POR QUÉ DON SIMÓN EL TIGRE, PERSIGUE SIEMPRE A DON JUAN EL ZORRO (**)
I

Don Simón, el tigre, vivía en un rancho con su mujer y su sobrino, don Juan el zorro. Un día el tío le dijo al sobrino:

- Vení Juan, acompañame. Vamos a ver si conseguimos algo güeno pa comer esta noche.

Y salieron juntos mientras la mujer de don Simón se quedaba en la ranchada (1).

Ahí no más en un pajonal, don Juan empezó a olfatear.

- ¿Qué estás venteando sobrino?. le preguntó don Simón.

- Carne fresca y gorda tío. Mire p'allá, en el madrejón (2) que linda vaquilla lo está esperando.

Don Simón medio agazapao entre las pajas miró la vaquilla que le señalaba don Juan con el hocico.

- Echate acá no más, le dijo, y esperá un ratito, que esta noche estamos de fiesta.

Don Juan se quedó ande estaba; y se tiró en el pasto y se puso a bichear (3).

Don Simón agazapándose se acercó a la vaquilla sin que lo sintiera, hasta que pegó un brinco y le clavó los dientes y las uñas en el cogote. El pobre animal pegó un bramido y se desplomó.

Entonces don Juan salió al trote largo, con la cola parada y las orejitas tiesas hasta ande estaba el tío relamiéndose el hocico que le chorreba Sangre.

- Hua mi tío; le dijo, no hay en el mundo un cazador como usté. Dios guarde y libre al que caiga entre sus garras. Don Simón que estaba sentao junto a la vaquilla muerta, chicoteaba el suelo con la cola de gusto.

- Buenos sobrino, le dijo, aguarde un momento mientra le saco las achuras (4) pa que se las lleve a la tía y le diga que las vaya asando de mientras tanto.

Don Simón, de un zarpazo le sacó las entrañas: los chinchulines (5), la tripa gorda (6), los riñones, el chipá (7), la pajarilla (8), el mondongo, el corazón y los bofes (9).

- Buenos sobrino, le dijo, aura (10) se lo lleva a la tía pa que nos espere con estas menudencias (11) pa'ir haciendo boca (12); y le dice también que me mande 1' hacha pa cuartiar (13) el animal enseguida porque ya viene haciendo noche.

Don Juan salió al trotecito con las achuras y en los ojitos l' iba brillando la picardía.

Apenitas llegó al rancho le pegó el grito:

- ¡Tía!

La tigra que andaba juntando charamuscas (14) pa calentar 1' agua 1e1 mate, levantó la cabeza.

- ¿En qué andas sobrino?, le dijo.

- Dice mi tío que ya va a trair una vaquilla tiernita y gorda pa que la comamos juntos y que aquí le manda estas achuras pa que me las ase pa mi porque dice que me he portao muy bien este día, y que las vaya Comiendo mientras él se queda cueriando 1' animal porque quiere sacar unos tientos (15) y hacer además un par de botas porque dice que le gustan más que las de potro, las de vacuno.

Y entre tanto colgaba las achuras en el horcón (16) de la ramada (17), siguió:

- Ah! y dice también que como el se v'a a quedar toda la noche en la faena, que me acueste con usté y que usté haga 'e cuenta que soy su marido.

La tigra pegó un brinco.

- Ara verás muchachito e porra (18), zafao y atrevido.

- Aguarde tía; no se enoje conmigo que no hago más que repetir la orden que me han dao. Y dijo también que si usté no quería obedecerla le pegara con 1' ojo 'el hacha. Y pa que vea que es cierto, ponga atención.

Don Juan agarró el hacha, la alzó lo más alto que pudo pa que la viera don Simón y pegó un grito con toda 1 'alma.

- ¡Tíiooo!

Allá lejos don Simón se asomó por sobre el pajonal (19), y cuando don Juan le mostró el hacha, don Simón hizo señas de que sí, con la cabeza.

- ¿Ha visto tía?, le dijo don Juan.

Bueno; y don Juan se comió las achuras y después se acostó con la tía.

Don Simón estaba juntando rabia lo que no llegaba el sobrino pero no se animaba a dejar la vaquillona hasta que se hiciera el día (20) de miedo de que se la comieran las alimañas. Pero en cuantito amaneció se fué pa'l rancho y se asomó por una ventana que daba al lao del naciente y se lo vió al sobrino muy si señor (21) acostao con la tía:

- J 'una gran perra!, gruñó el tigre; y enderezó pa entrar por la puerta y matar al sobrino.

Pero don Juan ya lo había visto y cuando el tío quiso llegarse a la cama, el ya había pegao un salto por la ventana y se iba campo ajuera que se las pelaba (22).

Desde entonces don Simón no le perdona a don Juan, y lo persigue ande lo encuentra.

(Relato de Victorio Villagra)



Notas

(**) Bernardo Canal Feijoó, recoge este cuento con alguna variante ("Tía y Sobrino", en "Los casos de "Juan". El ciclo popular de la picardía criolla". Buenos Aires 1940, pág. 79).

El zorro en esta versión lleva un costillar a la tigra en nombre del tigre,
"Esto le manda mi tío,
que coma a su salud, dice,
y después duerma conmigo".

Después de comer, la tigra le pregunta al zorro por su marido y cuando "Juancito", sobrino del tigre, la tranquiliza diciéndole que ha seguido en sus andanzas, vuelve a preguntarle si al costillar se lo manda su tío. El zorro, ladino, le contesta que en realidad fue él quien le insinuó a su tío que se lo mandara, adivinándole el pensamiento, dice, zalamero, "Que se le iba a ocurrir a él", murmura la tigra; y luego, como le interroga sobre si tiene el propósito de seguir viaje, el zorro le contesta que le gustaría quedarse; y al final duerme con ella. El desenlace es el mismo que en la presente versión: el tigre los sorprende en el tálamo conyugal y el zorro dispara.

Otra versión (Consejo Nacional de Educación. "Antología Folklórica Argentina, para las escuelas de adultos". Buenos Aires 1940, pág. 77) que quizás mutiló intencionalmente el editor por razones explicables, suprimiéndole el picaresco final, sólo se refiere a la primera parte de este "caso", con una variante con relación al que recoge Cana Feijoó. El tigre manda un costillar a su mujer, con el zorro, para que lo ase y lo espere a comer; pero el sobrino, como en la versión que hemos recogido en San Javier, le dice a la tigra que su tío manda el costillar para que se lo ase para él y que se lo sirva "en cuanto esté".



1) Ranchada. El sitio ocupado por el rancho. También se dice del lugar donde accidental y provisoriamente se acampa, casi siempre debajo de algún árbol. Los pescadores y cazadores hacen sus "ranchadas" en las islas a la orilla del río y muchas veces al abrigo de los pajonales, los "enredos" o los "varillales". En este refugio transitorio, colocan sus aparejos, prenden fuego, que en invierno los defiende del frío, y en verano, de los mosquitos, con humo de yuyos, hojas y ramas verdes, y sobre todo bosta de vaca. En la ranchada se toma mate, se come y se descansa en el suelo, sobre algunas mantas o sobre un improvisado lecho de paja y hojarasca.

2) Madrejón. El cauce seco de un arroyo. También se llama madrejón al arroyo que ha quedado sin entrada ni desagüe y que por esta circunstancia casi siempre tiene poca agua.

"El régimen fluvial de los ríos chaqueños, dice Federico A. Daus ("Los bosques del Chaco"; en "Humanidades". T. XXVIII. Historia y Geografía. Universidad Nacional de La Plata. República Argentina 1940, pág. 153) se caracteriza por la creciente estival y el estiaje de invierno. Este suele ser tan pronunciado que los ríos se quedan sin agua, en tanto que las crecientes vienen con tal ímpetu que abren nuevos cauces en reemplazo de los anteriores muchas veces borrados por la erosión eólica desarrollada a favor de un largo período seco y cálido. Por ello ocurre que en la vecindad de la zona del curso principal de los ríos, en la "franja crítica" , especialmente, suelen encontrarse cauces secos que se denominan localmente madrejones".

Estanislao Zeballos, se refiere en un trabajo suyo ("Estudio Geológico de la Provincia de Buenos Aires". Buenos Aires 1877, pág. 8), que cita en el "Viaje al país de los Araucanos" ("Descripción amena de la República Argentina", Tomo I. Buenos Aires 1881, pág. 19), a esos "arroyos sin desagüe": "Otro efecto de la casi horizontalidad del terreno, dice, son los numerosos arroyos sin desagüe que se encuentran en la campaña del Sur, especies de lagunas largas y angostas, que no pagan tributo a ningún río, que se ensanchan invadiendo grandes extensiones de los campos vecinos o se reducen hasta quedar secos, como las sanguijuelas que se crían en su fondo, pero que no corren ni mezclan jamás sus aguas con las del mar".

3) Bichear o bichar. Daniel Granada en el "Vocabulario Rioplatense razonado" citado por Tobias Garzón en su "Diccionario Argentino", (Buenos Aires 1910), trae la siguiente referencia: "El Teniente de Gobernador de Yapeyú (antiguas misiones) en informe (M.S.) al Virrey Marqués de Avilés, año 1800, dice: "Fueron (los españoles) vicheados, día por día, de los infieles minuanes". Significa, como dice Garzón, ojear, mirar con atención a determinado punto.

Garzón, (ob. cit.), entre las acepciones de la palabra "bicho" dice que significa cualquier animal extraño o poco común, sea cuadrúpedo, ave, reptil, etc.; sin embargo, existe además una acepción más amplia en el sentido genérico de "animal":

"Todo vicho que camina,
Va a parar al asador".

(José Hernández. "Martín Fierro". Edición de Carlos Alberto Leumann. Buenos Aíres 1945, pág. 294).

"El que vive de la caza
A cualquier vicho se atreve
Que pluma o cáscara lleve.
Pues cuando la hambre se siente
El hombre le clava el diente
A todo lo que se mueve".

Ibídem.

Bichear es así el acto del cazador que espía u observa los "bichos" para cazarlos; es por lo tanto sinónimo de espiar, observar, "ojear, mirar con atención a determinado punto". (Garzón, ob. cit.)

"Y vía un oficial, que luego,
Se puso a vichear atento".

(Hilario Ascasubi. "Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de las Repúblicas Argentina y Oriental del Uruguay (1839 a 1851). París 1872, pág. 334).

"De ahí, Tolosa en calzoncillos,
Y con la cabeza atada,
Salió a darle una vicheada
Al campo, y vida al potrillo
Del cantor en la cañada".

(Hilario Ascasubi. "Santos Vega o los Mellizos de la Flor". París 1872, pág. 45).

4) Achuras. Argentinismo, dice Tobías Garzón (ob. cit), que significa "cualquiera de los menudos o parte de ellos, del animal vacuno, lanar o cabrío, especialmente del puerco".

Manuel Lizondo Borda que se decide por la etimología quichua, ("Voces tucumanas del quichua". Tucumán 1927, pág. 46), da los dos significados de esta palabra: "parte de una res que se regala al que ayuda a matarla o descuartizarla" y cada una de las entrañas del animal.

Las achuras, dice Pedro Inchauspe, ("Voces y costumbres del campo argentino". Buenos Aires, 1942, pág. 208), "son las entrañas de un animal; y como no se pueden sacar aquellas sin matar a éste, "achurar" se convirtió en sinónimo de matar".

En Santa Fe significa todas y cada una de las entrañas del animal, especialmente del vacuno. Se dice: "las achuras" o "una achura".

En quichua Achura y Achuray significan "parte o "porción", y Achurachakuy, "repartir". Las entrañas del animal se daban o repartían entre la gente pobre. En "El Matadero" de Esteban Echeverría ("La Cautiva - El Matadero". Edición Peuser. Buenos Aires 1946, pág. 138), se describe la escena de las mujeres que recogían las "achuras" después de la carneada: "Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa se desbandaban por la ciudad como otras tantas harpías, prontas a devorar cuanto hallaran comible".

Ascasubi, al describir una "carneada a campo" de los gauchos que salen a "campiar y recoger" la hacienda, dice:

"Y de ahí, los perros trotiando
Con tanta lengua estirada
Se vienen a la carniada
Y allí se tienden jadiando
Con la cabeza ladiada:
Para que las criaturas
Que andan por allí al redor,
O algún mozo camiador,
Les largue unas achuras
Que es bocado de mi flor".

Y en la nota correspondiente se lee: "Achuras: los carneadores las llaman así a los intestinos de la res, como ser el hígado, los riñones, las tripas, la panza, y hasta la lengua y los sesos". (Ob. cit., pág. 43).

Algunas palabras de origen quechua, como esta, llegarían al litoral argentino por Santa Fe, desde los primeros tiempos de la Colonia. Al fundar Garay la ciudad, a orillas del río de los Quiloazas lo hizo con el fin de abrir un camino que uniera al Paraguay con el Perú a través de Santiago del Estero y cl Tucumán. El tráfico, durante muchos años, se hizo por esta ruta y aumentó con el privilegio de "puerto preciso" concedido a Santa Fe.

Las tropas de carretas de los santafesinos que hacían el comercio con "tierra adentro": y las recuas de mulas que se arriaban hasta el Alto Perú y aún hasta Lima, desde las estancias que los vecinos de Santa Fe tenían establecidas en "el Entrerrios", o en "la otra banda", como entonces se decía, facilitaron la introducción en el léxico del litoral de palabras quechuas. Los arrieros o "muleros" santafesinos fueron los que durante más tiempo mantuvieron el tráfico entre el litoral argentino y las regiones del antiguo Imperio de los Incas, pues cuando el trajín de las carretas disminuyó, continuó el comercio de mulas hasta después de la independencia. Este contacto de "los arrieros con ambientes, costumbres y tipos tan distintos de los criollos del Río de la Plata, les daba motivo para matizar sus relatos de viaje, no sólo con el empleo de palabras quechuas, sino también con descripciones y anécdotas pintorescas, más o menos verídicas, que los tranquilos y sedentarios vecinos del litoral escuchaban como imaginarias. Así el "mulero" pasó, quizás, a ser el prototipo del mentiroso; y "una mula", sinónimo de mentira o falsedad.

5) Chinchulín. El yeyuno, tripa dulce o intestino delgado del animal. Del quechua CHHUNCHULI, las tripas.

6) Tripa gorda. El intestino grueso.

7) Chipá. El hígado. Del guaraní: CHIPA, torta.

8) Pajarilla. El pancreas.

9) Bofes. Los pulmones. En Santa Fe, se dice: "ha hechado los bofes", del que ha hecho un esfuerzo violento o un trabajo penoso.

l0) Aúra. Forma gauchesca de ahora. "En el lenguaje familiar y descuidado de la ciudad la forma de este adverbio es ára, que se oye también entre los paisanos". (Eleuterio T. Tiscornia: "La Lengua de Martín Fierro". Buenos Aires 1930, pág. 197).

1l) Menudencias. Las achuras, chorizos, morcillas y aún algún pedazo de asado que se come míen tras se espera la hora de "comer a fondo".

12) Ir haciendo boca. "Pasar el rato" comiendo "menudencias" para "abrir el apetito".

13) Cuartiar. Dividir en cuartos el animal. Se empleaba en esta operación generalmente un hacha para acelerar el trabajo. "Esto era que, dice Echeverría (Ob. cit., pág. 150), intere el carnicero en un grupo descuartizaba a golpes de hacha.

14) Charamuscas. Las ramitas y las hojas secas, dice Martiniano Leguizamón. ("De cepa criolla". La Plata 1908, pág. 136), que sirven para prender el fuego. También se dice en Santa Fe de las cosas o personas insignificantes: "Había pura charamusca", para significar que a la primera jugada conviene siempre asegurarla aún a costa de la mejor carta, porque las dos jugadas restantes se pueden ganar con cartas de poco valor.

15) Tientos.

"Al salir garboso, el lazo,
de los tientos desprendió".

(Hilario Ascasubi. "Aniceto el Gallo…", pág. 359).

La nota correspondiente dice: "Los tientos: tiras finas de cuero crudo pelado y suavizado por medio de una fricción trabajosa que le dan los gauchos a cuya operación le llaman sobar una lonja, de la cual cuando está preparada cortan los tientos para trenzar sus utensilios, como son, el lazo, las riendas, los maniadores, bozales, etc. Luego de esas mismas tiras de cuero llevan algunas como de dos tercios de largo prendidas a la delantera y trasera de la montura con el objeto de asegurar con ellos lo que se les ocurra cargar atado a los tientos, a los cuales precisamente, aseguran las boleadoras y particularmente el lazo"

.

16) Horcón. Los postes centrales del rancho que sostienen la cumbrera o mojinete. Según Garzón (Ob. cit.) también se le llama al techo del rancho, pero esta acepción no se conoce en el litoral santafesino.

17) Ramada o Enramada. Generalmente no es nada más que un techo de paja; a veces se cubre con paredes de quincho o con varillas, uno, dos o tres lados, pero siempre se deja cuando menos uno completamente abierto. Algunos ranchos tienen una ramada a continuación de la parte anterior como un vestíbulo. Casi siempre la cocina, se instala en una ramada independiente del rancho que sirve de habitación.

"Junto al rancho, dice Inchauspe (Ob. cit.) y como vivienda auxiliar, se levantaba la ramada: cuatro, seis, u ocho postes clavados en tierra, sostenían un techo de ramas o paja, que protegía contra el sol y la lluvia".

"Al reparo de la ramada o enramada, se guardaban los aperos y demás útiles de trabajo y hasta se dormía en las noches de calor".

"También era frecuente que el rancho se usase como prolongación de la cocina, para hacer los asados, matear y comer".

Martiniano Leguizamón, que la llama "apéndice característico del rancho campestre", dice que es una "construcción formada sobre cuatro o más horcones con un techo de ramas o chalas de maíz". (Ob. cit., p. 139).

En una nota de la edición citada de los versos de Ascasubi, se dice que la ramada es un cobertizo que con ramas de árboles hacen junto a las casas de campaña, sobre un zarzo colocado en cuatro puntales clavados en tierra con el objeto de tener sombra". (Ob. cit., pág. 239).

Estos cobertizos, sirven también, como dormideros de las aves de corral:

"Venia clariando el cielo
La luz de la madrugada,
Y las gallinas al vuelo,
Se dejaban cair al suelo
De encima de la ramada".

(Autor cit., "Santos Vega…", pág. 40).

18) Porra. En la acepción figurada y familiar que da el diccionario significa un sujeto pesado y sin gracia.

19) Pajonal. Granada, citado por Garzón (ob. cit.), dice que es el "espacio de tierra poblado de paja, junco, totora y otras hierbas propias de los terrenos húmedos".

20) Hacerse el día: por amanecer.

21) Muy si señor: por muy orondo; en el sentido de sereno, tranquilo y posesionado de su papel.

22) Ir que se las pela: por correr muy ligero, con una velocidad extraordinaria.


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