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Audición "Esctitores del Litoral"
Transmitida por L.R.A. 5 Radio Nacional, Rosario.
MARÍA DEL HUERTO "COTITA" BARLETTA
A las once de la mañana, ciega de luz, abrasada de sol, saludo la húmeda fronda del Parque del Sur en Santa Fe, acaricio la silueta colonial de la casa de Diez de Andino, remonto reverente la mirada al viejo campanario de San Francisco, paso con un recuerdo emocionado frente a la figura de Mateo Booz y llamo a la pesada puerta del Museo Etnográfico y Colonial. Me acojo a su sombra y estrecho la mano cordial de Don Agustín Zapata Gollán, su director. De la penumbra surgen los amplios salones tantas veces recorridos, en donde la sabiduría, la paciencia y la constancia de Zapata Gollán reunieron tantas piezas preciosas para la reconstrucción de nuestro pasado. En su despacho los sillones fraileros de alto respaldo de cuero, y la mesa escritorio de pesada madera tallada, concluyen de ubicarme: estoy en Santa Fe, en el barrio Sur y frente a uno de los más fieles, más celosos y más cabales guardianes de su historia y su tradición: Don Agustín Zapata Gollan. Sobre la mesa una gruesa revista de tapas amarillas llama mi atención: está escrita en alemán, no entiendo nada, Don Agustín me explica: es la revista de la Academia de Ciencias de Finlandia que bajo la dirección de Matti Kussij ha hecho recientemente una recopilación del folklore mundial bajo el titulo de "Lo que el pueblo dice cuando llueve con sol", y para la Argentina ha colaborado Zapata Gollán.- Entonces me quejo: "Don Agustín, casi todos sus libros están agotados". Me responde sonriendo: "Están en las bibliotecas". . . Es cierto, las bibliotecas de Santa Fe y Rosario guardan celosamente las obras de Agustín Zapata Gollán, fruto de una larga, prolija y esmerada tarea de investigacíon. "Los chanás en el territorio de la Provincia de Santa Fe", "La fauna y la flora de Santa Fe en los primeros cronistas", "Nomenclatura mocobí de animales y plantas", "Vocabulario mocobí relacionado con el cuerpo humano y su fisiología", "Vocabulario mocobí relacionado con el caballo y la equitación", "El ciervo y la piedra bezoar en la época colonial de Santa Fe", son codiciadas por todo estudioso que quiere adentrarse en la entraña de la tierra santafesina, que Zapata Gollán ha sabido escudriñar con tanta conciencia científica, tanto amor y tanta fe. Y después están todos sus serios y documentados estudios sobre la época de la conquista del Rio de la Plata y la Colonial: "Las puertas de la tierra", "La conquista criolla", "Los precursores", "Caminos de América", "Médicos y medicina de la época colonial en Santa Fe", "El Paraná y los primeros cronistas", "El Perú de los Incas y de los Virreyes" y "El Caballo en la vida colonial de Santa Fe". De tanto "vivir" esa época, Don Agustín escribe a veces como un viejo cronista. Así, dice en la historia del Caballo, refiriéndose a Don Pedro de Mendoza: "Algunos decían de él que era buen cristiano, celoso del servicio del Emperador y ambicioso de honra; otros aseguraban que tenía el genio agrio y arisco, quizás porque su salud iba ya en quebranto; pero en lo que todos acordaban era en alabarle como hombre de buen discurso y entendimiento y práctico en la milicia. Por eso fue memorable la jornada en que pasó muestra de su ejército antes de zarpar para estas tierras donde pensaba rehacer y acrecentar sus caudales y levantar castillos y fortalezas para alcanzar el titulo de Conde". No en vano ha merecido Zapata Gollan sus premios de la Institución Cultural Española en 1937, por su labor de hispanista.- Pero si por la vena histórica de Zapata Gollan corre sangre española, está perfectamente mezclada con la santafesina y si encontramos en él todo el señorío, toda la pureza, toda la galanura de la vieja estirpe, también encontramos toda la fuerza, todo el vigor, toda la frescura de la nueva raza. Así, en el mismo libro del Caballo, describe los preparativos de una carrera en la Colonia: "En el mes de junio de 1830, Juan Pablo López, que se encuentra en Rosario, envía a Santa Fe una carta al General Pascual Echagíle, en contestación a una de éste, relacionada con las carreras que se han concertado "con el Señor González", con conocimiento del General Estanislao López. El contrato firmado, que remite a su hermano Estanislao, establece las condiciones en que se correrá la carrera. Sólo se les ha presentado un pequeño inconveniente que se salvará dentro de 15 días: el peso del jinete "para la corta". En esta carta Juan Pablo López, pide 3 fanegas de cebada para "preparar" los parejeros y que se mande pronto los caballos porque ya tiene un buen lugar y un galpón para cuidarlos". . Desde hace muchos años Agustín Zapata Gollán se dedica a una obra imponderable: Cayastá. Hace seis meses estuve en Cayastá por última vez. Iba con un grupo de profesores y estudiantes de la Sorbona que hacían un viaje de estudio en el país. De guardia de cortesía estaba como siempre en la tranquera uno de los peones que nos saludó con el gesto habitual, parco y respetuoso de la mano tocando apenas el sombrero aludo. De las casas se adelantaba ya la figura patriarcal de Don Agustín Zapata Gollan. Amplias bombachas grises y ancha faja negra, para señalero, más que para apoyo, un bastón tallado en una gruesa rama, la melena gris ondulada echada para atrás dejando libre la espaciosa frente morena, los ojos obscuros y profundos, la sonrisa apacible. Saludó en francés a sus visitantes y se estrechó en un abrazo de cálida amistad con el Cónsul Francés en Rosario y el interior norte del país, Monsicur Roger Vingut. Enseguida Don Agustín se puso al frente de la peregrinación que a paso lento recorrería, siguiendo ya millares de huellás, las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe. La voz de Don Agustín fuerte, clara se dejaba oir a cada paso, para dar el nombre de las calles trazadas en forma idéntica a la actual ciudad de Santa Fe, situar los edificios cuyos cimientos se distinguen perfectamente y describir los templos, sus altares y sus tumbas. En San Francisco los restos de Hernandarias y su esposa, Doña Gerónima Contreras, hija legftima de Don Juan de Garay "que usaba el apellido de una de sus abuelas, como era habitual en la época", aclara Zapata Gollán. "Y ahora vamos a la Catedral", dice y se tiene la sensación de que su voz pusiera un hálito de vida en las viejas ruinas y de que Santa Fe estuviera todavía allí. Siempre hay algún santafesino que durante la visita no puede resistir la tentación de preguntar, bromeando: "La casa de los Iturraspe, estaría en la otra cuadra, no Don Agustín?". Y Don Agustín con su cálida sonrisa contesta dando la ubicación exacta que hubiera tenido la casa de tal o cual familia. Cuando entre los visitantes hay un historiador, sociólogo, arqueólogo, antropólogo o simplemente un curioso del pasado, Zapata Gollán se detiene con fruición en detalles de reconstrucción histórica o explicación técnica. De la historia habla sin apasiónamiento, pero con una escondida ternura; es la historia de su Santa Fe. Desde los nombres de los fundadores, los que vivieron en la primitiva Santa Fe, hasta los que quedan todavía de los primeros colonizadores franceses de Cayastá, el pueblo que más de dos siglos después se formó tan cerca de la ciudad desaparecida sin sospecharla siquiera, todos suenan en su relato ameno con la familiaridad que da el conocimiento amplio de las épocas y la comprensión profunda de los hombres que las vivieron. De la técnica, Zapata Gollán habla con absoluta sencillez, no omitiendo detalle ni escatimando explicación, sin jactancia, sin señalar el tremendo esfuerzo que ha significado el sacar a la luz la ciudad enterrada. "Cómo ha hecho Ud. todo esto?", le pregunté una vez, absorta. "Cavando, m'hijita", me contestó. Don Agustín tiene a sus órdenes sólo un puñado de hombres que trabajan con fidelidad y muda admiración. "Eso sí, dice Zapata Gollán, no hay quien los haga trabajar de noche en las tumbas"... y disculpándolos, con esa bonachonería tan suya: "están llenos de supersticiones, todavía". Los trabajos de excavación y reconstrucción que comenzó Zapata Gollán, él solo, enjulio del 49 adelantan día a día. Simultáneamente se suman capítulos, día a día, al libro que sobre su obra en Cayastá publicará Don Agustín. Será la culminación de una serie ininterrumpida de largas y duras jornadas. Desde los días en que se miraba con desconfianza las empecinadas excavaciones de Zapata Gollán, pasando por todos los artículos que publicara Don Agustín con tanta fe como fundamento, en El Litoral de Santa Fe, en La Capital de Rosario y en La Nación de Buenos Aires, hasta la abierta polémica. Sobre las ruinas y de acuerdo con Zapata Gollán aparecieron artículos de historiadores como Levene, Levillier, Raúl Molina o el Padre Furlong y de arqueólogos como Canals Frau, Alberto Rex González, Enrique Pallavichini o Joaquín Frenguelli. Y por fin llegó el reconocimiento de la Sociedad Argentina de Antropología que se pronunció la primera a favor de la tesis de Zapata Gollán, siendo su presidente Salvador Canals Frau y después de realizar un Congreso especial sobre el tema en Santa Fe; enseguida la Academia Nacional de la Historia que aprueba y ratifica la tesis y por último la Comisión Nacional de Lugares Históricos que siendo su presidente Jorge Mitre declara Monumento Histórico Nacional a las Ruinas de Cayastá". Para los estudiantes franceses, Cayastá es un hecho insólito: cómo pudo desaparecer así una ciudad: Allá, las ciudades quedan para siempre o sino hay un hecho histórico o físico que explica su desaparición. Pero por qué se abandonó la primitiva Santa Fe y como desapareció en tan poco tiempo su huella y hasta su recuerdo? - Don Agustín, con su grueso bastón señala el río y encaminándose a su orilla empieza a hablar de las crecientes. Su explicación se interrumpe bruscamente: alguien se ha zambullido. Don Agustín llama, sin dudar un momento: CHANA! y su perro, con grandes ojos arrepentidos, se acerca para ser perdonado. Un buen asado, alfajores santafesinos, vino y ginebra, nos ofrece Don Agustin al medio día, con su patriarcal hospitalidad de siempre. Más tarde una demostra-ción del uso de las boleadoras, enloquece de entusiasmo a los franceses y un acordeón, sabiamente manejado, les arranca vivos comentarios. Ellos, tan sensibles, todo lo captan.-A la tardecita, vamos al pueblo. Chaná ha intentado seguirnos pero Don Agustín, con una sola mirada lo ha mandado a las casas Al llegar al pueblo recordamos la entonces reciente visita del Embajador Francés Monsieur Bernard Cormot Centille, que como otras tantas personalidades se interesó profundamente por la obra de Don Agustín y no podemos me-nos de contar con entusiasmo a los franceses que nos acompañan, la entrada triunfal de su Embajador al pueblo de Cayastá, vieja colonia fundada por un francés Tessier de Boisbertrand, escoltado por una doble hilera de jinetes que al galope hacían ondular banderas francesas y argentinas. Una ocurrencia más de Don Agustín que a veces uno no sabe si es poeta o hechicero. En ese pueblo Don Agustín es espiritualmente el señor feudal, hay tanta admiración como cariño en el saludo respetuoso y cordial de los vecinos. Nos detenemos en las afueras frente al rancho inmaculado de una india, la chivi, la guardiana del santo que se venera en cl lugar. Nos recibe en el amplio patio barrido donde se balla para festejar al Santo. Don Agustín saluda a la chivi en mocobí: la figura magra y obscura de la india se mantiene enhiesta y solemne. Las últimas luces suaves del atardecer nos llegaron apenas en el montecito vecino donde Don Agustín narra los Casos del Zorro, los mismos que componen su libro, tan buscado. Al regresar, un gran farol nos espera en la galería y una última copita de ginebra nos entona, mientras se deslizan en la voz ahora recogida de Don Agustín relatos y leyendas. Asi, casi en sombra su silueta, su rostro moreno destacándose apenas, aurolcado por su melena gris, en sus labios el caudal inagotable de la historia la tradición y al leyenda que escuchan hechizados los que lo rodean . . . hasta Chaná que oyéndolo es capaz de quedarse quieto... Don Agustín es un poco también un personaje de leyenda de la vieja, la tradicional, la legendaria Santa Fe de la Vera Cruz. Rosario y en La Nación de Buenos Aires, hasta la abierta polémica. Sobre las ruinas y de acuerdo con Zapata Gollán aparecieron artículos de historiadores como Levene, Levillier, Raúl Molina o el Padre Furlong y de arqueólogos como Canals Frau, Alberto Rex González, Enrique Pallavichini o Joaquín Frenguelli. Y por fin llegó el reconocimiento de la Sociedad Argentina de Antropología que se pronunció la primera a favor de la tesis de Zapata Gollán, siendo su presidente Salvador Canals Frau y después de realizar un Congreso especial sobre el tema en Santa Fe; enseguida la Academia Nacional de la Historia que aprueba y ratifica la tesis y por último la Comisión Nacional de Lugares Históricos que siendo su presidente Jorge Mitre declara Monumento Histórico Nacional a las Ruinas de Cayastá". Para los estudiantes franceses, Cayastá es un hecho insólito: cómo pudo desaparecer así una ciudad: Allá, las ciudades quedan para siempre o sino hay un hecho histórico o físico que explica su desaparición. Pero por qué se abandonó la primitiva Santa Fe y como desapareció en tan poco tiempo su huella y hasta su recuerdo? - Don Agustín, con su grueso bastón señala el río y encaminándose a su orilla empieza a hablar de las crecientes. Su explicación se interrumpe bruscamente: alguien se ha zambullido. Don Agustín llama, sin dudar un momento: CHANÁ! y su perro, con grandes ojos arrepentidos, se acerca para ser perdonado. Un buen asado, alfajores santafesinos, vino y ginebra, nos ofrece Don Agustín al medio día, con su patriarcal hospitalidad de siempre. Más tarde una demostración del uso de las boleadoras, enloquece de entusiasmo a los franceses y un acordeón, sabiamente manejado, les arranca vivos comentarios. Ellos, tan sensibles, todo lo captan.-A la tardecita, vamos al pueblo. Chaná ha intentado seguirnos pero Don Agustín, con una sola mirada lo ha mandado a las casas. Al llegar al pueblo recordamos la entonces reciente visita del Embajador Francés Monsieur Bernard Cormot Centille, que como otras tantas personalidades se interesó profundamente por la obra de Don Agustín y no podemos menos de contar con entusiasmo a los franceses que nos acompañan, la entrada triunfal de su Embajador al pueblo de Cayastá, vieja colonia fundada por un francés Tessier de Boisbertrand, escoltado por una doble hilera de jinetes que al galope hacían ondular banderas francesas y argentinas. Una ocurrencia más de Don Agustín que a veces uno no sabe si es poeta o hechicero. En ese pueblo Don Agustín es espiritualmente el señor feudal, hay tanta admiración como cariño en el saludo respetuoso y cordial de los vecinos. Nos detenemos en las afueras frente al rancho inmaculado de una india, la chivi, la guardiana del santo que se venera en el lugar. Nos recibe en el amplio patio barrido donde se baila para festejar al Santo. Don Agustín saluda a la chivi en mocobí: la figura magra y obscura de la india se mantiene enhiesta y solemne. Las últimas luces suaves del atardecer nos llegaron apenas en el montecito vecino donde Don Agustín narra los Casos del Zorro, los mismos que componen su libro, tan buscado. Al regresar, un gran farol nos espera en la galería y una última copita de ginebra nos entona, mientras se deslizan en la voz ahora recogida de Don Agustín relatos y leyendas. Asi, casi en sombra su silueta, su rostro moreno destacándose apenas, auroleado por su melena gris, en sus labios el caudal inagotable de la historia la tradición y al leyenda que escuchan hechizados los que lo rodean . . . hasta Chaná que oyéndolo es capaz de quedarse quieto... Don Agustín es un poco también un personaje de leyenda de la vieja, la tradicional, la legendaria Santa Fe de la Vera Cruz. Notas1) Jean Riolano. médico francés, 1580-1657, nacido en Amiens y muerto en Paris. Tomó el grado de doctor en medicina, llegando en 1606 a ocupar el decanato de la misma facultad. Siguió la huella de Fernel, quien abogaba con Hipócrates por la medicina de observación. "Ramillete de Riolano": Conjunto dc ligamentos y musculos que se insertan en la apófisis estiloides del temporal, estilogloso, estilofaringeo y estilohioideo. 2) Juan Bautista Van Helmont, médico, alquimista y filósofo belga, nacido en Bruselas en 1577 y murió en las cercanías de Vilvorde, en 1644. Tuvo visiones divinas y llegó a contemplar su propia alma en forma de cristal resplandeciente. Creyó que el sacrificio de su fortuna era poco y deseando emplear su actividad en beneficio de los pobres, resolvió dedicarse a la medicina. Leyó las obras de Hipócrates y de Galeno y sin título universitario se le concedió una cátedra de cirugía. Concibió el propósito de reformar la medicina, pero al contraer la enfermedad de la sarna hizo carnbiar los rumbos de sus estudios. Un curandero le administró una mezcla de azufre y mercurio y logró curar su dolencia. Murió de una intoxicación. "Espejo de Helmont": Tendón central del diafragma. (Enciclopedia Universal Americana Ilustrada. Europeo-Americana. Tomo LI Espasa Calpe S.A. Bilbao, Madrid, Barcelona. /1929/. Además: Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas del Dr. Cardenal. Salvat Editores S.A./S.f./ |