LA CAPITAL. Rosario, abril de 1978

Los caballos

El caballo en España, elemento eficaz e indispensable en la guerra de la Reconquista, fue una permanente preocupación de los Reyes y las Cortes, "para estar prestos e apercibidos para la guerra de los moros".

En 1348, Alfonso XI en las Cortes de Alcalá de Henares, por la falta de caballos, "pues no los criaban muchos de los que los debían criar", estableció una serie de disposiciones concediendo privilegios a sus criadores, fijando el precio de los caballos, declarando inembargable la yegua y su cría, prohibiendo que se saquen las yeguas de sus dominios, fijando los lugares por donde solamente se podrán sacar caballos, sólo de más de cuatro años, y estableciendo, además, las penas aplicables a los infractores desde multa o destierro hasta la pena de muerte.

Las características orográficas de España hacía que los vecinos prefirieran las mulas.

El "Ordenamiento sobre la saca de mulas, caballos, viandas, oros y plata, de las Cortes de Guadalaxara" de 1390 prohibe sacar del reino, "ni yeguas, potros, o mulos, ni mulas, ni muletas", y manda asimismo que a los infractores los persigan los vecinos para hacerjusticia; y que las campanas de las iglesias repiquen convo-cando al vecindario a este fin.

Carlos V, prohibió "que ninguna persona pueda andar en muía ni en macho ensillado ni con albarda".

Sin embargo, a pesar de las medidas y prevenóiones adoptadas la cría del caballo continuó siendo un problema en la Península.

Algunos pueblos elevaron extensos memoriales aceca de los inconvenientes que les acarreaban esas medidas en favor de la cría y aumento de los equinos y pidiendo, en cambio, que se les autorizara a criar mulas, alegando que la tierra era más apta y a propósito para éstas que para aquéllos.

Hubo un gobernador de un mayorazgo, que a fin de incitar a los vecinos a criar caballos, dispuso que sólo podrían desempeñar los "oficios públicos" sus criadores.

Montados en mulas iban, solemnes, los doctores erizados de aforismos lati-nos y citas de Bartolo y Baldo: los médicos, prontos siempre para administrar una copiosa irrigación intestinal con el clister y una sangría en manos del flebótomo o del barbero del pueblo; en mulas con sus amplias gualdrapas marchaban los orondos canónigos rumbo a la colegiata y aún 105 obispos agobiados bajo el peso de sus paramentos episcopales llegaban a las gradas de la catedral bendiciendo paternal-mente a sus feligreses jinetes de un macho o de una buena muía.

Sin embargo, la lucha de la Reconquista debía hacerse sobre el lomo de los buenos caballos.

El Cid mandaba a sus capitanes que ensillaran los caballos al canto matinal del gallo:

"A la mañana, cuando los gallos cantan,
Non vos tardedes, mándelos ensillar.
Y así, bien enjaezados
"Cient caballos gruesos e corredores
De sillas e de frenos todos guarnecidos son".

Aún en tiempos del descubrimiento escaseaban los buenos caballos.

Según Bernal Díaz del Castillo, uno de los soldados de aquella época, se enriqueció porque trajo en su barco, una yegua y un negro, pues, dice, no se podía hallar caballos sino a precio de oro, y a esta causa, agrega, "no pasaron más cabalíos porque no los había". De ahí, que cuando la conquista de México, se recordara hasta el pelo de los caballos que montaba cada uno de los capitanes.

Uno, tenía un "castaño oscuro, gran corredor y revuelto"; otro, un "castaño ciaro"y, además, "tresalbo", esto es, con tres patas blancas, mientras Cortés montaba un "castaño zaino" que luego se le murió en San Juan de Ulúa.

Es sabido que los primeros caballos, y buenos, andaluces, que llegaron al Rio de la Plata fueron los de don Pedro de Mendoza, que luego se desparramaron y multiplicaron extraordinariamente en las pampas; y los que entraron primero al Paraguay fueron los pocos caballos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, a través del Brasil, tres caballos y ocho yeguas según algún documento.

El Cabildo de Santa Fe, tomó todas las medidas que se adoptaban en España para la conservación y reproducción de los que trajo Garay desde Asunción. Y así, uno de los cargos que el Cabildo cuidaba de llenar anualmente con dos vecinos honorables que además, prestaban fianza abonada, era el de cuidador de los caballos que se guardaban en la isla frente a la ciudad, la llamada por eso isla de los caballos.

En la Biblioteca del Escorial se conserva una carta que dirige el obispo del Tucumán don Francisco de Borja a un canónigo de Toledo, en la primera mitad del siglo XVII, en la cual, al referirse a los caballos criollos dice que "sin comparación" son muchos más ligeros que los andaluces": y luego, agrega "aseguro a vuestra merced que un caballo de allá tanto el aguente de estos animales, luego le dejarían a su paso, muy atrás y esto ni comiendo cebada".

Y estos caballos criollos descendientes, después de tantos siglos y tierras ignotas, de aquellos que en tiempos de las Leyes de Partida, "ligeros e corredores", galopaban tanto en los "aguachales", como se metían en las espesuras espinosas de los montes", como hubiera querido verlos Alfonso el Sabio.

Porque aquello de guardar los caballos bajo la atenta vigilancia de los vecinos responsables y bien afianzados, designados anualmente por el Cabildo y aquel servir las yeguas por el magnífico semental de don Francisco de Sierra, Teniente de Gobernador, no duró por mucho tiempo: porque las tropillas de yeguas repuntadas por los nuevos padrilí os, ganaron el campo y los montes y se hicieron cimarronas para caer en mano de los indios, convertidos en extraordinarios jinetes y de los criollos que no tardaron en tener sus propias tropillas de montados de un solo pelo.

En un día del mes de abril del año 1577 llegó a Santa Fe desde Asunción, el sobrino del Adelantado Ortiz de Zárate, un muchacho criollo que a la muerte de su tío,quien no tenía ninguna simpatía por los nacidos en la tierra, se había hecho cargo del gobierno de estos pagos, precisamente por una disposición testamentaria del mismo Adelantado.

Llegó a Santa Fe en un día de abnl con tres navíos grandes, una carabela, barcas, balsas y canoas y por tierra había hecho arrear, desde antes de su partida para encontrarlos en la ciudad que venía a visitar, muchos caballos paraguayos: y desde esas tropillas hubo un buen número que se alzó y ganó el llamado Valle de Calchaquí, al norte de Santa Fe, entre la margen derecha del Paraná, y la margen izquierda del Salado.

El indio montó, por fin, a caballo y sus depredaciones se hicieron más frecuentes y más temibles.

En el Río de la Plata, los primeros indios jinetes fueron los de Santa Fe.

En 1722 con motivo de la visita que hace a esta ciudad en su nuevo asiento, el gobernador don Bruno Mauricio de Zabala, observó, desconcertado, la táctica de la caballería indígena, que atacaba a las fuerzas españolas haciendo gambetas tendidos, los jinetes, sobre el costillar de sus cabalgaduras.

En su "presentación" de Santa Fe, al Rey, da detalles precisos sobre esta técnica de la caballería india.

"Observó su excelencia, dice este documento, que el modo de pelear de estos infieles, no era a pie quieto ni a cuerpo descubierto, sino formando gambetas y tendiéndose al hacerlo sobre las costillas del caballo, en cuya mayor furia los manejaban con tal destreza, que sin detenerse un instante daban la embestida sin orden alguno, procurando uno divertirlos por distintas partes para que otros lograsen un seguro acometimiento".

Y mientras los indios a caballo asolaban la tierra con sus malones, la milicada de los fortines, también a caballo, iban extendiendo las fronteras de la patria.

Porque esta patria, como se ha dicho, se hizo sobre el lomo de los pingos. Sobre el lomo de los caballos se cubrieron de gloria los Granaderos en San Lorenzo y sobre el lomo de los caballos San Martin cimentó la libertad americana desde Chile y Perú.

Después de organizado el país, por la Constitución del 53, los gringos que vinieron a engrandecer y enriquecer el país con su trabajo, -cosa inaudita para un buen briollo- lo ataron al arado y a las "chatas" que cargadas de bolsas de harina llegaban a las estaciones del primer ferrocarril que cruzó la provincia, mientras ahora, desalojados de la chacra por el tractor y del ejército por los tanques, los vemos impasibles, hacinados en los camiones jaulas rumbo a los frigoríficos.




Domicilio: 25 de Mayo 1470 - Santa Fe de la Vera Cruz - La Capital - Santa Fe - República Argentina - Código postal: 3000
Teléfono: (54) 0342 4573550 - Correo electrónico: etnosfe@ceride.gov.ar
Página web: http://www.cehsf.ceride.gov.ar/