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GUILLERMO FURLONG
Leoncio Gianello
Guillermo Furlong nació en la provincia de Santa Fe, en la ciudad de Villa Constitución, e126 de junio de 1889. Hizo sus estudios primarios en el Colegio Británico de Rosario de donde pasó a la ciudad de Santa Fe al Colegio de la Inmaculada Concepción de los Padres Jesuitas. El muchacho de apenas trece años admiraría en el viejo patio de los naranjos la encendida estrellería de la noche santafesina en aquel barrio sur, uncioso de recuerdos donde las diamelas de las verjas labradas parecían sostener coloquios de blancura con los azahares del patio colonial… Muchos años después escribiría un libro sobre la Virgen de los Milagros, la Virgen del sudor milagroso que allí se venera, y posteriormente aún, su monumental Historia del Colegio de la Inmaculada en cinco volúmenes. Es que siempre estuvo aquel Colegio en el hondón de sus recuerdos. Del Colegio de la Inmaculada el niño pasó a Córdoba, donde ingresó en la Compañía de Jesús, y poco tiempo más tarde fue a España a completar sus estudios- Cursó en Tortosa ciencias físicas y especulativas y comenzó sus investigaciones históricas. En 1911 se trasladó a los Estados Unidos de Norte América donde siguió estudios superiores en el Woodstock College de la Universidad de Georgetown, y de paleografía en la Congreso Library. Al regresar a Buenos Aires ejerció la docencia en el Seminario Pontificio y en el Colegio del Salvador: latín y griego fueron materias a su cargo en el primero de esos institutos, e inglés e historia argentina en el segundo. Desde 1917 es ya infatigable su trabajo en los archivos. El recordaba que un sacerdote y una revista casi olvidados: el Padre José Ignacio Yani y la revista De Nuestra Historia habían por aquel entonces, reforzado su vocación. Investigó en casi todos los archivos del país, incluyendo muchos de ellos particulares, yen sus viajes a Europa estudió en los ricos repositorios españoles cuando todavía pocos historiadores argentinos habían tomado conocimiento de ellos. Los archivos de Francia, Alemania, Bélgica, la biblioteca de los bolandistas fueron hitos en su paciente labor de estudioso. Los archivos americanos vedan también a este trabajador incansable: Brasil, la República Oriental del Uruguay, Chile, Bolivia y una postrera etapa estadounidense en 1971. Dirigió la revista Estudios, la Biblioteca Mayor del Colegio del Salvador y presidió la Academia Literaria del Plata. Miembro de número de nuestra Academia, fue cofundador y presidente honorario de la Academia de Geografía y perteneció a numerosísimas instituciones del país y del extranjero. Un día de mayo, aquel corazón que había alentado siempre nobles pasiones se rompió bruscamente, y el Padre Furlong senos fue dejando ese vacío tan difícil de ocupar al que con emocionada palabra se refirió el académico Guillermo Gallardo al despedir los restos del colega eminentemente en nombre de la Academia y de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Hace poco más de dos siglos y medio, un sabio napolitano publicó un libro que habría de ser cimiento para los que configuraron la historia científica. Es que en 1725, en momentos en que el imperante cartesianismo había determinado evidente menosprecio por los hechos históricos con respecto a los demás objetos del conocimiento, Giambattista Vico reivindica la importancia del hecho histórico. Y la reivindica precisamente por ser realización o acción del hombre, y, como es sabido para el maestro de la Scienza Nuova sólo puede conocer el hombre lo hecho por él, es decir, lo histórico. Huelga exponer, ante tan selecto auditorio, cuál y cuánta fue la influencia del sabio napolitano en la evolución posterior del concepto de la historia, de la historiografía y, sobre todo, de la historiología; y cómo su sentido cíclico de la historia revive en las grandes cosmovisiones postkantianas y en las llamadas "filosofías del devenir". Hemos empezado al hablar de la obra del padre Furlong, con esta referencia a los doscientos cincuenta años de la Ciencia Nueva, porque en Vico se da el esfuerzo ontológico y filosófico de buscar el sentido de la Historia con fe en Dios, -como en el Padre Furlong- es con profunda raíz agustiniana pero concibiendo a la Historia como obra del hombre y por lo tanto con una autonomía que los modernos historiólogos reconocen pero, muchos de ellos, con una desmedida dimensión del hombre y un negador olvido de Dios. El Padre Furlong, nacido para la Historia, como en el mito griego Atenea del cerebro de Zeus armada de todas las armas, fue básicamente un filósofo. Tal vez por eso mismo se alzó el historiador a tanta altura: porque no fue el mero acumulador de datos, el buscador de efemérides, el mitómano del documento, sino que unió al esfuerzo de la investigación, realizada exhaustivamente en archivos nacionales y extranjeros, el fuego creador y comprendió la Historia como lo requiere su jerarquía según las grandes interpretaciones desde Ranke y Broysen hasta Groce y Xiburu. El Padre Furlong tiene el recio basamento que da la frecuentación del Aquitanense y, si por su honda fe no se aparta de la cosmovisión lineal, de la historiografía judeo-cristiana, tiene como Vico la clara concepción de la Historia como quehacer del albedrío del hombre, y, como el pensador napolitano, el concepto de la amplitud del campo de la Historia. Ya este concepto de la amplitud de la historia es el de vigente validez, por lo tanto todo el quehacer del hombre -el Homo Creator de Vico- es objeto del estudio de nuestra ciencia en la que cada día habrá que ahondar más seriamente sobre todo en este tiempo urgido de cambios con una aceleración inusitada del tiempo histórico con relación al tiempo cronológico. Y habrá que ahondar cada vez más profundamente porque acaso no exageró del todo el clásico romano al llamarla Maestra de la vida, ya que ella tiene orientaciones claras para el futuro de los pueblos. El Padre Furlong es el historiador de la cultura de una época que había sido muy poco estudiada por nuestra historiografía clásica, aquella que fuera llamada Época Colonial y posteriormente, y con más acierto, período hispánico, y a la que Furlong llama época de la dominación hispánica. Aquello que para la Edad Media en la periodización de Cellarius fue desconocimiento y subestimación, aquel cuño de "noche de la Historia", de "Edad de las tinieblas" que nos enseñaron los manuales, se acuñó también en falso concepto con respecto a la época de la conquista y el poblamiento en la América descubierta por el afán civilizador y evangelizador de España. Una historiografía interesada, militante, politizada, nacida en la etapa de las luchas entre España -España de la Catolicidad- y los países de religión reformada, dio origen a la leyenda negra adulterando el texto lascasiano e interpolando conceptos preconcebidamente. Uno de los principales aspectos de la lucha esclarecedora del Padre Furlong es precisamente situar en su verdad esa acción de España en el Nuevo Mundo, y situarla con la ajustada exactitud de juicio en el que es tan difícil tan ansiada objetividad. Concebida la historia como ciencia no caben en ella leyendas negras ni tampoco leyendas blancas que hagan de los conquistadores hispanos seres semiangélicos sólo movidos por los más altos intereses y las más nobles pasiones. Es que la verdad -como ya lo señaló el cartabón aristotélico- está a igual distancia de una exageración que de la otra, y esto bien lo aquilataba este historiador que si alguna vez se dejó llevar por lo subjetivo en su refinación de la leyenda negra fue por la indignación que en toda alma noble despierta la injusticia, sobre todo cuando no es la injusticia de la ignorancia sino la injusticia de lo tergiversado maliciosamente. La obra de España en Indias, sobre todo en lo referente a la cultura, la estudió exhaustivamente el padre Furlong y dentro de esa acción cultural destacó la labor realizada por la Compañía de Jesús a la que pertenecia y en la que fue una de las grandes figuras ignacianas. Gesta dei per francos tituló Jacqucs Bongars a su recopilación de crónicas referentes a las Cruzadas; Gesta dei per jesuits pudo denominar el Padre Furlong a su "opera omnia" en la que nos muestra todo cuanto los hombres de Loyola realizaron en estas tierras de Indias en los aspectos múltiples del humano quehacer desde la erudita obra teológica hasta el cotidiano menester del artesano. Porque las ciencias, las artes, la enseñanza, la multifacética gama de la labor humana, pero con evidente predominio de lo cultural, fue tratada por el Padre Furlong en aquella serie de obras bajo el título común de Cultura Colonial Argentina y en un vasto panorama en el que predomina netamente la acción del jesuita. En 1933 publica otra de sus obras señeras: Los jesuitas y la cultura rioplatense, la que amplia con la aportación de nuevas investigaciones en 1946. Tiene recia envergadura su Historia del Colegio del Salvador, donde vivió durante mucho tiempo y fue constante presencia docente. Allí, en su humilde celda, inundada de libros lo frecuentamos más de una vez para encontrarlo siempre entusiasta, siempre alentador, siempre empeñado en poner fin a una obra para dar comienzo a otra, siempre desbordando vitalidad aún en aquellos momentos en que su placer máximo, la lectura, le estaba semivedado y debía recurrir a una gruesa lupa para ver los tipos de medidas normales. Era un trabajador incansable: es que tenía el esfuerzo largo y corto el descanso. Más aún no tenía descanso; era apenas una pausa entre dos acciones y para emprender la obra inmediata. Por eso el resultado es duradero y grande y muchos de sus frutos están dando recién plena sazón porque como maestro auténtico que era arrojó sobre los surcos que roturaba semillas de lento y fuerte brotar. Su cosecha es de multiplicada mies y la sola mención de sus muchas obras y la referencia al más del centenar de instituciones nacionales y extranjeras de las que formó parte, nos llevada largo tiempo en su enumeración. Pero no es en cambio reiterada insistencia, determinar su exaltación de la cultura porque ello es tónica definitoria de la obra de Furlong. Cuando el sábado 24 de junio de 1939 se incorporó el padre Furlong a la Academia Nacional, hizo su presentación uno de los más grandes investigadores argentinos, José Torre Revello, quien al destacar la personalidad y la obra del recipiendario se refirió a los ya entonces numerosos y responsables trabajos del Padre Furlong y dijo: "una sola entre sus tantas obras, la titulada Cartografía jesuítica, le da categoría y jerarquía para figurar en primera fila entre los hombres dedicados al estudio de esa rama de la historia colonial en el Nuevo Mundo"; se refirió a la elaboración de los temas por el padre Furlong "manejando la técnica con sentido del método histórico" y analizó sus trabajos realizados con severidad científica elaborando una historia cada vez más veraz de la acción religiosa desarrollada en nuestro suelo, sin dejar en olvido otros aspectos y en particular los relacionados con la cultura. (1) También destaca que la necesidad de los libros fue sentida por los conquistadores y fundadores de ciudades, considerados como toscos e incultos soldados, sin discriminación, por una intencionada historiografía, y también por los simples soldados como aquel Damián Osorio que si, con buen arcabucero traía consigo el Libro de mano de las reglas del arcabuz, trajo también las Epístolas de Antonio de Guevara (2) en las cuales d cronista del Emperador Carlos V daba respuesta a los personajes que solicitaban su consejo. Se refiere a los pedidos de libros que hicieron los conquistadores del Paraguay sobre los que ha recaído más fuertemente ese rótulo de incultos; documenta también la importación de un rico lote de libros por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hombre de vasta cultura, y refiere ala lista datada en 1540. Ya anteriormente, como es bien conocido, don Pedro de Mendoza, Doliente Adelantado, había traído consigo algunos libros: entre ellos los hondos versos de Virgilio y también la amarga sátira de Erasmo. (3) Analizó también los centros de más alta enseñanza en nuestra América tomando el ejemplo de la Universidad de Córdoba en el concierto de las treinta y tres universidades americanas existentes en la época hispana. Y dijo que: la Universidad no era entonces una institución al margen de la vivencia ciudadana sino enraizada en ella y era el pueblo el que se afanaba por tener en su seno una sede de los saberes máximos y era, por lo general el pueblo mismo, no tan sólo algunos magnates del oro, quien la sostenía con máxima generosidad. (4) Como lo señalara Carlos Heras, el centenario de la Revolución de Mayo sorprendió a la historiografía argentina en plena crisis. (5) Es que las escuelas cientificista y sociológica habían dado de sí los mejores frutos y el árbol parecía falto de savia. Aquel impulso vigoroso de la historiografía de la segunda mitad del siglo XIX estaba detenido; las revistas eruditas donde más de una vez el documento inédito fue revelado, aquellas revistas que dirigieron José Manuel Estrada, Miguel Navarro Viola, Vicente C. Quesada, Andrés Lamas, Adolfo P. Carranza, Paul Groussac, habían dejado de aparecer y la Revista de derecho, historia y letras, que continuaba publicándose, no alcanzó la jerarquía, en lo específicamente historiográfico. Una destacada excepción hubo en aquel año del Centenario el estudio admirable de Joaquín V. González, El juicio del siglo o cien años de historia argentina, publicado en el número de La Nación de homenaje a la Revolución de Mayo. A esa etapa ya ese esfuerzo se incorporó el Padre Furlong y él mismo la calificó de nueva escuela histórica argentina (6) y Juan Agustín García Nueva escuela de la historia argentina. Ella se enriqueció con el aporte del nuevo herramientaje erudito, con el rigor de la critica interna y externa de las fuentes y cumpliendo con las exigencias de la preceptiva metodológica. Ricardo Caillet-Bois, en su enjundioso trabajo Emilio Ravignani, historiador, ha mostrado a través de la tarea del gran investigador el sacrificado quehacer y la rica cosecha de esa etapa. (7) Con la nueva escuela comienza la revisión de la obra de España, labor en la que se destacará el Padre Furlong. Pero si una de las dos grandes vertientes de la opera omnia de nuestro sabio historiador es el análisis de la acción cultural de España y particularmente de los jesuitas en el Río de la Plata, la otra gran vertiente, el otro decisivo aspecto de su labor historiográfica es el estudio de las bases ideológicas de nuestra revolución, sus precursores y el contenido doctrinario y espiritual de Mayo. En este aspecto su labor centró la admiración y también la polémica y su enseñanza trascendió en mucho nuestras fronteras nacionales. Su obra señera en la que se unen esas dos vertientes es sin duda Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata 1536-1810. En ella rebate a los numerosos detractores de la enseñanza filosófica impartida en nuestro territorio, formados en el iluminismo dieciochesco que nutre en general los juicios de la historiografía decimonónica y del positivismo histórico. Furlong demostró a través de los textos, de la distribución de las materias, de la enseñanza impartida por los profesores y de la formación de éstos, cuál era en realidad el contenido y el ámbito de los estudios y analizó cómo en base a generalidades divulgadas desde los tiempos de la Ilustración se había centrado el ataque a la especulación filosófica no utilitaria y a la llamada "infecunda escolástica". Y demostró cómo la escolástica, que había atravesado ciertamente un periodo de decadencia, se había renutrido a sí misma y cobrado vigor, vuelo e impulso. Lo más importante de este libro es que analiza la enseñanza impartida por los jesuitas como bases del pensamiento doctrinario de Mayo, especialmente a través de la luz de Francisco Suárez, El Doctor Eximio, en sus obras que frieron quemadas en Londres por mano del verdugo y por orden de Jacobo 1 de Inglaterra por atacar el absolutismo real como se lo informaba el conde de Gondomar, embajador en Londres, a Felipe III. (8) Analiza la doctrina del Pacto en Suárez, con la Soberanía transferible, y la del Contrato Social de Rousseau con su Soberanía intransferible por ser pacto de los ciudadanos entre sí, y no como en Suárez pacto entre el pueblo y el soberano. Por ello sostiene que "fue el filósofo español y no el filósofo francés quien dio a los hombres de 1810 la llave de oro que habría de abrirles las puertas de la libertad". (9) Numerosos y calificados han sido los defensores de esta tesis suareciana, tanto en nuestro país como en otros de América. y a poco de publicada la obra de Furlong, Víctor Frankl, desde la Universidad de Bogotá, en Colombia, enviaba a la Revista de Historia de América su denso trabajo acerca del jusnaturalismo tomista como fuente del primer plan de Confederación Hispanoamericana, y actualmente es raro el trabajo sobre las fuentes del movimiento emancipador hispanoamericano donde no se reconozca el rico aporte del pensamiento de los grandes teólogos y juristas de España y de Indias, especialmente la doctrina del Doctor Eximio. Ya en esta ruta escribiría reiteradamente sobre el ex jesuita argentino Juan José Godoy al que llamará "Precursor de precursores; sobre Los Jesuitas y la escisión del Reino de Indias; sobre La Revolución de Mayo, los sucesos, los hombres, las ideas; y, como éstas, otras obras, conferencias y artículos sobre la contribución del pensamiento jesuítico en la emancipación. (11) Esta tesis del padre Furlong se ha impuesto definitivamente aunque no en el sentido absoluto con que él la formula. Porque no puede ser negada la influencia del iluminismo en las bases ideológicas de Mayo y es precisamente el mismo padre Furlong quien nos ha comprobado la existencia de los libros donde eran expuestas las Nuevas ideas en las bibliotecas del Río de la Plata durante la dominación hispánica; pero la gran contribución de Furlong a este tema -acaso el más apasionante porque es el parto de la Patria- es dejar sentada la influencia de los jesuitas en la obra emancipadora, influencia hoy reconocida casi sin excepciones. (12) Señoras y Señores: Guillermo Furlong consideraba a la Patria fundamentalmente como un patrimonio moral, como un legado a acrecer y como un mandato a cumplir. Por ello bien pudo hacer suya la sentencia que dijo un día el maestro José Manuel de Estrada con acento de profeta del Viejo Testamento: "La semana argentina aún no ha terminado y el día del resposo está lejano. No queráis apresurar el Sábado porque la obra será mezquina". Y el reverendo Padre Guillermo Furlong trabajó intensa, fervorosamente para que las generaciones argentinas comprendiesen el contenido de sacrificio y de idealismo que surge desde el inicio mismo de la Patria, que no es una expresión territorial sino un vínculo entrañable amasado con amor, con gloria y con dolor. Una herencia que hay que aceptar sin cautelosos beneficios de inventario, con los rubros de su Haber para robustecernos en el ejemplo y las bajas del Debe para saldarlas en la enmienda. La semana argentina aún no ha terminado. . . y él nos dejó la lección y el ejemplo de un limpio, un firme ímpetu creador para un quehacer de días sin reposo que corone en grandeza la semana argentina. Notas1) Incorporación del Académico de Número E. P. Guillermo Furlong Cardiff, 24 de junio de 1939. Discurso del Académico don José Torre Revello. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, y. XIII, Buenos Aires, 1940, p. 113 y 114. 2) La obra se titula Epístolas familiares y su primera edición fue publicada en Alcalá de Henares en 1592. Su autor, Antonio de Guevara, hoy olvidado, fue famosísimo en su tiempo, a punto tal que su obra Relox de príncipes fue tan leído como La Celestina y el Amadís de Gaula. Con respecto al Libro de mano sobre las reglas del arcabuz, cabe pensar si este libro no habrá servido a los mancebos de la tierra en la Asunción para hacer aquellos arcabuces que al decir de Diego de Pantoja "se tendrían en España por buenos" y que según el factor Dorantes, el alentador de la empresa fundacional de Juan de Garay, 'los hacían aquellos mozos sin haberlos visto hacer sino por relación que les han dado". Cf. EFRAIM CARDOZO, Asunción del Paraguay. En: Historia de la Nación Argentina, publicación de la Academia Nacional de la Historia, 3a. ed. Buenos Aires, 1961, vol. III, parágrafo Los Mancebos de la Tierra; LEONCIO GIANELLO, Estampas santafesinas: En El Litoral, Santa Fe noviembre de 1973, Estampa: Los mancebos de la tierra. 3) LEONCIO GIANELW, Historia de Santa Fe, Santa Fe, 1966, 3a. ed., p. 44. 4) GUILLERMO FURLONG, La Universidad de Córdoba en el concierto de las treinta y tres univenidades americanas existentes en la época Hispana. En, Cuarto Centenario de las fundaciones de Córdoba y Santa Fe, publicación de la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1974, p. 25. 5) CARLOS HERAS, Discurso de presentación del académico de número doctor Enrique M. Barba. En: Boletín de la Academia Nacional de la historia número XXVII, Buenos Aires, 1957. 6) GUILLERMO FURLONG, Conferencia, cit. p. 116. 7) RICARDO CAILLET-BOIS, Emilio Ravignani, historiador. En: Boletín de la Academia Nacional de la historia, N XXIX, Buenos Aires. 1958, p. 63.92. En p. 68, al referirse a la metodología de trabajo; dice: "Comenzó el flamante y activo director adoptando por vez primera en la América Latina una técnica especial para los caracteres externos de los documentos y acometiendo también la tarea en su total amplitud, pues consideraba indispensable conocer las riquezas documentales encerradas en los maltrechos archivos del interior del país, para poder así construir una historia argentina y no únicamente porteña (1921)". 8) LEONCIO GIANELLO, Las bases ideológicas de Mayo en La Nación, domingo 20 de mayo de 1973, Suplemento literario, p. 1 y 8,y nuestra obra Historia del Congreso de Tucumán, publicada por la Academia Nacional de la historia, Buenos Aires, 1966, p. 113 y ss. FAUSTINO F. LEGON, Tratado de derecho político, t. II, Buenos Aires, 1961; VICENTE D. SIERRA, Historia Argentina. 9) FURLONG, op. cit. p. 607. 10) VICTOR FRANKL, El jusnaturalismo tomista de Fray Francisco de Vitoria como fuente del Plan de Confederación Hispanoamericanas del doctor José M. de Francia, En: Revista de Historia de América, números 37-38, México. 1954, p. 163-204. 11) Trabajo definidor del Padre Furlong es Quién es el precursor de la emancipación americana. En: Revista de Historia Americana y Argentina, t. I, Mendoza, 1956-1937, p. 37 y ss. 12) RICARDO LEVENE, Ensayo Histórico sobre la Revolución de mayo y Mariano Moreno, 4a. ed., corregida y ampliada, Peuser, Buenos Aires, 1960 t. I, nota a p. 28, donde destaca esta acción de los jesuitas, especialmente del padre Jean Pablo Vizcardo y Guzmán y Juan José Godoy, y se refiere a los trabajos esclarecedores del Padre Furlong y los historiadores Rubén Vargas Ugarte y Miguel Batllorí. CARLOS ALBERTO PUEYRREDON en: 1810. La Revolución de Mayo según amplia documentación de la época, Buenos Aires, 1933; en la extensa nota a la página 269 al analizar el voto de Saavedra dice que "es eco vigoroso y cabal de las doctrinas de Francisco Suárez referentes a origen del poder" y siguiendo a Furlong enuncia lo que era tema de enseñanza con respecto a la doctrina suareciana. |