un verdugado, vestido típico de mucho vuelo, que luego se transforma en el famoso guardainfante prohibido por decreto de 1639, por considerarse propio de rameras. En otra caja también "abaulada" la indumentaria masculina; jubón o juboncillo ajustado de cuello alto y rígido; calzón corto, medias y la clásica capa hasta la cintura, del tiempo de Felipe II. Sobre una "mesa de arrimo" un Santo Cristo, con las indulgencias de Tierra Santa entre dos candelabros de barro con sus velas de sebo. Colgado de la pared un cuadro cuzqueño o traído desde España, con la imagen del Santo de la devoción familiar. Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio de Loyola. O una escena religiosa: las Bodas de la Virgen, la Crucifixión, o el Nacimiento. Habría, sin duda, un libro de oraciones, tal vez un salterio, donde antes de abandonar el dormitorio, el capitán ha rezado unos salmos. Y en aquel ambiente de austeridad, aun de pobreza digna, una nota de lujo. Junto a la cama de pabellón y columnas, torneadas brillaría una "vacinilla" de plata; que los más de los vecinos la usaban -de uso indispensable por esta miseria humana- de barro cocido como las que exhumamos de las ruinas de la ciudad y que se conservan en el Museo Etnográfico de Santa Fe. En otro aposento, un estrado con su barandilla y sobre el estrado, para recibir alguna visita importante, quizás el pretendiente a una boda con la niña de la casa, sillones fraileros, o sillas con asientos y respaldo de cuero repujado. Y hasta hay una mesa por ahí con manteles y servilletas donde se nutre la familia, que hace de trinchante, y distribuye los trozos de la vianda que reciben y comen, manteniéndola con las manos pues el uso del tenedor no se ha introducido aun. En una alacena, habrá una tembladera de plata, tal vez un jarrón; un botellón de Talavera con el vino preparado con el producto de la viña, que extendía sus sarmientos en un pedazo de solar, al norte de la planta urbana. Junto a la vivienda, una ramada que hace de cocina. Y entre el humo denso de la leña de espinillo, ollas de barro fabricadas por indias, y fuentes, jarras, y platos de la misma fábrica, mezcladas entre ollas de hierro, alguna fuente y ciertos platos de peltre o de cerámica talaverana. Hay sin duda una batea de amasar, en un trozo de algarrobo excavado a la manera indígena y una tinaja del Paraguay, que guarda fresca y limpia, el agua llovida. En un perchel o galpón levantado en el corral, una canoa de timbó con sus remos; quizás alguna herramienta de carpintero: un cepillo, un escalpelo, unas gubias, martillos, barrenos, azuela, y una o dos hachas, y, en unos ranchos de paja, indios de la "encomienda" o algún negro esclavo. En el trascorral, el "montado" sujeto a un palenque y quizás una "lechera" con su ternero encerrado en un corral de "palo a pique". Pero este no es el tipo general de vivienda. En la misma manzana y en otro solar, en un rancho, oculta su miseria, algún descendiente de conquistador "venido a menos". |