PRIMER ADELANTAZGO DEL RÍO DE LA PLATA
FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES Y ASUNCIÓN
Bernardo E. Aleman

Debemos analizar previamente el marco político en que se desarrolló este proyecto de conquista del Río de la Plata, que dio lugar a la epopeya de Pedro de Mendoza y a la fundación de ciudades como Buenos Aires y Asunción.

En 1516 falleció Fernando de Aragón el Católico y le sucedió en el trono su nieto Carlos, hijo de Felipe el Hermoso y Juana La Loca.

El nuevo monarca se convirtió así en Carlos 1 de España y Carlos V de Austria por ser también nieto de Maximiliano I de la dinastía de los Habsburgo.

Se unieron dos reinos poderosos; la doble corona de España y Austria se convirtió en la primera potencia mundial de la época. Era tan inmensa la extensión de sus dominios que "en ellos no se ponía el sol", según un decir corriente de entonces refiriéndose a sus inmensas posesiones en el continente europeo y en las tierras recién descubiertas que muy luego se transformarían en el Continente Americano.

Pero si la Corona Española era la primera potencia por su extensión territorial, existía otra potencia que le disputaba cl dominio de los mares: ella era Portugal. Entre ambas se estableció una carrera por el descubrimiento de nuevas tierras y por quién encontraba el camino más corto a la especiería" o lugar donde se producían las "especies" tan codiciadas para condimentar las comidas.

Portugal pretendía que quién llegara primero adquiría títulos políticos de dominio; la Corona Española sostenía que debía establecerse una línea divisoria a partir de la cual cada reino iría incorporando las tierras que se descubrieran.

Se recurrió entonces a la autoridad de Sumo Pontífice para que arbitrara en la disputa, dado que al sucesor de San Pedro, corno representante de Dios en la tierra, se lo consideraba ubicado por encima de los intereses políticos y materiales.

El Pontífice reinante, Alejandro VI, accediendo a la solicitud de ambas coronas, trazó una línea imaginaria de norte a sud que, transcurriendo 100 leguas al oeste de las Islas Azores o del Cabo Verde, dividía en dos al mundo entonces conocido; adjudicando a la Corona Española las tierras descubiertas y que se descubrieran al oeste de esa tinca, y a la de Portugal las del este de la misma. Ocurría esto en el año 1493.

Portugal no se conformó con esta solución pues quedaba privada de todo acceso a las tierras recién descubiertas en las Indias Occidentales, a las que hablan arribado en algunas expediciones sobre la costa brasilera.

Maniobraron hábilmente, como ellos sabían hacerlo, y finalmente obtuvieron que los diplomáticos españoles se sentaran en la mesa de negociaciones.

Casi siempre sucedió que los triunfos españoles sobre los portugueses en los campos de batalla, eran revertidos por éstos en los tratados posteriores; así ocurrió en esta oportunidad cuando, al año de haberse dictado la Bula de Alejandro VI, los representantes de la corona española aceptaron en Tordesillas correr la línea imaginaria anterior 370 leguas al oeste de las Islas Azores. Vale decir que Portugal obtuvo 270 leguas a su favor y en perjuicio España. De esta manera, la línea imaginaria no transcurría por alta mar exclusivamente, sino que cortaba tierras del Nuevo Mundo a la altura del Brasil.

Dicho Tratado, ratificado también por el Sumo Pontífice, adquirió validez universal a partir del 7 de junio de 1494.

Pero el tratado de Tordesillas tampoco se tradujo en una solución definitiva del conflicto territorial en las tierras recién descubiertas. En primer lugar por que no fue fácil llevar a la práctica cl trazado de la línea demarcatoria. Las Azores constituían un archipiélago integrado por varias islas ¿desde cuál de ellas debía tomarse el punto de arranque de las 370 leguas? El Tratado no lo determinaba; además en aquella época no existían los instrumentos geodésicos necesarios para fijar geográficamente el trazado de la línea divisoria con exactitud. Dificultad que se acrecentaba por el desconocimiento práctico del terreno, lo que hacia casi imposible una operación demarcatoria de tal magnitud.

De tal manera que el conflicto de intereses territoriales subsistió, agravado por la política portuguesa de avanzar más allá de las 370 leguas adentrándose en dominios españoles, para luego recién entrar a discutir cl derecho a esas tierras.

Una de las regiones en disputa fue, precisamente, el Río de la Plata; no obstante la evidencia que ella pertenecía a la Corona Española, no sólo por encontrarse bien al Oeste de la línea demarcatoria, sino también por haber sido descubierta por navegantes españoles.

El primero en llegar a ella fue Juan Díaz de Solís, Piloto Mayor del Reino, en 1516; aunque hay quienes sostienen que este navegante ya lo había visitado, en forma clandestina, en 1512.

Luego en 1520, Hernando de Magallanes buscando el paso para cl Mar del Sur, como se llamaba al Océano Pacífico, penetró también en cl Río de la Plata, exploró detalladamente sus costas, para luego, al comprobar que no estaba allí el paso que buscaba, continuó su viaje al sur hasta dar con el estrecho que llamó de Todos los Santos, por donde salió al Océano Pacifico, y que hoy, en su honor, se conoce como Estrecho de Magallanes.

Al año siguiente, en 1521, aparecieron por estos parajes los portugueses, quienes penetraron clandestinamente en cl Río de la Plata, remontaron el Paraná llegando hasta la desembocadura del Carcarañá.

Sebastián Gaboto en 1526, seria el próximo navegante que se internó por la cuenca del Plata. Detentaba, como Solís, el cargo de Piloto Mayor del Reino, pero su misión no era descubrir estas tierras sino continuar por la ruta de Magallanes hasta arribar a las islas de las especies, conocidas entonces como las Molucas. Atraído por las maravillas y riquezas que referían los naturales se podían encontrar en estas tierras platenses, abandonó la misión encomendada y se interné río arriba por el gran Paraná; al encontrar la desembocadura del río Carcarañá, estableció y fundó allí el fuerte de Sancti Spiritu, primer asentamiento poblacional en la región.

Continué su exploración río arriba hasta encontrarse con otra expedición española, que también venía remontando el río sin saber de la presencia de Gaboto en esas latitudes, a quién se suponía navegando hacia el Estrecho de Todos los Santos. Comandaba esta flotilla Diego de García, quién había sido enviado también por la Corona a explorar la región.

Puestos de acuerdo ambos Capitanes continuaron juntos la navegación, internándose por el río Paraguay y tomando contacto con los aborígenes ribereños.

Mientras realizaban esta exploración, los indios timbúes atacaron y destruyeron el Fuerte de Sancti Spiritu, dando muerte a muchos españoles. Enterado Gaboto de este desastre, abandonó sus propósitos de remontar el no Paraguay en busca de los metales preciosos y regresó al destruido Fuerte. Allí recogió a los sobrevivientes y emprendió cl retorno a España en 1529.

En la misma época, o tal vez un poco antes que Gaboto penetrara por la cuenca del Plata basta el Paraguay, otro portugués, Alejo García, se lanzó por tierra desde la isla Santa Catalina, en las costas del Brasil, atravesando todo el territorio hasta el río Paraná, que luego remonté internándose por el Paraguay hasta Matto Grosso. Desde allí, acompañado por indios guaraníes que lo guiaban, se lanzó a atravesar el Gran Chaco hasta que llegó a los indios Charcas en los dominios delinca. Regresó cargado de objetos de oro y plata provenientes de las minas existentes en el Perú. Esto ocurría varios años antes que Pizarro arribara a los dominios delinca, por la vía del Océano Pacifico o Mar del Sur.

Cuando retorné al Paraguay, los mismos indios que lo habían acompañado, dieron muerte a Alejo García y sus compañeros, quedándose con el rescate de los metales preciosos.

Hay quienes suponen que estos guaraníes que acompañaron a Alejo García y luego le dieron muerte, retornaron después a las tierras del Incario, estableciéndose allí definitivamente. Serían estos lo denominados posteriormente que después evangelizarían los Padres jesuitas.

Todas estas expediciones, alternadas o simultáneas, de españoles y portugueses a los territorios del Plata, demuestran que el Tratado de Tordesillas no había solucionado el conflicto de la demarcación de la línea divisoria sobre las tierras a descubrir por ambos reinos; sea por la dificultad práctica en el trazado de esa Línea, sea por la política inveterada del reino de Portugal de traspasar los límites asignados a sus dominios, tomar posesión de territorios de la Corona Española y luego discutir y negociar su pertenencia.

Con el descubrimiento y conquista del Imperio Incaico por Francisco Pizarro en 1534, con toda la secuencia de la riqueza incalculable en metales preciosos encontrada allí, parte de la cual fue enviada como muestra en varios cargamentos que despachara el conquistador a España, cobró nuevo impulso e interés la dominación de la cuenca y tierras del Río de la Plata, por considerarlas el camino más directo a las minas del Perú.

Fue entonces que el monarca Carlos V tomó la decisión de consolidar su dominio sobre estas tierras, evitando así que los portugueses -quienes habían alcanzado también la zona de los Charcas, aunque en forma clandestina como hemos visto- continuaran avanzando sobre el reino de los Incas.

Para tomar posesión efectiva de ese dominio y asentarse definitivamente sobre sus riberas, la Corona Española creó el Adelantazgo del Río de la Plata.

Tales fueron los antecedentes y el marco político que dieron lugar a la expedición de Pedro de Mendoza, con todas sus alternativas trágicas y dolorosas, que nos permiten calificarla de verdadera epopeya y que, en definitiva, alcanzó el objetivo pretendido, como era la consolidación del dominio español sobre ese inmenso territorio, con el asentamiento de las primeras poblaciones estables en el mismo.

Las Capitulaciones conformaban el mareo legal para el Adelantazgo v fueron dictadas en 1534, simultáneamente con la designación de Pedro de Mendoza como Primer Adelantado del Río de la Plata.

El Adelantazgo era una institución que surgió en la Edad Media y que llevaba como objetivo la ocupación de los territorios rescatados del dominio de los moros. El Adelantado representaba la persona del Rey, su mandato era a perpetuidad pudiendo designar sucesor; corrían por su cuenta todos los gastos de la empresa.

Con el descubrimiento de América la Institución cobró nueva vigencia y fue empicada por la Corona para tomar posesión de las nuevas tierras.

Enterados los portugueses de los preparativos de la expedición de Mendoza y de las capitulaciones celebradas, insistieron en sus reclamos, desconociendo de hecho el Tratado de Tordesillas y pretendiendo que España suspendiera toda expedición al Plata y anulara las susodichas Capitulaciones.

Carlos V hizo oídos sordos a tales reclamos que carecían de fundamento legal, mientras Mendoza continuaba preparando la expedición al Río de la Plata.

Fue ésta una de las empresas de mayor envergadura que zarparon de la Península con destino a las indias Occidentales. Hasta entonces, las anteriores que arribaron al Plata, no pasaban de cuatro o cinco embarcaciones de diferente porte, transportando 300 a 400 hombres entre tripulantes y pasajeros, cuya misión no era asentarse y permanecer, sino descubrir, explorar y luego regresar. La encomendada a Pedro de Mendoza tenía otro carácter, se trataba de establecerse, de poblar en estas comarcas de una manera permanente y estable. Para ello se obligaba a transportar no menos de mil almas, cuyo destino era la radicación en las nuevas tierras.

El transporte de esa cantidad de gente, más la tripulación y todos los enseres, vituallas, etc., demandó el alistamiento de una flota de doce barcos; algo verdaderamente inusitado por su magnitud, en aquella época de los viajes transoceánicos entre el Viejo y el Nuevo Continente.

A decir verdad, el Adelantado no estaba obligado a transportar las mil almas en un solo viaje, pudo haberla hecho en dos o tres; dando lugar así a que quienes arribaran primero se afincaran sólidamente, preparando el terreno para las próximas remesas... Aparentemente hubiera sido lo más lógico y sensato. Pero Mendoza se lanzó con todo en el primer y único viaje, transportando más de mil personas entre pasajeros y tripulantes, que arribaron en 11 bajeles a las orillas del Plata. ¿Cuál fue cl motivo por el que se embarcó en esta aventura tan riesgosa en un solo viaje, pudiéndolo hacer endoso tres? No era lo mismo atender, alimentar, 500 bocas que 1200 en un paraje desconocido y desierto; ocurrió lo que tenía que suceder: la falta de víveres se manifestó enseguida y el fantasma del hambre se hizo presente diezmando a los expedicionarios hasta el punto de hacer fracasar la empresa.

Se nos ocurre que pudieron haber dos razones para que Mendoza se resolviera a efectuar en un solo viaje el cometido de su adelantazgo, jugando su suerte a una sola carta. Una pudo ser la enfermedad que lo acosaba, de cuya gravedad era consciente y sabia que sus días estaban contados. Ello pudo haberlo inducido a realizar cuanto antes una empresa en la que había invertido toda su fortuna; calculando obtener un rédito importante en riquezas metalíferas, a corto plazo y con relativa facilidad.

La otra razón tal vez fuera la necesidad de desalentar a Portugal en sus intenciones de disputarle los territorios que, según las Capitulaciones, podía incorporar a su gobierno. La sola presencia en el Río de la Plata de una flota de doce embarcaciones con mas de mil pasajeros y tripulantes, de los cuales, exceptuando a las mujeres (hasta cierto punto), los demás eran todos guerreros u hombres de "armas llevar", significaba un motivo disuasorio suficiente como para que los portugueses se cuidaran muy bien de intentar alguna acción para entorpecer su mandato como Adelantado de la Corona Española.

Además del número inusitado de personas que se embarcaron en esta expedición, es importante destacar la calidad del pasaje, especialmente entre aquellos de cierta jerarquía como Capitanes, Oficiales, Alguaciles, Comandantes de Navío, Mayordomos, etc. Se nota una buena selección por parte del Adelantado de su personal jerárquico, o bien que, atraídos por la ilusión de las riquezas prometidas y de las aventuras anunciadas, se anotaran en la empresa estos jóvenes valerosos poseídos del espíritu aventurero característico de la raza y de la época.

Así podemos señalar entre los más destacados al Maestre de Campo Juan Osorio Comandante de las tropas, al Capitán Juan de Salazar futuro fundador de Asunción, al Alguacil Mayor Juan de Ayolas sucesor de Mendoza, al Capitán Domingo Martinez de Irala primer Teniente de Gobernador del Paraguay, al Capitán Francisco Ruiz Galán quien quedó al frente de Buenos Aires cuando el Adelantado regresó a España, Diego de Mendoza hermano de Don Pedro y Almirante de la Flota, los Capitanes Gonzalo de Mendoza, Pedro Luján, Galaz de Medrano y el Alferez Alonso de Cabrera, todos de descollante actuación en las distintas alternativas y vicisitudes de esta azaroza expedición. A ellos debemos agregar un personaje que, si bien no tuvo jerarquía militar ni nobiliaria, pasó ala historia por haber sido el primer cronista del Río de la Plata; me refiero al laskenete Ullrich Schmidel, integrante de la dotación militar alemana que llevó consigo el Adelantado. Este soldado recorrió casi todas las rutas seguidas por la expedición de Mendoza; acompañó a Ayolas en sus viajes remontando y bajando por el río Paraná, también cuando se internó por el río Paraguay; quedó con Irala cuando aquél se lanzó a la travesía del Chaco. Estuvo en las fundaciones de Buenos Aires, Corpus Christi, Buena Esperanza y Asunción. Fue de los pocos que regresaron con vida al Viejo Continente, donde escribió su obra "Viaje al Río de la Plata", varios años después de su retomo. La obra, a pesar de sus exageraciones y errores, posee un valor documental muy importante por tratarse de un testigo presencial que nos ha dejado un relato detallado de sus viajes y episodios vividos en estas tierras.

A los efectos de seguir un orden en nuestra exposición para que esta resulte más gráfica y de fácil interpretación, tomaremos a tres de estos personajes mencionados, tos más destacados a nuestro juicio por los hechos históricos que desarrollaron y, a través de ellos, trataremos de presentar suscintamente, las venturas y desventuras de esta heroica empresa descubridora y pobladora, enviada por la Corona Española con el fin de asentar definitivamente bajo su dominio, este inmenso y valioso territorio.

Dichos personajes seleccionados con este fin son: Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas y Domingo Martinez de Irala.

Pedro de Mendoza - Nació en Guadix, pueblo de Andalucía, cercano a Granada, en el año 14990 1500. Detengámonos a analizar la edad del Primer Adelantado del Río de la Plata al emprender éste su misión: la partida tuvo lugar en 1535, por consiguiente solo tenía 35036 años, falleció al regresar en 1537 cuando aún no había cumplido los 40 años. Hago esta observación para destacar una de las características de las fuerzas que integraron la expedición: su corta edad; el promedio de quienes componían el cuadro jerárquico no alcanzaba a los 40 años, igual que su Jefe. Quizás por ello fue que se cometieron muchas torpezas, dejándose llevar por arrebatos propios de la juventud.

Pedro de Mendoza era Caballero de la Orden de Alcántara y de Santiago, además Paje de Cámara de Carlos V. se hallaba, por consiguiente, introducido en la Corte donde gozaba dolos favores del Rey. Ello le valió el ser proferido para el Adelantazgo del Río de la Plata, frente a otros pretendientes.

Participó en varias campañas militares, principalmente en el asalto a Roma y al Vaticano bajo cl Pontificado de Clemente VII, asalto que encabezó el Conde estable de Borbón y de donde volvió cargado con un rico botín que le correspondió por el saqueo de esas plazas; botín que luego invirtió en la Expedición al Río de la Plata.

En las Capitulaciones celebradas en 1534 se lo designaba Gobernador, Capitán General, Alguacil Mayor y Adelantado de las Tierras y Provincias que descubriera, con una retribución fija anual do cuatro mil ducados. Retribución que se deduciría de las riquezas que obtuviera en su campaña, pues la corona no invertía dinero alguno en la misma.

En resumen las Capitulaciones, cuya redacción es larga, detallada y engorrosa, eran como sigue:

1º Abrir pasos y caminos hacia el Perú.

2º Llevar caballos y ganados.

3º Embarcar ocho frailes de la Orden de San Francisco, seleccionados y designados por el Rey.

4º Considerar a los naturales americanos como vasallos del Rey, dándoles el trato y consideración correspondientes a tal condición.

5º Llevar uno o más médicos, cirujanos y boticarios.

6º Costearlo todo de su peculio.

7º Fundar tres poblaciones con sus ayuntamientos.

8º De los tesoros que se encontraran, 1/5 correspondía a la Corona, 1/6 para la Cámara Real, lo demás para el Adelantado y su gente.

9º Si se conquistase un Imperio opulento, la mitad de las riquezas obtenidas serian para las cajas reales, la otra mitad a repartirse entre los expedicionarios. Con esto quería prevenir e impedir los abusos cometidos en casos como los de Méjico y Perú, donde los descubridores repartieron a su antojo, quedándose con la mayor tajada y entregando una reducida porción a la Corona Española.

Para fletar esta cuantiosa empresa y armar una flota de barcos de esa magnitud, Mendoza no solo empeñó todo su capital, sino que también obtuvo la participación financiera de socios capitalistas que, sea invirtieran dinero directamente o bien armaran barcos por su cuenta, confiaron en obtener un rédito importante en el resultado final de la misma, según la gran expectativa favorable que había despertado.

El 24 de Agosto de 1535 zarparon del puerto de San Lúcar de Barrameda 9 naves, a ellas se les sumaron tres más al llegar a las Islas Canarias. De tal manera el total de la flota original se compondría de 12 naves, si bien hay historiadores que incrementan este número hasta llegar a 20 embarcaciones, lo que significaría también aumentar la cantidad de pasajeros llevándolos a dos mil, número que duplicaría el que por disposición de las Capitulaciones estaba obligado a llevar el adelantado, que eran sólo mil.

De estas doce naves que partieron de España, arribaron al Río de la Plata once solamente. La nao Santiago, llamada también "La Marañona por su Capitán Marañón, desertó y se dirigió a Santo Domingo. Dicha nave había sido fletada a medias entre Mendoza y otro socio.

En el pasaje que desembarcó en el Río de la Plata había también mujeres, quienes tuvieron una actuación muy destacada, como lo refiere una de ellas, Isabel de Guevara en unas presentaciones muy ilustrativas.

Pedro de Mendoza se embarcó enfermo en esta empresa, había contraído la sífilis años antes, según algunos en la campaña sobre Roma. Esta circunstancia significó un golpe tremendo para la expedición, pues ella se quedó prácticamente sin cabeza desde su comienzo. El Adelantado permaneció postrado en cama durante la mayor parte del tiempo, debiendo delegar constantemente el mando en terceros que, si bien eran personas capaces, no tenían la autoridad de aquél, lo que provocó permanentes conflictos. Además el carácter se le agrió y dejándose llevar por chismes y habladurías tomó decisiones tremendas e irreparables que afectaron la armonía y convivencia de sus hombres, tan necesarias en esa difícil empresa.

En el viaje de ida comenzaron los problemas entre Ayolas, segundo de Mendoza, y Juan Osorio, Maestre de Campo y Capitán de Milicias; joven éste de 26 6 27 años, muy valiente, muy capaz, pero un tanto fanfarrón y amigo de darse aires y hablar de más.

Según Ayolas, Osorio habría manifestado reiteradamente que Mendoza no ejercía mando alguno, dado su estado de postración y que por lo tanto a él le correspondía asumirlo, pues a él solamente respondían has tropas. Ayolas fue con el chisme al Adelantado y éste le creyó a pie juntillas, sin realizar más averiguaciones ni levantar sumario alguno. Así sin más dispuso su muerte, pero no una ejecución formal en el patíbulo, como se acostumbraba entonces, sino un vulgar asesinato, Llamó a su presencia a Juan de Ayolas, Carlos Medrano, Juan de Salazar y Pedro Luján y les ordenó dar muerte a Osorio en la primera oportunidad que se presentara. Al tocar tierra la flota en el Brasil, en e! fugar llamado el Janeiro, desembarcaron todos, incluso el Adelantado quien se instalé en una tienda que hizo levantar en la playa. Luego mandó llamar a Osorio quién acudió ajeno al destino fatal que lo esperaba; inmediatamente ordenó a los cuatro sicarios que procedieran, éstos lo tomaron y lo apuñalaron hasta dejarlo tendido sin vida. Su cadáver quedó insepulto en la arena, con un letrero en el pecho que decía; "A éste mandó matar don Pedro de Mendoza por traídor y amotinador". Este penoso episodio causó pésima impresión entre los expedicionarios, como era de suponer, y afectó profundamente [a autoridad del Adelantado, ya bastante deteriorada por su estado de postración.

A los pocos días embarcó nuevamente a su gente y tomó rumbo al Río de la Plata. Diego de Mendoza, hermano del Adelantado y Almirante de la Flota, se había anticipado por su orden, para reconocer las riberas de ese estuario.

Luego de fondear brevemente en la isla San Gabriel, Pedro de Mendoza hizo atravesar el río al grueso de las naves y desembarcó en la Boca del Riachuelo, donde el 2de Febrero de 1536 fundó el Puerto de Santa María del Buen Aire.

Sobre el origen del nombre corren distintas versiones: una referente a la buena impresión que causaron los "aires" que predominaban en ese lugar, versión sostenida por varios cronistas, entre ellos Ruy Diaz de Guzman; la otra versión, a nuestro juicio más razonable, lo atribuye a la devoción a Nuestra Señora del Buen Aire, devoción originaria de un pueblo de Italia, pero extendida luego a todas las riberas del Mediterráneo, incluso la misma Sevilla donde en 1560 se creó una Cofradía bajo la misma advocación.

La fundación de la primera Buenos Aires careció de la ceremonia correspondiente que era de rigor en esos casos, como también del acta respectiva; posiblemente debido a la enfermedad del fundador que no le permitió participar del acto. Hizo levantar allí un fuerte cercado de murallas de tapia, dentro del cual estaban las habitaciones y un templo para los oficios religiosos. En las láminas que ilustran la edición castellana de la obra de Schmidel, se observa también un edificio más importante con piso de altos, que se supone era la habitación del Adelantado, si bien debe haber una exageración en la magnitud de la construcción.

Se discute entre los historiadores si Mendoza fundó realmente una ciudad, o solo levantó una fortaleza o fuerte con carácter precario. Quienes están por la primera posición -que se fundó una ciudad- alegan en favor de ella que hubo un Cabildo desde el momento que el Rey designé los Regidores del mismo, y si hubo Cabildo es por que se trataba de una ciudad. Quienes sostienen lo contrario que no hubo ciudad sino solo un asiento militar o fortaleza- replican que los tales regidores, si bien estaban designados, nunca se hicieron cargo del puesto y que ni siquiera viajaron con la expedición de Mendoza ni en otras posteriores; que además, según las capitulaciones, el Adelantado sólo debía levantar hasta tres fortalezas como mínimo, de las cuales Buenos Aires seria la primera. Como se puede apreciar, ambas posiciones tienen sus argumentos valederos y resulta difícil discernir cual tiene la razón; tal vez próximas investigaciones y nuevos documentos podrán agregar otros argumentos para dilucidar el tema, que no deja de tener su importancia desde el punto de vista histórico.

La ciudad o fuerte estuvo emplazada en la margen norte del Riachuelo, en una altura que se supone corresponde a lo que es hoy Parque Lezama.

En las inmediaciones del nuevo emplazamiento habitaban los aborígenes Querandíes de raza pámpida; eran éstos, naturales de vida nómade que se desplazaban por las costas del Río Paraná y Río de la Plata desde el Arroyo Pavón al norte, hasta el Cabo San Antonio al sur aproximadamente. En las islas del Delta se hallaban las avanzadas de los Guaraníes, quienes habían llegado navegando por el río desde su hábitat natural en cl alto Paraná y margen oriental del río Paraguay.

Los expedicionarios tomaron contacto con estos naturales, especialmente con los querandíes, de quienes obtuvieron a cambio de rescates, alimentos de carne y pescado principalmente. Pero la escasez de bastimentos para alimentar a tanta gente fue el problema crucial que amenazó a la expedición desde su arribo a las márgenes del Plata. Para colmo de males, la nave que conduela la mayor parte de los víveres era la Santiago o Marañona que, como hemos visto, deserté o se extravió y fue a parar a Santo Domingo. Mendoza, previendo estas contingencias, había encomendado a personas de su confianza le fletaran desde España dos o tres barcos más cargados con víveres, pero cuando todo estaba listo para zarpar, los armadores contratados se echaron atrás y así fracasó este auxilio que colocó en situación penosísima a los primeros habitantes de Buenos Aires, y de cuyas resultas se perdieron muchas vidas.

Concluidas las vituallas que traían en los barcos, debieron recurrir a la caza y a la pesca y a los alimentos que les proveyeron en un principio los querandíes, pero éstos, ante la imposibilidad material de abastecer tantas bocas y cansados de los reclamos de los españoles, después de catorce días se retiraron dejando librados a su suerte a los pobladores. Mendoza envió varias comisiones en su busca para exigirles la entrega de provisiones, todas con resultado negativo. Unas fueron corridas por los naturales, como la de Juan Pabón con dos compañeros más; otra, más numerosa, se internó por las islas del Delta en busca de los guaraníes, pero éstos, al tanto de lo ocurrido con los querandíes, pusieron también distancia de ella incendiando las tolderías que abandonaban para que no encontraran nada aprovechable. Finalmente el Adelantado envió a su propio hermano Diego de Mendoza con 40 jinetes y 300 infantes en busca de los nativos; los hallaron cuatro leguas al norte del real, cerca del actual río Luján y en actitud de combate. Se habían coaligado querandíes y guaraníes dispuestos a dar batalla a los españoles; según Schmidel su número llegaba a cuatro mil. El encuentro fue violento arrojando un resultado incierto; si bien los españoles quedaron dueños del terreno por la huida de los indios, sufrieron muchas e importantes bajas, entre ellas el mismo Diego de Mendoza y los Capitanes Carlos Medrano y Pedro Luján. Los querandíes, muy diestros en el manejo de las bolas arrojadizas, anularon la caballería boleándoles los caballos, con lo que desapareció la principal arma de combate que tanto efecto causó en otras partes de América infundiendo pavor al enemigo. Schmidel, que era uno de los cuarenta jinetes, anota que salieron de allí bien escarmentados y que les hicieron como veinte bajas. Por su parte no pudieron hacer ningún prisionero, pues los indios dejaron solo los muertos que fueron muchos. En la toldería abandonada solo hallaron algunos cueros de nutria, grasa y harina de pescado. Dicho encuentro tuvo lugar el 15 de Junio de 1536, día de Corpus Christi, por eso se lo conoce como combate de Corpus Christi.

Con anterioridad a tal episodio, en Marzo del mismo año, había sido enviado Gonzalo de Mendoza a la Isla Santa Catalina, con una nave en busca de víveres; misión de la que regresó recién en el mes de Octubre.

También fue designado Juan de Ayolas para remontar el Río Paraná con tres bergantines y trescientos hombres en demanda de alimentos y de noticias de la famosa Sierra del Plata. Tales expediciones las enviaba Mendoza con un doble propósito: abastecerse de los víveres tan necesarios en primer lugar, pero también acortar el número de bocas que debía alimentar en Buenos Aires.

Ayolas subió por el Paraná más arriba de los restos de la Torre de Gaboto (Sancti Spiritu), basta dar con la tierra habitada por los Timbúes. Fue bien recibido por éstos, quienes cargaron los bergantines de víveres. Antes de emprender el regreso, levantó otra fortaleza en la margen derecha del Río que denominé de Corpus Christi pues, por rara coincidencia, la fundación tuvo lugar el mismo día 15 de Junio en que se libraba el combate entre españoles y aborígenes, en las cercanías del río Luján.

Ayolas regresó a Buenos Aires a fines de Julio, cargado de víveres hasta el tope y con noticias de buen recibimiento brindado por los timbúes. En ese momento Mendoza estaba a punto de embarcarse para el Brasil: la muerte de su hermano Diego, agregado a su enfermedad y todas las penurias pasadas, lo habían desmoralizado totalmente. El retorno de Ayolas con alimentos en abundancia y buenas noticias, volvió a levantarle el ánimo lo mismo que a los pobladores que quedaban en Buenos Aires. Es que, después del combate de Corpus Christi, los indios envalentonados, pusieron sitio a la fortaleza dispuestos a arrojar de Buenos Aires a los españoles; éstos no podían salir ni a buscar el sustento diario para ellos y su familia, El hambre hizo estragos, muchos perecieron, otros se comieron algún caballo y tuvieron el patíbulo por castigo; los hubo quienes cometieron actos de antropofagia con los cadáveres. No obstante esta crítica situación, los sitiados pudieron rechazar todos los ataques de los sitiadores. Los indios, con flechas encendidas lograron incendiar varias casas de techo de paja, lo mismo que tres bergantines surtos en el puerto. Finalmente una descarga de artillería que se les hizo desde otro de los navíos, terminó poniendo en alga definitiva a los atacantes.

Según Schmidel en este ataque, además de los querandíes, intervinieron guaraníes, charrúas y chaná timbúes; toda una confederación de los aborígenes habitantes del bajo Paraná, río Uruguay e islas del Delta.

Con las nuevas perspectivas que se presentaban a raíz de! viaje de Ayolas al norte, Mendoza resolvió embarcarse él también con su lugarteniente, rumbo a la tierra de los timbúes y nueva población de Corpus Christi, donde permanecía una guarnición para su custodia. Al efecto embarcó consigo gran parte de los pobladores de Buenos Aires, dejando allí unos cien habitantes solamente.

Luego de un mes de penosa navegación río arriba, arribaron a Corpus Christi; allí el Adelantado dispuso fundar otra fortaleza cuatro leguas más abajo, a la que denominó de Buena Esperanza. No se conocen, a ciencia cierta, los motivos de esta nueva fundación a tan corta distancia de la anterior y en un paraje bajo y pantanoso. Hay quienes sostienen que fue para cumplir con la cláusula que establecía la obligación de levantar un número determinado de esas fortificaciones; otros dicen que el motivo fue el deseo de alejar la guarnición de las tolderías timbúes. El hecho fue que ambas subsistieron cierto tiempo, hasta que finalmente volvieron a unirse en un mismo lugar.

Según el historiador Manuel M. Cervera, la de Buena Esperanza se encontraría a la altura del actual Puerto Aragón; mientras que Corpus Christi se hallaba en las cercanías de la laguna de los Timbúes, hoy laguna de Coronda.

Durante su permanencia en Buena Esperanza se agravó la enfermedad del Adelantado, por lo que decidió regresar a Buenos Aires. Antes despaché a Juan de Ayolas con tres embarcaciones y 170 hombres para que remontara el Paraná y el Paraguay en procura de los famosos tesoros de los cuales tanto se hablaba entre los indígenas lugareños y algunos sobrevivientes de la expedición de Gaboto que aparecieron por el reducto de Corpus Christi.

En Octubre de 1536 retornó Mendoza a Buenos Aires; al llegar se encontró con el Capitán Gonzalo de Mendoza, aquél que había enviado a las costas del Brasil en el mes de Marzo, en demanda de vituallas para la hambreada población. Volvía este Capitán con la nave Santa Catalina cargada de víveres frescos, principalmente maíz y mandioca; cargamento que animó el espíritu alicaído de los expedicionarios y llenó el estómago vacío de varios meses. Además trajo consigo unos náufragos de las expediciones de Solís y Gaboto, hallados en la isla Santa Catalina quienes, por haberse casado con mujeres nativas y vivir largo tiempo entre los indígenas, dominaban varias lenguas, resultando así de suma utilidad como intérpretes.

Esta circunstancia favorable animó también al Adelantado quién, entre otras medidas, proyecté enviar nuevas expediciones río arriba, para lo cual ordenó la construcción de tres bergantines en los astilleros improvisados sobre el Riachuelo de los Navíos.

Como pasaban los meses sin que tuviera noticias de Ayojas, despaché esos bergantines en su busca y socorro, a la vez que en apoyo de las poblaciones de Buena Esperanza y Corpus Christi que habían quedado bajo el gobierno de Gonzalo de Alvarado y Carlos Douvrin respectivamente. Dichos bergantines fueron capitaneados por Gonzalo de Mendoza, Juan de Salazar y Hernando de Ribera.

La enfermedad de Mendoza, no obstante, seguía su curso; previendo que su fin estaba próximo decidió emprender el regreso a la Madre Patria. Antes tomó varias providencias: nombré a Juan de Ayolas su sucesor en el adelantazgo, y mientras durase la ausencia de éste, designé al Capitán Francisco Ruiz Galán Teniente de Gobernador, encomendándole que, en regresando Ayolas, se embarcase para España para informarle del resultado de ese viaje en procura de la Sierra del Plata.

En un extenso escrito dirigido a Ayolas le recomendaba encarecidamente el envío de "alguna perla o joya si ovieres avido para mi, que ya sabeis que no tengo que comer en españa". Además de enfermo y moribundo, llagado todo el cuerpo por la sífilis, el Adelantado regresaba arruinado económicamente; toda su fortuna, que no era poca, la habla invertido en esa fatal aventura, llegando al extremo de no tener ni para el sustento diario en caso de arribar a la patria nuevamente.

Asimismo encomendaba a su Lugarteniente levantar la población de Buenos Aires y trasladarla donde él se hubiese establecido, de manera que permanezcan todos juntos. Se firmaba de esta manera, el Acta de Defunción de Buenos Aires, medida que se cumplió años después bajo el Gobierno de Irala.

En su desesperación por obtener recursos económicos, encomendaba a Ayolas que sí se encontraba con Almagro o Pizarro en uno de sus viajes, negociara su renuncia a las tierras que le habían sido otorgadas por las capitulaciones, a cambio de ciento cincuenta mil ducados, que podían rebajarse a cien mil, "si no vieres que hay otra cosa que sea más en mi provecho no dejándome morir de hambre".

El 22 de Abril de 1537 zarparon del Puerto de Santa María del Buen Ayre las dos naves de retomo a España: la Magdalena y la Santantón, en la primera que era la Capitana, viajaba el Adelantado moribundo; en el puerto quedaba la Santa Catalina. Se embarcaron también, entre tripulantes y pasajeros, unos ciento cincuenta; en Buenos Aires permanecieron apenas un centenar de habitantes bajo el gobierno de Ruiz Galán.

Dos meses después, el 23 de Junio, fallecía el Adelantado en alta mar, navegando al sudoeste de las islas del Cabo Verde. Al día siguiente su cadáver era arrojado al océano, tal como estilaba en esos casos y se estila aún, dada la imposibilidad de mantenerlo incorrupto.

Juan de Ayolas - Es este el segundo personaje que hemos seleccionado para esta exposición, por su importancia como figura y por lo destacado de su participación en momentos claves de la expedición. Podemos decir que desempeñó funciones y responsabilidades que el Adelantado no pudo asumir, dado el estado de postración en que arribó al Río de la Plata. Era, sin duda, el hombre en quién aquél depositó toda su confianza delegando en él las misiones de mayor responsabilidad.

Según Ruy Díaz de Guzman, además del título de Alguacil Mayor que ostentaba, era Mayordomo de Cámara de Mendoza. Hombre joven, no llegaba a los treinta años en esa época; decidido y emprendedor no tenía reparos en efectuar las comisiones más riesgosas y difíciles. La excesiva confianza que el Adelantado depositaba en él lo llevó a cometer el injusto y criminal atentado sobre Juan de Osorio, atentado que repercutió tan negativamente en el ánimo de los expedicionarios y cuya secuela de remordimientos persiguió y obsesionó a Mendoza hasta el día de su muerte.

Recapitulando y volviendo atrás en esta historia, recordemos que Mendoza envió a Ayolas en Mayo de 1536, a pocos meses de su arribada, do Paraná arriba en busca de bastimentos y noticias de la Sierra del Plata.

Zarpó con tres naves en cumplimiento de su misión. El pasaje se unbaw6 en pésimas condiciones por la falta de alimentos suficientes desde qe desembarcaron en Buenos Aires; fue así que murieron muchos durante cm penosas jornadas de navegación fluvial. No obstante Ayolas cumplió su cometido en la medida de sus posibilidades. Llegó hasta la tierra de Timbúes y Caracaráes, fundó allí el asiento que denominó Corpus Christi, trabó relación con los aborígenes que lo trataron amistosamente, correspondiendo al trato que les brindó Ayolas. Obtuvo que lo abastecieran suficientemente como para cargar a pleno las naves y regresó apresuradamente para socorrer al Adelantado y su gente que desfallecían en la primera fundación del Plata.

Devuelta en Corpus Christi acompañado de Mendoza, éste le pidió que continuara Paraná arriba y se internara en el Paraguay en procura de la comunicación con el Perú. Lo hizo en tres bergantines: uno a su mando, otro a cargo de Carlos de Guevara y el tercero al de Domingo Martinez de Irala. Zarpó el 14 de Octubre de 1536 con ciento sesenta hombres.

La navegación río arriba resultaba sumamente difícil, silos vientos no eran favorables era necesario avanzar a fuerza de remos o bien a la "sirga": esto es cinchando desde la costa firme con un cabo a la embarcación. Normalmente se efectuaba con tracción a sangre de caballos o bueyes, pero cuando no los había los mismos tripulantes y pasajeros se turnaba en la pesada tarea. Antes de llegar al río Paraguay naufragó uno de los bergantines y se perdió; los pasajeros salvaron la vida, pero como la capacidad de los otros dos estaba colmada, gran parte del pasaje debió continuar el viaje de a pie, acompañando por tierra a las naves.

Finalmente y padeciendo toda clase de contrariedades, llegaron a tierra de los guaraníes; acá se trocó la suerte, que se puso de su lado, no sólo fueron recibidos pacíficamente por estos aborígenes, sino que también los proveyeron de abundante comida, principalmente maíz, batata y habas que cultivaban en buena escala. Sin embargo Ay olas no se detuvo mayor tiempo entre los guaraníes, sino que continuó enseguida su viaje hasta arribar a los dominios de los "payaguás", donde también fueron acogidos con buena disposición. Evidentemente Ayolas poseía condiciones especiales para tratar a los indígenas, pues a donde llegaba era bien recibido por éstos, fueran timbúes, guaraníes, payaguás u otros.

En tierra de los payaguás, el 2 de Febrero de 1537, fiesta de la Candelaria, fundó el puerto de ese nombre sobre la margen occidental del Río Paraguay. Según las coordenadas que da Félix de Azara sobre el emplazamiento de La Candelaria, ese punto coincide hoy con la población Paraguaya de Fuerte Olimpo o Fuerte Borbón. Efectivamente, en ese lugar existe una elevación, casi un cerro, que contrasta notablemente con el resto del terreno del chaco paraguayo, por lo general bajo y anegadizo. No es de extrañar pues que Ayolas haya elegido ese lugar para fundar lo que seria su base de operaciones para la "entrada al Chaco".

En Candelaria los expedicionarios se encontraron con un antiguo esclavo de Alejo García, aquel portugués que años atrás atravesara desde la Isla Santa Catalina, todo el continente hasta llegar a los charcas, de donde regresó con un rico botín. Dicho esclavo les contó las maravillas de las riquezas que allí vieron.

Con tales referencias, Ayolas decidió suspender la navegación río arriba y lanzarse por tierra atravesando el Chaco, por el derrotero de Alejo García. El 12 de Febrero de 1537 inició la travesía con 130 hombres y 300 indios payaguás. Dejó a Irala en Candelaria, con el titulo de Teniente de Gobernador al mando de los que con él permanecieron. Allí debía aguardarlo hasta su retomo. La espera debía prolongarse por cuatro meses según unos, otros dicen que seis; si transcurrido ese tiempo Ayolas no regresaba, Irala podía retirarse de Candelaria sin aguardar más.

Lo ocurrido posteriormente con Ayolas y su gente en esta aventura poco puede saberse, pues no sobrevivió ninguno para contarlo.

Transcurrido con creces el tiempo convenido, Irala se retiró de la Candelaria para carenar sus navíos en otro lugar más apropiado, pues estaban muy deteriorados. Entonces fue que volvió Ayolas de su travesía al Chaco; al no encontrar a Irala acampó entre los indios payaguás, en quienes seguía confiando plenamente.

La única referencia de lo que pudo haber sucedido a los expedicionarios, la tenernos a través de una versión de Ruy Diaz de Guzman, según la cual en uno de los viajes de Irala a la Candelaria, encontró un indio chane que dijo haber integrado la comitiva de Ayolas cuando regresaba y quien refirió que, habiendo llegado aquél a las faldas de la Cordillera del Perú, fue bien recibido por los naturales comarcanos y que volvió cargado de ricos metales; una vez de retomo en la Candelaria, aguardando el regreso de Irala, los payaguás le tendieron una celada encontrándose ellos entregados al descanso, confiados plenamente en sus amigos, y a traición dieron muerte a todos, alzándose con las riquezas obtenidas en el Perú.

Así terminó sus días con todos sus compañeros, este valiente y arriesgado conquistador, que no terció en su misión de alcanzar la famosa Sierra del Plata hasta lograrlo aún a riesgo de su vida, como lamentablemente ocurrió.

Ayolas retomó de su expedición al Chaco alrededor del mes de Marzo de 1538, según algunos, pero se estuvo cerca de un mes aguardando la venida de Irala en su busca, su muerte, por consiguiente, tendría que haber acontecido en Abril del mismo año.

Domingo Martínez de Irala - El tercer personaje seleccionado para este nuestro esbozo del Primer Adelantazgo del Río de la Plata, era un obscuro pasajero en el momento de zarpar la flota; sólo figuraba en la "Relación de ¡agente que va en la armada", pero no en lista de Caballeros pan ocupar cargos de jerarquía. No obstante el destino lo irá haciendo escalar posiciones hasta convertirlo en uno de los conductores de las huestes sobrevivientes de la expedición de Mendoza, para llegar finalmente a Gobernador del Paraguay después de la desaparición de Avolas.

Natural de Guipúzcua, del pueblo de Vergara, poseía en España una sólida situación económica. Como los demás compañeros de aventura, contaba con unos veintitantos años de edad en el momento de embarcarse.

Al quedar Irala en Candelaria en espera de Ayolas, con dos bergantines y treinta y tantos hombres, el trato con los nativos payaguás era cordial y recibían de éstos todo el alimento que necesitaban. Sin embargo, pasado un tiempo, los españoles comenzaron a maltratarlos, abusándose de las indias, incluso de la hija de un cacique que éste había cedido a Ayolas en prenda de paz y que Irala arbitrariamente tomó para sí. Tal actitud enojó a los payaguás que cortaron relaciones con los expedicionarios, privándolos de todo auxilio. Este fue uno de los motivos por lo cual Irala abandonó Candelaria y bajá unas leguas por el río hasta llegar a los guaraníes. Los payaguás no se dieron por satisfechos y aguardaron que Irala retomara a Candelaria en busca de Ayolas; cuenta Ruy Díaz de Guzman que en uno de esos viajes se le acercaron en sonde paz tratando de sorprenderlos, pero los españoles no se dejaron engañar e hicieron frente al ataque intempestivo de los indios, quienes los hacían tanto por tierra como por el río. El choque fue feroz y en él murieron algunos españoles, pero los indígenas fueron rechazados con grandes pérdidas.

Esta desavenencia con los payaguás seria de consecuencias funestas: la muerte de Ayolas y su gente habría sido una venganza de aquéllos por las tropelías sufridas a manos de Irala y los suyos. En efecto, cuando aquél retorné a Candelaria desconocía el rompimiento de relaciones con los indígenas con quienes, hemos visto, concertara paces firmes; confiando en ellas y en el recibimiento engañoso que nuevamente le brindaran como si nada hubiese ocurrido durante su ausencia, Ayolas mordió el anzuelo entregándose mansamente en sus manos. La "confianza mata al hombre" dice el refrán y acá se cumplió acabadamente.

Recordemos que el Adelantado Pedro de Mendoza, antes de partir para la Madre Patria en su viaje póstumo, despachó tres bergantines que remontaran el río en apoyo de Ayolas y de las poblaciones establecidas en Buena Esperanza y Corpus Christi. Dichas naves estaban comandadas por Juan de Salazar, Gonzalo de Mendoza y Hernando de Ribera; uno de esos bergantines quedó en Buena Esperanza, los otros dos continuaron navegando en procura de Ayolas. Cerca de la Candelaria se encontraron con Irala y sus hombres, en Junio de 1537. Este encuentro de Irala con los bergantines comandados por Salazar y Mendoza fue festejado ruidosa v efusivamente por ambas partes; luego continuaron navegando juntos río Paraguay arriba en busca de noticias de Ayolas y sus expedicionarios, No habiendo tenido éxito regresaron hasta Candelaria donde permaneció Irala, mientras Salazar y Mendoza con cincuenta y tantos hombres siguieron río abajo hasta la tierra de los guaraníes; allí Salazar, en el viaje de ida, había prometido al cacique lugareño fundar un asentamiento poblacional. Cumpliendo con su palabra, el 15 de Agosto de 1537 construyó una fortaleza o casa fuerte en ese lugar, a la que denominó Nuestra Señora de la Asunción en honor a esa festividad de la Virgen María.

Con el tiempo, esta fundación que comenzó siendo una simple fortificación, se convirtió en la Ciudad de Asunción, capital hoy de la República del Paraguay; siendo además, la única que sobrevivió y perduró de las establecidas por la expedición de Mendoza.

Pasados unos años, en las últimas décadas del siglo XVI, de Asunción partirían las expediciones que fundaron Santa Fe en 1573, Buenos Aires en 1580, Concepción del Bermejo en 1585 y San Juan de Vende la Siete Corrientes en 1588.

Resultó así que esta pequeña fortificación levantada sobre el río Paraguay por algunos sobrevivientes de la expedición de Mendoza, prosperó y progresó en el tiempo, conviniéndose en madre de nuevas ciudades.

Quedó entonces justificada la creación del Adelantazgo del Río de la Plata y compensadas las penurias y pérdidas de quienes vinieron con esa misión pobladora y descubridora.

Luego de fundar Asunción, Salazar retomó a Buenos Aires, dejando a Gonzalo de Mendoza a cargo de la nueva Casa Fuerte.

En Buenos Aires había quedado Ruiz Galán, designado por Mendoza antes de partir de regreso, mientras durara la ausencia de Juan de Ayolas. Salazar convenció a aquél de subir juntos a la Asunción llevando gran parte de los habitantes de la primera fundación.

Enterado Ruiz Galán que Ayolas no habla retomado aún y que se temía por su vida y la de los expedicionarios, decidió disputarle a Irala la primacía en el Gobierno del Río de la Plata. Al efecto, al pasar por Corpus Christi se detuvo e hizo prestar juramento de fidelidad, tanto a los habitantes de este punto como a todos los pasajeros de Buenos Aires que transportaba cinco embarcaciones. Continué luego su viaje al Paraguay agregando a la flota dos bergantines que habían quedado en Corpus Christi su arribé a la Asunción ocurrió por el mes de Febrero de 1538. Entre tanto Irala navegaba desde Candelaria, diez leguas al norte de Asunción. Encontrados ambos Capitanes, cada uno hizo valer sus argumentos para sostener los derechos de ejercer el mando: Ruiz Galán la designación que le hiciera Don Pedro de Mendoza antes departir y el juramento de fidelidad prestado por los sobrevivientes de Buenos Aires y Corpus Christi; Irala las comunicaciones del primer Adelantado a Juan de Ayolas, de las que había sido portador Juan de Salazar, donde establecía que delegaba el mando y la gobernación en Ayolas, con derecho a designar sucesor en caso necesario. Ninguno de los dos dió subrazoatorcer, produciéndose serio enfrentamiento entre ambos que estuvieron a punto de irse a las manos, como silo hicieron algunos de sus subalternos.

Sin llegar a una solución definitiva, Ruiz Galán retornó a Buenos Aires e Irala volvió a remontar el río Paraguay en busca de noticias de Ayolas, dejando a Salazar al frente de Asunción.

Ruiz Galán, en su viaje río abajo, se detuvo nuevamente en Corpus Christi, donde permaneció una temporada; antes de partir resolvió escarmentar a los aborígenes timbúes del lugar; por motivos baladíes los ataco a traición haciendo una gran matanza de ellos. Esta actitud inicua de Ruiz Galán con los aborígenes, sería de nefastas consecuencias para los, españoles; varios meses después se tomaron desquite asaltando la fortaleza, destruyéndola y dando muerte a la mayoría de sus defensores. Los pocos sobrevivientes se salvaron en unos bergantines que, providencialmente llegaron en ese momento. Se perdió de esta forma otra de las fundaciones de la expedición pobladora de Mendoza.

Al llegar Ruiz Galán a Buenos Aires se encontró con la carabela de Leon Pancaldo quien, frustrado su intento de cruzar el Estrecho de; Magallanes, se había refugiado en el Río de la Plata cargado de mercaderías y bastimentos, por lo que fue muy bien recibida por los desprovistos habitantes de dicha población.

Tiempo después arribó otra nave: la famosa Marañona que había desertado o extraviado de la flota del Adelantado, dirigiéndose a Santo Domingo; a bordo de ella viajaba el Veedor Alonso Cabrera. El intemperante Ruiz Galán, a quién la llegada del Veedor cayó como un balde de agua fría, lo recibió de mala gana. Alonso Cabrera venía munido de una Real Cédula en la que se lo instruía del proceder a seguir en caso que el fallecido Pedro de Mendoza no hubiese designado Lugarteniente, o bien si lo hubiese designado, éste fuese fallecido sin nombrar sucesor. Inmediatamente se abocó a la tarea de indagar entre los pobladores de Buenos Aires lo que sabían sobre el tema. Tomó declaración testimonial al Tesorero Garci Venegas, al Contador Felipe de Cáceres y al Capitán Carlos Dubrin, Los tres fueron contestes en manifestar que Mendoza dejó por su Lugarteniente a Juan de Ayolas y que éste a su vez lo había hecho en la persona dc Domingo de Irala cuando se internó en el Chaco en procura de la Sierra del Plata.

Para informar a Su Majestad Real de lo ocurrido en estas tierras del Rio de la Plata, se despacharon dos galeones: la Trinidad y la Santa Catalina. Luego, en Mayo de 1539, se embarcaron para Asunción Alonso de Cabrera, Ruiz Galán y doscientos cincuenta personas en siete bergantines. Llegados allí y con la presencia de Domingo de Irala, éste exhibió cl poder que le había conferido Ayolas junto con las instrucciones a seguir mientras durase su ausencia. Ratificadas las firmas por testigos, Alonso de Cabrera determinó que Juan de Ayolas era la persona designada para Gobemador y que Domingo de Irala era su Teniente de Gobernador, por lo tanto a este se debía la obediencia correspondiente. En el acto todos prestaron acatamiento a esa determinación, incluso el mismo Ruiz Galán. Días después, Juan de Salazar ponía a Irala en posesión de la Casa Fuerte de Asunción, ocurría esto a mediados de 1539.

El nuevo gobernante, a los pocos meses de asumir el cargo, dejó Asunción para emprender una nueva búsqueda de Ayolas y su gente. Lo hizo con un contingente de 280 hombres y una dotación de indios amigos, entercados en nueve bergantines que remontaron el río una vez más hasta Candelaria En Asunción quedó Gonzalo de Mendoza al frente de la fortaleza.

Al llegar a Candelaria unos indios payaguás les dieron referencias, evidentemente falsas, que Ayolas y los suyos estaban tierra adentro esperándolos - Animados por esta noticia se lanzaron en su búsqueda a través del Chaco. Anduvieron semanas chapaleando barro o con el agua hasta la cintura, pues la tierra se había anegado debido a las intensas precipitaciones que continuaban de manera ininterrumpida. Al regresar de esa entrada fue que se encontró con el indio chane, quien le informó de la muerte de Ayolas y todos sus compañeros, como ya mencionáramos anteriormente.

De vuelta en Asunción despachó al Capitán Juan Ortega para que despoblara Buenos Aires y trajera todos los habitantes que quedaban. Estos resistieron la medida, a pesar de los malos tratos de que fueron objeto por el enviado de Irala.

Ante el fracaso de Ortega, el mismo Irala en persona resolvió efectuar la transmuta; al efecto se embarcó en tres bergantines, llegando a Buenos Aires en Abril de 1541.

Los motivos que daba Irala para desamparar esta primera fundación de Don Pedro de Mendoza, eran la necesidad de concentrar en un solo punto toda la población, a los efectos de enfrentar con más fuerzas el poderío de los aborígenes rebeldes, como también el poder lanzarse, una vez más, en procura de la Sierra del Plata.

Sin embargo algunos historiadores sostienen que el verdadero objetivo de Irala al despoblar Buenos Aires, fié concentrar todo el poderío político, reuniendo a los habitantes del Río de la Plata bajo su mando electivo: eliminando a la vez a Ruiz Galán, su enemigo acérrimo y peligroso, que aun detentaba el mando de aquella fundación, que le había sido conferido por el propio Adelantado.

En Buenos Aires quedaban unos trescientos cincuenta habitantes' con ellos se embarcó a fines de Junio de 1541. Antes departir dejó mensajes enterrados con una señal indicadora, para posibles viajeros que arribaran con posterioridad a su partida. En ellos indicaba donde se encontraban los sobrevivientes del primer Adelantazgo y como llegar hasta allí. También daba precisas instrucciones de los indígenas que habitaban en la comarca de la primitiva fundación y en ambas riberas de los ríos Paraná y Paraguay.

Sobre todo destacaba la amistad de los Caños del Paraguay, en quienes se podía confiar plenamente y que, además, brindaban sus mujeres para todo servicio.

Más de dos meses le llevó remontar los ríos Paraná y Paraguay, arribando a Asunción a principios de Septiembre. Reunidos en este punto los habitantes llegados de Buenos Aires más los que allí había, sumaban unas cuatrocientas almas.

A partir de entonces Irala dedicó sus esfuerzos a transformar en ciudad lo que Salazar había fundado simplemente como fuerte o fortaleza. Comenzó por repartir tierras y solares para que los habitantes pudieran levantar sus viviendas, a las que rodeó de una empalizada para mayor seguridad. Luego organizó un Cabildo; como los Regidores designados por Ordenanza Real para este caso no arribaron nunca a estas tierras, procedió a hacer elegir las nuevas autoridades capitulares. Para darle validez jurídica a todo este procedimiento, hizo labrar un acta con el Escribano Juan Valdez y Palenzuela, donde constaba la fusión realizada en Asunción de todas las fundaciones efectuadas por la expedición de Mendoza, como también el procedimiento establecido para elegir los cabildantes y quienes resultaron elegidos. Dicho acto tuvo lugar el 16 de Septiembre de 1541 ya partir de él, la fortaleza de Asunción quedó transformada en Ciudad. Conforme a esta nueva jerarquía poblacional, Irala hizo derribar la empalizada que rodeaba la casa fuerte, designó solares a los vecinos, como ya dijimos, y señaló cl lugar para la plaza pública.

La mentada Sierra del Plata, que tantas vidas y penurias había costado a los descubridores del Río de la Plata continuaba obsesionando a los sobrevivientes de la expedición de Mendoza. Al año siguiente de haber dejado asentada y organizada la ciudad de Asunción, levantó bandera Irala convocando a la población para una nueva entrada al Chaco. En ese trámite u hallaba ocupado, inscribiendo los voluntarios que se presentaban a su llamado, cuando un indígena que venia del lado del Brasil se presentó con una carta para el Gobernador. La misma era enviada por Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, nuevo Adelantado del Río de la Plata, quien venia a hacerse cargo del mando atravesando a pie con sus huestes todo el territorio del Brasil, desde la Isla Santa Catalina.

La sorpresiva e inesperada noticia, que alegró a muchos y desagradó a otros, cambió radicalmente la situación institucional del Paraguay. Irala se quedó sin los títulos y atributos del poder que tan trabajosamente había obtenido, debiendo someterse a la autoridad del nuevo Adelantado. No obstante no se dio por vencido: continué intrigando y enredando con tenacidad, hasta que obtuvo la destitución de Cabeza de Vaca y recuperé el mando que, con diversas alternativas, ora favorables ora desfavorables, conservó hasta su muerte en 1556.

Entre tanto la expedición al Chaco en busca de la Sierra del Plata que se estaba organizando, como dijimos, en 1542, debió ser suspendida ante la llegada del mensajero indígena que enviara Cabeza de Vaca.

Pero esa idea obsesiva, motor impulsor de todas las expediciones españolas al Río de la Plata en la primera mitad del siglo XVI, principalmente en la del desgraciado Pedro de Mendoza, esa idea, ese objetivo alucinante no podía quedar abandonado y olvidado. Y fue precisamente el tenaz Domingo Martinez de Irala quien, luego de varios intentos fallidos, logró alcanzar la ansiada meta en el año 1547; más . . . ¡oh desagradable y frustrante sorpresa! la mina de la Sierra del Plata ya estaba en poder y era explotada por los españoles arribados al Perú con la expedición de Francisco Pizarro.



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