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HOMENAJE AL DR. AGUSTÍN ZAPATA GOLLAN
El 11 de octubre de 1990, al cumplirse el 4º aniversario de su fallecimiento, se hizo oficiar una misa en la iglesia de San Francisco. Luego, en el Colegio de la Inmaculada, se procedió a depositar una ofrenda floral ante el busto que lo recuerda en el Patio de los Naranjos. Ofreciendo el homenaje hizo uso de la palabra el Sr. José Luis Víttori en su carácter de Presidente del C.E.H. PALABRAS DEL SR. JOSÉ LUIS VITTORIHemos venido a honrar la memoria de Agustín Zapata Gollan y, en el cuarto aniversario de su muerte, comprendemos que no es posible llenar con palabras su ausencia. Frente a la muerte, las palabras no pesan, apenas ocupan lugar, en tanto una vida rica en hechos sí pesa entre los demás, ocupando un lugar y haciéndose sentir por su presencia y sus obras. Agustín Zapata Gollán fue un predestinado, una de esas personas dotadas y reservadas para cumplir una misión, en la cual concentran toda su inteligencia y su actividad, ni bien advierten el principio del camino por recorrer. Es curioso pensar que las ruinas de la primera fundación española en el Río de la Plata lo esperarían trescientos años, soterradas en el sitio original, escondiendo para él, bajo los túmulos de sus propios materiales, los vestigios innumerables y elocuentes de una época, llamándolo a interpretarla en una paciente hermenéutica que la reviviría hasta en sus rasgos más secretos. También es curioso pensar que, a partir de la madurez en que se alumbra el principio de la misión, le serían dados cuarenta años de vigor y lucidez para completarla sin vacilaciones. Lo cierto es que, a medida en que avanza la edición de la Obra Completa, vamos tomando conciencia de la complejidad y diversidad de lo actuado y lo pensado en y desde Santa Fe la Vieja, hacia la exploración, conquista y colonización del Río de la Plata. Lo hizo con amenidad y soltura, quitándole a su saber la gravedad académica de la historiografía. Era un estudioso de muchos recursos. Sabía encontrar y descifrar las pruebas documentales, pero, poseedor de una imaginación plástica y de una intuición poética, su ideal no consistía en lograr páginas de historia, sino en revivirlas o, mejor, en revitalizar la escena épica cuyos actores fueron Pedro de Mendoza, Domingo de Irala, Juan de Garay, Martín del Barco Centenera, Hernandarias, doña Mencía, doña Jerónima de Contreras y otros hombres y mujeres célebres de esos tiempos, españoles, indios, criollos, mestizos encarnados en el verbo sagaz del escritor. Porque lo fue en su obrar la etnografía de estos ámbitos, escritor e imaginero a la vez, ocurrente en el humor vario de sus aptitudes tan ricas, en su visión no convencional de la cultura hispanoamericana. Así, al cabo de cuatro años, uno lo recuerda vivo en su saber, en su anecdotario, en la renovación temática de sus búsquedas, en la fluidez de su memoria, sintiendo qué falta y cuánta falta hace. Tiempo ha, la mañana en que se descubrió este busto, una paloma posada en lo más alto del tejado, nos observó todo el tiempo, como si supiera qué estaba ocurriendo en el Patio de los Naranjos. Sentado aquí enfrente, mientras el doctor Magín Ferrer leía su estupenda semblanza, pensé, y más que pensar tuve la aguda sensación, de que en esa paloma había, irónicamente si se quiere, algo de Agustín; algo del alma alada de Agustín, todo un símbolo de la libertad de vuelo y auténtica inspiración que fecundó sus trabajos y sus días, en estos rumbos del Sur. Agustín Zapata Gollán, lo extrañamos, sus amigos, sus colegas, los historiadores, los etnógrafos, los poetas, los grabadores; su ciudad -la vieja y la nueva Santa Fe-, su colegio, el Museo, sus colaboradores, sus admiradores. Lo extrañamos desde lo más hondo de una necesidad de comprender el carisma del hombre señalado por la mano de Dios. Reciba desde el más allá la nostalgia de este homenaje, el testimonio de nuestra estima. |